Por Karina Marrón González
De tanto decirles héroes a veces olvidamos que son o fueron seres
humanos de carne y hueso, quizás porque no contamos los actos heroicos
como se cuentan las novelas o las películas.
Y
en ese camino vamos sembrando una distancia, un encumbramiento que en
ocasiones nos hace creer que nunca podríamos ser como ellos. Entonces,
repetimos las historias en esa encartonada forma que un día hace que los
héroes ya no sean verdaderamente personas, sino leyendas a años luz de
los sentimientos como el miedo, la duda o el amor.
Recientemente
a un buen amigo su hija le preguntaba qué le gustaba a Martí, y eso lo
puso ante la difícil tarea de rebuscar en libros y anécdotas esa otra
parte del Apóstol que se nos ha perdido: la de saber si prefería los
espaguetis, los mangos o las guayabas, la de descubrir sus más pequeños y
secretos placeres, aun cuando mucho dijo de sí mismo en versos y prosa.
A
mí nunca me fueron más cercanos los jóvenes de la Generación del
Centenario que en esos pequeños recuerdos que atesoran sus familiares y
amigos, y que de vez en vez algún medio o persona acuciosa, como mi
profe María Julia, logra sacar a la luz.
Del
mismo modo me ha sucedido con los Cinco. Muchos años llevamos hablando
de la injusticia que se ha cometido en su caso y, como cubana, entiendo
la grandeza de su sacrificio para proteger a nuestro país de tantos
retorcidos planes que se han tejido con los hilos del odio. Sin embargo,
nunca entendí bien la dureza de la prueba, la renuncia de estos hombres
y sus familias, hasta que vi a Irma, la hija mayor de René, embarazada,
y me pregunté cómo me sentiría yo misma si estuviera en su lugar y no
pudiera compartir esa alegría con mi padre.
Gerardo
se me tornó inmenso en el pensamiento el día en que junto a unos amigos
visité a María Orquídea Artiles Ruiz, en Cienfuegos. Esta sencilla
mujer ha dedicado su casa a la causa de los luchadores antiterroristas
cubanos y siempre que alguien va a verla, recuerda con especial cariño
el día en el que escuchó la voz de Gerardo en el teléfono.
A
pesar del reducido tiempo que le dan para comunicarse con su familia y
abogados, él dedicó unos minutos para preocuparse por ella y brindarle
consuelo ante la pérdida de su madre. Como si en lugar de cumplir una
condena de dos cadenas perpetuas más 15 años, se tratara del amigo que
está a la vuelta de unos pocos kilómetros, en una provincia vecina.
Sé,
porque he tenido el privilegio de escuchar las anécdotas durante la
realización del Coloquio por la liberación de los Cinco en Holguín, que
Ramón, Tony y Fernando también han compartido ese tiempo, y que junto a
sus hermanos se han convertido incluso en consejeros o han aliviado las
tensiones entre padres e hijos.
Cada
vez que escucho estas historias se me renuevan las energías para hacer
algo, aunque parezca muy poco, para luchar por su regreso. Porque 15
años es demasiado para ellos y sus familias que esperan, y porque la
humanidad necesita que los hombres buenos compartan su corazón,
multipliquen su ejemplo.
Y
no es que no sea suficiente para admirarlos el saber las razones por
las cuales estaban en Estados Unidos, la dignidad con la que decidieron
enfrentar la prisión antes que aceptar cualquier trato engañoso que
tergiversara el hecho de que no pretendían otra cosa que proteger a su
país de las agresiones provenientes de grupos terroristas, radicados en
esas tierras del Norte. Pero tanto hemos andado en este camino por su
libertad, que temo a veces que un día despierte sin que me duela su
encierro, sin las ansias de buscar qué más hacer para que vuelvan
pronto.
Es
por eso que ayer cuando escuchaba a alguien decir que en el pueblo hay
muchas historias que revelan la esencia de estos, nuestros héroes
modernos, no pude sino tener ganas de conocerlas todas. Se me antojó
recopilarlas, para que no anden dispersas entre tanta gente de Cuba y el
mundo, y luego compartirlas, porque quizás en ellas se encuentre la
fuerza que sea capaz de abrir las rejas que los mantienen lejos de casa.
Si
se animan a colaborar pueden contactarme en la redacción del periódico
Granma o escribirme a mi correo personal: karina@granma.cu.
Estaré esperando.