“Cuanto más
amplio sea el uso del mercado, menor será el número de cuestiones en las
que se requieren decisiones expresamente políticas y, por tanto, en las
que es necesario alcanzar un acuerdo”.
Varias veces habló sobre ello el
Presidente de Venezuela Nicolás Maduro en su programa “Contacto con
Maduro” -transmitido por TeleSUR- al que invitó a “Los Cinco”, héroes de
la República de Cuba que permanecieron 16 años en prisiones
estadounidenses por evitar acciones terroristas contra su país y que
regresaron a la Isla el 17 de diciembre de 2014, quienes visitan la
patria de Bolívar por estos días.
“De esos 16 años
que ustedes estuvieron resistiendo en condiciones dantescas en Estados
Unidos seguramente se queda corta la serie esta ‘Prison break’, ante los
relatos de estos hombres. De estas historias saldrán varios libros,
varias películas, varias series televisivas. “Ponemos a la orden la Villa del cine para que la vida de ustedes se conozca, en inglés, en francés, en árabe, en todos los idiomas”
Así anunció Maduro la voluntad de su gobierno para llevar al audiovisual la historia de Los Cinco. Luego, al hablar con René González,
uno de los antiterroristas, sobre su Diario, escrito en los días del
juicio fraudulento a que se les sometió en Miami, el presidente
venezolano sugirió que este podría ser útil para el guión de la
producción audiovisual.
La historia de estos hombres que no
pudieron ser ni doblegados ni comprados logró sumar en la batalla por su
libertad a jefes de estado, parlamentos, intelectuales, movimientos
sociales, Premios Nobel y artistas de todo el mundo. Celebridades
cercanas a la gran pantalla como John Le Carré, Sean Penn y Danny Glover se incorporaron a la lucha por su liberación y varios libros se escribieron sobre ellos.
El escritor brasileño Fernando Morais publicó en 2011 un volumen que con el título Los últimos soldados de la guerra fría se convirtió en best seller en
su país y se habló en ese momento de la posibilidad de una película
brasilera-estadounidense con base en esa obra pero no se ha llegado a
saber nada sobre el proyecto. Es presumible que en Cuba,
donde se han realizado varios documentales sobre Los Cinco, los costos
de un filme de ficción sobre el tema han impedido la concreción de la
idea que ahora propone Maduro.
Lo extraño es que, al revisar la red,
sólo la prensa venezolana y la agencia de noticias alemana DPA hablan
del asunto que imaginé sería hoy noticia de primera plana en los medios
cubanos, tan dados a anunciar a bombos y platillos las coproducciones
cubanas con países europeos, muchas veces reproductoras de estereotipos
coloniales sobre la realidad de la Isla. El silencio puede tener dos
causas: o los periodistas cubanos y sus editores no vieron a Maduro con
Los Cinco en TeleSUR, o tal noticia no es prioridad para nuestra prensa.
No sé qué es peor, pero en todo caso se hace evidente algo que he dicho
antes: los temas relacionados con la lucha ideológica encuentran
demasiado poco espacio en nuestros medios.
Recientemente escribí que estamos sometidos de un bombardeo creciente de símbolos procedentes del Norte que no es espontáneo:
“nuestros
adversarios, tan promotores del libre mercado y con la economía más
poderosa del mundo, -a pesar de lo que dijo Obama en Panamá: “yo no
estoy atrapado por la ideología”- no dejan la imposición de su ideologia
a la casualidad. Wikileaks ha revelado
hace muy poco cómo la Casa Blanca sigue encargando a Hollywood producir
el cine que necesita su política exterior y antes divulgó cómo uno de nuestros ilustres visitantes estadounidenses -el director de Google Ideas, Jared Cohen– se reunía con los ejecutivos de Bollywood
-centro de producción de cine en la India, con gran distribución
internacional- para ofrecerles fondos a cambio de insertar contenidos
del interés de los Estados Unidos.”
Que la oscura relación entre Hollywood y el Pentágono está documentada de larga data como describe la revista Pijamasurfpero que no es un asunto del pasado lo evidencian recientes producciones del estilo Operación monumento y Jack Ryan. Operación sombra:
“Lo que vemos, y
hay que llamarlo por su nombre, es una sociedad semisecreta, a caballo
entre el poder político-militar y el poder de entretenimiento-económico,
intercalando posiciones hasta fundirse en un aparato de control único.
La sociedad del espectáculo en la que vivimos no es solamente la
casualidad del mercado libre y de la naturaleza humana de buscar
entretenimiento o de consumir historias. Lo sabían los grandes políticos
griegos: el teatro es el perfecto escenario de adoctrinamiento
justamente porque los ciudadanos no lo rechazan reempaquetado,
glamorizado y supuestamente libre de la ideología política oficial. El
cine es el aparato de adoctrinamiento más poderoso inventado hasta la
fecha porque simula la realidad al incorporar todas las artes en un
mismo flujo, convirtiéndose en una extensión de nuestros sueños, de
nuestras imágenes mentales y, por lo tanto, penetra el inconsciente,
donde implanta sus semillas.”
“la escasez crónica
de personajes e historias que encarnen desde la ficción audiovisual,
con efectividad comunicativa, valores con los que se identifica nuestro
proyecto económico y social”.
Un peligro que puede lastrar proyectos
como los propuestos por Maduro y que ha dañado muchos buenos propósitos
es querer convertir el arte en propaganda. Pero no es mejor el realismo
socialista a la inversa de la maquinaria mediática global a la que sólo
le interesan los cubanos para utilizarlos con una intencionalidad
política adversa a la Revolución, como ha denunciado al canal Russia Today el actor Enrique Molina.
La norma para Cuba es un Código Hays, no
escrito pero gestionado por la “mano invisible del mercado”, que censura
cualquier visión que no cumpla con el estereotipo que la misma
hegemonía mediática ha impuesto. Para determinados productores
extranjeros Centro Habana se ha vuelto el Cañón del Colorado del western
cubano donde solo caben prostitutas, proxenetas y delincuentes
-extrañamente ubicados en el país menos violento de Latinoamérica- y el
único móvil para un personaje que diga creer mínimamente en la
Revolución -que al parecer se sostiene del aire, o peor, a sangre y
fuego, porque en otros lugares la vida de la mayoría en esas condiciones
desata insurrecciones- es el de la simulación, el oportunismo y la
corrupción. Más que arte, ese tipo de producto ocupa el lugar del
periodismo de guerra ¿sicológica?, el encargo está en el aire y la
demanda crea la oferta.
Ante un panorama como ese, el planteamiento de Nicolás Maduro
es una gran oportunidad para ejercer la libertad de expresión y, como
corresponde al buen arte, abordar un fenómeno tan complejo y
contradictorio para los espectadores bombardeados por un discurso muchas
veces tan monocorde como el “oficialismo” contra el que se dice
protestar: Que estos hombres -quienes dicen ser cubanos comunes y
corrientes- hayan insistido en sacrificar 16 años de sus vidas en la
cárcel por un “proyecto fracasado” y retornar a un país que -según los
medios occidentales- está en ruinas, donde el hambre y los deseos de
emigrar son el día a día a la población y para colmo, sean reconocidos
por ésta como héroes. Sin dudas, es algo que, según demuestra el libro
de Morais, puede ser una historia de éxito pero de esas de las que muy
casualmente el democrático mercado audiovisual no quiere saber.