Por Nyliam Vázquez García
Que
Gerardo Hernández Nordelo es un «fuera de serie» ya se sabe. La
historia de los bates Cubacan aporta aún más argumentos, un proyecto con
su amigo Bill Ryan y en el que Adriana es esencial
Alexander
Malleta camina lento hasta el cajón de bateo. Cuando levanta el madero
ahí está la marca que indica que ese no es un bate cualquiera. A la
espera del lanzamiento del pitcher, es como si Gerardo Hernández Nordelo
no estuviera en Victorville, California. De algún modo, mientras el
slugger del equipo Industriales se dispone a conectar, pareciera que
Gerardo está más cerca de cumplir el sueño de sentarse en el estadio
Latinoamericano, al lado de Armandito el Tintorero. Aunque, si uno mira
bien, «el jugador de pelota más malo del mundo», pero el fanático más
ferviente, según su esposa, está al lado de la estatua. Expectante.
Cuando
Malleta da un jonrón o incluso cuando se poncha, Gerardo está menos
preso. Mientras otros peloteros del equipo Industriales juegan o
entrenan con los bates Cubacan, fabricados en su tiempo libre por el
amigo canadiense Bill Ryan, hay motivos extra para las sonrisas. Y se
multiplican cuando el equipo ganador de la Serie Nacional recibe su
bate-trofeo o llegan los de otros peloteros destacados.
Una obra de amor
Más
de 200 maderos con la marca y el logo creados por Gerardo han llegado a
Cuba desde que hace alrededor de cuatro años inició este proyecto junto
a Bill. Los bates, a fuerza del fanatismo de nuestro héroe por la
pelota y el amor por su equipo azul, se han convertido en otra de sus
obsesiones.
Entonces,
Bill le había preguntado a Gerardo: «¿Qué más puedo hacer?»; y a él,
aprovechando la calidad de la madera del bosque del amigo y su gesto
desinteresado, se le ocurrió proponerle hacer bates para Industriales,
su equipo. Otra vez Gerardo sorprende. En medio de su injusto encierro
en una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos, logra que todo
fluya para que finalmente se concrete esta obra de amor.
Adriana,
puente esencial y obsesión primera de ese hombre bueno, recuerda esos
primeros tiempos en que hizo falta mucha entrega y paciencia para lograr
la fluidez que ya tiene la fabricación de los bates Cubacan. Gerardo,
en la prisión, y Bill, en Canadá, estudiaban e investigaban sobre
medidas, calidad y viabilidad del uso de la madera de arce, posibles
regulaciones sobre su empleo y otros mil detalles. Cartas o alguna breve
llamada que pudiera hacerse para intercambiar información, ajustaban
los planes. Gerardo mandaba apuntes a Bill para que los ampliara y este
se aventuraba con los primeros prototipos en el sótano de su casa en
Ottawa y con herramientas muy primarias.
Desde
La Habana, Adriana consultaba con Pedro Medina, «el hombre de
Edmonton», ex receptor de Industriales, las dudas que le surgían a su
esposo. Pedro contestaba, ella enviaba las respuestas y así, una
triangulación que parecía infinita.
«Lo
que hace falta es acabar de averiguar si hay alguna regulación que les
prohíba a los peloteros usar un bate mandado a hacer especialmente para
ellos, o si las regulaciones permitirían usar los bates de Bill para
jugar, o si se podrían usar al menos para las prácticas», fue una de las consultas de Gerardo.
«Pienso
que se pueden hacer bates personalizados con estas medidas que le estoy
enviando, que pueden llevar sus nombres y el logo de Gera, sin
problema, por el contrario, la idea es magnífica y los jugadores van a
estar muy motivados», respondió Medina.
«…es
un árbol de madera muy dura, por lo que estoy seguro será buenísimo
para jugar béisbol, pienso que va a ser algo muy útil para nuestro
equipo ya que en la Serie recién concluida se partieron una buena
cantidad de bates, puede ser que la madera no sea buena o también un mal
agarre del mismo, pienso que es lo primero. Si está en tus medios
enviar algunos te lo vamos a agradecer porque estamos necesitados en
estos momentos y también nos da la posibilidad de irlos probando antes
que comience la Serie 52».
Adriana en diálogo con JR revela detalles.
«Es
a mediados de la Serie 51 que Bill manda el primer envío de bates; una
cantidad numerosa. Cuando Gerardo ve las primeras fotos que Bill le
mandaba de lo que iba haciendo (recuerda que Gerardo no puede verlos ni
tocarlos), piensa que los bates no tienen el tamaño para el juego, que
son para el «fogueo», para el entrenamiento, que son más finos.
«Gera
me pidió que le preguntara a Medina y él, efectivamente, se sorprendió
de cómo pudo darse cuenta solo por las imágenes de un detalle tan
técnico. Eso da la medida de su afición, de lo detallista que es».
Después
de corregir las medidas y ajustar detalles, los bates comienzan a
llegar a través de la Embajada cubana en Canadá o aprovechando el viaje
de cualquier amigo. Adriana siempre recuerda el apoyo en esos primeros
momentos de la embajadora cubana Teresa Vicente y su esposo, quienes
respaldaron incondicionalmente el proyecto e iniciaron un camino,
mantenido luego por la sede diplomática de Cuba en Canadá. Una vez
llegados a Cuba los bates, la esposa de Gerardo se los da en el mismo
Latino a Medina, a Vargas o a los peloteros.
Durante
una entrega de bates al equipo Industriales, en 2012, Bill Ryan comentó
a un colega de Granma: «Con Gerardo aprendí cómo hacer bates y creo que
los resultados son satisfactorios, pues Sam Bat, compañía canadiense
que produce cientos de maderos de distintos tipos para las Grandes
Ligas, aprobó nuestro modelo».
En
un correo de Gerardo a Adriana se nota el entusiasmo, el carácter de
este hombre que no sabe hacer otra cosa que entregarse, aunque la
injusticia estadounidense se empeñe en esa condena absurda de dos
cadenas perpetuas, más 15 años por haber salvado la vida de muchos.
«Mi
reina: este es el segundo capítulo de “la novela” de los bates Cubacan,
y lo empiezo con algo MUY IMPORTANTE: En el anterior te decía que yo no
sabía que con los bates de madera se batea con la parte donde está el
logo, pero ahora me estoy releyendo las cartas de Bill, más unos
documentos que me mandó, y veo que fue un error de interpretación mío.
El logo sí tiene que ver con la parte por donde se batea, y para eso el
fabricante lo pone en un lugar determinado, en correspondencia con el
“grano” o fibra de la madera. Pero en realidad, cuando se agarra el
bate, el logo debe quedar de frente al bateador, para que el bate golpee
la bola a unos 90 grados de donde está el logo. Que me perdone Medina
si acabo de “descubrir” la Calle Zanja (con todos los chinos adentro)
pero como yo me enteré ahora, y como lo había dicho mal en el anterior,
quería aclarártelo, por si acaso. O sea, con estos bates que estamos
haciendo hay que batear como con todos los demás, con el logo de frente
al bateador».
En
este mismo mensaje le comentó a Adriana que Bill había tenido en cuenta
las nueve recomendaciones para los fabricantes de bates de arce,
resultado de un estudio que hicieran las Grandes Ligas, a un costo de
medio millón de dólares. Como siempre firmó el correo: «Te amo+! Gera».
Bill y Nora
Bill
tiene 60 años. Trabaja durante toda la semana vendiendo autos.
Cualquier rato libre lo aprovecha en el taller sacando los bates de los
trozos de arce amontonados en un rincón, y que a su vez, provienen de un
bosque del que es propietario.
Por
su decisión, llevan también grabada la firma de Gerardo, si es para el
equipo Industriales, y de Ramón, Fernando, Tony o René, si es para otro.
Aunque en la última entrega, el equipo Industriales recibió bates
firmados por Fernando y por Ramón. Si se trata de uno personalizado, se
hace a la medida y con el nombre del elegido, y se añaden otros detalles
si es un bate-trofeo. A petición de Gerardo, en la empuñadura lleva el
nombre de Bill y el de su esposa Nora.
«Ellos
tienen una relación muy bonita, muy sólida. Es un matrimonio que tiene
más de 30 años, viven solos. Ese deseo de Gerardo da la medida del
respeto que siente por las relaciones de pareja, por la compañera, pero
también es el reflejo de lo que yo significo para él, de lo que
significamos cada una de nosotras», comenta Adriana.
«Porque
Bill hace los bates, pone los recursos, pero cuando analizas que, para
que Bill pueda hacer todo eso necesita una retaguardia, una compañera
que lo motive, para la que ese tiempo no sea un conflicto... Es también
reconocerle a Nora su aporte.
«Eso
te da la medida de lo delicado que es Gerardo con todas las personas,
es un hombre de muchos detalles, muy caballeroso y muy respetuoso por
las otras personas».
Las
palabras de Adriana llevan ese tono de admiración por el hombre amado,
por el hombre que le falta a su hogar, por el que espera.
Adriana,
como le ha tocado en estos casi 16 años de encierro de su esposo, se
convierte en su voz. Ambos le agradecen a Bill por su entrega
sistemática.
«Si
Bill no fuera un hombre disciplinado en su quehacer, no hubiese podido
emprender con tanta vehemencia y con tanto rigor este proyecto de los
dos (…) Lo ha hecho con mucho valor, porque Bill no sabía hacer los
bates, y empezó a usar su tiempo para dedicárselo a Gerardo y a sus
compañeros», asegura Adriana.
«Pudo
hacer unos cuantos, pero hacerlo con esa sistematicidad, estar
pendiente de las medidas, de los cambios para que se ajusten a cada
jugador... No hay duda de que Bill también es un hombre muy meticuloso, y
eso ha ayudado a que la comunicación entre los dos sea muy buena»,
apunta.
Gerardo, Adriana y la pelota
El
amor por la pelota él lo lleva en la sangre más allá de sus
habilidades. Gerardo sabe que es muy malo jugando y no es fama que ella
le dé. A Adriana le sale una sonrisa amplia cuando recuerda fragmentos
de vida en común.
«Cuando
me enamoré de Gerardo, un industrialista fanático, veíamos los juegos
en su casa o íbamos al Latino, … a veces yo no podía estudiar porque a
él, a su papá y a su sobrino les gustaba gritar… yo tenía que emigrar
con mis libros para la casa de mi cuñada que vivía arriba».
—Gerardo, por favor no grites más.
—A mí el psiquiatra me dijo que cuando estuviera muy estresado fuera a gritar al Latino, pero como me queda muy lejos…
Cuando
supo que vivimos tan cerca, que el hogar que lo espera está a unos
pasos del templo de los azules, me dijo: ¡Qué bueno, dile a la gente que
me guarden un asiento al lado de Armandito el Tintorero.
Adriana
también recuerda los juegos a los que iban en la Universidad; al equipo
del ISRI (Instituto Superior de Relaciones Internacionales) y los de
otras facultades que se juntaban para pasar un rato.
«Aquello
no tenía comparación, porque ese Gerardo jugaba mal, mal, mal…» Adriana
se ríe. «La pelota venía por aquí y él estaba parado por allá», y
vuelve a reírse a carcajadas.
«Le
decía: “Ay, Gerardo, no me traigas más a estos juegos de pelota que tú
juegas muy mal”, y él me respondía: “Ah, no importa, pero nos
divertimos”.
«Fíjate,
le conté en una llamada telefónica que las glorias de Industriales,
Anglada, Javier Méndez y otros peloteros que recibieron un bate-trofeo,
lo estaban esperando para un piquete y yo les dije: “Caballeros, mejor
lo ponen de observador”, y Gera comenzó a reírse, porque él sabe que
tengo razón. Tiene conciencia de que en el barrio lo dejaban jugar,
porque era el dueño del bate y el guante», y vuelve la carcajada.
Esta
idea de los bates, de aportar para el desarrollo de la pelota, ese amor
por el deporte no es algo reciente, ni mucho menos una afición ligada a
su resistencia en prisión. Adriana lo explica mejor.
«No
viene de ahora. Yo recuerdo que Industriales pasó muchos años sin ganar
una Serie y nosotros siempre seguíamos la pelota. El asunto es que
siempre perdíamos y yo le decía en broma:
—Gerardo, tú deberías cambiarte de equipo, si al final Industriales siempre te deja con la miel en los labios.
—Eso es traición, mi equipo es mi equipo, gane o pierda…, respondía él.
«Cuando
Gerardo cayó preso, me di cuenta que esa palabras encerraban más que un
juego de béisbol, encerraban su fidelidad, su lealtad. Si era así para
su equipo, cómo no hacerlo con la Patria y lo que estábamos
defendiendo».
Pendiente de lo importante
Correos,
llamadas, horas dedicadas al proyecto. ¿Cuánto ha influido en el ánimo
de Gerardo? Ella que lo conoce, que lo acompaña, que lo sabe de memoria,
aunque se empeñen en obstaculizar su comunicación, responde sin
pestañar.
«Muchísimo,
muchísimo, muchísimo… Yo te lo puedo decir, porque es un proyecto en el
que Gerardo está inmerso, en que está buscando un cambio, una
transformación, mejorar… Eso le da a él un espacio más abierto fuera de
las rejas de la cárcel y se aleja de todo lo que está pasando allí,
porque está pendiente de escribirle a Bill, de recibir información, de
darle seguimiento a los juegos… Está atento a todos los cambios y
transformaciones que emprende el deporte cubano. (…) Deja de estar
pendiente de otras cosas, más dañinas porque no tenemos solución para
ellas.
A
pesar de la complicidad entre Gerardo y Adriana, a veces ocurren
desencuentros. Ellos no discuten. En todo caso, «conversan
acaloradamente» por teléfono y con los minutos contados. No ocurre con
frecuencia, pero cuando pasa, en ese rincón hogareño, cerquita del
estadio Latinoamericano o en la celda que ocupa Gerardo, no hay paz
hasta que no se aclara aquello que les ha dejado el pecho apretado.
«11 de febrero 2012
Mi
reina bella: Lamento mucho que hayamos... vaya... no discutido, porque
no fue discusión, sino que hayamos conversado acaloradamente por lo de
los bates, pero tú tienes parte de la responsabilidad, porque —al
parecer por haber estado leyendo mi correo sobre el tema— cuando te
llamé y dije la palabra “bate” ya estabas indispuesta... (yo creo que tú
tienes un poquito de celos por la pasión que yo he depositado en los
bates, pero tú misma me sugeriste que me buscara un entretenimiento para
que dejara la obsesión contigo... o no? Y entonces ahora no te conviene
mi obsesión con los bates tampoco. En qué quedamos, chica?)».
Gerardo
y Adriana han aprendido por la fuerza de una injusticia que ya dura
demasiado a intuirse por el tono de voz, por la oración sobre el papel o
la página en blanco. Han aprendido a sobreponerse a las escaramuzas del
silencio, a aferrarse a las sonrisas, por más esquivas que parezcan, a
querer el amanecer, aún en la distancia, porque saberse uno en la vida
del otro resulta una fuerza poderosísima.
«Discúlpame,
mi niñita. Todavía me quieres un poquito?. Felicidades!!!. Qué sería de
mí sin ti chica... Caballerooo!!!! Estoy al retirarme de esto de los
bates y obsesionarme contigo otra vez! Y voy a comenzar poniendo orden
en el ropero, así que prepárate... (O quieres que siga con los bates?).
Te quiero mucho mi niña».
Y
no hay sonrisa más amplia, ni luz más brillante en el rostro de esta
mujer que cuando recuerda alguna de las ocurrencias de su «niño».
«…me
disculpo también por cualquier cosita injusta que te pueda haber
dicho en el calor del debate, porque la realidad, realidad, realidad es
que yo no tengo nadie más con quien contar, y que me consta que tú te
desvives por complacerme y porque las cositas que te pido queden bien,
porque te gusta verme contento, y… (toda esta guataquería es por el Día
de los Enamorados, tú sabes, no?)».
Y
aunque no hay dudas sobre quién lleva ventaja en la lucha de
obsesiones, más allá de los debates, tensiones y alegrías, Adriana
disfruta convertirse en piedra angular de los infinitos puentes que se
tienden desde Estados Unidos, Canadá y La Habana para que los bates sean
útiles, como quiere su esposo.
¿Sirven o no sirven?
«La
preocupación mayor de Gerardo es que le digan que los bates están
buenos porque es él quien los envía; quiere saber la realidad, si de
verdad sirven para jugar», explica Adriana.
«Quiere
saber quién lo está usando, a quién le es más cómodo, por qué unos lo
usan y otros no… si no sirven, no sirven, quiere saberlo todo para ir
ajustando y aprovechar la calidad de la madera, y el gesto desinteresado
de Bill, que no le cuesta nada a Cuba, (…) es la forma que él tiene de
aportar y así lo siente».
En
el año 2013 fueron entregados más de cien bates Cubacan, y al término
de la Serie 53 ya Adriana había distribuido unos 80 maderos. Los últimos
llegados estuvieron en manos de quienes los usarán el 31 de marzo de
2014. Lo tiene anotado en una libreta con fechas y números.
«Entregué
diez el 30 de enero de 2013: Malleta, Tabares, Rudy, Urgellés… estos
fueron los primeros personalizados; 18 de marzo 2013, Despaigne recibió
el suyo, firmado por René González y otro por Fernando. Hay bates
personalizados para Chirino, para Frank Camilo Morejón, para Lisbán
Correa, Malleta, Rudy, Tabares…». Y así una larga lista.
Gerardo
y Adriana siguen haciendo planes con la pelota y con todo lo que desean
hacer cuando por fin puedan estar juntos. No importa mucho que la jueza
Joan Lenard lleve más de dos años sin dar respuesta sobre el hábeas
corpus de Gerardo, a pesar de las nuevas pruebas incorporadas al caso y
el hecho de que solo esté pidiendo una audiencia oral, la posibilidad de
que lo escuchen.
«A
Gerardo le gustaría un encuentro con varios peloteros, para compartir
con Medina, con Javier Méndez…». Brilla cuando habla de sus deseos: «A
veces yo me imagino a Gerardo en el Latino, a los dos viendo un juego.
Salir por ahí, pasar por la casa a merendar algo y seguir para el
estadio».
De
algún modo, cuando Alexander Malleta o cualquier otro pelotero cubano
levantan el bate Cubacan, ocurre la magia. Gerardo deja de estar en la
celda de Victorville y si se trata de su equipo, es posible presentirlo
gritando al lado de Armandito el Tintorero en el Coloso del Cerro, o en
ansiosa espera, alzando plegarias por un buen batazo. Cuando el Cubacan
hace contacto con la Mizuno 200, incluso si fuera solo un machucón por
tercera, es posible que por un instante tanto a él, como a Bill Ryan, a
Nora o a la propia Adriana, les sepa a jonrón.
Publicado en Juventud Rebelde; Foto: Ricardo López Hevia
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