Por Nyliam Vázquez García
Fernando González cumplirá íntegramente su condena el próximo 27 de
febrero. Aunque no se sabe cuánto tardará el proceso de deportación al
que será sometido, la familia ya siente más cerca la posibilidad del
abrazo y él también
Ha
sido un día muy agotador, pero está feliz. Como siempre, ha hecho mil
planes, pero no siente que ha adelantado mucho: cobró la jubilación,
conversó con varias personas, esperó a Juventud Rebelde para un diálogo.
¡Ha sido un día!, dice al abrir la puerta.
De
todas formas, como siempre, puede con todo; no solo porque es una
guerrera, sino porque acaba de regresar de ver a su hijo en la prisión
de Safford, Arizona, y su hijo está de buen ánimo, y ese detalle para
una madre se convierte en fuerza renovadora. Fue una visita diferente.
Por
primera vez en 15 años, Magali González Llort mira el almanaque y
descuenta el tiempo con esperanzas de que ciertamente quede poco. Aún no
se sabe cómo será ese día, ni los siguientes; cuándo por fin podrá ver a
Fernando en Cuba, pero ella se muere de ganas de abrazarlo de verdad y
no regida por las reglas de los carceleros; ponerle el brazo por encima,
tocarlo a su antojo.
Fernando
González Llort cumplirá íntegramente su condena el 27 de febrero de
2014. Su disciplina, como la de los Cinco, ha sido intachable, ni una
sola queja, ni un solo reporte disciplinario en ninguna de las prisiones
por las que ha transitado desde que el 12 de septiembre de 1998 fuera
arrestado en Miami, junto a Gerardo, René, Antonio y Ramón. Ha sido un
ejemplo y, por eso, en vez de los 17 años y 9 meses, previstos en la
resentencia de 2009, a partir de la reducción de condena por buen
comportamiento que reciben los presos federales, Fernando habrá pagado
injustamente por haber evitado actos terroristas, con 15 años, cinco
meses y 15 días de su vida.
Todavía no se sabe cómo será su salida, el tiempo que tardará el proceso de deportación.
Solo
una cosa es cierta: el hijo de Magali, el hermano de Marta y Lourdes,
el esposo de Rosa Aurora, habrá cumplido la condena impuesta a finales
de mes. Más allá del proceso de deportación, la fecha que se avecina
coloca a la familia en una perspectiva nueva. Podría ser que sentarse
todos alrededor de la mesa no sea más un sueño recurrente.
En la estratósfera
El
apartamento de Magali en la Víbora será de las tantas novedades que
Fernando encontrará a su regreso. A pesar de su trabajo, estuvo al tanto
de la permuta que quería hacer su madre para que él pudiera vivir
independiente. Pero demoró demasiado y se dio cuando a él y a sus
hermanos ya los habían arrestado en Miami. Magali lleva más de una
década viviendo en ese barrio, pero su hijo apenas lo conoce por fotos.
Ahora mismo, esta mujer que hemos visto de un lado a otro defendiendo la
libertad de los Cinco, no encuentra ni un par de vasos en su cocina
para ofrecer agua.
«Estoy
en la estratósfera», confiesa y se le ve el brillo feliz, el miedo
agazapado, porque la incertidumbre acecha como una espada de Damocles.
Sin embargo, se le nota la energía después de sopesar, como solo saben
las madres, el ánimo de Fernando en los últimos días de este enero.
«Estaba
con gripe, había estado con fiebre el día anterior. Había bastante
frío. Tenía puesto dos pulóveres de mangas debajo y la camisa del
uniforme que usan allí», es lo primero que comenta y enseguida salta
para lo que la tiene flotando.
«Con
muy buen ánimo, porque dice que esta visita lo hacía ponerse en la
realidad de que ya estaba para salir, que le quedaban pocos días…»,
confiesa.
Para ella y sus hijas —Marta y Lourdes la acompañaron— también este encuentro con Fernando tenía un sabor especial.
«Eso
fue... imagínate, pensar que esa sería la última vez que nos íbamos a
tener que encontrar en esa situación… uno se da cuenta de que a nosotros
y a él lo tratan con bastante respeto y no hemos tenido problema,
siempre hemos sido disciplinados, tratando de no crearle conflictos. Él,
como siempre, recordando lo habido y por haber; toda la historia de su
vida, de fulanita si vive aquí, si menganito sigue viviendo allá, porque
sigue la huella de todo el mundo…», cuenta Magali y el brillo en sus
ojos es contagioso.
«Con
ustedes aquí yo me siento que voy a salir», dijo Fernando, quien tal
vez frente a los suyos se dejó llevar por esa idea feliz, aunque él está
preparado para cualquier cosa. De hecho, le contó a su familia que
fueron otros presos quienes lo pusieron sobreaviso con las cuentas.
«Oye, Cuba, te quedan 31 días…», «Oye, Cuba, te quedan 28», le dicen al
pasar. Él trata de no pensar e intenta seguir su rutina, pero con su
familia allí no pudo contenerse y hablaron de muchas cosas sin poder
evitar el tono de resumen, de recapitulación de lo que han sido los
últimos 15 años.
«Nos
alegramos de ver que aunque tenía mucha tos, no tenía fiebre. Ahora
está esperando la visita del abogado que tiene conocimiento de la
situación migratoria, para que lo oriente de cómo puede ser la salida,
porque para todos nosotros y para él esa es una interrogante. Desconoce
para dónde lo llevarían, qué tiempo tendría que permanecer ahí para el
regreso, pero estaba contento de que esa fuera la última visita que
tendríamos que hacer allí», comenta Magali.
Dice
la madre que se la pasaron dándose consejos los unos a los otros para
estos días. Ella sabe el hijo que tiene, pero no puede evitar, cuando
pone la cabeza en la almohada, pensar en que Fernando está en una
cárcel, y en una cárcel siempre está en peligro.
«Él
tiene bien puestos los pies en el piso y trata de no buscarse ningún
problema, nosotros nos damos cuenta de que hay cierto respeto hacia él,
creo que se lo ha ganado con su comportamiento, su disciplina…»,
asegura.
Cuando pregunto qué le contó sobre las más pequeñas de la familia…
«Él
está loco por conocer a sus sobrinas-nietas. Vio unas fotos que le
mandó Laura, su sobrina; pero está loco, por conocerlas. Fernando dejó
de ver a mi nieta cuando estaba como en la secundaria, la vio de nuevo
cuando ella estaba embarazada y él estaba en la prisión de Terra Haute.
Esa fue la única ocasión, y Laura es madre por segunda vez… quiere saber
qué está haciendo ella, cómo se las arregla en la casa, con las dos
niñas, con el círculo infantil, todo con detalles, la vida diaria, como
si estuviera aquí», dice la madre y se ríe de las cosas de su hijo, ese
hombre que ha envejecido en una prisión estadounidense por cometer un
«delito»: salvar vidas tanto cubanas como estadounidenses.
Cuenta regresiva
Magali
piensa que su hijo no mereció estos años de cárcel y recuerda que por
los mismos cargos impuestos a Fernando (Agente extranjero no
identificado y documentación falsa), otros en Estados Unidos fueron
condenados a menores penas o devueltos a sus países de origen, incluso
con acusaciones probadas aún mayores. Pero Fernando, Gerardo, Ramón
Antonio y René son cubanos y fueron juzgados en Miami. Además, la verdad
es que ahora ella no piensa en nada que no sea la cuenta regresiva.
Quizás su hermana Lourdes tenga bloqueado por estos días ese recuerdo
que la sobrecoge y todavía la hace llorar. Ese que la devuelve a su
primera visita, a la soledad de las afueras de la prisión después de
verlo. Vuelve a mirar alrededor, como si hoy fuera ayer, se detiene en
las alambradas, los muros, los guardias y pregunta con un dolor intenso
en el pecho: «¿Qué hace mi hermano aquí?». Pero, no.
La
familia ahora está inmersa en la dinámica de los preparativos y hace un
extra para espantar malos recuerdos. La esposa de Fernando, Rosa
Aurora, lo tiene claro, porque con ella también dialogó JR.
«Han
sido 15 años de mucho sufrimiento, pero nosotros hemos estado en
libertad, Fernando ha estado en condiciones muy hostiles. Tiene que
adaptarse a esa condición de libertad, que va a llevar un proceso
psicológico importante».
Deuda
En
medio del tropel de su mente, Magali no puede dejar de mencionar a
todos aquellos que han tendido una mano en todos estos años. Han sido
muchas personas buenas y de ello conversó con Fernando esta vez.
«No
es fácil, todo el mundo está trabajando y se separan de sus familias el
sábado y el domingo, los días de las visitas, para llevarnos a la
cárcel», comenta, y ella sabe que son dos horas y pico de carretera y
que los controles de la prisión son muy incómodos. Por otra parte,
asegura, nunca sabes qué tanto puede perjudicar a un solidario el hecho
de que esté apoyando, ayudando.
«Tienes
que dar la marca, la chapa, el color del carro que te llevará… un grupo
de datos de esas personas que te están dando solidaridad», reconoce.
«Hemos
tenido suerte al conocerlos, porque no es fácil en un lugar que es tan
apartado, tan gris… aquello es un desierto. Rocas, muchas montañas, pero
de rocas. Muy áspero todo. Sin embargo, la gente con un corazón
tremendo», comenta Magali, y por un momento vuelve al panorama desolador
de Arizona, donde está la penitenciaría donde Fernando ha pasado los
últimos años. Vuelve a los amigos, regresa la luz. «Tenemos muchísimo
que agradecer», sentencia.
Preparativos
Las
hermanas le compraron algunas cosas que creyeron él pueda necesitar,
con los colores que ellas saben que le gustan. Rosa también le tiene sus
detalles. Magali ya anda buscando para hacerle la yuca con mojo que
hace tantos años él no come. Madre y esposa desean que haga lo que
desee, una vez que llegue.
«Los planes los iremos haciendo en la medida de sus deseos, lo que él quiera hacer», apunta Rosa Aurora.
«Yo
no sé qué va a pasar cuando nos encontremos… Quiero que sea él quien
decida. Me da mucha alegría pensar que por primera vez él pueda pedir
algo que pueda disfrutar, no añorarlo y que sea algo lejano. Yo estoy
esperando nada más que llegue y me diga: Voy a la Víbora, voy para el
Vedado, para Playa…», dice Magali.
De
todas maneras, hay algunas cosas que parecen más o menos seguras
mientras pasan los días… Tiene que adaptarse de nuevo a todo, incluso a
la libertad.
«A
ver cómo va a ser su inserción, porque para ellos es un cambio brusco.
Está acostumbrado a caminar dos pasos y se tiene que parar si pasa
alguien, a una alimentación bien distinta, a pararse ante las puertas,
con horas y restricciones. Yo sé que va a ser difícil», dice su madre,
sabia, como todas.
Su
esposa Rosa Aurora, que a causa de su enfermedad no ha podido ver a
Fernando en un año y medio, tiene su mirada azul más transparente por
estos días, aunque con el susto de que puedan alargarle el abrazo. No se
sabe.
«Me
gustaría poder compartir tiempo juntos, porque hemos estado separados
muchos años. Me gustaría poder pasear con él por La Habana, para que vea
todas las cosas lindas que se han hecho en La Habana Vieja, las que se
han recuperado en estos 15 años. Sé que lo va a disfrutar, a Fernando le
gusta mucho esta ciudad», sigue Rosa.
Ya
piensa en buscarle libros de su interés: de Historia, de Economía. Pero
reserva, para cuando puedan ir juntos, de la mano, una visita por las
librerías para llevarse a casa algunas de las novedades editoriales.
En
prisión, Fernando tiene claro qué es lo que quiere esencialmente y se
lo dijo a su madre: «Él quiere trabajar, incorporarse enseguida en el
trabajo que le den».
«Está
loco por empatarse con Rene, ver la gente aquí y mi casa, disfrutar el
calor de la familia, porque nos sentemos a la mesa todo el mundo juntos,
conocer personas, sentirse que ya está en lo suyo», continúa Magali.
Dice la esposa que René está esperando a Fernando para trabajar juntos en todo lo relativo a la campaña.
«Fernando
está consciente de que esa es una de sus tareas principales: unirse a
la lucha de sus tres compañeros que todavía están en prisión», asegura
Rosa.
Cuando Magali comenta sobre los tres hijos que aún le quedarían en prisión, se le apaga la sonrisa.
«Con
Rene, ya son dos para luchar por los tres que quedan… una situación
difícil, porque uno se pone a analizar y hay que luchar mucho. A Ramón y
a Tony le quedan años, pero los años pasan; Gerardo no tiene otra
salida, y por eso considero que no podemos conformarnos. Tenemos que
echar el resto, pero Gerardo tiene que venir también en un avión y que
no tenga que cumplir esa condena. Ya bastante desgracia tuvo al no poder
ver a su madre cerrar los ojos, al no poder tener hijos que pudieran
disfrutar de cómo es él, de campechano, alegre…».
Con
una mueca y una fuerza telúrica, Magali asegura que a ella Gerardo le
preocupa sobremanera. Para las familias de los Cinco la alegría nunca va
a ser completa, mientras todos no estén disfrutando del cariño de los
suyos.
«Ese es otro plan de Fernando, seguir luchando porque hay que traer a los otros para acá», apunta Magali.
Con un ancla en la tierra
Mientras
todos se debaten entre hacer y no hacer planes, por si surge algún
imprevisto, Fernando trata de mantener la calma. Claro, ya nota que por
más que se esfuerza, la mente se escapa con ciertos pensamientos. Siente
que le cuesta concentrase en la lectura. Sin embargo, se impone hacer
sus días normales.
«Ha
mantenido sus salidas, temprano en la mañana a correr, excepto esos
días de fiebre. Pero el espíritu se le veía de otra forma, no veía esta
visita como una más para esperar otra, dentro de un tiempo, cuando
dieran visa. Ya estaba con su cabeza aquí», dice su madre.
Ella,
Magali Llort, sabe que después de este primer impacto vendrán las cosas
normales: analizar, ver cómo puede ayudar, de rearmar su vida. Pero
antes piensa en el momento en el que todo comienza de nuevo para su
pequeña familia, el momento esperado por otras tres y que habrá que
seguir en el intento de acercar, de hacer definitivo, para que cuando
René y Fernando se acuesten al final del día, Adriana duerma acurrucada
en los brazos de Gerardo, Ramón ande por ahí jugando a lanzarse
almohadas con sus cuatro mujeres (el amor de su vida y sus tres hijas), y
Tony esté abrazando a Mirta o tirando un pasillo con sus hijos o tal
vez tratando de dormir al nuevo sobrino-nieto de la familia.
Magali
sigue en las estratósfera, pero con un ancla en la tierra. «No quiero
ni tomar refresco de cola, para que no me vaya a subir la presión en
estos días». Ahora susurra. Sabe que hay que hacer las cosas muy bien,
mantener la calma en lo posible y eso vale para todos. Regresa a las
nubes y lo hace llevándose las manos al pecho.
«No
sé cuántos latidos marcará mi corazón cuando yo lo vea bajarse de un
avión, un barco o una cigüeña… (risa), no sé en qué lo traerán, pero
deseo verlo llegar y ver reflejado en su cara el encuentro con este
país».
Tomado de Juventud Rebelde