Publicado por
lilithalfonso
Justo el día de su regreso a Cuba, me hice varias preguntas en
un post que soñé con que fueran respondidas. Ahora lo cumplo. Gracias,
Fernando…
Fotos: Lorenzo Crespo Silveira
Teniéndolo al lado, todavía es posible que se nos resista el pedestal
para hacerlo caminar por la senda del resto de los hombres, pero si le
preguntas, Fernando González Llort te dice enseguida que es uno más y
que sus valores son los de todo el pueblo.
Escucharlo, no obstante, no deja de ser sobrecogedor. Es, a pesar de
una timidez anunciada que por suerte no se concreta, un conversador
excelente, capaz de hilvanar las ideas completas como paisajes, y su
voz, siempre baja, totalmente amable, como él mismo, en todos los
sentidos y formas de esa palabra, desde el pasivo adjetivo hasta la más
improbable arquitectura del verbo…
¿Qué fue lo más difícil de estar en prisión?
La separación física del lugar donde uno nació y se crio, la lejanía
de las personas que quieres, de la familia, y la añoranza, una añoranza
por la casa, por la tierra, por las costumbres de tu país, que es lo que
más se extraña.
Yo, que nací y crecí en La Habana, y me acostumbré a la visión del
mar todo el tiempo, me sorprendía extrañando el mar, esa sensación de
sentirlo cerca. Uno extraña la vida privada, los detalles de esa vida,
esas son las cosas que de vez en cuando me golpeaban duro.
Claro que a veces bloqueaba esas cosas, no es que no pensara en la
casa, en la familia, pero se crean mecanismos de defensa para que ese
pensamiento no se convierta en un dolor que después es difícil de
sacarte de encima.
Todas las horas duran lo mismo, pero al margen de ese
principio, algunas son más largas que otras. En esas circunstancias de
encierro, ¿cuáles eran las más lentas?
No había una hora en específico, pero si había algún momento en el
que uno se ponía especialmente bucólico, era el de los domingos por la
tarde. Creo que, en general, es un momento en que las horas adquieren
una lentitud que te pone a pensar, y a añorar cosas.
¿Qué enseñanzas le dejó la terrible escuela del presidio? *
A nivel psicológico, a uno le queda la constancia de la capacidad del
ser humano de sobreponerse a cualquier circunstancia, no importa lo
dura y lo terrible que sea, y por tanto el entendimiento de que no hay
nada que una persona se proponga que sea imposible de lograr, si pone
esfuerzo, sacrificio, tiempo en luchar por eso que quiere.
Y eso, verte venciendo dificultades, te da una gran seguridad en ti mismo.
Desde el punto de vista político ideológico, puedo asegurar que yo me
convertí en más revolucionario y fidelista, y en mejor cubano y hombre,
después de pasar esa experiencia. Cuando me vi preso, me dije, estás
aquí por una razón y tienes que aprovechar este tiempo en mejorarte.
Por eso, me dediqué a estudiar, a hacer ejercicios físicos, a
ocuparme de mí, porque era la manera de no dejarme vencer, era la manera
de que no ganaran, de devolverle al menos una parte del golpe.
¿Qué sentimientos le provocan el resto de los cubanos que
decidieron pactar con el gobierno federal y abandonaron la causa
revolucionaria?
En estos momentos, sinceramente, ya no me provocan sentimiento
alguno: ellos sabrán qué hacer con sus conciencias, para mí es una
cuestión muy personal que dejé atrás. Pero tengo que confesar que en
aquellas circunstancias fue un golpe muy duro, no puedo hablar por el
resto de mis hermanos, pero para mí esa ruptura fue lo más difícil de
ese proceso.
Con el tiempo, comprendí que cada cual tiene sus circunstancias y
que, al final, era su decisión aunque me sorprendiera, porque los
conocía a casi todos, aunque muchos de ellos no lo hicieran entre sí.
¿En qué pensó, en quién pensó cuando tomó la decisión de seguir firme en la causa de Cuba, cuando optó por no traicionar?
Yo no tomé ninguna decisión porque, aunque tenía la opción de la
traición, nunca sentí que tuviera otra alternativa que seguirle siendo
fiel a mi causa. Para decidir, uno tiene que intelectualizar las
alternativas y pensar en ellas. Yo no tenía nada que pensar.
¿Cómo se siente tener tanto contacto físico, muestras de
afecto, abrazos, besos…, después de 15 años de tener tan pocas
oportunidades de cercanía con otro ser humano?
Es raro, en el mejor sentido. A la cárcel uno no va a hacer amigos,
de modo que las relaciones aunque haya cierta simpatía son por lo
general superficiales desde el punto de vista emotivo, y todo contacto
físico está, por supuesto, descartado en esas circunstancias.
De esas cosas, uno no se percata hasta que llega a Cuba, y es todo lo
contrario. En los primeros momentos, terminaba agotado incluso de las
reuniones familiares y no entendía por qué, hasta que me di cuenta de la
carga emotiva de esos momentos, después de tanto tiempo sin tener algo
así, de poder conversar de temas familiares, con gente que uno quiere,
tener esa conexión emocional.
Pero es gratificante tanto cariño. Y no me desagrada para nada que la gente me abrace, porque yo los abrazo también.
El recuerdo tiene la manía de magnificar la belleza de
las cosas que dejamos atrás, y añoramos. ¿Es más bello el recuerdo que
lo que encontró a su regreso?
Es cierto que el recuerdo hace que imagines las cosas mejor de lo que
eran, pero la Cuba que encontré es mucho más bella que la de mi
recuerdo, no sé si por la emotividad del regreso a casa, por todas esas
emociones juntas, pero así lo veo todavía.
Realmente mucho ha cambiado desde la última vez que estuvo en Cuba…
Yo no creo que hayamos cambiado tanto, la vida es la misma y los
cubanos también, lo que sí se ha diversificado la sociedad. Uno camina
ahora mismo la Habana Vieja, que yo tanto caminé en otros tiempos, y ve
una serie de expresiones comerciales que antes no existían, caminas
Viñales, y es igual.
La ciudad también ha cambiado, uno ve edificios nuevos y extraña
otros que ya no están. Pero seguimos siendo los mismos, en la esencia.
Ha sido impactante la respuesta de la juventud a su
presencia, la conexión, el interés sobre todo al tenerlo cerca, al
hacerlo palpable. ¿Cree que la Cuba de hoy, que estas nuevas
generaciones puedan dar otros hombres como ustedes?
Absolutamente. Entre la población cubana existen millones de personas
que hubieran podido hacer lo que nosotros hicimos. No somos la
excepción, porque los valores que los Cinco defendimos durante todos
estos años son los de todo un pueblo.
De los jóvenes, siempre se han dicho cosas. De nosotros decían que
éramos locos, irreverentes…, y siempre levantaremos opiniones, pero yo
creo que esta juventud es una garantía, no importa que tengan códigos
diferentes, un vocabulario propio de su edad. Por supuesto, hay que
trabajar más con la juventud, ayudarlos, guiarlos desde el punto de
vista político e ideológico.
Después de tanto tiempo alejado, forzosamente, de su
familia, ¿Cómo lidia con la necesidad de sus seres queridos de tenerlo
cerca y esta nueva ausencia, llamado por sus responsabilidades y su
compromiso con la causa de sus hermanos que todavía está en prisión?
Lo hago tratando de dedicarles todo el tiempo que puedo. Ellos, por
su parte, no me pelean porque me entienden como me han comprendido todos
estos años en los que no sabían por dónde yo andaba ni qué hacía, más
allá de la historia que les hice, de que estaba en algún tipo de
intercambio comercial en el extranjero.
Ellos asumen esta etapa con toda la seriedad y el compromiso de siempre.
Su madre, hablando de familia, es un ser excepcional, por
lo menos esa es la visión que nos queda a todos los que hemos asistido a
su activismo por su regreso. Imagino que si la amaba antes, ese
sentimiento se haya magnificado en este tiempo…
Mi mamá, Magalys Llort, es muy especial. A través de ella, recibí una
serie de valores, el sentido de responsabilidad, deber, honor,
fidelidad, lealtad, honradez…, que me hicieron el hombre que soy, aunque
también los tuve de mi padre, pero ella influyó mucho en mi formación,
en mi educación desde niño.
A veces creo que sus características son las que busco y valoro como
importantes a la hora de seleccionar personas a las cuales acercarme,
incluso desde el punto de vista amoroso.
Por supuesto, el nivel de respeto, de admiración y de amor por mi madre, se ha multiplicado por mil.
¿Qué le dijo a su madre cuando pisó suelo cubano, cuando pudo por fin abrazarla en tierra cubana?
A mi regreso, ese día que nos encontramos en el aeropuerto, todo fue
tan emocionante, tan emotivo…, que no lo recuerdo. Sé que la besé, le
dije algo y la abracé, porque eso es lo mío.
¿Cuál fue su primera acción de total libertad, cuando pudo estar finalmente solo?
Sinceramente, la primera vez que pude estar en una habitación a
solas, sentí una sensación de rareza muy grande, porque la primera
realidad de una prisión es la pérdida absoluta de tu privacidad, y de
pronto estar en un sitio en silencio, sin personas pasando
constantemente por los pasillos, fue impactante.
Para usted, ¿qué es la libertad?
Yo tuve un profesor de literatura en el Instituto de Relaciones
Internacionales, de apellido Gálvez, que había luchado en los tiempos de
la República Española y fue de los que llegaron exiliados a Cuba que un
día, cuando le preguntamos qué era la libertad esperando una respuesta
más filosófica, nosotros que veníamos del aula con todos aquellos
conceptos de los más variados pensadores, nos respondió, sencillamente,
que la libertad era poder hacer lo que te dé la gana. Y así lo pienso
también.
La libertad es tener la oportunidad de decidir, de tener opciones.
Cuando vas al exterior, por ejemplo, se dice que en Cuba no hay
libertad, cuando en realidad sí la tenemos, porque el cubano optó por
tener este sistema social, y esa es la expresión máxima de su libertad.
¿Cuál es su concepto del amor?
Es un sentimiento de vínculo intenso con una realidad que es externa,
que puede ser una mujer, de naturaleza emotiva, o con la realidad de un
país, de una Patria.
En 15 años en prisión se perdió de hacer, de ver muchas cosas. ¿Qué es lo que más añora de todo eso a lo que no pudo asistir?
Tener hijos, y todo lo que eso implica.
*Esta pregunta fue formulada y respondida durante un encuentro con estudiantes y profesores de la Universidad de Guantánamo.
Tomado de La esquina de Lilith