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Cinco Héroes Cubanos
Qué sabes sobre estos valientes hombres?

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Mostrando 41 a 50, de 70 entrada/s en total:
06 de Agosto, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

 La Premio Nobel de la Paz norirlandesa Mairead Maguire pidió al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que ponga fin al injusto encarcelamiento de tres antiterroristas cubanos, presos desde hace casi 16 años en penitenciarías federales, se informó hoy.

 "Sumo mi voz a la de muchos que le piden a usted (Obama) hacer todo lo que esté a su alcance para terminar con los sufrimientos ocasionados por esta situación", dijo la activista en una carta dirigida al mandatario estadounidense y que difundió el pasado viernes un grupo de solidaridad.

 Maguire reiteró al gobernante que le escribía "nuevamente, en el contexto de las acciones en todo el mundo que se llevan a cabo el día 5 de cada mes en solidaridad" con Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, los tres integrantes del grupo de Los Cinco que continúan en cautiverio.

 "La asistencia y amplio interés en la reciente jornada en Washington (del 4 al 11 de junio) es un buen indicador de la creciente inquietud internacional que existe" sobre el caso, expresó Maguire.

 Según la carta, que divulgó el Comité Internacional por la Libertad de los Cinco, existen motivos reales de preocupación sobre las condenas y sentencias impuestas a Hernández, Labañino y Guerrero, así como a Fernando González y René González, quienes abandonaron la prisión tras cumplir la totalidad de sus condenas.

 Maguire (Belfast, 27 de enero de 1944) cuestionó, en particular, los cargos contra Gerardo Hernández, sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años, y subrayó que para ella "existen muchas preguntas y dudas razonables en ese sentido".

 Los Cinco, como se les conoce en las campañas mundiales por su liberación, fueron arrestados el 12 de septiembre de 1998 en Miami mientras daban seguimiento a organizaciones violentas de origen cubano dedicadas a planificar desde territorio de Estados Unidos acciones terroristas contra el país caribeño.

 Mairead Maguire, cofundadora del movimiento Gente por la Paz, recibió el Nobel de la Paz en 1976 compartido con Betty Williams por su lucha en defensa de una solución no violenta al conflicto de Irlanda del Norte.

 Como ella, una decena de Premios Nobel le han solicitado a Obama, quien también ostenta la alta distinción desde 2009, actuar en consecuencia, porque "justicia demorada es justicia denegada y ha habido suficiente denegación y retraso hasta la fecha", concluyó.


A continuación, el texto íntegro de la carta:

Señor Presidente:

Le escribo nuevamente, en el contexto de las acciones en todo el mundo que se llevan a cabo el día 5 de cada mes en solidaridad con los tres miembros de los cinco Cubanos que permanecen encarcelados en los Estados Unidos.

La asistencia y amplio interés en la reciente Jornada en Washington es un buen indicador de la creciente inquietud internacional que existe en todas las esferas de las sociedades formadas sobre una amplia gama de principios.

He observado algunos progresos muy positivos desde la última vez que le escribí y creo firmemente que la constante y progresiva normalización de las relaciones EE.UU.-Cuba será beneficiosa para ambas naciones y más allá.

Es la única manera en que puede crearse un espacio a fin de resolver los problemas humanitarios que surgen en relación a los tres hombres antes mencionados y por supuesto, Alan Gross, quien recientemente sufrió la pérdida de su madre anciana y está, a todas luces muy deprimido y abatido mientras espera una solución a su caso.

Sumo mi voz a la de muchos que le piden a Ud. hacer todo lo que esté a su alcance para poner fin a los sufrimientos ocasionados por esta situación.

Existen motivos reales de preocupación sobre las condenas y sentencias impuestas en el caso de los Cinco y en particular porque es muy seria la cuestión del cargo de conspiración para cometer asesinato impuesto contra Gerardo Hernández Nordelo. Existen muchas preguntas y dudas razonables en ese sentido.

Sé que está plenamente informado sobre todas las cuestiones relacionadas con los Cinco y Alan Gross y sinceramente confiamos en su intención de actuar en consecuencia. Solicito respetuosamente que lo haga más temprano que tarde.

Justicia demorada es justicia denegada y ha habido suficiente denegación y retraso hasta la fecha.

Muchas gracias por su tiempo y la atención dispensada. Le deseo toda clase de bendiciones y éxitos en su trabajo.

publicado por rcbaez a las 01:06 · Sin comentarios  ·  Recomendar
19 de Junio, 2014 · Cinco Prisioneros en USA
La guitarra de Gerardo acompañará a La Colmenita en todas sus presentaciones. Foto: Juvenal Balán

Dicen que Gerardo “está en todas”. Desde Victorville, California, allá en la prisión estadounidense de máxima seguridad, no se le escapa una. Y lo mismo está al habla con Francis del Río, que con los muchachos de la delegación al Festival Mundial de la Juventud, que mandando bates a los peloteros cubanos, o escribiendo una carta para cualquier niño del país.

Y así, con esa manía de estar pendiente porque Cuba toda es su vida, justo el 4 de junio, día en que llegaba al cumpleaños 49, tan preso co­mo hace 16 años, le regaló a La Col­menita una guitarra eléctrica. Por­que aun cuando la prisión ha pretendido robarle todo, incluso el cariño de los cumpleaños, la algarabía de los regalos, el asombro de las sorpresas; su aniversario es tiempo bue­no para hacerle saber a los demás, a los suyos, que está bien y que no se le agotan los ánimos.

“¿Se imaginan, un regalo para no­sotros precisamente por su cumpleaños?” pregunta aún sorprendido Carlos Alberto Cremata, el Tin de La Colmenita. “Estábamos en la sede del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), en medio de la fiesta que le habían armado al ‘Gera’ y a Ramón, con cake, velas, canciones… y hasta René había estado tocando la tumbadora”. De repente, sigue narrando Tin, llegó casi corriendo un compañero del Ministerio de Relaciones Exteriores diciendo que Gerardo estaba llamando insistentemente para saber si su regalo había llegado a tiempo. Y allí estaba, dentro de una maleta negra, la guitarra mágica del “Gera”.

Con ella venía la carta que lo explicaba todo. Estaba firmada por Bill Ryan y su esposa Nora, los mismos seres que tantos puentes han tendido entre el Héroe y Cuba. “El cuerpo de la guitarra está hecho de nogal negro, la misma madera que Gerardo y yo usamos para hacer nuestros primeros símbolos en madera de ‘los Cinco’. Además la historia de la madera de la guitarra está muy relacionada con Gerardo. El árbol original estaba en la granja de la familia de Nora, mi esposa. Su papá taló, ese árbol, en junio de 1965, el año en que nació Gerardo”.

Y continúa la carta para La Col­menita: “Después de aserrar la ma­dera, el padre de Nora la guardó en su granero. Allí estuvo hasta agosto de 1998, cuando la madre de Nora me llamó para preguntar si me la llevaría. Como sabes, eso fue, exactamente, un mes antes del arresto de los Cinco. Gerardo y yo acordamos que la madera está unida a él de cierta forma…  y creemos incluso, que pueda jugar algún papel en su regreso a casa”.

Ahora la guitarra tiene un nuevo hogar. “Será como un símbolo que estará junto a nosotros en todas las funciones. Lo importante no solo será que la gente espere a La Col­menita en escena, sino también a la guitarra de Gerardo, que nos acompañará siempre. Adonde vaya La Colmenita irán los Cinco con ella. Será una buena manera para que la gente se interese por el tema, para que hablemos sobre ellos con los que nos pregunten por esa guitarra sui géneris. Y quien sabe si cuando Gerardo vuelva pueda tocarla con nosotros en la escena”.

Mientras ese tiempo llega, cuatro niñas se preparan para tocar el instrumento especial y montan la primera canción. Es Cuba va, el esperanzador tema de Silvio, Pablo y Noel. De alguna manera pareciera que el “Gera” los acompaña, les tararea, les asegura: “puede que algún machete se enrede en la maleza, puede que algunas noches las estrellas no quieran salir. Puede que con los brazos haya que abrir la selva, pero a pesar de los pesares, como sea, Cuba va”.

Entonces a uno no le queda más op­ción que, como al final de Abra­cadabra, aquella obra que desmitificó a los Cinco y nos los devolvió como héroes de a pie, volvernos a preguntar una y otra vez porque cada minuto cuenta:  “¿Y ahora, qué otra cosa podemos hacer?” Por lo pronto, cada vez que esa guitarra mueva sus cuerdas, ellos estarán más cerca de casa.

 

Tomado de Periódico Granma

publicado por rcbaez a las 18:02 · Sin comentarios  ·  Recomendar
07 de Junio, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Gerardo Hernández NordeloPretoria, 7 jun (PL) El antiterrorista cubano Gerardo Hernández Nordelo, injustamente encarcelado en Estados Unidos, envió un mensaje de fraternidad y agradecimiento a la Misión Estatal Cubana en Sudáfrica y a todos los compatriotas suyos en esta nación austral.

La misiva se dio a conocer este sábado durante un encuentro entre el embajador Carlos Fernández, miembros de la legación diplomática y consular, e integrantes de las diferentes brigadas de cooperantes de salud pública, construcción y del sector pedagógico en este país.

"A lo largo de estos años hemos recibido numerosas cartas desde nuestra Embajada en Sudáfrica y aunque respondimos muchas, no lo hemos podido hacer con todas", señaló Gerardo, quien en diciembre de 2001 fue condenado por un tribunal de Miami a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión.

"Las últimas me llegaron en medio de un proceso de mudada hacia otra unidad (...) por eso quiero aprovechar para hacer llegar un saludo y la gratitud de Los Cinco a todos nuestros hermanos en esa nación que con su apoyo y solidaridad continúan alentándonos en la lucha por la justicia", remarcó el patriota cubano.

Hernández Nordelo, Héroe de la República de Cuba y quien esta semana cumplió 48 años, forma parte del grupo internacionalmente conocido como Los Cinco Héroes Cubanos, integrado además por Antonio Guerrero Rodríguez, Ramón Labañino Salazar, Fernando González Llort y René González Sehwerert.

Los Cinco fueron arrestados el 12 de septiembre de 1998 mientras, a riesgo de sus propias vidas, intentaban frenar planes terroristas contra su país de grupos extremistas de origen cubano asentados con total impunidad en territorio estadounidense.

En un juicio amañado en Miami, Florida, los jóvenes patriotas cubanos fueron sentenciados a largas y arbitrarias penas de encarcelamientos que incluyeron cadenas perpetuas y veredictos de 19 y 15 años.

Personalidades internacionales, asociaciones civiles y delegados gubernamentales han respaldado a Los Cinco y recuerdan que solo controlaban la actividad de bandas radicales anticubanas tratando de anticiparse a sus acciones y reuniendo pruebas sobre posibles ataques contra la Isla antillana.

De Los Cinco Héroes, ya regresaron a la nación caribeña Fernando González y René González, tras cumplir íntegramente sus injustas condenas.

En la reunión de esta jornada, el jefe de la Misión Médica Cubana en Sudáfrica, Alex Carreras, recordó que los profesionales cubanos se hallan prestando eficientes y elogiados por las autoridades locales servicios de salud pública en ocho de las nueve provincias sudafricanas, varios de ellos desde hace más de 15 años.

Tenemos actualmente a 210 colaboradores de la salud en este país destacados en casi un centenar de ubicaciones diferentes y el criterio de las autoridades nacionales es positivo, motivo por el cual a inicios de este año se incorporó un nuevo contingente de 88 colaboradores, recordó Carreras.

Por su lado, el ingeniero Raúl Fortún, coordinador nacional de programas de cooperación del grupo cubano Uneca, destacó las excelentes cualidades del colectivo de trabajadores cubanos -37 especialistas- en este país y la alta estima que tienen las autoridades sudafricanas por la labor acometida en el sector constructivo.

Con anterioridad, la Asociación de Cubanos Residentes en Sudáfrica (Acrsa) llamó a todos los hombres y mujeres del mundo a unirse a la campaña de solidaridad con los antiterroristas cubanos encarcelados injustamente en Estados Unidos.

Esta campaña es un símbolo de la lucha internacional por un futuro de paz, justicia social y contra las fuerzas imperialistas, indicó la organización al proclamar "ni un minuto más de prisión para los héroes de Cuba."

En el marco de la Tercera Jornada Cinco Días por los Cinco Cubanos que tiene lugar en Washington D.C, la Acrsa se une a prestigiosas voces y destacadas figuras como Dolores Huerta, Ignacio Ramonet, Gayle McLaughlin, Fernando Morais, y Danny Glover, por la inmediata liberación de los héroes cubanos encarcelados, subraya el texto.

"Cada minuto más que Ramón, Antonio y Gerardo permanezcan en cárceles de Estados Unidos, representa un minuto más de violación a sus derechos humanos por parte del gobierno de Washington", enfatiza el mensaje.

La Acrsa recalca que el caso de los Cinco cubanos es una prueba de la ausencia de voluntad de Estados Unidos por la normalización de relaciones con el pueblo y el Gobierno de Cuba, y de negar el derecho de los pueblos a defender su soberanía.

Tomado de Prensa Latina


publicado por rcbaez a las 23:27 · Sin comentarios  ·  Recomendar
02 de Junio, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Dada la irregularidad con que me he visto obligada a trabajar, retomo este artículo, para publicarlo de forma íntegra:

La inocencia de Gerardo (I)

Por Ricardo Alarcón de Quesada

 

La reunión en Londres de la Comisión Investigadora del caso de los Cinco examinó a fondo la situación específica de Gerardo Hernández Nordelo y la acusación infame (el Cargo 3 “conspiración para cometer asesinato”) presentada sólo contra él y que fundamenta su condena a morir dos veces en prisión. Se le atribuye, calumniosamente, haber participado en el derribo el 24 de febrero de 1996 de dos aeronaves del grupo terrorista autotitulado “Hermanos al Rescate”.

Desde el punto de vista legal para que un Tribunal de Estados Unidos pudiera actuar, el hecho en cuestión tenía que haber sucedido en el espacio aéreo internacional, fuera de la jurisdicción cubana. Caso contrario ninguna Corte norteamericana habría podido abordarlo.

Por eso en el juicio de Miami se discutió bastante la cuestión de la ubicación exacta del incidente, repitiendo lo que antes pasó en el Consejo de Seguridad de la ONU y en la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI). En esas discusiones surgieron siempre las contradicciones entre los radares cubanos y los de Estados Unidos. Sobre los datos norteamericanos, por cierto, habría mucho que escribir, por ejemplo, la demora en entregarlos, varios meses, que obligó a dilatar el trabajo de la OACI y la sospechosa destrucción de algunos registros, todo lo cual consta en el informe de la OACI.

Para tratar de resolver la discrepancia en lo que mostraban los radares, la OACI pidió a Estados Unidos que entregase las imágenes tomadas por sus satélites espaciales, petición que fue rechazada en 1996. Tampoco Washington permitió que las viera el Tribunal de Miami y lleva mucho tiempo oponiéndose a las repetidas solicitudes del Centro para el Derecho Constitucional y los Derechos Humanos de California y litiga ante las Cortes de ese Estado en su afán de mantener ocultas las imágenes. Pronto se cumplirán veinte años de obstinada censura.

Sólo Estados Unidos ha podido examinar lo que filmaron sus satélites, pero no permite que lo haga nadie más. Ni el Consejo de Seguridad de la ONU, ni la OACI, ni los tribunales norteamericanos. ¿Por qué?

Sólo puede haber una respuesta. Washington sabe que el incidente ocurrió dentro del mar territorial cubano, muy cerca del litoral habanero y en consecuencia, jurídicamente, nunca tuvo jurisdicción alguna sobre él. Porque las imágenes satelitales son prueba irrefutable de la mentira yanqui nadie más que las autoridades estadounidenses podrá verlas nunca.

Pero no se trata de que las imágenes exculpen a Gerardo. No eran necesarias porque para condenarlo la Fiscalía tenía que demostrar que él, personalmente, había participado en el incidente, algo totalmente absurdo, imposible de sostener, independientemente del lugar donde hubiera ocurrido el derribo de las aeronaves invasoras. El problema era y es para Washington.

Porque las imágenes prueban que Estados Unidos, sus autoridades y sus tribunales no tenían derecho alguno para juzgar un acontecimiento ocurrido más allá de su jurisdicción territorial. Debe destacarse que, según los radares norteamericanos, los aviones volaban, siempre juntos, rumbo sur y uno de ellos, al menos, conforme a su propia versión, había penetrado el territorio cubano. Incluso, si se aceptase la teoría estadounidense sobre la ubicación de los aviones, estos se hallaban en las inmediaciones de la capital cubana, muy cerca de su parte central y más poblada y en pocos minutos la habrían sobrevolado y hubieran podido atravesar la isla hasta la costa meridional.

No fue algo acontecido en la cercanía del espacio norteamericano, sino mucho más abajo del paralelo 24 que marca la separación entre las zonas de supervisión aérea de ambos países. Fue ahí, dentro del área bajo control cubano, que transcurrió buena parte del vuelo, siempre rumbo sur, hacia La Habana y desoyendo las indicaciones y advertencias emitidas por el centro de control de tráfico aéreo de nuestro país.

Pero, en todo caso, Gerardo no tuvo absolutamente nada que ver con el hecho, en cualquier lugar en que este ocurriese. Y eso lo sabían perfectamente las autoridades norteamericanas.

Según el Acta Acusatoria de septiembre de 1998, el FBI había identificado a Gerardo, conocía la misión que desempeñaba y revisaba sus comunicaciones con Cuba desde 1994, más de dos años antes de aquel suceso que agravó sensiblemente la situación entre ambos países. Las turbas de la mafia batistiano-terrorista llamaban entonces a la guerra en las calles de Miami, mientras, según escribió el Presidente Clinton en sus Memorias, en la Casa Blanca discutían un posible bombardeo a Cuba y él optó por promulgar la Ley Helms-Burton acompañada de amenazas belicosas. ¿Puede alguien imaginar que no habrían hecho nada contra Gerardo si él hubiese sido culpable? Nada hicieron, precisamente, porque les constaba su inocencia.

Por eso tampoco lo inculparon cuando fue detenido, junto a sus compañeros en septiembre de 1998. En la acusación inicial no se dice una palabra sobre lo ocurrido el 24 de febrero del 96, ni se habla de derribo de aeronaves o algo parecido. No lo hicieron porque el FBI, que poseía y había leído los mensajes entre Gerardo y La Habana, sabía que era inocente.

El Cargo 3 (“conspiración para cometer asesinato”) fue formulado, sólo contra Gerardo, más de siete meses después del arresto de los Cinco cuando ellos permanecían en confinamiento solitario –el infame “Hueco”- aislados del mundo, imposibilitados de defenderse. Para hacerlo la Fiscalía presentó una Segunda Acta Acusatoria que, y así lo registró la prensa de Miami, fue elaborada en reuniones que abiertamente celebraron el FBI, la Fiscalía y jefes de grupos terroristas.

Era una acusación arbitraria, fabricada de pies a cabeza, con el único propósito de complacer a los criminales, inflamar el odio contra Gerardo y sus compañeros y garantizar de antemano las peores, ilegales y más irracionales condenas. El Cargo 3 fue el centro de la desaforada y vulgar campaña mediática promovida y financiada por el Gobierno Federal, con su presupuesto, que cayó como un tsunami de mentiras, sobre una comunidad inerme y paralizada por el terror –cinco artículos por día en los periódicos impresos, incesantes comentarios, día y noche, en la radio y la televisión locales –conformando lo que justamente el panel de jueces de la Corte de Apelaciones, en 2005, calificó como una “tormenta perfecta” de odio, prejuicios y hostilidad.

Gran parte del juicio giró alrededor del Cargo 3. Dentro y fuera de la sala del tribunal, individuos vinculados a “Hermanos al Rescate” alborotaban y hacían declaraciones estridentes que amplificaban los medios locales. Ellos y los “periodistas” pagados por el Gobierno perseguían y asediaban a los miembros del jurado quienes se quejaron a la jueza y ella, por su parte, varias veces también se quejó al Gobierno, por supuesto, sin resultado alguno.

En la sala del Tribunal, pese a todo, el infundio de la Fiscalía fue derrotado. Los acusadores, tan eficaces insuflando odio y prejuicios contra él, no pudieron presentar una sola prueba para vincular a Gerardo con los sucesos del 24 de febrero. Nada.

Tan contundente y obvia fue la derrota que el Gobierno hizo algo totalmente inusitado. Al final de las discusiones, cuando la jueza iba a dictar las instrucciones para guiar al jurado a la hora de emitir su veredicto, los fiscales se opusieron sorpresivamente al texto que, ajustado palabra por palabra al Acta Acusatoria, ella había preparado. Propusieron cambiarlo radicalmente. La Magistrada, con buenas razones, no aceptó la petición alegando que habían empleado siete meses discutiendo esa acusación fiscal y era ya demasiado tarde para modificarla. Ese mismo día la Fiscalía se precipitó a hacer algo aun más insólito: en una acción que reconoció “carecía de precedentes” recurrió ante la Corte de Apelaciones con una “moción de emergencia” buscando paralizar la decisión del tribunal inferior e incluso la posposición del proceso.

En el extraño documento la Fiscalía sostuvo que “a la luz de las evidencias presentadas en el juicio las instrucciones presentadas por la jueza constituyen un obstáculo insuperable para esta Fiscalía y pueden conducir al fracaso de la acusación en este Cargo”.

Debe subrayarse que, según un principio universal de Derecho, toda persona es inocente salvo que se demuestre lo contrario y que es obligación del acusador presentar las pruebas o evidencias necesarias para demostrar la culpabilidad del acusado. La Fiscalía encaraba ciertamente “un obstáculo insuperable” por la sencilla razón de que no podía mostrar prueba alguna contra Gerardo, simplemente porque estas no existen, ni pueden existir. Carecían de cualquier prueba contra él y peor aún, sabían, pues poseían todos sus intercambios con La Habana desde hacía varios años –incluso años antes del incidente de las avionetas-, que él no había tenido relación alguna con ese hecho. En otras palabras, cuando presentó su Segunda Acta Acusatoria la Fiscalía conocía cabalmente que estaba acusando a un inocente y en consecuencia, prevaricaba imperdonable y groseramente.

El Cargo 3 fue una grave violación a la Constitución y las leyes y también a la obligación legal y hasta profesional de los fiscales. Actuaron, mano a mano con el FBI de Miami, como agentes y cómplices de una mafia terrorista que ellos debían combatir y en realidad la sirvieron con docilidad escandalosa.

La Corte de Apelaciones tampoco aceptó la tardía solicitud fiscal y a partir de ahí se produjeron acontecimientos que serían sorprendentes si no se tratase de un caso que, de principio a fin, ha sido y es un escarnio mayúsculo a la justicia.

Rápidamente, sin expresar duda alguna, sin hacer preguntas, en unas pocas horas, el Jurado declaró culpables a los Cinco de todos y cada uno de los Cargos formulados contra ellos, incluyendo el Cargo 3, sin importarle a nadie que respecto al mismo la Fiscalía había admitido su fracaso y se había empeñado por retirarlo.

Al concluir el juicio, en la primera semana de junio de 2001, la jueza anunció que dictaría las sentencias a mediados de septiembre. El abominable acto terrorista del día 11 de ese mismo mes y año al parecer la hizo cambiar de opinión. Ni ella ni el Gobierno se sentirían cómodos penalizando brutalmente a unos héroes antiterroristas mientras W. Bush se lanzaba, gozoso y con gran fanfarria, a hacerle la “guerra al terrorismo” a todo lo largo y ancho del planeta. Esperaron tres meses más.

Finalmente, el 14 de diciembre de 2001, Gerardo fue sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años.

Todos, en la sala del Tribunal, sabían que castigaban a un inocente.

 

La inocencia de Gerardo (II): La verdadera conspiración

El Cargo 3 (conspiración para cometer asesinato) no era parte de la acusación inicial contra los Cinco. Fue agregado, sólo contra Gerardo Hernández Nordelo, más de siete meses después, cuando él y sus compañeros permanecían en prisión, en confinamiento solitario y no podían defenderse.

Durante ese tiempo la prensa local de Miami dio cuenta de reuniones entre el FBI, los fiscales y jefes de bandas terroristas en las que prepararon y anunciaron esa calumnia antes de presentarla formalmente a la Corte.

El Cargo 3 se basaba en dos premisas absolutamente falsas. La primera era un supuesto plan del gobierno de Cuba para derribar, en aguas internacionales, unas aeronaves norteamericanas. La segunda, que Gerardo Hernández Nordelo era parte de ese plan.

Detengámonos ahora en el primer punto. Tal acción, disparar contra aviones de matrícula estadounidense en la alta mar (lo que la ley norteamericana describe como la “jurisdicción especial de Estados Unidos”) hubiera sido un acto de guerra. Alegar que las autoridades cubanas planeasen realizarlo es lo mismo que afirmar que ellas decidieron, en febrero de 1996, agredir a su poderoso vecino y desencadenar un conflicto bélico de proporciones incontrolables. Su resultado, cualquiera lo comprende, habría sido la destrucción física de la isla y el fin del proceso revolucionario.

¿Había acaso antecedentes para semejante conducta? En la larga disputa de más de medio siglo entre ambos países no hay precedente alguno de nada parecido. En su colosal campaña de propaganda hostil Washington jamás ha achacado a Cuba intentar atacar militarmente a Estados Unidos.

Ni una sola vez alguien procedente de la isla o armado por Cuba ha desembarcado allá con ánimo belicoso. Jamás se ha producido alguna incursión cubana a las costas norteamericanas ni contra la zona usurpada a la isla en la Bahía de Guantánamo. Nunca, aviones o embarcaciones nuestros penetraron ilegalmente el espacio aéreo o marítimo de Estados Unidos, ni siquiera en persecución de los que, procedentes del norte, han agredido a Cuba en numerosas ocasiones causando muertes y destrucción.

De hechos de ese tipo Cuba ha sido siempre la víctima y Estados Unidos el victimario o, al menos, cómplice. La historia de la diplomacia revolucionaria está repleta de protestas cubanas, en incontables notas oficiales entregadas al Departamento de Estado y en discursos y declaraciones en la ONU, la OEA y otros foros internacionales, divulgados por los medios de prensa. Nuestros archivos rebosan de tales denuncias y también guardan las respuestas, algunas constructivas, de Washington, incluyendo, por cierto, las relacionadas con las provocaciones de los llamados Hermanos al Rescate durante el año 1995 y las primeras semanas de 1996.

Nunca hubo quejas estadounidenses porque a nadie se le ocurrió en ningún momento atacar a ese país.

 

¿Por qué hacerlo en febrero de 1996? ¿Cómo explicar que entonces, precisamente, fuéramos a provocar un enfrentamiento militar directo con Estados Unidos, algo que a lo largo de los tiempos habíamos logrado evitar?

En aquel momento Cuba atravesaba su peor crisis, vivía la más profunda depresión económica, su PIB había caído de un golpe en más de un tercio con la abrupta desaparición de la URSS y sus socios del CAME. No tenía aliados en una América Latina toda ella administrada por gobiernos neoliberales y dóciles a los dictados de Washington. Cuba no habría tenido nada que ganar y lo habría perdido todo. Emprender una acción de ese tipo habría sido más que un suicidio, una estupidez. Y hasta los peores enemigos de la Revolución cubana reconocen que su política internacional se ha caracterizado por lo contrario, por la sabiduría y la coherencia.

Afirmar que Cuba quería provocar la guerra con Estados Unidos era un insulto a la inteligencia humana.

El sábado 24 de febrero además, no era en La Habana, exactamente, un día de aprestos bélicos. Soleada, fresca, la jornada de aquel tibio invierno habanero parecía bien distante de cualquier idea de pelea y mucho menos de conflicto armado. Por ningún lado se veían desplazamientos de tropas ni equipos militares. No había movilización o preparación militar alguna.

Había, eso sí, un gran gentío en las calles. Sobre todo hacia el norte y el centro de la ciudad. Muchos se agolpaban en el Malecón, presenciando una competencia náutica internacional a lo largo del litoral. Otros se ocupaban en los preparativos de lo que sería más tarde el último paseo del Carnaval. Muchos, en fin, iban hacia el Stadium de beisbol para asistir a un juego decisivo entre el equipo insignia de la Capital y su principal rival.

En la Universidad se había celebrado el Aniversario 40 de la fundación del Directorio Revolucionario y los participantes, combatientes de antaño y jóvenes estudiantes, compartían el almuerzo en el Malecón desde donde veían el despliegue de personas, alegres y despreocupadas.

Nadie, en aquella multitud, imaginaba que hacia ellos avanzaba la tragedia.

Sólo lo sabían en Washington. De ello hay constancia escrita en documentos oficiales norteamericanos alertando a sus centros de vigilancia de radares, varios días antes, que el 24 de febrero habría un incidente. Como consta que el Departamento de Estado llamó al Aeropuerto de Miami para confirmar la salida de los aviones, y que registraron su trayectoria, desde que despegaron y atravesaron la jurisdicción norteamericana y nada hicieron para detenerlos pese a que lo hacían violando todo el tiempo su plan de vuelo. Todo fue reconocido en el informe que Estados Unidos entregó a la Organización de Aviación Civil Internacional e 1996 y en otros textos oficiales.

 

Desde el año anterior, además, los dos gobiernos intercambiaban notas diplomáticas y mantenían contactos reservados acerca de las peligrosas incursiones de Hermanos al Rescate y sobre el proceso que Washington había iniciado contra el Jefe de ese grupo por sus violaciones anteriores, que eran suficientes para no autorizarlo a volar ese día. (Esa medida elemental la tomó finalmente Washington, pero sólo después de la desgracia).

Quien nada sabía de lo que pasaba era Gerardo Hernández Nordelo. Él tampoco podía hacer algo para evitar que los aviones volasen ni que entrasen en el espacio cubano, ni para desviar o interrumpir su vuelo. No era él, sino Washington quien podía impedir la tragedia, a lo cual se había comprometido, formalmente, al más alto nivel.

Gerardo no conspiró para matar a nadie. Fueron otros, en Washington, los verdaderos culpables. Ellos y el organizador de la provocación, andan sueltos, libres. Pero Gerardo fue condenado a morir en prisión.

Allá, en Victorville, otros presos se refieren a él como “Cuba”. Tienen razón. Gerardo es Cuba. A él lo castigan con aberrante saña porque encarna a un pueblo que quisieran aniquilar.

Tomados de Cubadebate

I Parte http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/05/19/la-inocencia-de-gerardo/#.U4zKiCjwb_s

II Parte http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/05/30/la-inocencia-de-gerardo-ii-la-verdadera-conspiracion/#.U4zKOyjwb_s

publicado por rcbaez a las 17:16 · Sin comentarios  ·  Recomendar
02 de Junio, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Por Rouslyn Navia Jordán           

Simpáticos destellos del hombre mozo, del muchachón de noches enteras bailando, del inquieto aprendiz de mil oficios, del madrugador de domingos, del Héroe que, aunque lejos, encuentra a Cuba y sus amores de siempre más allá de una celda. Desde la prisión de Victorville, California, Estados Unidos, Gerardo Hernández Nordelo se comunicó con el sitio web Soy Cuba para adentrarnos, con alma testimonial, en sus años de juventud

 

 

«Nací en 1965, y cuando se fueron los 70 era casi un niño todavía. Arroyo Naranjo fue “mi mundo” hasta que estuve bastante crecidito.

  «Recuerdo que todos los sábados había fiestas en casa de alguien. Creo que hoy les llaman descargas. Durante la semana, ya todos los muchachos andábamos averiguando: “¿Dónde hay fiesta el sábado?”, y nos pasábamos la información: “en calle 1ra del Rosario”,  "en Penichet, en el Capri". Y el sábado por la noche el grupo de amigos arrancaba para allá. Donde se escuchara la música, ahí era; y entrábamos muchas veces sin siquiera saber quién vivía allí. Si te ponías de suerte, se te pegaba un vasito de "ponche" preparado con alcohol y frutas, pero muchas de aquellas fiestas eran secas, porque si había bebida, era para los conocidos.

 «Unos se pasaban la noche bailando y otros haciendo bulto, pero casi siempre tratando de "cuadrar" con alguna muchachita. Los más afortunados lograban una cita para ir el siguiente día a la playa, al cine, a Coppelia... Aunque casi todos mis domingos comenzaban con un: "Gera, te llama tu papá". Porque el viejo, que no podía estar sin hacer nada, madrugaba los fines de semana y bien temprano ya estaba chapeando el jardín, guataqueando el patio, pintando, lijando, mecaniqueando... Yo creo que cuando no había nada roto, él lo rompía, para tener algo que arreglar.

  «Yo me la pasaba protestando, porque muchas veces los sábados me acostaba tarde por las fiestas, y ya a las siete de la mañana del domingo mi papá me estaba mandando a levantar. Pero después, de adulto, me di cuenta de que él lo hacía con toda intención, y se lo agradezco, porque, aunque no salí tan diestro como él para las labores manuales, sé manejar las herramientas básicas para hacer trabajos de mantenimiento, chapeo, mecaniqueo, mezclo concreto y soy "chofer A" de carretillas, todo gracias a aquellas jornadas dominicales de trabajo (in)voluntario».

 ¡Vaya, tu cervecita aquí!

  «El cine siempre me gustaba mucho, a veces iba hasta solo. Salía de uno, y entraba en otro, y veía varias películas en el día. En aquellos tiempos había muchísimos cines que, lamentablemente, ya desaparecieron, o están cerrados, o tienen otros usos.

  «El problema mío era que casi siempre estaba "pasma'o" con el dinero. Cuando mis hermanas eran ya trabajadoras, de vez en cuando me dejaban caer algo, pero mi mamá era ama de casa, y el estipendio venía de mi papá, que en eso nunca fue demasiado generoso, porque decía que uno tenía que sudar para saber lo que cuesta cada cosa en  la vida.

  «Recuerdo que una vez, cuando ya tenía edad para aprender a manejar, el viejo me dio un dinero para que pasara la escuela y sacara la licencia y me lo gasté en otra cosa. Eso me costó que por años él se negara a enseñarme, y vine a aprender bastante tarde.

  «Otra vez, en unas vacaciones, ya en los años 80, cogí una contrata para trabajar en los carnavales y ganar unos pesos. Aquella experiencia como gastronómico fue tremenda. Andaba con dos latas llenas de hielo vendiendo cerveza en las tribunas en pleno malecón. “¡Vaya, tu cervecita aquí!" Pero con lo que me pagaron, más las propinas que me dejaban todas las noches, recuerdo que me compré un reloj Vostok, y un pitusa porque el único que tenía, que me lo había hecho mi mamá, había caminado más kilómetros que un “almendrón”»

 ¡Tremenda pena pasé ese día!

  «A los 21 años ya yo era novio de Adriana y mi suegro, que trabajaba en un "Pío-Pío", con frecuencia hacía alguna “donación” para que pudiéramos salir a algún lugar. Aun así, la primera vez que invité a Adriana a un restaurante fue al Castillo de Jagua, en 23, y a la hora de pagar no me alcanzaba el dinero. Tuve que ir a buscar a casa de los suegros y regresar a pagar lo que faltaba. ¡Tremenda pena pasé ese día!

  «En general, aquellas fiestecitas de los sábados, el cine y la playa, eran mis actividades favoritas. También con compañeros de las escuelas, donde estuve organizábamos a veces fiestas y otras salidas. Las etapas de escuela al Campo las disfrutaba también y no me perdí una.

  «Pero ahora que han pasado los años, cuando miro hacia atrás me doy cuenta  de que hay vivencias de esa etapa que en su momento no pensé que fueran tan importantes, no las valoraba. Uno no se percataba de que estaba viviendo ciertos momentos históricos. Ir a las manifestaciones en la Plaza de la Revolución con mi CDR y escuchar un discurso de Fidel, por ejemplo;  desfilar cada 1ro de Mayo con Arroyo Naranjo... Cuando la despedida de duelo a las víctimas del crimen de Barbados yo tenía 11 años. Viví ese fervor revolucionario rodeado de tanta gente de todas las edades… Fueron eventos que hoy me doy cuenta de cuánto influyeron en mi formación.

  «Lo otro es que uno se percata ahora de cuán sana era aquella juventud, y cuán dichosos fuimos, a pesar de las carencias. Aquí converso con muchos jóvenes, y otros que son contemporáneos conmigo, que me cuentan que, desde que tienen uso de razón, en sus hogares se usaban drogas, o en la escuela probaron las drogas, o lo hicieron con sus amiguitos del barrio. Muchos de ellos me explican que sus abuelos fueron pandilleros, sus padres fueron pandilleros, y ellos no conocieron otra cosa. Asistieron a escuelas que tenían detectores de metales en las entradas, y desde chiquitos solo tuvieron dos opciones: o ser pandilleros, o ser abusados por las pandillas. Casi todos tienen amigos y familiares que han muerto víctimas de la violencia.

 «Y cuando les digo que nunca he visto la marihuana, y mucho menos otras drogas, se ríen, y no me creen. Por eso digo que nosotros fuimos dichosos, porque a lo largo de estos años he podido ver de cerca el daño que hacen las drogas: violencia, personas destruidas, familias desintegradas porque sus seres queridos cumplen largas condenas; otros seres que, por culpa del vicio, ya no son tan queridos, y sus familiares han preferido olvidarlos; unos que mueren, otros que están muertos en vida.

 «Mientras más casos conozco, más me doy cuenta de lo dichosos que fuimos nosotros, de lo dichosos que son nuestros jóvenes aún hoy; y más me convenzo de que ese ambiente sano, esa tranquilidad y seguridad de la que gozamos en Cuba, es algo que tenemos que luchar por mantener, cueste lo que cueste».

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Gerardo, las fiestas del sábado y lo que nunca vio
04/04/2014 6:00 am    6 comentarios
Simpáticos destellos del hombre mozo, del muchachón de noches enteras bailando, del inquieto aprendiz de mil oficios, del madrugador de domingos, del Héroe que, aunque lejos, encuentra a Cuba y sus amores de siempre más allá de una celda. Desde la prisión de Victorville, California, Estados Unidos, Gerardo Hernández Nordelo se comunicó con el sitio web Soy Cuba para adentrarnos, con alma testimonial, en sus años de juventud
Rouslyn Navia Jordán              rouslyn@juventudrebelde.cu-A +A

«Nací en 1965, y cuando se fueron los 70 era casi un niño todavía. Arroyo Naranjo fue “mi mundo” hasta que estuve bastante crecidito.

 «Recuerdo que todos los sábados había fiestas en casa de alguien. Creo que hoy les llaman descargas. Durante la semana, ya todos los muchachos andábamos averiguando: “¿Dónde hay fiesta el sábado?”, y nos pasábamos la información: “en calle 1ra del Rosario”,  "en Penichet, en el Capri". Y el sábado por la noche el grupo de amigos arrancaba para allá. Donde se escuchara la música, ahí era; y entrábamos muchas veces sin siquiera saber quién vivía allí. Si te ponías de suerte, se te pegaba un vasito de "ponche" preparado con alcohol y frutas, pero muchas de aquellas fiestas eran secas, porque si había bebida, era para los conocidos.

«Unos se pasaban la noche bailando y otros haciendo bulto, pero casi siempre tratando de "cuadrar" con alguna muchachita. Los más afortunados lograban una cita para ir el siguiente día a la playa, al cine, a Coppelia... Aunque casi todos mis domingos comenzaban con un: "Gera, te llama tu papá". Porque el viejo, que no podía estar sin hacer nada, madrugaba los fines de semana y bien temprano ya estaba chapeando el jardín, guataqueando el patio, pintando, lijando, mecaniqueando... Yo creo que cuando no había nada roto, él lo rompía, para tener algo que arreglar.

 «Yo me la pasaba protestando, porque muchas veces los sábados me acostaba tarde por las fiestas, y ya a las siete de la mañana del domingo mi papá me estaba mandando a levantar. Pero después, de adulto, me di cuenta de que él lo hacía con toda intención, y se lo agradezco, porque, aunque no salí tan diestro como él para las labores manuales, sé manejar las herramientas básicas para hacer trabajos de mantenimiento, chapeo, mecaniqueo, mezclo concreto y soy "chofer A" de carretillas, todo gracias a aquellas jornadas dominicales de trabajo (in)voluntario».

¡Vaya, tu cervecita aquí!

 «El cine siempre me gustaba mucho, a veces iba hasta solo. Salía de uno, y entraba en otro, y veía varias películas en el día. En aquellos tiempos había muchísimos cines que, lamentablemente, ya desaparecieron, o están cerrados, o tienen otros usos.

 «El problema mío era que casi siempre estaba "pasma'o" con el dinero. Cuando mis hermanas eran ya trabajadoras, de vez en cuando me dejaban caer algo, pero mi mamá era ama de casa, y el estipendio venía de mi papá, que en eso nunca fue demasiado generoso, porque decía que uno tenía que sudar para saber lo que cuesta cada cosa en  la vida.

 «Recuerdo que una vez, cuando ya tenía edad para aprender a manejar, el viejo me dio un dinero para que pasara la escuela y sacara la licencia y me lo gasté en otra cosa. Eso me costó que por años él se negara a enseñarme, y vine a aprender bastante tarde.

 «Otra vez, en unas vacaciones, ya en los años 80, cogí una contrata para trabajar en los carnavales y ganar unos pesos. Aquella experiencia como gastronómico fue tremenda. Andaba con dos latas llenas de hielo vendiendo cerveza en las tribunas en pleno malecón. “¡Vaya, tu cervecita aquí!" Pero con lo que me pagaron, más las propinas que me dejaban todas las noches, recuerdo que me compré un reloj Vostok, y un pitusa porque el único que tenía, que me lo había hecho mi mamá, había caminado más kilómetros que un “almendrón”»



«A los 21 años ya yo era novio de Adriana». (Foto: Granma)


¡Tremenda pena pasé ese día!

 «A los 21 años ya yo era novio de Adriana y mi suegro, que trabajaba en un "Pío-Pío", con frecuencia hacía alguna “donación” para que pudiéramos salir a algún lugar. Aun así, la primera vez que invité a Adriana a un restaurante fue al Castillo de Jagua, en 23, y a la hora de pagar no me alcanzaba el dinero. Tuve que ir a buscar a casa de los suegros y regresar a pagar lo que faltaba. ¡Tremenda pena pasé ese día!

 «En general, aquellas fiestecitas de los sábados, el cine y la playa, eran mis actividades favoritas. También con compañeros de las escuelas, donde estuve organizábamos a veces fiestas y otras salidas. Las etapas de escuela al Campo las disfrutaba también y no me perdí una.

 «Pero ahora que han pasado los años, cuando miro hacia atrás me doy cuenta  de que hay vivencias de esa etapa que en su momento no pensé que fueran tan importantes, no las valoraba. Uno no se percataba de que estaba viviendo ciertos momentos históricos. Ir a las manifestaciones en la Plaza de la Revolución con mi CDR y escuchar un discurso de Fidel, por ejemplo;  desfilar cada 1ro de Mayo con Arroyo Naranjo... Cuando la despedida de duelo a las víctimas del crimen de Barbados yo tenía 11 años. Viví ese fervor revolucionario rodeado de tanta gente de todas las edades… Fueron eventos que hoy me doy cuenta de cuánto influyeron en mi formación.

 «Lo otro es que uno se percata ahora de cuán sana era aquella juventud, y cuán dichosos fuimos, a pesar de las carencias. Aquí converso con muchos jóvenes, y otros que son contemporáneos conmigo, que me cuentan que, desde que tienen uso de razón, en sus hogares se usaban drogas, o en la escuela probaron las drogas, o lo hicieron con sus amiguitos del barrio. Muchos de ellos me explican que sus abuelos fueron pandilleros, sus padres fueron pandilleros, y ellos no conocieron otra cosa. Asistieron a escuelas que tenían detectores de metales en las entradas, y desde chiquitos solo tuvieron dos opciones: o ser pandilleros, o ser abusados por las pandillas. Casi todos tienen amigos y familiares que han muerto víctimas de la violencia.

«Y cuando les digo que nunca he visto la marihuana, y mucho menos otras drogas, se ríen, y no me creen. Por eso digo que nosotros fuimos dichosos, porque a lo largo de estos años he podido ver de cerca el daño que hacen las drogas: violencia, personas destruidas, familias desintegradas porque sus seres queridos cumplen largas condenas; otros seres que, por culpa del vicio, ya no son tan queridos, y sus familiares han preferido olvidarlos; unos que mueren, otros que están muertos en vida.

«Mientras más casos conozco, más me doy cuenta de lo dichosos que fuimos nosotros, de lo dichosos que son nuestros jóvenes aún hoy; y más me convenzo de que ese ambiente sano, esa tranquilidad y seguridad de la que gozamos en Cuba, es algo que tenemos que luchar por mantener, cueste lo que cueste». 

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Gerardo, las fiestas del sábado y lo que nunca vio

04/04/2014 6:00 am    6 comentarios

Simpáticos destellos del hombre mozo, del muchachón de noches enteras bailando, del inquieto aprendiz de mil oficios, del madrugador de domingos, del Héroe que, aunque lejos, encuentra a Cuba y sus amores de siempre más allá de una celda. Desde la prisión de Victorville, California, Estados Unidos, Gerardo Hernández Nordelo se comunicó con el sitio web Soy Cuba para adentrarnos, con alma testimonial, en sus años de juventud

Rouslyn Navia Jordán              

rouslyn@juventudrebelde.cu

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«Nací en 1965, y cuando se fueron los 70 era casi un niño todavía. Arroyo Naranjo fue “mi mundo” hasta que estuve bastante crecidito.

 «Recuerdo que todos los sábados había fiestas en casa de alguien. Creo que hoy les llaman descargas. Durante la semana, ya todos los muchachos andábamos averiguando: “¿Dónde hay fiesta el sábado?”, y nos pasábamos la información: “en calle 1ra del Rosario”,  "en Penichet, en el Capri". Y el sábado por la noche el grupo de amigos arrancaba para allá. Donde se escuchara la música, ahí era; y entrábamos muchas veces sin siquiera saber quién vivía allí. Si te ponías de suerte, se te pegaba un vasito de "ponche" preparado con alcohol y frutas, pero muchas de aquellas fiestas eran secas, porque si había bebida, era para los conocidos.

«Unos se pasaban la noche bailando y otros haciendo bulto, pero casi siempre tratando de "cuadrar" con alguna muchachita. Los más afortunados lograban una cita para ir el siguiente día a la playa, al cine, a Coppelia... Aunque casi todos mis domingos comenzaban con un: "Gera, te llama tu papá". Porque el viejo, que no podía estar sin hacer nada, madrugaba los fines de semana y bien temprano ya estaba chapeando el jardín, guataqueando el patio, pintando, lijando, mecaniqueando... Yo creo que cuando no había nada roto, él lo rompía, para tener algo que arreglar.

 «Yo me la pasaba protestando, porque muchas veces los sábados me acostaba tarde por las fiestas, y ya a las siete de la mañana del domingo mi papá me estaba mandando a levantar. Pero después, de adulto, me di cuenta de que él lo hacía con toda intención, y se lo agradezco, porque, aunque no salí tan diestro como él para las labores manuales, sé manejar las herramientas básicas para hacer trabajos de mantenimiento, chapeo, mecaniqueo, mezclo concreto y soy "chofer A" de carretillas, todo gracias a aquellas jornadas dominicales de trabajo (in)voluntario».

¡Vaya, tu cervecita aquí!

 «El cine siempre me gustaba mucho, a veces iba hasta solo. Salía de uno, y entraba en otro, y veía varias películas en el día. En aquellos tiempos había muchísimos cines que, lamentablemente, ya desaparecieron, o están cerrados, o tienen otros usos.

 «El problema mío era que casi siempre estaba "pasma'o" con el dinero. Cuando mis hermanas eran ya trabajadoras, de vez en cuando me dejaban caer algo, pero mi mamá era ama de casa, y el estipendio venía de mi papá, que en eso nunca fue demasiado generoso, porque decía que uno tenía que sudar para saber lo que cuesta cada cosa en  la vida.

 «Recuerdo que una vez, cuando ya tenía edad para aprender a manejar, el viejo me dio un dinero para que pasara la escuela y sacara la licencia y me lo gasté en otra cosa. Eso me costó que por años él se negara a enseñarme, y vine a aprender bastante tarde.

 «Otra vez, en unas vacaciones, ya en los años 80, cogí una contrata para trabajar en los carnavales y ganar unos pesos. Aquella experiencia como gastronómico fue tremenda. Andaba con dos latas llenas de hielo vendiendo cerveza en las tribunas en pleno malecón. “¡Vaya, tu cervecita aquí!" Pero con lo que me pagaron, más las propinas que me dejaban todas las noches, recuerdo que me compré un reloj Vostok, y un pitusa porque el único que tenía, que me lo había hecho mi mamá, había caminado más kilómetros que un “almendrón”»



«A los 21 años ya yo era novio de Adriana». (Foto: Granma)


¡Tremenda pena pasé ese día!

 «A los 21 años ya yo era novio de Adriana y mi suegro, que trabajaba en un "Pío-Pío", con frecuencia hacía alguna “donación” para que pudiéramos salir a algún lugar. Aun así, la primera vez que invité a Adriana a un restaurante fue al Castillo de Jagua, en 23, y a la hora de pagar no me alcanzaba el dinero. Tuve que ir a buscar a casa de los suegros y regresar a pagar lo que faltaba. ¡Tremenda pena pasé ese día!

 «En general, aquellas fiestecitas de los sábados, el cine y la playa, eran mis actividades favoritas. También con compañeros de las escuelas, donde estuve organizábamos a veces fiestas y otras salidas. Las etapas de escuela al Campo las disfrutaba también y no me perdí una.

 «Pero ahora que han pasado los años, cuando miro hacia atrás me doy cuenta  de que hay vivencias de esa etapa que en su momento no pensé que fueran tan importantes, no las valoraba. Uno no se percataba de que estaba viviendo ciertos momentos históricos. Ir a las manifestaciones en la Plaza de la Revolución con mi CDR y escuchar un discurso de Fidel, por ejemplo;  desfilar cada 1ro de Mayo con Arroyo Naranjo... Cuando la despedida de duelo a las víctimas del crimen de Barbados yo tenía 11 años. Viví ese fervor revolucionario rodeado de tanta gente de todas las edades… Fueron eventos que hoy me doy cuenta de cuánto influyeron en mi formación.

 «Lo otro es que uno se percata ahora de cuán sana era aquella juventud, y cuán dichosos fuimos, a pesar de las carencias. Aquí converso con muchos jóvenes, y otros que son contemporáneos conmigo, que me cuentan que, desde que tienen uso de razón, en sus hogares se usaban drogas, o en la escuela probaron las drogas, o lo hicieron con sus amiguitos del barrio. Muchos de ellos me explican que sus abuelos fueron pandilleros, sus padres fueron pandilleros, y ellos no conocieron otra cosa. Asistieron a escuelas que tenían detectores de metales en las entradas, y desde chiquitos solo tuvieron dos opciones: o ser pandilleros, o ser abusados por las pandillas. Casi todos tienen amigos y familiares que han muerto víctimas de la violencia.

«Y cuando les digo que nunca he visto la marihuana, y mucho menos otras drogas, se ríen, y no me creen. Por eso digo que nosotros fuimos dichosos, porque a lo largo de estos años he podido ver de cerca el daño que hacen las drogas: violencia, personas destruidas, familias desintegradas porque sus seres queridos cumplen largas condenas; otros seres que, por culpa del vicio, ya no son tan queridos, y sus familiares han preferido olvidarlos; unos que mueren, otros que están muertos en vida.

«Mientras más casos conozco, más me doy cuenta de lo dichosos que fuimos nosotros, de lo dichosos que son nuestros jóvenes aún hoy; y más me convenzo de que ese ambiente sano, esa tranquilidad y seguridad de la que gozamos en Cuba, es algo que tenemos que luchar por mantener, cueste lo que cueste». 

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publicado por rcbaez a las 00:04 · Sin comentarios  ·  Recomendar
29 de Mayo, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Por Nyliam Vázquez García

Que Gerardo Hernández Nordelo es un «fuera de serie» ya se sabe. La historia de los bates Cubacan aporta aún más argumentos, un proyecto con su amigo Bill Ryan y en el que Adriana es esencial



Alexander Malleta camina lento hasta el cajón de bateo. Cuando levanta el madero ahí está la marca que indica que ese no es un bate cualquiera. A la espera del lanzamiento del pitcher, es como si Gerardo Hernández Nordelo no estuviera en Victorville, California. De algún modo, mientras el slugger del equipo Industriales se dispone a conectar, pareciera que Gerardo está más cerca de cumplir el sueño de sentarse en el estadio Latinoamericano, al lado de Armandito el Tintorero. Aunque, si uno mira bien, «el jugador de pelota más malo del mundo», pero el fanático más ferviente, según su esposa, está al lado de la estatua. Expectante.

Cuando Malleta da un jonrón o incluso cuando se poncha, Gerardo está menos preso. Mientras otros peloteros del equipo Industriales juegan o entrenan con los bates Cubacan, fabricados en su tiempo libre por el amigo canadiense Bill Ryan, hay motivos extra para las sonrisas. Y se multiplican cuando el equipo ganador de la Serie Nacional recibe su bate-trofeo o llegan los de otros peloteros destacados.

Una obra de amor

Más de 200 maderos con la marca y el logo creados por Gerardo han llegado a Cuba desde que hace alrededor de cuatro años inició este proyecto junto a Bill. Los bates, a fuerza del fanatismo de nuestro héroe por la pelota y el amor por su equipo azul, se han convertido en otra de sus obsesiones.

Entonces, Bill le había preguntado a Gerardo: «¿Qué más puedo hacer?»; y a él, aprovechando la calidad de la madera del bosque del amigo y su gesto desinteresado, se le ocurrió proponerle hacer bates para Industriales, su equipo. Otra vez Gerardo sorprende. En medio de su injusto encierro en una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos, logra que todo fluya para que finalmente se concrete esta obra de amor.

Adriana, puente esencial y obsesión primera de ese hombre bueno, recuerda esos primeros tiempos en que hizo falta mucha entrega y paciencia para lograr la fluidez que ya tiene la fabricación de los bates Cubacan. Gerardo, en la prisión, y Bill, en Canadá, estudiaban e investigaban sobre medidas, calidad y viabilidad del uso de la madera de arce, posibles regulaciones sobre su empleo y otros mil detalles. Cartas o alguna breve llamada que pudiera hacerse para intercambiar información, ajustaban los planes. Gerardo mandaba apuntes a Bill para que los ampliara y este se aventuraba con los primeros prototipos en el sótano de su casa en Ottawa y con herramientas muy primarias.

Desde La Habana, Adriana consultaba con Pedro Medina, «el hombre de Edmonton», ex receptor de Industriales, las dudas que le surgían a su esposo. Pedro contestaba, ella enviaba las respuestas y así, una triangulación que parecía infinita.

«Lo que hace falta es acabar de averiguar si hay alguna regulación que les prohíba a los peloteros usar un bate mandado a hacer especialmente para ellos, o si las regulaciones permitirían usar los bates de Bill para jugar, o si se podrían usar al menos para las prácticas», fue una de las consultas de Gerardo.

«Pienso que se pueden hacer bates personalizados con estas medidas que le estoy enviando, que pueden llevar sus nombres y el logo de Gera, sin problema, por el contrario, la idea es magnífica y los jugadores van a estar muy motivados», respondió Medina.

«…es un árbol de madera muy dura, por lo que estoy seguro será buenísimo para jugar béisbol, pienso que va a ser algo muy útil para nuestro equipo ya que en la Serie recién concluida se partieron una buena cantidad de bates, puede ser que la madera no sea buena o también un mal agarre del mismo, pienso que es lo primero. Si está en tus medios enviar algunos te lo vamos a agradecer porque estamos necesitados en estos momentos y también nos da la posibilidad de irlos probando antes que comience la Serie 52».

Adriana en diálogo con JR revela detalles.

«Es a mediados de la Serie 51 que Bill manda el primer envío de bates; una cantidad numerosa. Cuando Gerardo ve las primeras fotos que Bill le mandaba de lo que iba haciendo (recuerda que Gerardo no puede verlos ni tocarlos), piensa que los bates no tienen el tamaño para el juego, que son para el «fogueo», para el entrenamiento, que son más finos.

«Gera me pidió que le preguntara a Medina y él, efectivamente, se sorprendió de cómo pudo darse cuenta solo por las imágenes de un detalle tan técnico. Eso da la medida de su afición, de lo detallista que es».

Después de corregir las medidas y ajustar detalles, los bates comienzan a llegar a través de la Embajada cubana en Canadá o aprovechando el viaje de cualquier amigo. Adriana siempre recuerda el apoyo en esos primeros momentos de la embajadora cubana Teresa Vicente y su esposo, quienes respaldaron incondicionalmente el proyecto e iniciaron un camino, mantenido luego por la sede diplomática de Cuba en Canadá. Una vez llegados a Cuba los bates, la esposa de Gerardo se los da en el mismo Latino a Medina, a Vargas o a los peloteros.

Durante una entrega de bates al equipo Industriales, en 2012, Bill Ryan comentó a un colega de Granma: «Con Gerardo aprendí cómo hacer bates y creo que los resultados son satisfactorios, pues Sam Bat, compañía canadiense que produce cientos de maderos de distintos tipos para las Grandes Ligas, aprobó nuestro modelo».

En un correo de Gerardo a Adriana se nota el entusiasmo, el carácter de este hombre que no sabe hacer otra cosa que entregarse, aunque la injusticia estadounidense se empeñe en esa condena absurda de dos cadenas perpetuas, más 15 años por haber salvado la vida de muchos.

«Mi reina: este es el segundo capítulo de “la novela” de los bates Cubacan, y lo empiezo con algo MUY IMPORTANTE: En el anterior te decía que yo no sabía que con los bates de madera se batea con la parte donde está el logo, pero ahora me estoy releyendo las cartas de Bill, más unos documentos que me mandó, y veo que fue un error de interpretación mío. El logo sí tiene que ver con la parte por donde se batea, y para eso el fabricante lo pone en un lugar determinado, en correspondencia con el “grano” o fibra de la madera. Pero en realidad, cuando se agarra el bate, el logo debe quedar de frente al bateador, para que el bate golpee la bola a unos 90 grados de donde está el logo. Que me perdone Medina si acabo de “descubrir” la Calle Zanja (con todos los chinos adentro) pero como yo me enteré ahora, y como lo había dicho mal en el anterior, quería aclarártelo, por si acaso. O sea, con estos bates que estamos haciendo hay que batear como con todos los demás, con el logo de frente al bateador».

En este mismo mensaje le comentó a Adriana que Bill había tenido en cuenta las nueve recomendaciones para los fabricantes de bates de arce, resultado de un estudio que hicieran las Grandes Ligas, a un costo de medio millón de dólares. Como siempre firmó el correo: «Te amo+! Gera».

Bill y Nora

Bill tiene 60 años. Trabaja durante toda la semana vendiendo autos. Cualquier rato libre lo aprovecha en el taller sacando los bates de los trozos de arce amontonados en un rincón, y que a su vez, provienen de un bosque del que es propietario.

Por su decisión, llevan también grabada la firma de Gerardo, si es para el equipo Industriales, y de Ramón, Fernando, Tony o René, si es para otro. Aunque en la última entrega, el equipo Industriales recibió bates firmados por Fernando y por Ramón. Si se trata de uno personalizado, se hace a la medida y con el nombre del elegido, y se añaden otros detalles si es un bate-trofeo. A petición de Gerardo, en la empuñadura lleva el nombre de Bill y el de su esposa Nora.

«Ellos tienen una relación muy bonita, muy sólida. Es un matrimonio que tiene más de 30 años, viven solos. Ese deseo de Gerardo da la medida del respeto que siente por las relaciones de pareja, por la compañera, pero también es el reflejo de lo que yo significo para él, de lo que significamos cada una de nosotras», comenta Adriana.

«Porque Bill hace los bates, pone los recursos, pero cuando analizas que, para que Bill pueda hacer todo eso necesita una retaguardia, una compañera que lo motive, para la que ese tiempo no sea un conflicto... Es también reconocerle a Nora su aporte.

«Eso te da la medida de lo delicado que es Gerardo con todas las personas, es un hombre de muchos detalles, muy caballeroso y muy respetuoso por las otras personas».

Las palabras de Adriana llevan ese tono de admiración por el hombre amado, por el hombre que le falta a su hogar, por el que espera.

Adriana, como le ha tocado en estos casi 16 años de encierro de su esposo, se convierte en su voz. Ambos le agradecen a Bill por su entrega sistemática.

«Si Bill no fuera un hombre disciplinado en su quehacer, no hubiese podido emprender con tanta vehemencia y con tanto rigor este proyecto de los dos (…) Lo ha hecho con mucho valor, porque Bill no sabía hacer los bates, y empezó a usar su tiempo para dedicárselo a Gerardo y a sus compañeros», asegura Adriana.

«Pudo hacer unos cuantos, pero hacerlo con esa sistematicidad, estar pendiente de las medidas, de los cambios para que se ajusten a cada jugador... No hay duda de que Bill también es un hombre muy meticuloso, y eso ha ayudado a que la comunicación entre los dos sea muy buena», apunta.

Gerardo, Adriana y la pelota

El amor por la pelota él lo lleva en la sangre más allá de sus habilidades. Gerardo sabe que es muy malo jugando y no es fama que ella le dé. A Adriana le sale una sonrisa amplia cuando recuerda fragmentos de vida en común.

«Cuando me enamoré de Gerardo, un industrialista fanático, veíamos los juegos en su casa o íbamos al Latino, … a veces yo no podía estudiar porque a él, a su papá y a su sobrino les gustaba gritar… yo tenía que emigrar con mis libros para la casa de mi cuñada que vivía arriba».

—Gerardo, por favor no grites más.

—A mí el psiquiatra me dijo que cuando estuviera muy estresado fuera a gritar al Latino, pero como me queda muy lejos…

Cuando supo que vivimos tan cerca, que el hogar que lo espera está a unos pasos del templo de los azules, me dijo: ¡Qué bueno, dile a la gente que me guarden un asiento al lado de Armandito el Tintorero.

Adriana también recuerda los juegos a los que iban en la Universidad; al equipo del ISRI (Instituto Superior de Relaciones Internacionales) y los de otras facultades que se juntaban para pasar un rato.

«Aquello no tenía comparación, porque ese Gerardo jugaba mal, mal, mal…» Adriana se ríe. «La pelota venía por aquí y él estaba parado por allá», y vuelve a reírse a carcajadas.

«Le decía: “Ay, Gerardo, no me traigas más a estos juegos de pelota que tú juegas muy mal”, y él me respondía: “Ah, no importa, pero nos divertimos”.

«Fíjate, le conté en una llamada telefónica que las glorias de Industriales, Anglada, Javier Méndez y otros peloteros que recibieron un bate-trofeo, lo estaban esperando para un piquete y yo les dije: “Caballeros, mejor lo ponen de observador”, y Gera comenzó a reírse, porque él sabe que tengo razón. Tiene conciencia de que en el barrio lo dejaban jugar, porque era el dueño del bate y el guante», y vuelve la carcajada.

Esta idea de los bates, de aportar para el desarrollo de la pelota, ese amor por el deporte no es algo reciente, ni mucho menos una afición ligada a su resistencia en prisión. Adriana lo explica mejor.

«No viene de ahora. Yo recuerdo que Industriales pasó muchos años sin ganar una Serie y nosotros siempre seguíamos la pelota. El asunto es que siempre perdíamos y yo le decía en broma:

—Gerardo, tú deberías cambiarte de equipo, si al final Industriales siempre te deja con la miel en los labios.

—Eso es traición, mi equipo es mi equipo, gane o pierda…, respondía él.

«Cuando Gerardo cayó preso, me di cuenta que esa palabras encerraban más que un juego de béisbol, encerraban su fidelidad, su lealtad. Si era así para su equipo, cómo no hacerlo con la Patria y lo que estábamos defendiendo».

Pendiente de lo importante

Correos, llamadas, horas dedicadas al proyecto. ¿Cuánto ha influido en el ánimo de Gerardo? Ella que lo conoce, que lo acompaña, que lo sabe de memoria, aunque se empeñen en obstaculizar su comunicación, responde sin pestañar.

«Muchísimo, muchísimo, muchísimo… Yo te lo puedo decir, porque es un proyecto en el que Gerardo está inmerso, en que está buscando un cambio, una transformación, mejorar… Eso le da a él un espacio más abierto fuera de las rejas de la cárcel y se aleja de todo lo que está pasando allí, porque está pendiente de escribirle a Bill, de recibir información, de darle seguimiento a los juegos… Está atento a todos los cambios y transformaciones que emprende el deporte cubano. (…) Deja de estar pendiente de otras cosas, más dañinas porque no tenemos solución para ellas.

A pesar de la complicidad entre Gerardo y Adriana, a veces ocurren desencuentros. Ellos no discuten. En todo caso, «conversan acaloradamente» por teléfono y con los minutos contados. No ocurre con frecuencia, pero cuando pasa, en ese rincón hogareño, cerquita del estadio Latinoamericano o en la celda que ocupa Gerardo, no hay paz hasta que no se aclara aquello que les ha dejado el pecho apretado.

«11 de febrero 2012

Mi reina bella: Lamento mucho que hayamos... vaya... no discutido, porque no fue discusión, sino que hayamos conversado acaloradamente por lo de los bates, pero tú tienes parte de la responsabilidad, porque —al parecer por haber estado leyendo mi correo sobre el tema— cuando te llamé y dije la palabra “bate” ya estabas indispuesta... (yo creo que tú tienes un poquito de celos por la pasión que yo he depositado en los bates, pero tú misma me sugeriste que me buscara un entretenimiento para que dejara la obsesión contigo... o no? Y entonces ahora no te conviene mi obsesión con los bates tampoco. En qué quedamos, chica?)».

Gerardo y Adriana han aprendido por la fuerza de una injusticia que ya dura demasiado a intuirse por el tono de voz, por la oración sobre el papel o la página en blanco. Han aprendido a sobreponerse a las escaramuzas del silencio, a aferrarse a las sonrisas, por más esquivas que parezcan, a querer el amanecer, aún en la distancia, porque saberse uno en la vida del otro resulta una fuerza poderosísima.

«Discúlpame, mi niñita. Todavía me quieres un poquito?. Felicidades!!!. Qué sería de mí sin ti chica... Caballerooo!!!! Estoy al retirarme de esto de los bates y obsesionarme contigo otra vez! Y voy a comenzar poniendo orden en el ropero, así que prepárate... (O quieres que siga con los bates?). Te quiero mucho mi niña».

Y no hay sonrisa más amplia, ni luz más brillante en el rostro de esta mujer que cuando recuerda alguna de las ocurrencias de su «niño».

«…me disculpo también por cualquier cosita injusta que te pueda     haber dicho en el calor del debate, porque la realidad, realidad, realidad es que yo no tengo nadie más con quien contar, y que me consta que tú te desvives por complacerme y porque las cositas que te pido queden bien, porque te gusta verme contento, y… (toda esta guataquería es por el Día de los Enamorados, tú sabes, no?)».

Y aunque no hay dudas sobre quién lleva ventaja en la lucha de obsesiones, más allá de los debates, tensiones y alegrías, Adriana disfruta convertirse en piedra angular de los infinitos puentes que se tienden desde Estados Unidos, Canadá y La Habana para que los bates sean útiles, como quiere su esposo.

¿Sirven o no sirven?

«La preocupación mayor de Gerardo es que le digan que los bates están buenos porque es él quien los envía; quiere saber la realidad, si de verdad sirven para jugar», explica Adriana.

«Quiere saber quién lo está usando, a quién le es más cómodo, por qué unos lo usan y otros no… si no sirven, no sirven, quiere saberlo todo para ir ajustando y aprovechar la calidad de la madera, y el gesto desinteresado de Bill, que no le cuesta nada a Cuba, (…) es la forma que él tiene de aportar y así lo siente».

En el año 2013 fueron entregados más de cien bates Cubacan, y al término de la Serie 53 ya Adriana había distribuido unos 80 maderos. Los últimos llegados estuvieron en manos de quienes los usarán el 31 de marzo de 2014. Lo tiene anotado en una libreta con fechas y números.

«Entregué diez el 30 de enero de 2013: Malleta, Tabares, Rudy, Urgellés… estos fueron los primeros personalizados; 18 de marzo 2013, Despaigne recibió el suyo, firmado por René González y otro por Fernando. Hay bates personalizados para Chirino, para Frank Camilo Morejón, para Lisbán Correa, Malleta, Rudy, Tabares…». Y así una larga lista.

Gerardo y Adriana siguen haciendo planes con la pelota y con todo lo que desean hacer cuando por fin puedan estar juntos. No importa mucho que la jueza Joan Lenard lleve más de dos años sin dar respuesta sobre el hábeas corpus de Gerardo, a pesar de las nuevas pruebas incorporadas al caso y el hecho de que solo esté pidiendo una audiencia oral, la posibilidad de que lo escuchen.

«A Gerardo le gustaría un encuentro con varios peloteros, para compartir con Medina, con Javier Méndez…». Brilla cuando habla de sus deseos: «A veces yo me imagino a Gerardo en el Latino, a los dos viendo un juego. Salir por ahí, pasar por la casa a merendar algo y seguir para el estadio».

De algún modo, cuando Alexander Malleta o cualquier otro pelotero cubano levantan el bate Cubacan, ocurre la magia. Gerardo deja de estar en la celda de Victorville y si se trata de su equipo, es posible presentirlo gritando al lado de Armandito el Tintorero en el Coloso del Cerro, o en ansiosa espera, alzando plegarias por un buen batazo. Cuando el Cubacan hace contacto con la Mizuno 200, incluso si fuera solo un machucón por tercera, es posible que por un instante tanto a él, como a Bill Ryan, a Nora o a la propia Adriana, les sepa a jonrón.

Publicado en Juventud Rebelde; Foto: Ricardo López Hevia

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28 de Mayo, 2014 · Cinco Prisioneros en USA


Basado en un guión radial de Marlen Caboverde Caballero, periodista de Radio Jaruco. Edición y Redacción, Rosa C. Báez

Personajes, un hombre y la presencia inmanente de la fachada que mostraba ser… sus captores y sus jueces… Locaciones, una cárcel, una celda, la sala de un Tribunal:

De malos modos, el captor pregunta: ¡¿Cuál es su nombre?!, mientras el prisionero, la mirada firme, la frente en alto, responde -"Manuel Viramóntez"- y comprende que ha llegado el momento y, dispuesto a que su voz no tiemble, continúa el intercambio de preguntas y respuestas con el militar:

- ¡¿Dónde y cuándo nació usted?!

- Soy ciudadano norteamericano. Nací en Cameron, Texas el día 26 de enero de 1967. En 1970 mis padres regresaron a Puerto Rico, donde habían nacido.

- ¡¿Cuál es su dirección en Puerto Rico?!

Sin titubear, el prisionero responde: Edificio Darlington, avenida Muñoz Rivera Borinqueña, apartamento 6-C, Río Piedras.

- ¡¿Dónde trabaja usted aquí en Estados Unidos?!

- En una empresa….

Otro hombre, la misma arrogancia, el mismo despotismo: -"¡Mentiras! ¡Eres un espía cubano, di la verdad, eres un espía de Castro!".

El mismo prisionero, la misma determinación, igual coraje… -"Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico".

Una y otra vez, la insistente pregunta se proyecta sobre un muro de resolución y fuerza interior: -"¡¿Continúas insistiendo en lo mismo?! ¡Te vas a pudrir  en esta celda! ¡Mientes! ¡Eres un maldito espía cubano!" mientras el prisionero repite una y otra vez: "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico. Soy Manuel Viramóntez, Viramóntez, Viramóntez…

Y así, durante muchos meses, el prisionero sólo conversaba con sus captores y una y otra vez el diálogo machacaba hasta el cansancio… Hasta que un día, en la soledad de la pequeñísima celda a la que todos llamaban "el hueco", mientras descansaba en su camastro y pensaba en su lejana tierra, una voz infantil lo sacó de su letargo…

-"¡Oye, oye! Dibújame la pelota".

Dando un salto que acabó de despabilarlo, el prisionero exclamó: -"¡¿Eh?!-  Sin embargo, no lograba pensar otra cosa que era un sueño en el que soñaba que estaba despierto… Como un pequeño príncipe caído de su asteroide, el pequeño le rogaba: "Por favor, dibújame la pelota".

Gerardo, el prisionero, asombrado, le preguntó: "Dime quién eres de una vez".

Y entonces sí que dio un salto, totalmente fascinado, cuando escuchó al niño responder:

- "Creí que lo sabías. Soy Manuel Viramóntez", mientras volvía a rogarle "Dibújame la pelota".

 Totalmente pasmado, el hombre le respondió: -¿Manuel? No es posible. ¿De qué hablas?

Y el niño, dulcemente, le contestó: "Ya te dije. Dibújame la pelota, la que conservas hace tiempo, la de aquel día que recuerdas tanto. Es tan parecida a la mía…"

El pedido no dejaba de volver una y otra vez a la mente del prisionero, mientras se preguntaba el por qué de aquel sueño recurrente…

-¿La pelota? ¿Manuel?... ¡Otra vez ese sueño tan raro! Y los recuerdos volvían a su mente… recordaba su Patria, su deporte favorito, un año lejano en el tiempo: 1986… El prisionero se incorporó en la cama; recorrió la celda con los ojos empañados. Palpó las paredes y observó el techo: una luz tenue se filtraba por la alta ventanita de vidrio blindado. Amanecía. De pronto, una brisa acarició su cara, haciéndolo estremecer...  muy bajo, susurró: -"¿Manuel, Manuel eres tú?". Entonces, inexplicablemente, como en las ocasiones anteriores, el frío comienzó a desaparecer de su cuerpo, poco a poco…

Pasaron los días, interminables, desde aquel sábado 12 de septiembre… una y otra vez, la presencia infantil se iba haciendo cotidiana… visible solamente para el hombre solo, en su celda silenciosa…

- "A los interrogatorios otra vez", ordenaba aquél individuo parecido a un robot de video juegos…  De nuevo la rutina: agachado, de espaldas a la puerta, saca las manos por la hendidura. Desde afuera el guardia se las aprisiona en una caja negra. La puerta se abría. Las cadenas repitían  aquella música, ahora menos terrible, al compás de sus pasos, mientras con la mirada se comunicaba con el niño, que camina a su lado sin que los guardias lo presintieran:

-"En la prisión no cuenta lo que dices sino, lo que es más hondo en ti; la vida es como un juego de pelota. Si sales al terreno es para darlo todo. Nadie puede adivinar el desenlace en un partido. Eso lo aprenderás, Manuel, con el tiempo, con el tiempo. Puedes cometer errores, pero no vale darse por vencido, y mucho menos cambiar de equipo. Nadie es una isla en la batalla. Tenlo en cuenta, Manuel, recuérdalo siempre, siempre".

Y todo vuelve a comenzar: las preguntas, las mismas respuestas, la consigna:

- "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"; "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"; "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"….

La tarde muere en la ciudad. El hombre, en la celda, dibuja con un lápiz diminuto en un pedazo de papel. Al terminar lo dobla y lo sitúa sobre la mesita de concreto soldada a la pared. Se tumba en la cama. Un cansancio agradable mina su cuerpo. Entonces, se sorprende pensando otra vez en Manuel Viramóntez. En Manuel, el Manuel verdadero, que murió a los tres años de edad de una insuficiencia respiratoria y, suspirando, el hombre se dice: -"Pobrecito, ahora hubiera tenido casi mi misma edad".  Y recuerda como se preparó durante meses para asumir la identidad de aquel niño, aprender cada detalle relacionado con su familia, las escuelas donde supuestamente hubiese estudiado, los amigos, las maestras, la vida que imaginariamente hubiese vivido. Sonríe. Desde que Manuel se le aparece, su infancia se hace cada vez más vívida y recuerda, recuerda:

- "Los chiquillos en la escuela nunca querían jugar a la pelota conmigo porque si pasaba la maestra cargada de libros, allá iba a ayudarle y ahí mismo se acababa el juego o ponían a otro en mi lugar"- y se ríe en voz alta- "La serie estaba por comenzar en Cuba. ¿Qué equipo ganaría la corona esa vez? En cuestiones de beisbol, cualquier cosa puede suceder", era lo que pensaba entonces. Y viendo cómo desaparecía el último hilo de luz del atardecer, el prisionero se durmió profundamente, como un niño.

El hombre abre los ojos lentamente y se incorpora. El niño mira el dibujo complacido. Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer:

- "Dibujaste la pelota. Es tan parecida a la mía… Pronto me iré. Solo vine por el dibujo, para acordarme…

- "¿Te irás? ¿En serio? Pero si te marchas así, solo llevarás un garabato en un trozo de papel. Quédate un poco, te contaré la historia de esa pelota, luego me hablarás de la tuya", casi suplicó el prisionero.

- "Tengo prisa. En unas horas estaré en casa, otra vez. Dibújame la historia, la llevaré también"

- "Eso sería complicado. Puedo contártela".

Sonó la risa cristalina del niño, mientras una mirada pícara se reflejaba en sus ojos:

-"Sé lo que ocultas, lo que callas. Sé que no son engaños, ni mentiras. Más bien parecen ilusiones, fantasías buscando una verdad. Conozco todas tus historias, ésa en especial".

- ¿La conoces?

- Sí: la has soñado demasiado desde que empezaste a repetir mi nombre sin parar.

El prisionero bajó los ojos, apenado:

"-Lo siento… Pero igual me gustaría ahora decirla por primera vez, en silencio, para ti, para los dos".

Y entonces el niño se sentó en el banquito de hierro frente al hombre de uniforme naranja, y los dos callaron y cerraron los ojos, que es la mejor manera de evocar y sentir una historia verdadera. Y sin musitar palabra, el hombre le contó:

- "Fue el domingo 19 de enero de 1986. Cuando llegué al Estadio Latinoamericano, que es el estadio donde jugaba mi equipo favorito, el de mi ciudad, La Habana. El juego había empezado pero afuera había una multitud haciendo fila para entrar. En el bolsillo llevaba una pelota como esa que te dibujé. Ya debes saberlo, mi equipo son los azules, los Industriales. Era la final del campeonato (nosotros le decimos "la serie") número 25, y sus rivales eran los Vegueros, de una provincia llamada Pinar de Río. ¡No me podía perder el juego por nada del mundo! En aquella época, hacía dibujos y caricaturas para un espacio llamado Aspirina, sí, como la tableta, no te rías; a los integrantes nos habían dado un carnet que decía: "Prensa", así que al llegar al estadio, con el carnet (y con el rostro, sí, chico, haciéndome el periodista importante), pude abrirme paso por las gradas hasta llegar a la parte de arriba del banco de Industriales. Estaba finalizando el segundo inning. En esos años había un pitcher del equipo que era de mi barrio (en realidad del barrio de enfrente al mío, de El Rosario), el derecho Leonardo Tamayo.  Cuando logré llegar allí le grité a uno de los peloteros que me llamara a Tamayo, quien salió del banco y se asomó a las gradas. Se extrañó de verme allí, y le di el papel con la pelota dibujada y un bolígrafo para que lo pasara y los peloteros la firmaran. En ese momento mi equipo perdía, pero en el papel yo había escrito: "Industriales Campeón-1986", algo que todos leyeron al firmarla mientras todavía el equipo perdía. Así que ya tú sabes... luego a todo el mundo le decía que mi pelota le había levantado el espíritu al equipo! (RÍE) El caso fue que la firmaron todos, o casi todos, y Tamayo me la devolvió allí mismo. Todavía se puede distinguir la firma de algunos de ellos como el tercer bate, Javier Méndez y el receptor, Pedro Medina".

"¡Y luego fue cuando se armó la locura! En el quinto inning, Vegueros perdía tres carreras por cuatro frente a los Azules y el zurdo Giraldo Iglesias empató el juego, pero la revancha de Industriales no se hizo esperar. El receptor Pedro Medina, bateó por el centro una conexión larga que trajo la igualada (vaya, el empate, jajaja es argot beisbolero) en las piernas de Padilla, y segundos después, Vargas regaló la ventaja. El Latino estallaba, Industriales, por la diferencia mínima, estaba a tres outs de llevarse la victoria. Pero, ya te lo dije, en un juego de pelota nada puede asegurarse hasta el final. Anochecía cuando empezó el noveno capítulo. Entonces el zurdo Giraldo Iglesias igualó las acciones a cinco carreras. Tendrían que ir a extra inning. La verdad,  no puedo recordar en detalles lo que ocurrió después, pero jamás olvidaré el momento cumbre de la entrada número doce. Imagínate, dos y dos la cuenta para Agustín Marquetti, un veterano a punto de retirarse del deporte activo, el inning parecía terminar con ponche. Yo no miraba el reloj, pero no sé cómo, siempre supe que …

Y a coro, hombre y niño dijeron: -"…eran las nueve y veinte de la noche cuando Marquetti dio aquel tremendo home run ¡¡Y ganamos!! ".

- "Por supuesto, fui uno de los tantos que se tiró para el terreno. Pude llegar hasta el mismísimo Marquetti, y en el periódico Juventud Rebelde del día siguiente salgo en la foto, muy cerca de él, claro, quizá no me reconocerías porque tengo pelo en aquella época!"-, dice riendo el prisionero- "como había llovido, el terreno estaba mojado, y tuve que coger los dos ómnibus  de regreso para la casa lleno de fango, pero ¡contento!, por mi pelota, y porque Industriales había ganado el campeonato de una manera tan espectacular, aunque en ese momento ni me imaginaba que ese juego sería tan recordado en la historia del beisbol cubano".

El prisionero es el primero en abrir los ojos y sorprende una risa grandísima pintada en la boca del niño:

- "Creo que tu pelota está en buenas manos. Ahora, debes dibujarme un libro para guardar tu historia. Esa la única forma de liberarla… cuando me haya marchado".

Entonces, el hombre sacó un papel del bolsillo y dibujó un libro cerrado para no matar el misterio.

- "Exactamente como pensé", dijo el niño

- "Ahora es tu turno. ¿La historia de tu pelota?"

- "Mi pelota luce como nueva. Está bien guardada, tanto como la tuya; mi hermana dará a luz en pocas horas. El niño se llamará Manuel. Es mi única oportunidad de regresar a casa".

- "¿Regresar?" Y la palabra despertó un eco de nostalgias en el hombre…

- "Sí. A mi lugar. No pertenezco aquí.  Debes cuidarte. Aquí puede morir o naufragar lo mejor de uno… Tú también regresarás… algún día. Escríbelo. Así como hiciste con tu pelota: Industriales Campeón".

- "Industriales Campeón. ¿Campeón?"

- "Te conozco. No sabes rendirte", dijo el niño.

- "Espera. No te vayas todavía. Antes quiero pedirte perdón", dijo el hombre, deteniéndolo.

- ¿Perdón? ¿Por qué?

- "Por llevar tu nombre. Te lo devuelvo".

El niño sonríe y responde: -" No fue un engaño, ni una mentira. Eran ilusiones, fantasías necesarias para hallar tu verdad".

Entonces el pequeño Manuel Viramóntez se alzó hasta la alta ventana de vidrio donde aplastó la nariz, mientras desaparecía con las primeras luces del amanecer…

La sala del Tribunal se muestra tan fría como su celda: allí, otros hombres repiten la misma pregunta

- "¿Cómo se llama?

En el estrado un hombre, gigante en su dimensión, con la voz trémula de orgullo y decisión, responde:

- Mi nombre es Gerardo Hernández Nordelo. Nací en La Habana el cuatro de junio de 1965. Soy cubano…

Basado en el guión de la edición especial del programa Alas de libertad sobre testimonio inédito que concedió el Héroe de la República de Cuba Gerardo Hernández Nordelo a la periodista Marlene Caboverde Caballero.

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27 de Mayo, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Por Ricardo Alarcón de Quesada

La reunión en Londres de la Comisión Investigadora del caso de los Cinco examinó a fondo la situación específica de Gerardo Hernández Nordelo y la acusación infame (el Cargo 3 “conspiración para cometer asesinato”) presentada sólo contra él y que fundamenta su condena a morir dos veces en prisión. Se le atribuye, calumniosamente, haber participado en el derribo el 24 de febrero de 1996 de dos aeronaves del grupo terrorista autotitulado “Hermanos al Rescate”.

Desde el punto de vista legal para que un Tribunal de Estados Unidos pudiera actuar, el hecho en cuestión tenía que haber sucedido en el espacio aéreo internacional, fuera de la jurisdicción cubana. Caso contrario ninguna Corte norteamericana habría podido abordarlo.

Por eso en el juicio de Miami se discutió bastante la cuestión de la ubicación exacta del incidente, repitiendo lo que antes pasó en el Consejo de Seguridad de la ONU y en la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI). En esas discusiones surgieron siempre las contradicciones entre los radares cubanos y los de Estados Unidos. Sobre los datos norteamericanos, por cierto, habría mucho que escribir, por ejemplo, la demora en entregarlos, varios meses, que obligó a dilatar el trabajo de la OACI y la sospechosa destrucción de algunos registros, todo lo cual consta en el informe de la OACI.

Para tratar de resolver la discrepancia en lo que mostraban los radares, la OACI pidió a Estados Unidos que entregase las imágenes tomadas por sus satélites espaciales, petición que fue rechazada en 1996. Tampoco Washington permitió que las viera el Tribunal de Miami y lleva mucho tiempo oponiéndose a las repetidas solicitudes del Centro para el Derecho Constitucional y los Derechos Humanos de California y litiga ante las Cortes de ese Estado en su afán de mantener ocultas las imágenes. Pronto se cumplirán veinte años de obstinada censura.

Sólo Estados Unidos ha podido examinar lo que filmaron sus satélites, pero no permite que lo haga nadie más. Ni el Consejo de Seguridad de la ONU, ni la OACI, ni los tribunales norteamericanos. ¿Por qué?

Sólo puede haber una respuesta. Washington sabe que el incidente ocurrió dentro del mar territorial cubano, muy cerca del litoral habanero y en consecuencia, jurídicamente, nunca tuvo jurisdicción alguna sobre él. Porque las imágenes satelitales son prueba irrefutable de la mentira yanqui nadie más que las autoridades estadounidenses podrá verlas nunca.

Pero no se trata de que las imágenes exculpen a Gerardo. No eran necesarias porque para condenarlo la Fiscalía tenía que demostrar que él, personalmente, había participado en el incidente, algo totalmente absurdo, imposible de sostener, independientemente del lugar donde hubiera ocurrido el derribo de las aeronaves invasoras. El problema era y es para Washington.

Porque las imágenes prueban que Estados Unidos, sus autoridades y sus tribunales no tenían derecho alguno para juzgar un acontecimiento ocurrido más allá de su jurisdicción territorial. Debe destacarse que, según los radares norteamericanos, los aviones volaban, siempre juntos, rumbo sur y uno de ellos, al menos, conforme a su propia versión, había penetrado el territorio cubano. Incluso, si se aceptase la teoría estadounidense sobre la ubicación de los aviones, estos se hallaban en las inmediaciones de la capital cubana, muy cerca de su parte central y más poblada y en pocos minutos la habrían sobrevolado y hubieran podido atravesar la isla hasta la costa meridional.

No fue algo acontecido en la cercanía del espacio norteamericano, sino mucho más abajo del paralelo 24 que marca la separación entre las zonas de supervisión aérea de ambos países. Fue ahí, dentro del área bajo control cubano, que transcurrió buena parte del vuelo, siempre rumbo sur, hacia La Habana y desoyendo las indicaciones y advertencias emitidas por el centro de control de tráfico aéreo de nuestro país.

Pero, en todo caso, Gerardo no tuvo absolutamente nada que ver con el hecho, en cualquier lugar en que este ocurriese. Y eso lo sabían perfectamente las autoridades norteamericanas.

Según el Acta Acusatoria de septiembre de 1998, el FBI había identificado a Gerardo, conocía la misión que desempeñaba y revisaba sus comunicaciones con Cuba desde 1994, más de dos años antes de aquel suceso que agravó sensiblemente la situación entre ambos países. Las turbas de la mafia batistiano-terrorista llamaban entonces a la guerra en las calles de Miami, mientras, según escribió el Presidente Clinton en sus Memorias, en la Casa Blanca discutían un posible bombardeo a Cuba y él optó por promulgar la Ley Helms-Burton acompañada de amenazas belicosas. ¿Puede alguien imaginar que no habrían hecho nada contra Gerardo si él hubiese sido culpable? Nada hicieron, precisamente, porque les constaba su inocencia.

Por eso tampoco lo inculparon cuando fue detenido, junto a sus compañeros en septiembre de 1998. En la acusación inicial no se dice una palabra sobre lo ocurrido el 24 de febrero del 96, ni se habla de derribo de aeronaves o algo parecido. No lo hicieron porque el FBI, que poseía y había leído los mensajes entre Gerardo y La Habana, sabía que era inocente.

El Cargo 3 (“conspiración para cometer asesinato”) fue formulado, sólo contra Gerardo, más de siete meses después del arresto de los Cinco cuando ellos permanecían en confinamiento solitario –el infame “Hueco”- aislados del mundo, imposibilitados de defenderse. Para hacerlo la Fiscalía presentó una Segunda Acta Acusatoria que, y así lo registró la prensa de Miami, fue elaborada en reuniones que abiertamente celebraron el FBI, la Fiscalía y jefes de grupos terroristas.

Era una acusación arbitraria, fabricada de pies a cabeza, con el único propósito de complacer a los criminales, inflamar el odio contra Gerardo y sus compañeros y garantizar de antemano las peores, ilegales y más irracionales condenas. El Cargo 3 fue el centro de la desaforada y vulgar campaña mediática promovida y financiada por el Gobierno Federal, con su presupuesto, que cayó como un tsunami de mentiras, sobre una comunidad inerme y paralizada por el terror –cinco artículos por día en los periódicos impresos, incesantes comentarios, día y noche, en la radio y la televisión locales –conformando lo que justamente el panel de jueces de la Corte de Apelaciones, en 2005, calificó como una “tormenta perfecta” de odio, prejuicios y hostilidad.

Gran parte del juicio giró alrededor del Cargo 3. Dentro y fuera de la sala del tribunal, individuos vinculados a “Hermanos al Rescate” alborotaban y hacían declaraciones estridentes que amplificaban los medios locales. Ellos y los “periodistas” pagados por el Gobierno perseguían y asediaban a los miembros del jurado quienes se quejaron a la jueza y ella, por su parte, varias veces también se quejó al Gobierno, por supuesto, sin resultado alguno.

En la sala del Tribunal, pese a todo, el infundio de la Fiscalía fue derrotado. Los acusadores, tan eficaces insuflando odio y prejuicios contra él, no pudieron presentar una sola prueba para vincular a Gerardo con los sucesos del 24 de febrero. Nada.

Tan contundente y obvia fue la derrota que el Gobierno hizo algo totalmente inusitado. Al final de las discusiones, cuando la jueza iba a dictar las instrucciones para guiar al jurado a la hora de emitir su veredicto, los fiscales se opusieron sorpresivamente al texto que, ajustado palabra por palabra al Acta Acusatoria, ella había preparado. Propusieron cambiarlo radicalmente. La Magistrada, con buenas razones, no aceptó la petición alegando que habían empleado siete meses discutiendo esa acusación fiscal y era ya demasiado tarde para modificarla. Ese mismo día la Fiscalía se precipitó a hacer algo aun más insólito: en una acción que reconoció “carecía de precedentes” recurrió ante la Corte de Apelaciones con una “moción de emergencia” buscando paralizar la decisión del tribunal inferior e incluso la posposición del proceso.

En el extraño documento la Fiscalía sostuvo que “a la luz de las evidencias presentadas en el juicio las instrucciones presentadas por la jueza constituyen un obstáculo insuperable para esta Fiscalía y pueden conducir al fracaso de la acusación en este Cargo”.

Debe subrayarse que, según un principio universal de Derecho, toda persona es inocente salvo que se demuestre lo contrario y que es obligación del acusador presentar las pruebas o evidencias necesarias para demostrar la culpabilidad del acusado. La Fiscalía encaraba ciertamente “un obstáculo insuperable” por la sencilla razón de que no podía mostrar prueba alguna contra Gerardo, simplemente porque estas no existen, ni pueden existir. Carecían de cualquier prueba contra él y peor aún, sabían, pues poseían todos sus intercambios con La Habana desde hacía varios años –incluso años antes del incidente de las avionetas-, que él no había tenido relación alguna con ese hecho. En otras palabras, cuando presentó su Segunda Acta Acusatoria la Fiscalía conocía cabalmente que estaba acusando a un inocente y en consecuencia, prevaricaba imperdonable y groseramente.

El Cargo 3 fue una grave violación a la Constitución y las leyes y también a la obligación legal y hasta profesional de los fiscales. Actuaron, mano a mano con el FBI de Miami, como agentes y cómplices de una mafia terrorista que ellos debían combatir y en realidad la sirvieron con docilidad escandalosa.

La Corte de Apelaciones tampoco aceptó la tardía solicitud fiscal y a partir de ahí se produjeron acontecimientos que serían sorprendentes si no se tratase de un caso que, de principio a fin, ha sido y es un escarnio mayúsculo a la justicia.

Rápidamente, sin expresar duda alguna, sin hacer preguntas, en unas pocas horas, el Jurado declaró culpables a los Cinco de todos y cada uno de los Cargos formulados contra ellos, incluyendo el Cargo 3, sin importarle a nadie que respecto al mismo la Fiscalía había admitido su fracaso y se había empeñado por retirarlo.

Al concluir el juicio, en la primera semana de junio de 2001, la jueza anunció que dictaría las sentencias a mediados de septiembre. El abominable acto terrorista del día 11 de ese mismo mes y año al parecer la hizo cambiar de opinión. Ni ella ni el Gobierno se sentirían cómodos penalizando brutalmente a unos héroes antiterroristas mientras W. Bush se lanzaba, gozoso y con gran fanfarria, a hacerle la “guerra al terrorismo” a todo lo largo y ancho del planeta. Esperaron tres meses más.

 Finalmente, el 14 de diciembre de 2001, Gerardo fue sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años.

Todos, en la sala del Tribunal, sabían que castigaban a un inocente.

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01 de Mayo, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Querido  Gerardo:

 

Me  llamo Ana Pérez Nordelo y vivo en Las  Palmas de Gran Canaria, la capital de una de las  islas del archipiélago canario. En verdad, me parece fuera de lo común tener que hablarte por  primera vez a través de una carta, pero así  ha tenido que ser.

De  cómo supe de ti es la historia de una enorme casualidad pues ocurrió mientras rastreaba, hace años, el origen del apellido Nordelo, que compartimos.

De  repente, decenas de enlaces en el ciberespacio tenían tu nombre y fue de esta manera como comencé a conocer tu historia, la historia de Los  Cinco, hasta que di con una imagen de Carmen Nordelo, tu madre. Rápidamente, le pregunté a la mía, Ana,  por  la mujer de la foto y, sin  dudarlo un segundo, dijo:  ¡esa  es mi prima Carmen!
Mi madre me contó que su tío  (tu abuelo) había viajado a Cuba y que a su regreso decidió llevarse a su familia a vivir a Cuba, a donde Carmen se marchó siendo muy joven.

Gerardo, te confieso que casi no  me podía  creer lo que, a partir de aquel momento empecé a leer sobre tu caso y el de tus cuatro compañeros, Antonio, Ramón, René y Fernando, pues todo superaba, con mucho, la normalidad, en estas islas, del relato de la familia dividida por  la emigración. Y, bueno, aquí mi  condición de abogada, como miembro además de la Asociación Juristas por  la Paz  y los  Derechos Humanos (JUPADEHU) me llevó a vincularme, de otra forma, a ti y a Los  Cinco.
 
Recuerdo que concerté una cita con Inés Miranda, la presidenta de JUPADEHU, a quien ya conoces y también recuerdo que un día, a primera hora de la tarde entré en su despacho y le hablé de Los  Cinco. Ella me escuchó atentamente, y su respuesta fue un rotundo “por supuesto que nos ocuparemos de este caso”. Desde entonces, Los  Cinco han ido  ocupando, a lo largo de casi diez años, un lugar permanente en la “militancia” en la que decidimos convertir nuestro trabajo como juristas.

Como ya sabes, otra de nuestras luchas tiene que ver con la justicia que ansiamos conquistar para el pueblo saharaui y que nos ha  llevado, en calidad de observadoras internacionales, a los aberrantes juicios a los  que se somete a los  luchadores saharauis por  la autodeterminación en los Tribunales de Marruecos, estado que aplica sobre ese infatigable pueblo el hostigamiento permanente, las  acusaciones falsas de delitos nunca cometidos, la tortura, la persecución, la desaparición y hasta la muerte, en muchos casos.

Esta experiencia nos ha  servido para encontrar las  enormes similitudes que hay, por  citar un ejemplo significativo, entre el juicio a los  presos de Gdeim Izik  y el que ustedes sufrieron, en 2001. En ambos casos, las  violaciones de derechos legales y fundamentales en el desarrollo mismo del juicio, la imparcialidad de la sede, la manipulación hecha a través de los  medios de prensa, convierte dichos procesos en reflejo de la inexistencia de garantías legales, en las  administraciones de justicia de países tan distantes, aunque igualmente opresores, como EEUU (que se muestra al mundo como paladín de los  Derechos Humanos), y Marruecos.

Por cierto, debo decirte, que también son muy parecidas la actitud digna y la inquebrantable determinación por  defender la verdad que demostraron, Los  Cinco y el grupo de Gdeim Izik,  frente a quienes, odiosamente, dictaron sus sentencias. (1)

Gerardo, no  puedo pasar por  alto ahora que mi  madre y yo tuvimos la oportunidad de conocer a tu esposa Adriana, cuando ella  y Olga  Salanueva (la esposa de René González) visitaron Canarias, a finales de 2010.

Verdaderamente fue entrañable poder conversar con ella, y sentir su ternura y el afecto que demostró hacia nosotras. En este punto, saber que el gobierno estadounidense le ha  negado continuadamente la Visa para ir a verte en estos 15 años, fue un hecho impactante tanto en lo familiar como en lo profesional, por  la burla y aberración jurídica que este hecho entraña.

Compartimos varias jornadas juntas, y Adriana y mi  madre no  dejaron de hablar de las  historias de familia que Carmen le había contado. Adriana, incluso, sabía las  localizaciones de algunas fotos que aún deben andar por  tu casa. Ojalá  esa experiencia se repita, más pronto que tarde, estando ustedes, de nuevo, juntos en Cuba.

Para  despedirme, querido primo, te cuento que mañana, Día Internacional de la clase obreras, en Las  Palmas saldremos a la calle uniendo las reivindicaciones por  los  derechos del pueblo canario trabajador a las  luchas de otros pueblos del mundo, y, entre ellas, la libertad de Los  Cinco recorrerá, con nombre propio, los  lugares por  los  que tu madre, seguro, paseó de joven.
Será, podría decirse, como un viaje de vuelta, en el que ella, a través de ti, retornará a la tierra que la vio  nacer.

En las  últimas líneas de esta carta, Gerardo, te digo, con la misma firmeza con que reclamo la libertad para los  presos políticos saharauis, en manos de Marruecos, que la prisión de Los  Cinco ofende a la Justicia y ofende a la humanidad, y que para resarcir ambas ofensas, lucharé, y lucharemos muchos miles de personas en el mundo, hasta que Los  Cinco, TODOS, sean liberados y puedan regresar a Cuba.

VOLVERÁN, Gerardo y yo podré conocerte libre.

Un fuerte abrazo para ti y para Antonio y Ramón. También para René y Fernando, que han regresado ya a su patria.

Ana Pérez Nordelo

Las  Palmas de Gran Canaria (Islas Canarias), a 30 de abril  de 2014.

(Fuente cubacinco.blogspot.com; Tomado de Cubadebate



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05 de Abril, 2014 · Cinco Prisioneros en USA
Simpáticos destellos del hombre mozo, del muchachón de noches enteras bailando, del inquieto aprendiz de mil oficios, del madrugador de domingos, del Héroe que, aunque lejos, encuentra a Cuba y sus amores de siempre más allá de una celda. Desde la prisión de Victorville, California, Estados Unidos, Gerardo Hernández Nordelo se comunicó con el sitio web Soy Cuba para adentrarnos, con alma testimonial, en sus años de juventud - See more at: http://www.soycuba.cu/noticia/gerardo-las-fiestas-del-sabado-y-lo-que-nunca-vio#sthash.lFoEjG46.keJ0P9fN.dpuf
Simpáticos destellos del hombre mozo, del muchachón de noches enteras bailando, del inquieto aprendiz de mil oficios, del madrugador de domingos, del Héroe que, aunque lejos, encuentra a Cuba y sus amores de siempre más allá de una celda. Desde la prisión de Victorville, California, Estados Unidos, Gerardo Hernández Nordelo se comunicó con el sitio web Soy Cuba para adentrarnos, con alma testimonial, en sus años de juventud - See more at: http://www.soycuba.cu/noticia/gerardo-las-fiestas-del-sabado-y-lo-que-nunca-vio#sthash.lFoEjG46.keJ0P9fN.dpuf



Por Rouslyn Navia Jordán

@RouslynNavia

 «Nací en 1965, y cuando se fueron los 70 era casi un niño todavía. Arroyo Naranjo fue "mi mundo" hasta que estuve bastante crecidito.

«Recuerdo que todos los sábados había fiestas en casa de alguien. Creo que hoy les llaman descargas. Durante la semana, ya todos los muchachos andábamos averiguando: "¿Dónde hay fiesta el sábado?", y nos pasábamos la información: "en calle 1ra del Rosario", "en Penichet, en el Capri". Y el sábado por la noche el grupo de amigos arrancaba para allá. Donde se escuchara la música, ahí era; y entrábamos muchas veces sin siquiera saber quién vivía allí. Si te ponías de suerte, se te pegaba un vasito de "ponche" preparado con alcohol y frutas, pero muchas de aquellas fiestas eran secas, porque si había bebida, era para los conocidos.

«Unos se pasaban la noche bailando y otros haciendo bulto, pero casi siempre tratando de "cuadrar" con alguna muchachita. Los más afortunados lograban una cita para ir el siguiente día a la playa, al cine, a Coppelia... Aunque casi todos mis domingos comenzaban con un: "Gera, te llama tu papá". Porque el viejo, que no podía estar sin hacer nada, madrugaba los fines de semana y bien temprano ya estaba chapeando el jardín, guataqueando el patio, pintando, lijando, mecaniqueando... Yo creo que cuando no había nada roto, él lo rompía, para tener algo que arreglar.

«Yo me la pasaba protestando, porque muchas veces los sábados me acostaba tarde por las fiestas, y ya a las siete de la mañana del domingo mi papá me estaba mandando a levantar. Pero después, de adulto, me di cuenta de que él lo hacía con toda intención, y se lo agradezco, porque, aunque no salí tan diestro como él para las labores manuales, sé manejar las herramientas básicas para hacer trabajos de mantenimiento, chapeo, mecaniqueo, mezclo concreto y soy "chofer A" de carretillas, todo gracias a aquellas jornadas dominicales de trabajo (in)voluntario».

¡Vaya, tu cervecita aquí!

«El cine siempre me gustaba mucho, a veces iba hasta solo. Salía de uno, y entraba en otro, y veía varias películas en el día. En aquellos tiempos había muchísimos cines que, lamentablemente, ya desaparecieron, o están cerrados, o tienen otros usos.

«El problema mío era que casi siempre estaba "pasma'o" con el dinero. Cuando mis hermanas eran ya trabajadoras, de vez en cuando me dejaban caer algo, pero mi mamá era ama de casa, y el estipendio venía de mi papá, que en eso nunca fue demasiado generoso, porque decía que uno tenía que sudar para saber lo que cuesta cada cosa en la vida.

«Recuerdo que una vez, cuando ya tenía edad para aprender a manejar, el viejo me dio un dinero para que pasara la escuela y sacara la licencia y me lo gasté en otra cosa. Eso me costó que por años él se negara a enseñarme, y vine a aprender bastante tarde.

«Otra vez, en unas vacaciones, ya en los años 80, cogí una contrata para trabajar en los carnavales y ganar unos pesos. Aquella experiencia como gastronómico fue tremenda. Andaba con dos latas llenas de hielo vendiendo cerveza en las tribunas en pleno malecón. "¡Vaya, tu cervecita aquí!" Pero con lo que me pagaron, más las propinas que me dejaban todas las noches, recuerdo que me compré un reloj Vostok, y un pitusa porque el único que tenía, que me lo había hecho mi mamá, había caminado más kilómetros que un "almendrón"»



«A los 21 años ya yo era novio de Adriana». (Foto: Granma)

¡Tremenda pena pasé ese día!

«A los 21 años ya yo era novio de Adriana y mi suegro, que trabajaba en un "Pío-Pío", con frecuencia hacía alguna "donación" para que pudiéramos salir a algún lugar. Aun así, la primera vez que invité a Adriana a un restaurante fue al Castillo de Jagua, en 23, y a la hora de pagar no me alcanzaba el dinero. Tuve que ir a buscar a casa de los suegros y regresar a pagar lo que faltaba. ¡Tremenda pena pasé ese día!

«En general, aquellas fiestecitas de los sábados, el cine y la playa, eran mis actividades favoritas. También con compañeros de las escuelas, donde estuve organizábamos a veces fiestas y otras salidas. Las etapas de escuela al Campo las disfrutaba también y no me perdí una.

«Pero ahora que han pasado los años, cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que hay vivencias de esa etapa que en su momento no pensé que fueran tan importantes, no las valoraba. Uno no se percataba de que estaba viviendo ciertos momentos históricos. Ir a las manifestaciones en la Plaza de la Revolución con mi CDR y escuchar un discurso de Fidel, por ejemplo; desfilar cada 1ro de Mayo con Arroyo Naranjo... Cuando la despedida de duelo a las víctimas del crimen de Barbados yo tenía 11 años. Viví ese fervor revolucionario rodeado de tanta gente de todas las edades... Fueron eventos que hoy me doy cuenta de cuánto influyeron en mi formación.

«Lo otro es que uno se percata ahora de cuán sana era aquella juventud, y cuán dichosos fuimos, a pesar de las carencias. Aquí converso con muchos jóvenes, y otros que son contemporáneos conmigo, que me cuentan que, desde que tienen uso de razón, en sus hogares se usaban drogas, o en la escuela probaron las drogas, o lo hicieron con sus amiguitos del barrio. Muchos de ellos me explican que sus abuelos fueron pandilleros, sus padres fueron pandilleros, y ellos no conocieron otra cosa. Asistieron a escuelas que tenían detectores de metales en las entradas, y desde chiquitos solo tuvieron dos opciones: o ser pandilleros, o ser abusados por las pandillas. Casi todos tienen amigos y familiares que han muerto víctimas de la violencia.

«Y cuando les digo que nunca he visto la marihuana, y mucho menos otras drogas, se ríen, y no me creen. Por eso digo que nosotros fuimos dichosos, porque a lo largo de estos años he podido ver de cerca el daño que hacen las drogas: violencia, personas destruidas, familias desintegradas porque sus seres queridos cumplen largas condenas; otros seres que, por culpa del vicio, ya no son tan queridos, y sus familiares han preferido olvidarlos; unos que mueren, otros que están muertos en vida.

«Mientras más casos conozco, más me doy cuenta de lo dichosos que fuimos nosotros, de lo dichosos que son nuestros jóvenes aún hoy; y más me convenzo de que ese ambiente sano, esa tranquilidad y seguridad de la que gozamos en Cuba, es algo que tenemos que luchar por mantener, cueste lo que cueste».
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