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Por Ricardo Alarcón de Quesada 
En
mí artículo que aparece en la Nueva Réplica actualmente circulando
reproché al New York Times que no hubiese planteado el caso de Gerardo,
Ramón y Antonio en su Editorial del pasado octubre en el que se
pronunció por la eliminación del bloqueo norteamericano contra Cuba. Cuando
lo escribí no imaginaba que con ese documento el diario neoyorquino
iniciaba un importante debate, que dura ya un mes, e incluye varios
editoriales abogando por un cambio sustancial en las relaciones entre
ambos países. El más reciente del domingo 2 de noviembre, propone que
los tres sean liberados a cambio de que Cuba por razones humanitarias
ponga en libertad a Allan Gross sancionado aquí por participar en
actividades ilegales destinadas a derrocar al Gobierno revolucionario. Se
trata de una posición justa y razonable. Tiene razón el periódico
cuando define la liberación de los tres Héroes cubanos como un paso
indispensable para avanzar hacia la convivencia civilizada entre dos
países que son y serán siempre vecinos. Debería
agregarse a los argumentos del Times que ninguno de los Cinco fue
acusado de realizar espionaje y por tanto no eran “espías”. Como se
demostró en el juicio de Miami ninguno de ellos accedió o buscó
informaciones secretas relacionadas con la seguridad nacional de Estados
Unidos. Tampoco recibieron orientaciones para buscar ese tipo de
informaciones. Así lo reconoció, bajo juramento, el General James R.
Clapper quien fue testigo del Gobierno y cuyo testimonio aparece entre
las páginas 13089 a 13235 de las Actas Oficiales del Tribunal. Es el
mismo Clapper que hoy es el Director Nacional de Inteligencia de la
Administración Obama. También
es necesario recordar que la misión de los Cinco era tratar de frustrar
los planes terroristas contra Cuba que más de una vez han causado
muerte y daños también a personas residentes en Estados Unidos. Pero,
en todo caso, este Editorial del New York Times debe ser saludado como
un hecho de importancia trascendental. El muro de silencio que rodeaba
el caso de los Cinco ha recibido un golpe demoledor que ojalá sea
definitivo. Publicado en Democracy Cuba
Montaje fotográfico RCBáez
Comité Nacional EEUU por la Libertad de los Cinco Cubanos
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En un editorial publicado en The New York Times, de lunes, 3 de nov. 3, 2014, inglés y español (en
el sitio web de domingo), el Comité Editorial hace un llamado para un
canje de presos, entre los tres miembros de los Cinco Cubanos todavía
encarcelados en EEUU, y Alan Gross, encarcelado en Cuba.
Esto
es un importante desarrollo. El editorial comenta que conmutar la
sentencia de los Cinco "sería justificable si se tiene en consideración
el largo periodo que han estado presos, las críticas válidas que han
surgido respecto a la integridad del proceso judicial que enfrentaron, y
los posibles beneficios que un canje podría representar para lograr un
acercamiento bilateral." Urgen una resolución rápida para Alan Gross a
través de un canje humanitario.
El artículo detalla el caso de Gerardo Hernández, y la opinión
disidente de la jueza federal Phyllis Kravitch, que insistió que
la fiscalía del gobierno "no tenía fundamentos" para condenar a Gerardo
por el cargo de conspiración para cometer asesinato. Ella
formó parte del panel de 3 jueces de apelaciones que revocó las
condenas de los Cinco en 2005. Los casos de Gerardo y de Ramón Labañino y
Antonio Guerrero están en apelación activa de Habeas Corpus. (La importancia del proceso de apelaciones por Andrés Gómez).
Urgimos
a todas las personas a publicar este editorial del New York Times, como
señal del movimiento creciente por la libertad de los Cinco, y un
avance en la visibilidad mediática de su caso y lucha. Aunque todos los
elementos no fueron incluidos, por ejemplo la misión anti-terrorista de
los Cinco, no obstante, es un desarrollo importante.
Y
más importante, tenemos que seguir organizando, organizando,
organizando para esta gran batalla por la liberación de Gerardo, Ramón y
Antonio!
TAMBIEN lean el afidávit de Gerardo Hernández (español y inglés) de
marzo, 2011, parte de su apelación Habeas Corpus, detallando los datos
de su inocencia en el falso cargo de conspiración para cometer
asesinato. Es importante explicar la verdad de la misión de los Cinco.
No eran espías conspirando contra los EEUU, estaban trabajando para
detener los ataques terroristas contra Cuba. Deben ser liberados
inmediatamente!
THE NEW YORK TIMES Un canje de presos con Cuba
El Comité Editorial, Nov. 2, 2014 Hace
casi cinco años, las autoridades en Cuba detuvieron a Alan Gross, un
subcontratista del gobierno estadounidense que estaba trabajando en un
sigiloso proyecto para expandir el acceso a Internet en la isla. Aunque
un creciente número de líderes en Washington y La Habana parecen estar
ansiosos por comenzar a normalizar la relación entre los países, el caso
de Gross se ha convertido en el principal obstáculo para lograr un
avance diplomático.
Solo hay una manera viable de retirar a Gross
de una ecuación suficientemente compleja. La administración Obama debe
canjearlo por tres espías cubanos que llevan más de 16 años tras las
rejas en Estados Unidos.
En la Casa Blanca, la posibilidad de un
intercambio de presos con La Habana genera ansiedad, debido a las
críticas que surgieron en mayo, cuando Estados Unidos negoció la
liberación de un soldado secuestrado en Afganistán a cambio de cinco
líderes del movimiento Talibán. El gobierno estadounidense,
sensatamente, suele rehusarse a negociar con terroristas o gobiernos que
detienen a sus ciudadanos en busca de dinero o concesiones políticas.
En circunstancias excepcionales, vale la pena hacerlo. El caso de Gross
es una de ellas.
Gross viajó a La Habana cinco veces en 2009,
bajo la dirección de Development Alternatives Inc., que tenía un
contrato con la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados
Unidos. Fingiendo ser turista, transportó furtivamente equipos de
comunicación como parte de una iniciativa para proveerles a más cubanos
acceso al Internet. El Gobierno cubano, que lleva años protestando los
proyectos encubiertos para promover reformas democráticas en la isla,
condenó a Gross en 2011 a 15 años de prisión por actos que atentan
contra la integridad del Estado.
Durante los primeros meses de su
detención, funcionarios en la isla sugirieron que estarían dispuestos a
liberar a Gross si Washington suspendía los proyectos cuyo fin es
destituir al actual Gobierno cubano. Esas negociaciones no prosperaron, y
la postura de la isla se ha endurecido. Funcionarios norteamericanos
han concluido que para lograr la libertad de Gross, es necesario
repatriar a tres espías cubanos que fueron condenados en un juzgado
federal en Miami, en 2001.
Para efectuar un canje, el Presidente
Obama tendría que suspender el resto de la condena de los reos. Esa
acción sería justificable si se tiene en consideración el largo periodo
que han estado presos, las críticas válidas que han surgido respecto a
la integridad del proceso judicial que enfrentaron, y los posibles
beneficios que un canje podría representar para lograr un acercamiento
bilateral.
El espía que más le importa al Gobierno cubano,
Gerardo Hernández, fue condenado a cadena perpetua. Hernández, el líder
de la Red Avispa, una agrupación que infiltró grupos de exiliados
cubanoamericanos en el sur de Florida durante la década de años noventa,
fue hallado culpable de conspiración para cometer asesinato. La
fiscalía acusó a Hernández de conspirar con autoridades en La Habana
para derribar aviones operados por un grupo de exiliados que solían
repartir folletos sobre la isla, incitando a una revolución contra el
gobierno. A sus cuatro asociados se les declaró culpables de delitos no
violentos. Dos han regresado a Cuba, y los otros dos van a ser liberados
relativamente pronto.
Un panel de tres jueces del Juzgado de
Apelación del Distrito 11 revocó los fallos en agosto de 2005, habiendo
determinado que un conjunto de factores impidieron que los acusados
tuvieran un proceso justo. Los jueces establecieron que, en vista de la
enorme hostilidad contra el gobierno cubano en Miami, y de cobertura
periodística vilipendiando a los espías, el jurado no podía ser
imparcial. Al revisar el caso posteriormente, todos los jueces de la
corte de apelación dieron revés a ese fallo y restituyeron los
veredictos. Sin embargo, jueces de esa corte señalaron otras
deficiencias en el proceso judicial, que llevaron a una reducción en la
condena de tres de los presos. La jueza Phyllis Kravitch escribió una
opinión disidente, argumentando que la acusación de conspiración para
cometer asesinato imputada contra Hernández no tenía fundamentos. Los
fiscales, según la jueza, no establecieron que Hernández, quien le
proveyó a La Habana información sobre los vuelos, había acordado con
autoridades en la isla que los aviones serían derribados sobre espacio
aéreo internacional. Si los aviones hubieran sido derribados sobre
espacio aéreo cubano, el acto no habría constituido un delito bajo la
ley de Estados Unidos.
El regreso de Hernández a la isla es una
prioridad primordial para el Presidente de Cuba, Raúl Castro. Los
líderes cubanos han celebrado a los presos como héroes y han protestado
que el proceso legal fue injurioso. Entidades independientes, incluido
un panel de Naciones Unidas que evalúa detenciones arbitrarias, y
Amnistía Internacional, han sido críticas del proceso judicial. La
percepción del caso en Cuba, donde los espías son vistos como víctimas,
desafortunadamente ha incentivado a que el gobierno de la isla trate a
Gross como una pieza canjeable.
A través de los años,
funcionarios estadounidenses han dicho que no están dispuestos a
intercambiar a los espías por Gross, dado que alegan que los casos no
son equivalentes.
Sin embargo, un canje podría abrir el camino
para reanudar lazos diplomáticos, lo cual permitiría que Estados Unidos
tuviera mayores oportunidades de fomentar cambios positivos en la isla
mediante la expansión de comercio, turismo y mayor contacto entre
cubanos y norteamericanos. De lo contrario, se perpetuará la enemistad
que ha reinado durante más de 50 años, continuando así un ciclo de
desconfianza y actos de sabotaje por ambos lados.
Más allá de los
méritos estratégicos de un canje, la administración tiene un deber de
hacer más por lograr la liberación de Gross. Su arresto se llevó a cabo
como consecuencia de una estrategia irresponsable, mediante la cual la
agencia de ayuda internacional estadounidense ha enviado a contratistas
privados para llevar a cabo misiones secretas en un estado policial que
está rotundamente opuesto a la agenda pro-democrática de Washington.
Gross
ha bajado más de 45 kilos de peso durante su detención. Está perdiendo
la vista en el ojo derecho. Tiene dolencias en las caderas. En junio, su
madre falleció. En mayo, luego de cumplir 65 años, Gross dijo que este
año será el último que pasa en cautiverio, amenazando estar dispuesto a
quitarse la vida si no recobra la libertad. Sus seres queridos han
tomado sus palabras literalmente, considerándolas como una advertencia
de un hombre desesperado. Si Gross muere estando en custodia, la
posibilidad de establecer una relación más saludable con Cuba
desaparecerá por varios años. Obama tiene que reconocer que esto es
enteramente evitable, pero hay que actuar pronto.
Imagen agregada RCBáez
Mijo, yo sé que eres tú
| Gerardo Hernández y Carmen Nordelo | Nyliam Vázquez García.― Un
día a Carmen comenzaron a borrársele los recuerdos. Fueron tiempos
difíciles para la familia y aún más para el hijo que le faltaba a su
regazo. Tan lejos, él no podía hacer lo que más ansiaba: llevarla al
médico, buscar sus medicinas, acompañarla, velar su sueño… no sé. Peor
aún, esa nueva circunstancia le negó, desde unos años antes, la visita
de su vieja. Ella ya no pudo cerrar las puertas del hogar en Arroyo
Naranjo, La Habana, cruzar el océano, desandar carreteras para llegar a
la prisión de máxima seguridad en Victorville, California.
¿Cuánto atormenta el dolor de una madre? ¿Cuánto pesa el sufrimiento de
un hijo? Han pasado cinco años desde que Gerardo Hernández Nordelo
recibió en prisión la fatal noticia. Su Mamucha no había aguantado. Él
no pudo despedirse y todavía a la tumba de Carmen Nordelo le faltan las
flores de su hijo y esas palabras que él habrá de decirle allí donde
debió estar aquel 2 de noviembre. Uno puede adivinar la lucha
silenciosa de una mujer, de una madre, por no perder la batalla, por no
faltarle a su muchacho. Ahora Mirta, la madre de Antonio Guerrero, nos
da todos los días una lección de lo que solo pueden hacer ellas. Seguro
Carmen se aferró a esa fuerza vital materna para guardar lo más cierto
de su vida: sus hijos y él, quien más la necesitaba. Para el libro
Retrato de una ausencia, Adriana contó que en momentos en que su suegra
no reconocía a nadie, la voz de su niño siempre fue un bálsamo.
Él le hablaba con toda ternura, quizá le contaba algún chiste y seguro
le repetía mil veces que estaba entero, que no se preocupara. La única
señal de que ella sabía a quién pertenecía esa voz llegada a través del
teléfono era la lágrima caprichosa que le surcaba el rostro. Esa, su
forma de decir, ya sin poder hablar: «Mijo, yo sé que eres tú».
¡Cuánto habría dado Carmen por ver a Gerardo libre, junto a la mujer
que ama, rodeado de sus sobrinos, en familia! ¡Cuánto habría dado
Gerardo por abrazar a su madre aunque fuera una vez más…!
Cualquiera, más allá de argumentos legales, podría entender tal dolor
alojado en el pecho. Quizá, también, podría quedar rendido ante la
valentía del hijo de Carmen. Cuando a la prisión solo le llegaban malas
noticias del deterioro de la salud de su madre, a él le preocupaba la
noticia, el momento en que fuera definitivo que ya no pudiera dar el
abrazo final. «Quería que fuera Adriana o alguien de su familia quien le
contara, y no los guardias de la prisión», recordó Alicia Jrapko hace
poco en un diálogo con JR. No quería darles a sus carceleros el gusto de
verlo triste o abatido. Ese día, hace cinco años atrás, fue una jornada
aparentemente normal en Victorville, pero en el pecho de un prisionero
había un motín. Con el alma deshecha, Gerardo hizo lo impuesto
por la rutina de una cárcel sin que nadie supiera que su mundo se movía
bajo sus pies, que en La Habana se despedía a Carmen y que su presencia
hacía falta en el reparto Alcázar para llorar unidos. ¡Cuánto habrá
añorado su hermana Chabela los brazos de ese muchacho, cuánto le habrá
apretado el pecho a su Adriana pensar en todos los sentimientos que
estaba experimentado su esposo el día de la muerte de su madre…!
Han pasado cinco años y seguramente cada nuevo noviembre se agolpan los
recuerdos. Vuelve la ansiedad. Gerardo tiene una deuda. Entre las
muchas cosas que tendrá pendiente, está ese diálogo silente e íntimo con
su vieja y esas flores germinadas en sus manos que aún le faltan a la
tumba de Carmen. Pero para que Gerardo cumpla, para que viva lo que debe
vivir, para que no le falte más a su familia, a su esposa, hay que
traerlo a casa, hay que seguir en la batalla por el regreso de esos
hombres que han pasado 16 años tras rejas que no les corresponden.
Cuando logremos que Gerardo esté aquí, con sus flores para Carmen, tal
vez con el rostro surcado de humedad, Cuba entera sabrá que no habrá
madres más felices, ni en el cielo ni en la tierra, que las madres de
los Cinco, mientras las hojas de los frondosos árboles del camposanto le
devuelvan un susurro: «Mijo, yo sé que eres tú». - See more at:
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