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Cinco Héroes Cubanos
Qué sabes sobre estos valientes hombres?

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03 de Octubre, 2015 · Cinco Prisioneros en USA

Por Pablo L González Justo

Del 11 al 13 de Septiembre de este 2015, como cada año, el periódico francés l’Humanité realizó en el parque de la Courneuve su fiesta, conocida como Fête de l’Huma, que reúne a miles de personas.

En el marco de la Fiesta, la Asociación francesa Cuba Linda, que organiza viajes solidarios en Cuba, hizo una iniciativa, que quisiera compartir con las compañeras y compañeros de la solidaridad con Cuba: le proponía a los visitantes a su stand hacerse una foto con un afiche que decía: Stop au Blocus (Stop al Bloqueo).

Muchos se acercaron. Algunos, confundidos por los medios occidentales, no entendían el objetivo de esa acción, ya que pensaban que el Bloqueo había terminado el 17 de Diciembre o después con las medidas tomadas por el presidente Obama, lo cual les daba la posibilidad a los compañeros de Cuba Linda de explicar que el bloqueo seguía en pie, a pesar de que se hayan flexibilizado las autorizaciones de viajes a Cuba para algunas categorías de estadounidenses, de que se haya sacado a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo y otras medidas autorizadas por la administración actual del gobierno de los Estados Unidos.

Así que con una idea sencilla se puede informar, movilizar a la gente y seguir llamando a que se LEVANTE EL BLOQUEO DEFINITIVAMENTE.

 

(Gracias a la compañera Marta Speroni, de Argentina, que nos compartió el mensaje)

publicado por rcbaez a las 23:07 · Sin comentarios  ·  Recomendar
22 de Septiembre, 2014 · Cinco Prisioneros en USA


Al pueblo de los Estados Unidos y al Presidente Obama

Muchos seres humanos en distintas partes del mundo sufren en la actualidad de acciones de violencia cuyo objetivo es infundir pánico, miedo y resignación. El terrorismo es un azote, una maldición que tiene que ser rechazado y combatido siempre, independientemente de si es organizado o apoyado, abierta o secretamente, por gobiernos o por sectas extremistas. Independientemente también de si es disfrazado con excusas como las explicaciones tipo ”daños colaterales”, o si los actos terroristas son defendidos y festejados por parte de los ejecutores. El terrorismo no es otra cosa que un delito contra la humanidad.

Cuba y el pueblo cubano han sufrido desde el comienzo de la década de los 60 de un terrorismo procedente del territorio de los Estados Unidos. Es un hecho lamentable pero evidente el que las autoridades de los Estados Unidos han entrenado, organizado, armado y financiado el terrorismo contra Cuba. Y es un hecho lamentable pero evidente también el que las autoridades de los Estados Unidos dan aún protección a terroristas como Luis Posada Carriles, un asesino profesional, responsable de la explosión de un avión.

En la década de los 90 Posada Carriles organizó atentados contra centros de turismo cubanos. Los cinco agentes cubanos Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González actuaron en los 90 en Florida con la misión de recoger información sobre los planes de los grupos terroristas. Hoy en día Luis Posada Carriles camina libremente por las calles de Miami. Los cinco cubanos que trataron con medios pacíficos de recabar información sobre las amenazas contra Cuba fueron apresados en 1998 y tres de ellos están todavía en la cárcel, 16 años después de su detención.

En todo el mundo miles de personas han reaccionado con indignación ante el hecho de que las autoridades de los Estados Unidos han dado protección a terroristas y encarcelado a los que combatieron al terrorismo.

Indignación ante el hecho de que los Estados Unidos en lugar de colaborar con Cuba han obligado a que sus agentes trabajen clandestinamente cuando en realidad se trata de un problema que debería ser de interés común.

Miles de personas indignadas también por la forma en que el juicio en Miami fué llevado a cabo, por la acusación y  por las condenas.

Estamos convencidos de que tan pronto como los detalles del proceso sean de conocimiento público, la inmensa mayoría del pueblo norteamericano va a exigir poner punto final a la injusticia cometida con los cinco cubanos que han combatido el terrorismo. El pueblo norteamericano exigirá al gobierno poner punto final a esta injusticia tal como el Grupo de Investigación de detenciones arbitrarias de las Naciones Unidas (2005) y Amnistía Internacional (2010) lo han hecho.

Con esta carta queremos pedir al presidente de los Estados Unidos Barack Obama que utilice el poder que posee y decida que estos luchadores antiterroristas, Antonio Guerrero, Gerardo Hernández y Ramón Labañino sean liberados sin demora.

Exhortamos también al presidente y al gobierno de los Estados Unidos a terminar de una vez por todas con su beneplácito hacia los cada vez más aislados grupos  extremistas inclinados a la violencia en Miami.

Exhortamos al presidente y al gobierno a por fin terminar con el bloqueo que afecta a Cuba y que es condenado y criticado por todo el mundo.

Esperamos que el presidente de los Estados Unidos decida abolir una despreciable política de agresión contra el país vecino Cuba.

 

Estocolmo, Suecia 20 de setiembre del 2014


   Asociación Sueco-Cubana

     Cubanos por Cuba

      Comité por la Libertad de los Cinco


FOTO Archivo: Actividad en Uppsala por Los Cinco

publicado por rcbaez a las 19:57 · Sin comentarios  ·  Recomendar
17 de Junio, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Por Pablo González Casanova

 

A MR. JOHN D. ROCKEFELER, DIRECTOR HONORARIO DE LA SOCIEDAD DE LAS AMÉRICAS Y DISTINGUIDOS INDIVIDUOS DEL SECTOR PRIVADO Y DE LAS ORGANIZACIONES GUBERNAMENTALES O DE LAS FUNDACIONES, QUE ENVIARON UNA CARTA AL PRESIDENTE OBAMA PARA APOYAR A LA SOCIEDAD CIVIL EN CUBA:

 

Hemos leído con mucho cuidado su solicitud al presidente Obama. En ella nos sorprende a la vez su indiscutible cambio de política hacia la pequeña Isla y su gran pueblo. Durante más de cincuenta años habéis realizado todas las medidas abiertas y encubiertas para que fracasara su proyecto de Independencia y Libertad. Hoy veis la posibilidad de lograr, con distintas políticas los mismos objetivos que antes, y argumentáis por aplicarlos, con la misma emoción que ponéis, en “defensa de vuestros valores e intereses”...

Las medidas que exaltáis revelan, sin embargo, muchos errores y autoengaños al creer (y algunos creéis) que vais a impulsar “la independencia económica de Cuba”, sus “derechos individuales” y sus “derechos humanos”, cuando en realidad se trata de un país al que no habéis podido vencer, a pesar de las tremendas presiones y acciones abiertas y encubiertas en su contra, y del incalificable bloqueo de más de medio siglo que le habéis infligido.

¿Tenéis ojos y no veis?, ¿oídos y no oís? Es bien sabido. En Cuba todos los niños y jóvenes en edad de aprender tienen escuelas, universidades e institutos, todos los enfermos médicos, medicinas y hospitales, todos los trabajadores empleo, y los ancianos asistencia... Es cierto que uso aquí la palabra “todos” como la definió García Márquez, como el 80% o más de la población, o mucho más, con limitaciones de que se encargarían los cubanos si en la práctica los hubierais dejado cumplir con vuestros buenos deseos. Pero ya, en medio de presiones y bloqueos, muchísimo es lo que han logrado y, hasta centros de investigación científica de punta tienen, a nivel mundial, así como servicios hospitalarios tan buenos y tan amigos del pueblo norteamericano que curaron a los bomberos heridos el “11 de septiembre”, a quienes vuestros hospitales no habían atendido y a quienes Michael Moore se encargó de llevar a los hospitales públicos de Cuba.

Es más, si echáis cuentas veréis que en ese país de Nuestra América los habitantes que reciben beneficios gratuitos alcanzan proporciones mucho mayores que en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y la Unión Europea. Los logros se realizan con modestos recursos pero buscando, tesoneramente, que alcance para todos en lo que se pueda, y se puede mucho.

Las ofertas que proponéis de “ayuda humanitaria”, “seguridad nacional”, “prohibición de drogas y medio ambiente”, muy bien sabéis de los inhumanos fracasos que han tenido cuando las aplicasteis y aplicáis en países enteros como Afganistán, Irak, Haití, Sudán del Sur, Nigeria, Libia entre otros, o en Continentes enteros como la propia África, el Medio Oriente, la América Latina, cuyas poblaciones –en una gran mayoría o en su totalidad– se encuentran envueltas en las llamadas “guerras de espectro completo” que vuestros estrategas diseñan, y que acrecientan los odios, enfrentamientos y pesares de inmensas poblaciones que no tienen derechos humanos, viven y mueren peor que animales, hambreados y enfermos, flacos y hasta tan esqueléticos que sorprende verlos con los ojos hundidos, la mirada de los niños perdida, sin brillo, y su pielecita arrugada que se les pega a los huesos. Duele verlos hasta en la tele, e imaginar cómo viven día a día y minuto a minuto y cómo crecen en medio del hambre y el terror, sin agua ni techo, sin forma de trabajar que no sea servil o esclava, agotadora, riesgosa, o insalubre, entre ofensivas generalizadas de los capataces, de los guardias blancos, de militares y paramilitares que con otros bandidos, asesinos y sádicos fanáticos todos muy bien armados y aprovisionados, para gloria de la industria armamentista, son espanto de niños, adultos y viejos, víctimas y candidatos a las políticas de etnocidio y genocidio crecientes, cada vez más preconizadas o patrocinadas por los “neoconservadores”, y por la ”extrema derecha” enardecida por la xenofobia, el asco visual y el racismo del mundo global que encabezáis.

En medio de tan inhumanos hechos, confirmados por los “medios” y hasta por las íntimas miradas de vuestros propios hijos –con unos que se preparan para sucederos con la misma saña y otros que cada vez más protestan y se rebelan con admirable fortaleza– vosotros añadís el error de creer que en la Cuba invencible tras más de cincuenta años de asecho se puede separar y aun enfrentar a la “sociedad civil” contra “su gobierno”. No os cabe imaginar gobiernos que no sean de las corporaciones y de los burócratas. Pero en Cuba, pueblo y gobierno están fusionados y soldados tan estrechamente –y en una proporción tan alta– que no hay grupo de “contras” aventureros que haya podido tener éxito, en tan largo tiempo, con sus acciones terroristas y subversivas.

El “pueblo gobierno” de Cuba es un fenómeno “demo-crático” que si lo entendierais os causaría horror, pues de hecho –como ha escrito David Brooks– la democracia es a lo que más teméis, en tanto encierra el verdadero sentido de la etimología griega y corresponda a la definición de una práctica del pueblo como hacedor de las grandes decisiones, en que para ser efectivo en el logro de sus fines se organiza como pueblo-gobierno, con los más variados colectivos y las más variadas estructuras, unas coordinadas y otras jerárquicas, todas para lograr, en cada tarea, los objetivos a alcanzar.

La organización de las prácticas democráticas en Cuba es muy distinta a la de los gobiernos de las corporaciones, pues tanto en las grandes como en las pequeñas estructuras los valores e intereses dominantes engarzan con los de la Independencia y la Libertad, todo, por supuesto, en medio de contradicciones, errores y flaquezas –menores o mayores– que los enemigos del proceso cubano buscan acrecentar fingiendo consternación por las fallas que ellos mismos o sus patrocinadores atizan.

Pensad bien y entenderéis con suma claridad, que vuestros grandes triunfos en el mundo, por algo no se han dado en Cuba. Veréis, en lo íntimo de vuestra conciencia política, que los cubanos han logrado subsistir en su proyecto emancipador precisamente por la clase de democracia que los habitantes de Cuba han redefinido, tanto en la creación como en la práctica de sus organizaciones. Creación y práctica abarcan a una inmensa población con cientos de miles de cuadros, cuya conciencia, voluntad y valentía incluyen la disciplina que por convicción tienen quienes ni se rinden ni se venden.

Tamaño esfuerzo del pequeño gran país no deja de padecer y enfrentar –como hemos dicho– esas contradicciones que a ustedes tanto les interesan y, también, las que recientemente reconoció con precisión y claridad admirables. Mr. Warren Buffet, el tercer millonario de los Estados Unidos de Norteamérica, cuando dijo hace poco: “Sin duda hay guerra de clases, y es mi clase, la mía –la de los ricos–, la que está ganando”…

La lucha sigue y ustedes –como signatarios de la carta al presidente Obama sobre Cuba… (Por cierto, permítanme que les cambie de trato y les hable de “usted” pues me resulta más fácil)… Repito: la lucha de clases sigue, y confieso que la están dando muy bien en lo que les es posible, pues ahora la quieren cambiar para ganar la guerra por las buenas ya que no la ganaron por las malas. En su propuesta al presidente Obama le piden que cambie la política de bloqueo, de sanciones y prohibiciones que Estados Unidos ha aplicado contra Cuba durante cincuenta años. Afirman que “Estados Unidos puede ayudar al pueblo cubano a determinar su propio destino…”; puede “empoderar”, (como ya se dice en mal castellano) al pueblo; puede “fortalecer a un amplio espectro de la sociedad civil independiente”, y “a las organizaciones creadas para impulsar la economía individual, y las necesidades sociales, al margen de su orientación política…”

En su carta abierta al presidente Obama le proponen sin ambages “un cambio radical,” en vista de que la política seguida por Estados Unidos en sus relaciones con Cuba ha dejado a Estados Unidos cada vez más solo en términos internacionales. “Es la oportunidad de cambiar, –le dicen–, ….de ayudar al pueblo de Cuba, a la sociedad civil de Cuba; la oportunidad de ampliar el comercio con “las empresas independientes”, eso sí, la “de facilitar y legalizar el uso de tarjetas de crédito”, de promover “la importación y exportación de artículos y servicios”, y de que las ONG’s, (las Organizaciones no Gubernamentales), “apoyen a los pequeños propietarios agrícolas”, y “que también apoyen, por supuesto, a las pequeñas empresas y hasta a las micro-empresas…”

En varias ocasiones –no sé por qué tantas– ustedes insisten en la necesidad de promover varios proyectos de telecomunicaciones, y se refieren a diversas formas de cooperación de las ONGs con instituciones académicas cubanas mediante fondos para la educación, becas para estudiantes distinguidos y para gastos de viaje, y que en ese terreno se dé la necesaria autorización para que quienes viajen a Cuba, o tengan familiares en Cuba, puedan usar, junto con las tarjetas de crédito, otros servicios bancarios norteamericanos, así como abrir cuentas en los bancos de Estados Unidos, o enviar remesas a sus familiares, o prestar servicios profesionales a “empresarios independientes”…

Por supuesto, al mismo tiempo, insisten ustedes en que “el gobierno de Estados Unidos se comprometa cada vez más con el pueblo de Cuba, y que simultáneamente cumpla con el deber de seguir presionando al gobierno de Cuba en el terreno de los derechos humanos”. “El gobierno debe dar prioridad” –terminan diciendo al presidente Obama– a concertar compromisos en áreas “de interés mutuo y a realizar discusiones serias con sus contrapartes cubanos en asuntos de seguridad mutua y deberes humanitarios”. En éstos destacan la liberación de un preso al que estiman.

Para cualquier lector bien enterado, como Mr. Warren Buffet, todo el mensaje a que nos hemos referido busca seguir ganando la lucha de clases en Cuba. Su innegable sagacidad consiste en privilegiar los intereses individuales, de grupo, ideología o clase frente a los intereses de la comunidad nacional de un país donde el pueblo-gobierno de las grandes mayorías está construyendo la transición a un mundo viable, pues en el que vivimos se encuentra en proceso la destrucción por ese 1% al que parte de ustedes pertenece, un proceso que la juventud americana, con la del mundo entero, va a sufrir y a enfrentar, amenazada como está en su futuro inmediato por el enfermizo y hegemónico proyecto de acumulación de poder y riquezas que practicáis a costa de la miseria de la inmensa mayoría de la humanidad y del creciente peligro para la vida de toda la humanidad, situación y peligro confirmados por los propios “think tanks” de Harvard, MIT, Instituto de Santa Fe, y por numerosos organismos científicos del mundo, entre los que destacan los principales de Naciones Unidas, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, y muchos más que con todo rigor y responsabilidad científica registran, a más del cambio climático; del crecimiento del hoyo de ozono, –que sólo por un momento pareció contenerse–, y de muchos otros peligros más, que abarcan la polución de los mares y de las aguas dulces; la destrucción de los suelos, y subsuelos; de los bosques, vegetales y faunas de mar y tierra, y hasta de la biosfera entera. Como nos dicen los expertos, muchos de esos daños y peligros son irreversibles, y nos aseguran que cada día se aceleran más, y que conforme pasa el tiempo se vuelve más difícil contenerlos. Las más prestigiosas revistas científicas de Estados Unidos y el mundo sostienen estas afirmaciones que para nada tienen que ver con meras creencias apocalípticas ni con supuestos errores u opiniones de algunos especialistas, ni menos con manipulaciones de los datos por científicos tramposos de que llegaron a acusar, sin la menor base un grupo de científicos ingleses por el hecho de haber señalado el carácter “antropogénico” del cambio climático que amenaza al planeta. Tan temeraria acusación fue desmentida por las grandes revistas científicas de vuestro propio país y del mundo. Ese peligro y otros que amenazan a la Tierra son antropogénicos. Por primera vez en la historia del sistema solar el hombre es capaz de destruir a la tierra. Piénsese nada más en el perfeccionamiento y la excedente cantidad de bombas nucleares y e sistemas de lanzamiento, que a su capacidad letal, precisión y alcance añaden la irresponsabilidad con que las grandes potencias juegan a las amenazas de guerra.

Bueno…, es posible que ganéis la lucha de clases, pero vuestra victoria será una victoria pírrica si destruís a los movimientos que están luchando por la construcción de la vida, como el gobierno-pueblo de Cuba, y muchos otros que desde las comunidades agrícolas y las ciudades perdidas están construyendo la transición a otro mundo posible y autosostenible.

Con mis mejores deseos y buenas maneras os digo: Dejaos de “descalificaciones” y “negaciones” freudianas. Alentad a los hombres de ciencia que han confirmado la verdad, atended su verdad, y pensad por vuestra propia cuenta que la democracia de las corporaciones y complejos ya es insostenible, que la organización del mundo por los complejos empresariales-militares-políticos y mediáticos, cuyo más poderoso “atractor” es la “maximización de utilidades y riquezas”, ya ha entrado a una “fase de transición” terminal, “entrópica”, y que es necesario impulsar la transición a un sistema cuyo atractor principal sea la libertad y la vida.

En ese camino veréis que es pionero el pueblo-gobierno de Cuba y también el ciberespacio en el que desde Wall Street y hasta Washington D.C. luchan muchos de vuestros propios hijos. Todos ellos, absolutamente todos, buscan caminos pacíficos, y continúan, bajo nuevas formas, la vieja lucha de los rebeldes por la paz y por la vida para transitar a un mundo viable, realmente humano…

Conocerlos y reconocerlos consiste en respetarlos, y en empezar por honrar vuestra palabra, un acto para el que también apelamos a la Señora Hilary Clinton, que ha empezado a organizar su campaña por la presidencia del gobierno de Estados Unidos y que podría empezar por honrar su palabra y la del gobierno al que aspira, así como la de su esposo, demandando la inmediata liberación de los tres jóvenes aún encarcelados –Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero– quienes por acuerdo con el expresidente Clinton formaron parte de un grupo cubano-norteamericano encargado de poner al descubierto a los terroristas que desde Miami estaban cometiendo atentados sin cuento.

La lucha de clases sigue, la lucha por la independencia y la autonomía de los pueblos sigue, así como la lucha por la redefinición en los hechos de la libertad, la justicia y la democracia: Ninguna se detendrá. Sólo que en el mundo actual los seres humanos tienen que empezar por recuperar el uso de la palabra para la transición a la paz y la vida.

Haced vivir la palabra que se honra con actos… Haced –para empezar– algo que os parecerá muy pequeño y que será muy grande. Pidan al presidente Obama la libertad de los tres héroes cubanos encarcelados. Inicien una nueva historia de su palabra con actos como éste a que nos obligan los cambios de un mundo en que no sólo existe la lucha de clases sino la lucha por la vida, por la vida del 99% y también del 1% de la humanidad y de nuestros descendientes.

Pensad que otra vez en el principio del mundo estará la palabra.

Viva la vida y la libertad.

Viva el pueblo de Estados Unidos y el pueblo de Cuba.

Viva la Humanidad y la transición a otro mundo viable, posible y necesario.

 

Gracias por su atención.

Sinceramente

 

 

Pablo González Casanova

Profesor de la Universidad

 

 

URL de este artículo: http://www.alainet.org/active/74647

 

@ALAIinfo

publicado por rcbaez a las 19:53 · Sin comentarios  ·  Recomendar
08 de Junio, 2013 · Cinco Prisioneros en USA
Por Ricardo Alarcón de Quesada
Tributo a Leonard Weinglass
  “Por bondad de Dios tenemos en nuestro país estas tres cosas indeciblemente preciosas: libertad de expresión, libertad de conciencia y prudencia para no ejercer jamás ninguna de las dos.” Mark Twain
¡¡Descárgalo, imprímelo, difúndelo!!
La-disciplina-mediatica-y-el-caso-de-los-Cinco.pdf

 

En la madrugada del sábado 12 de septiembre de 1998, con un aparatoso despliegue de fuerzas, el Buró Federal de Investigaciones arrestó en Miami a Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort y René González Sehwerert. Fueron llevados a un centro de detención federal y, de inmediato, sometidos a confinamiento solitario, en celdas de castigo, aislados del mundo, en lo que allá se conoce como “el hueco”. En tales condiciones habrían de permanecer durante los 17 meses siguientes.

 Los Cinco no tenían antecedentes penales, no intentaron escapar o resistir a sus captores, nunca habían violado ley alguna, ni alterado la tranquilidad del vecindario. Pero se les negó la libertad provisional bajo fianza a la espera de un juicio que no comenzaría hasta finales del año 2000 y en el que serían representados por abogados de oficio designados por el tribunal, quienes tuvieron que enfrentar numerosos obstáculos para comunicarse con sus defendidos o para acceder a las evidencias, clasificadas todas como “secretas”, las cuales todavía son reclamadas, al día de hoy, por la defensa.

Ya en la mañana de aquel sábado, la prensa reportaba que oficiales del FBI se habían reunido, para darles cuenta del suceso, con Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart —“legisladores” de prosapia batistiana— y daba inicio contra los Cinco el “tamboreo propagandístico” para usar una expresión de Noam Chomsky.

 Los jóvenes, a quienes nadie podía ver o escuchar, serían presentados desde entonces como “peligrosos criminales” cuyo propósito era, nada más y nada menos, “destruir a los EE.UU.”.

Un complicado proceso judicial, el más prolongado de la historia, tras recorrer una empinada senda hasta las puertas, que les fueron cerradas, de la Corte Suprema, está ahora en su etapa final, el procedimiento extraordinario que, en la jerga norteamericana, llaman Habeas Corpus y que debe ser resuelto, ante todo, por la misma Corte que los juzgó en primera instancia.

 En junio de 2010, Gerardo presentó su recurso pidiendo la anulación de su condena o que se le permita comparecer ante el tribunal para refutar las falsas acusaciones formuladas en su contra. La Fiscalía se opuso a la solicitud y el tribunal aún no ha respondido.

 A mediados del pasado año, su nuevo representante legal, Martin Garbus, introdujo una iniciativa que busca, además, forzar al Gobierno a exhibir evidencias claves hasta ahora ocultas.

 Desde que presentó su moción a favor del Habeas Corpus de Gerardo, Garbus espera que la gran prensa norteamericana se de por enterada. Es un jurista eminente involucrado en varios casos que han tenido alto relieve en los medios, ha escrito libros acogidos muy favorablemente por la crítica especializada, y sus artículos y ensayos han encontrado espacio en publicaciones de amplia circulación. Se le considera como uno de los principales expertos en el sistema judicial de EE.UU., especialmente en cuestiones relacionadas con la Primera Enmienda de la Constitución. Su solicitud trata que el gobierno sea obligado a revelar la información relativa a la conjura con un grupo de “periodistas” que recibieron pagos de agencias oficiales mientras atendían el caso en que su representado era el principal acusado.

 Él insiste en que la batalla legal en que ahora está enfrascado tiene un carácter excepcional, sin precedentes, en la trayectoria de ese país. Sin embargo, apenas atrae la atención del público. Algo aún más sorprendente ya que en el centro de su demanda están, precisamente, los medios y el papel de la prensa.

 Ya en agosto de 2005, el panel de la Corte de Apelaciones había decidido por unanimidad anular el juicio que tuvo lugar en Miami contra Gerardo y sus cuatro compañeros condenados allí por luchar contra los grupos terroristas anticubanos que operan desde esa ciudad. El argumento principal de los jueces fue que aquel proceso había sido, en realidad, una crasa violación a los principios constitucionales. Más que un juicio, fue, según los magistrados, “una tormenta perfecta de prejuicios y hostilidad”.

 Al año siguiente se filtró, en un artículo que dejó sin empleo a su redactor, que esa “tormenta perfecta”, desatada en la prensa local, había sido financiada por el Gobierno, con recursos extraídos del presupuesto federal. Desde entonces, septiembre de 2006, varias organizaciones de la sociedad civil norteamericana han hecho incansables gestiones para que el gobierno muestre lo que esconde acerca de esa operación: ¿cuántas personas participaron, cuánto les pagaron, quién la dirigió y cómo se realizó?

 Pese a que el gobierno se ha resistido a los esfuerzos realizados al amparo de la denominada Ley de Libertad de Información ha sido posible reunir algunos datos que prueban que se trató de una operación multimillonaria cuyas dimensiones, aún desconocidas en su totalidad, carecen de punto de comparación en el pasado estadounidense.

 Garbus ha acompañado su petición con una declaración jurada en la que, poniendo en juego su autoridad moral y su prestigio profesional, denuncia frontalmente la conducta ilegal del Gobierno y la entraña corrupta de la conspiración. En su declaración aporta nuevos datos, fruto de una investigación acuciosa y difícil, sobre los “periodistas” pagados por el gobierno: todos, sin excepción, están vinculados con o pertenecen a conocidos grupos terroristas, algunos fueron condenados como tales por tribunales norteamericanos y aún promueven abiertamente el culto a la violencia. Esos “periodistas” inundaron los medios locales con miles de artículos e informaciones —más de cinco por día durante el desarrollo del proceso— que se repetían día y noche en las emisoras locales de radio y televisión, una campaña de la que nadie podía escapar, en ninguna parte de la comunidad miamense.

 Ese ambiente se produjo, incluso, antes del comienzo del juicio durante la etapa de selección de las personas que integrarían el Jurado, la mayoría de las cuales expresaron temores por las consecuencias que para ellas y sus familias tendría un fallo absolutorio, y recordaron los violentos disturbios asociados al secuestro del niño Elián González cuya liberación, mediante una acción sorpresiva de fuerzas especiales enviadas desde Washington, acababa de ocurrir.

 La labor de los “periodistas” no se limitó a las actividades normales de quienes desempeñan ese oficio. Desde la instalación del tribunal, junto con la intensificación de la campaña mediática, se repitieron incidentes con los miembros del Jurado y también con abogados defensores y testigos que se quejaron a la Jueza Lenard por la persecución y el hostigamiento a que eran sometidos por los “periodistas”. La Jueza, por su parte, no solo reconoció que existía miedo entre los jurados causado por las acciones de los “periodistas” sino que pidió a la Fiscalía que la ayudase a poner fin a esa situación. Como consta en las actas del tribunal, la señora Lenard lo hizo desde los días iniciales hasta el final de un juicio que duró siete meses. Obviamente, sus ruegos no fueron escuchados. Era imposible que el Gobierno la ayudase porque era precisamente el Gobierno el que organizaba, pagaba y dirigía a los provocadores, algo que la jueza, como el resto del mundo, desconocía.

 Además de utilizar a los “periodistas” incluidos secretamente en su nómina el Gobierno ejerció su influencia para que los medios locales contratasen para desempeñar similar función a individuos que nunca habían ejercido la profesión, algunos incapaces de redactar un par de cuartillas, que eran veteranos agentes de la CIA o habían sido miembros de la brigada mercenaria derrotada en Playa Girón, o habían cumplido condenas por acciones terroristas en Cuba o en EE.UU. Toda la operación fue también un imperdonable agravio al periodismo, una profesión cuyos principios y valores fueron groseramente pisoteados por el gobierno, hecho absolutamente sin precedentes, que no había ocurrido antes y que, al menos hasta ahora, no se ha repetido en EE.UU.

 La conspiración mediática tuvo un doble carácter. Por una parte los medios locales de Miami fueron empleados como instrumentos para imponer un ambiente de odio irracional, de verdadera histeria colectiva que condenaba de antemano a los acusados y, como si esto fuera poco, para asegurar el veredicto anticipado, impusieron el terror sobre los miembros del jurado. Por la otra parte, fuera de Miami, han decretado la más férrea censura silenciando completamente el caso de los Cinco.

 El juicio más largo en la historia de Norteamérica; en el que participaron como testigos almirantes, generales y altos oficiales, incluyendo un asesor principal del Presidente de EE.UU.; en el que rindieron testimonio, sin mostrar remordimiento, varios jefes terroristas, algunos vistiendo sus atuendos guerreros; un juicio que involucró las relaciones internacionales y cuestiones de seguridad nacional y terrorismo, temas que la prensa norteamericana seguía con obsesión, en pleno auge de la guerra de Bush contra el terrorismo.

 Ese juicio, sin embargo, no tuvo la más mínima cobertura en los medios de comunicación de EE.UU. Ni una palabra apareció nunca en los grandes diarios o revistas, ni en las cadenas de televisión o de radio, ni siquiera en los canales televisivos que, dedicados a reseñar, exclusivamente los pleitos de tribunales, trasmiten veinticuatro horas todos los días. Ni una palabra.

 Curiosamente, los corresponsales de esos medios nacionales en Miami reportaban el juicio cotidianamente pero solo para sus audiencias locales y algunos participaban también gozosamente en el asedio constante a los atemorizados miembros del Jurado.

 El silencio  mediático sigue acosando a los Cinco héroes cubanos a lo largo de un prolongado proceso apelativo que aún continúa. Sistemáticamente han ocultado momentos importantes de la contienda legal que habrían sido noticia si no hubiera existido la orden de no divulgarlos. Prácticamente nada se ha publicado sobre: la decisión de Agosto de 2005 del panel de la Corte de Apelaciones anulando lo sucedido en Miami y disponiendo se celebrase un nuevo juicio en otra sede; la decisión de esa misma Corte, en 2009, revocando las sentencias impuestas respecto al Cargo 2 (Conspiración para cometer espionaje) porque, unánimemente, los 14 jueces determinaron que en este caso no había nada que afectase la seguridad nacional de EE.UU. ni prueba alguna de espionaje;  el recurso presentado por la propia Fiscalía en mayo de 2001 y su solicitud de retirar la acusación formulada contra Gerardo (Cargo 3, Conspiración para cometer asesinato) reconociendo que no podía sustentarla. Estos son tres ejemplos de acontecimientos que merecieron titulares de primera página pero fueron deliberadamente sepultados.

 La lista de omisiones es larga. Solo agregaré las numerosas ocasiones en las que el Gobierno y el propio tribunal admitieron que la verdadera acusación contra los Cinco era la de haber luchado en Miami contra los grupos terroristas y que proteger a estos era el objetivo del juicio. El propósito de respaldar a los terroristas fue más allá del injusto y desmesurado castigo carcelario a los Cinco. A las sentencias impuestas a todos —incluso a Gerardo, condenado a morir dos veces en prisión— les fue agregada, a petición del gobierno, la llamada cláusula de “incapacitación”, o sea, la prohibición específica, una vez fuera de prisión, de intentar cualquier daño a los terroristas. Por extraño que parezca esa delirante restricción allá mantiene plena vigencia. A René González, quien está ahora retenido contra su voluntad en territorio norteamericano1. se lo recordó la Jueza al salir de la prisión: “Como una condición especial adicional de la libertad supervisada se le prohíbe al acusado acercarse o visitar lugares específicos donde se sabe que están o frecuentan individuos o grupos tales como terroristas”. Todo lo anterior puede encontrarse visitando el sitio oficial del Tribunal del Sur de la Florida y leyendo el caso EE.UU. versus Gerardo Hernández et al. Ahí está la verdad de este caso, disponible para quien se atreva a divulgarla.

 Tampoco han dado cuenta los grandes medios norteamericanos de los incontables reclamos a favor de los Cinco del Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU o de Amnistía Internacional, o de varios parlamentos nacionales, o el número excepcionalmente elevado de Amicus (documentos de apoyo) dirigidos a la Corte Suprema de EE.UU., suscritos, entre otros, por diez Premios Nobel y por centenares de organizaciones y personalidades, incluyendo juristas, parlamentarios y religiosos de todo el planeta.

 Hasta ahora han hecho caso omiso al Habeas Corpus, la Declaración Jurada y otros documentos presentados por Martin Garbus. Entre tanto, el gobierno no solo se opuso a esta petición, también le ha pedido a la Corte que la elimine, que no quede siquiera en la historia legal del caso y la haga desaparecer por completo. Esta insólita acción de la Fiscalía, por supuesto, tampoco ha sido noticia.

 El gobierno quiere evitar cualquier examen de su operación secreta con un grupo de “periodistas” para lograr la más severa condena de cinco personas inocentes. Trata de impedir a toda costa que el asunto sea discutido y que trascienda a la opinión pública porque sabe que se trata de una clara violación a la Constitución y un acto de prevaricación sin precedentes que lo obligaría a poner en libertad inmediatamente a Gerardo y sus compañeros. Nunca antes se conoció de semejante transgresión a las normas del debido proceso. La jurisprudencia norteamericana está repleta de casos en que por faltas incomparablemente menores, incluso por errores procesales o técnicos, los juicios han sido anulados y los acusados devueltos a la libertad.

 El eje de la campaña mediática —sobre la que Washington no quiere que se hable— fue la acusación contra Gerardo, su supuesta participación, que el propio gobierno reconoció le fue imposible probar, en el incidente del 24 de febrero de 1996 provocado por la intromisión ilegal en territorio cubano de tres aeronaves de un grupo terrorista asentado en Miami y el derribo de dos de ellas por la defensa antiaérea cubana.

 Este cargo completamente inventado no formaba parte de la acusación inicial y fue incorporado medio año después del arresto de los compañeros mientras ellos estaban encerrados en “el hueco”, imposibilitados de replicar. Lo agregaron tras un intenso despliegue noticioso sobre los reclamos de los grupos terroristas y de reuniones entre ellos y los fiscales que culminaron en la presentación de una imputación completamente falsa que envenenó aún más el ambiente y habría de ocupar más tarde la mayor parte del juicio.

 La falsedad absoluta de ese cargo está perfectamente documentada. Según el Acta acusatoria el FBI había descubierto quién era Gerardo y lo que hacía en Miami, por lo menos desde 1994, dos años antes del suceso, pero no lo arrestaron ni lo acusaron entonces cuando la ciudad era dominada por la histeria anticubana con manifestaciones llamando a la guerra y mientras en la Casa Blanca, según registra Clinton en sus Memorias, se le proponía al Presidente bombardear a Cuba. ¿Quién puede creer que no habrían actuado contra el “culpable” del incidente si lo hubieran tenido allí mismo en Miami controlado por el FBI? Tampoco lo acusaron cuando lo detuvieron casi tres años más tarde, el 12 de septiembre de 1998. La calumnia surgió solo después, en mayo de 1999, luego de lanzarla en los medios y convertirla en el tema predilecto de la Fiscalía y sus “periodistas”. Tan falaz y endeble era la imputación contra Gerardo que así lo reconoció la misma Fiscalía, como ya se dijo, en mayo de 2001, poco antes del veredicto. A esas alturas era ya demasiado tarde, pues el Jurado, víctima del terror, solo emitiría un fallo de culpabilidad. Gerardo fue condenado a morir en prisión por un supuesto delito que ya no era sostenido por los acusadores.

 Pero, para colmo, lo castigaron por un “crimen” que no existió, algo que sabían desde el primer día las autoridades norteamericanas quienes han mentido y mienten procazmente sobre el acontecimiento y sus consecuencias. Para respaldar esta afirmación es preciso dar mi testimonio personal.

 Manhattan fue testigo

 Poco después de haber llegado a New York, en el verano de 1996, encontré a un amigo que era el conductor del principal noticiero de una de las cadenas nacionales de televisión. En aquellos días, era escasa la actividad diplomática en Naciones Unidas y a él le sorprendió encontrarme allí cuando la modorra estival parecía esquivar cualquier novedad.

 Le conté que venía de Montreal donde el Consejo de la Organización de Aviación Civil Internacional acababa de aprobar su informe sobre lo ocurrido el 24 de febrero de ese año. En los próximos días, el Consejo de Seguridad de la ONU lo discutiría en una reunión en la que me correspondería representar a Cuba.

 Mi sorpresa fue mayor que la suya cuando le escuché decir que no reportaría esa reunión como tampoco lo harían las otras cadenas nacionales. “No diremos absolutamente nada”, me dijo, “aunque te pares en medio de la reunión y le arrojes un vaso de agua a la cabeza de Madeleine Albright”, refiriéndose a la dama que entonces era la embajadora norteamericana ante la ONU y que después sería Secretaria de Estado.

 De todos modos me pidió organizar un encuentro al que invitaría a unos pocos especialistas de su empresa para examinar el tema, obviamente “off the record” puesto que para ellos era un terreno vedado. Lo hicimos en su oficina, desde cuyos ventanales podía verse el animado desplazamiento de personas y vehículos en la cercana Avenida Broadway.

 Llevé el documento elaborado por los investigadores de la OACI y se los expliqué párrafo a párrafo. Las peripecias de la comisión encargada de esclarecer lo sucedido, su infructuosa búsqueda en EE.UU. de testigos y datos elementales que había forzado a postergar varias veces la discusión en el Consejo de la OACI hasta el último día, justo para concluir su sesión anual. Las dudas, objeciones y protestas de varios miembros del Consejo.

 La naturaleza de las aeronaves empleadas en la provocación a las que los medios norteamericanos bautizaron para siempre como “avionetas civiles desarmadas” pese a que, en los manuales oficiales norteamericanos que les mostré, se precisa su uso como el avión O-2 en tareas paramilitares como las que desempeñó en la guerra de Vietnam. En el caso específico de las involucradas en el incidente habían participado en la guerra recién concluida en El Salvador y el Informe incluía fotos que mostraban todavía en algunos fuselajes la inscripción USAF (Fuerzas Aéreas de EE.UU.). Referí la larga lista de provocaciones anteriores, nuestras protestas oficiales y el intercambio de notas diplomáticas incluyendo aquellas en las que el Departamento de Estado pedía datos sobre las violaciones cometidas, agradecía su entrega y nos comunicaba que habían iniciado el proceso para retirarle su licencia de vuelo a José Basulto, el jefe del grupo y responsable de ataques con bombas contra Cuba desde los años 60.

 Comenté también que habíamos hecho gestiones discretas a altos niveles de las que resultó la promesa de poner fin a las provocaciones.

 La investigación de la OACI registraba el testimonio de funcionarios norteamericanos que señalaron estar advertidos de antemano de que algo iba a ocurrir y habían tomado medidas previamente para documentar el suceso. En paradoja incomprensible, sin embargo, solo entregaron a última hora las informaciones contradictorias de algunos de sus radares y comunicaron que otras habían sido destruidas sin explicación.

 Se negaron a la solicitud que entonces les hiciera la OACI para acceder a las imágenes que del incidente habían tomado los satélites norteamericanos. Hacer imposible que nadie más pueda ver esas imágenes ha sido y es la terca posición de Washington todavía 16 años después del incidente.

Los únicos objetos de las avionetas destruidas fueron encontrados por Cuba dentro de su mar territorial a cuyas aguas solicitaron permiso para entrar los navíos norteamericanos después de su infructuosa búsqueda fuera de nuestros mares. A pesar de que, como lo sabe cualquiera, las corrientes marinas en esa zona los habrían alejado de nuestro espacio e impulsado hacia el norte.

 El único testimonio “imparcial” que hallaron los investigadores fue el de un marino de origen noruego, pero radicado en Miami, capitán del crucero Majesty of the Seas que tiene su sede y opera desde esa ciudad y quien les fue presentado por las autoridades norteamericanas. Según este señor, había visto ocurrir el derribo en un punto de las aguas internacionales aunque muy próximo a Cuba. Alegó haber hecho algunas anotaciones en un pedazo de papel y solo las inscribió en su bitácora después de ser visitado por oficiales del Buró Federal de Investigaciones. Ningún otro tripulante, nadie más de quienes iban a bordo del crucero fue entrevistado. Datos curiosos: la empresa que opera ese barco es uno de los principales contribuyentes de la Fundación Nacional Cubano-Americana y el capitán es un notorio militante “anticastrista”. Estos reveladores detalles no aparecen en el Informe de la OACI aunque sus redactores sí dejaron constancia de que no habían podido comprobar independientemente dónde estaba el Majesty of the Seas cuando ocurrió el incidente.

 Fue un intercambio animado y respetuoso. Mis interlocutores, pese a ser periodistas especializados en cuestiones internacionales, manifestaron total desconocimiento del asunto, de su contexto y antecedentes y expresaron sincero interés por aprender, sin dejar de manifestar frecuentemente su asombro.

 

La conversación derivó hacia la Ley Helms-Burton que el Presidente Clinton había promulgado pocos meses antes. Todos los interlocutores lamentaron el agravamiento de las relaciones con Cuba y repitieron al unísono que lo más deplorable del asunto era que el incidente había puesto fin a los esfuerzos del inquilino de la Casa Blanca por mejorar la situación y lo había forzado a aceptar un texto al que él y sus principales asesores se oponían.

 El coro se interrumpió cuando les dije simplemente: “You are dead wrong” y les mostré otro documento al tiempo que les conté cómo llegó a mis manos.

 Ocurrió también en Manhattan casi un año antes, en 1995. Estaba reunido, en absoluta privacidad, con una persona que ocupaba entonces un alto cargo en el Departamento de Estado y sigue perteneciendo hoy a ese organismo. Para la fecha ya el proyecto de Ley había recibido la aprobación de la Cámara de Representantes y se especulaba, entre los entendidos, si recibiría también el voto del Senado que dependería de la actitud que frente al texto tuviese la Casa Blanca, y la persona con quien charlaba a solas cerca del siempre apacible East River me preguntó cómo yo apreciaba la situación. Me embarqué en un análisis basado en la información a mi alcance hasta que me interrumpió: “You are dead wrong” y me entregó el documento que ahora les mostraba a periodistas especializados en problemas internacionales de una red de televisión que abarca toda Norteamérica y va más allá.

Se trata del texto de la Ley Helms-Burton y el intercambio electrónico entre la dirección del Departamento de Estado y los principales jefes del Consejo de Seguridad Nacional en el que estos últimos, de modo muy explícito, daban luz verde al engendro legislativo.

 No fue esa la única vez que coloqué ante los ojos de algún periodista norteamericano un documento que prueba irrefutablemente que la Administración Clinton había aceptado la Ley Helms-Burton desde 1995, mucho antes del incidente de 1996, el cual sería utilizado después como falaz justificación para lo que ya había sido pactado con anticipación. Me he cansado de enseñarlo a quienes se supone tienen el oficio de informar. Ninguno lo convirtió en noticia. Nadie ha dicho nada jamás sobre su existencia. Tampoco lo hicieron los que participaron en aquel encuentro en el corazón de Manhattan. Se pasaron el documento, mano a mano, lo revisaron uno tras otro, mientras yo los miraba a la espera, inútilmente, de alguna reacción. El silencio fue total. Solo lo interrumpía el bullicio que llegaba del exterior.

 Para concluir la reunión, el siempre recordado amigo dijo más o menos estas palabras: “¿Comprenden ahora por qué no podemos publicar nada sobre este tema?”.

 Cuando me retiré, ya los letreros publicitarios de la gran avenida reemplazaban la claridad disipada del atardecer.

 Un par de días después se celebró la reunión del Consejo de Seguridad, de la que salió la señora Albright seca y sin un solo rasguño. Ningún medio norteamericano publicó nada sobre esta discusión en la ONU.

 Años más tarde, alejada ya ella de responsabilidades gubernamentales, en una entrevista televisiva la vi confesar que aquella reunión del Consejo de Seguridad había sido su experiencia diplomática más difícil. Como había sido totalmente silenciada por los grandes medios me temo que nadie entendió sus palabras.

 El derribo de las avionetas fue utilizado como burda excusa para enrarecer aún más las relaciones entre los dos países. Resonaron entonces los tambores de la guerra y como alternativa se intensificó el bloqueo económico que fue, además, codificado con la Ley Helms-Burton, vergonzoso adefesio que el Presidente Clinton firmó en grotesca ceremonia en la que abdicó prerrogativas presidenciales, gesto sin memoria en las crónicas de la Casa Blanca.

 El incidente, además, ilustra como pocos el papel no solo desinformativo sino también embrutecedor de las grandes corporaciones mediáticas. Gracias a una censura que es tan eficaz como insidiosa, pues se ejerce sobre un pueblo al que se le hace creer, cínicamente, que está más informado que nadie, multiplicando incesantemente la mentira y castrando el espíritu crítico al reducir la capacidad de análisis con la constante repetición de fórmulas y consignas a la usanza de la publicidad comercial, esas corporaciones imponen una verdadera dictadura de alcance global, pero que convierte al pueblo norteamericano en su primera y principal víctima.

 Se ha hecho pensar a muchos que el 24 de febrero de 1996 —cuando Cuba atravesaba la peor crisis económica de todos los tiempos y no contaba con el apoyo de ningún otro estado— el gobierno cubano había decidido provocar la guerra con EE.UU., atacando aviones norteamericanos en aguas internacionales. La irracionalidad de semejante teoría salta a la vista. Cuba no habría tenido nada que ganar y sí muchísimo que perder con una conducta que hubiera sido un absurdo suicidio colectivo.

 ¿Cómo explicar tal actitud en un país que nunca, en toda su historia, ha sido agresor de nadie?

Los antecedentes están perfectamente documentados aunque totalmente silenciados. Antes de febrero de 1996, el grupúsculo terrorista autodenominado Hermanos al Rescate había realizado decenas de incursiones al territorio nacional, todas y cada una de ellas protestadas por Cuba ante el Departamento de Estado y denunciadas públicamente.

 El suceso del 24 de febrero de 1996 fue precedido de reiteradas advertencias de La Habana por canales diplomáticos y otras vías privadas, pero también abiertamente ante los medios de comunicación social. El jefe del grupo provocador había hecho también repetidas declaraciones públicas, desafiando las leyes norteamericanas, anunciando la continuación de sus vuelos y alardeando de que seguiría haciéndolo porque Cuba estaba supuestamente en una situación tan crítica que no podía defenderse.

En cualquier caso, la acusación contra Gerardo es también un insulto a la inteligencia y al sentido común. Hace mucho tiempo que existen los radares que son los instrumentos que todos los estados emplean para detectar los movimientos de los aviones. Los datos sobre todos los vuelos entre Miami y La Habana, incluido el del 24 de febrero de 1996, los recibieron las autoridades cubanas de los controladores de vuelo del país vecino desde que las aeronaves despegaron. Para recibir esas informaciones, en tiempo real, no se requería de los servicios de nadie más. Que ese día ocurriría un vuelo lo había anunciado Basulto mucho antes en provocadoras y estridentes declaraciones que disfrutaron amplia difusión.

 Toda la discusión técnica acerca del lugar exacto donde ocurrió el lamentable suceso debería resultar muy esclarecedora para cualquier persona con capacidad de razonar. Estamos hablando de distancias aéreas que se miden en segundos de diferencia. El gobierno de Washington reconoció que la aeronave que conducía Basulto había penetrado el territorio cubano y por eso le retiró la licencia de piloto. En cuanto a las dos avionetas derribadas que siempre acompañaron e iban próximas a la de Basulto, Washington alega que estaban fuera de nuestro territorio, aunque muy cerca de él, cuando fueron interceptadas. Según el informe de la OACI, sin embargo, desde que llegaron frente a la capital las tres volaron juntas en línea recta rumbo sur hasta que se produjo la interrupción del vuelo. Tómese en cuenta que, en cualquier caso, incluso en la versión norteamericana, en unos pocos minutos habrían atravesado la ciudad de La Habana y cruzado la Isla hasta la costa sur.

 Se podrá discutir eternamente la ubicación precisa del lugar donde se produjo el hecho, pero nadie cuestiona que ocurrió muy cerca de la Isla de Cuba y de la zona de mayor concentración urbana, el centro de la ciudad de La Habana. La acción de los cazas cubanos tuvo un carácter eminentemente defensivo, no se realizó dentro del mar territorial norteamericano, ni cerca de él, ni siquiera dentro del ancho espacio internacional que separa ambas fronteras marítimas. Toda la discusión técnica giró acerca de la distancia del hecho y la línea fronteriza cubana, distancia que en términos de velocidad aérea se mide en segundos, pero nadie cuestiona que ocurrió en un punto muy próximo a lugares por los que, en ese instante, un pueblo inerme se movía libre y confiado, ajeno por completo al peligro.

Aquella tarde de sábado frente al litoral habanero se realizaba una competencia deportiva acuática y a lo largo del Malecón se hacían los preparativos para el último desfile del carnaval, mientras miles de habaneros se desplazaban hacia el estadio de béisbol para asistir a un juego decisivo entre el equipo insignia de la capital y uno de sus principales rivales, mientras que muchos otros, en la Universidad y junto al Malecón celebrábamos el cuadragésimo aniversario de la fundación del Directorio Revolucionario.

 ¿Cuál habría sido la respuesta norteamericana si una provocación parecida se hubiera producido cerca de la desembocadura del río Hudson frente a la isla de Manhattan?

 En cuanto a la patraña sobre el carácter “civil” de las avionetas, pese a que así las bautice con machacona insistencia la propaganda yanqui, lo que define su carácter no es la supuesta naturaleza intrínseca de las aeronaves sino su uso, tal como prescriben los protocolos de la OACI. Los aviones empleados en las acciones terroristas del 11 de septiembre de 2001 eran aparatos comerciales que transportaban pasajeros pero a nadie se le ocurriría decir que su vuelo tenía un carácter civil.   

 Chomsky empleó el calificativo de “disciplinados” para describir a los grandes medios de comunicación norteamericanos. Su relación con las autoridades y con los dueños de los principales resortes de la economía —los grandes propietarios que según los redactores de la Constitución debían ser quienes gobernasen el país y así lo han hecho desde la independencia de las Trece Colonias— es muy específica y peculiar. No opera con los resortes comunes a las dictaduras tradicionales como las que sufrieron en muchas ocasiones los países latinoamericanos. Allá no instalan censores en las salas de redacción para dictaminar sobre lo que puede o no publicarse. El sistema es más sutil y resulta más eficaz.

 Se basa en un dato fundamental de la realidad contemporánea. Los diarios y revistas principales, al igual que la radio y la televisión, no son, como antaño, vehículos independientes para la diseminación de informaciones y opiniones. Quienes los poseen integran poderosos conglomerados que controlan otras actividades de la llamada industria cultural y del entretenimiento, y están estrechamente asociados, a su vez, con otras ramas de la economía. Los dueños de los medios de información, en otras palabras, son inseparables de los grupos monopólicos que en EE.UU. ejercen el verdadero poder. Nadie tiene que obligarles a mentir o a ocultar la verdad si eso es lo que conviene a intereses que también son suyos. Lo saben los directores de esos medios y los periodistas bien informados. Basta una llamada telefónica para recibir la “guía informativa” que allá todos conocen lo que significa.

 Ese es, en el fondo, el obstáculo principal que encaran los Cinco luchadores antiterroristas cubanos presos en EE.UU.

 Gerardo lo dijo hace ya bastante tiempo. Solo “un jurado de millones” les hará justicia.

¿Cómo formar ese jurado? ¿Qué hacer para que la verdad llegue a millones de personas que no la conocen porque dependen de los grandes medios para saber qué pasa en el mundo que los rodea? ¿Cómo hacerlo si esos medios se empeñan precisamente en ocultarla?

 Para ello se requiere multiplicar los esfuerzos que se llevan a cabo en todo el mundo, para que alcancen niveles superiores, en amplitud y eficacia, hasta transformarse en una fuerza social real capaz por sí misma, sin contar con los dueños de la información, de movilizar a la opinión pública en los EE.UU. y obligar a su Presidente a hacer lo que debe y puede hacer: poner en libertad inmediatamente y de modo incondicional a los Cinco, a todos y cada uno de ellos, sin excepción alguna.

 Esa es una facultad que la Constitución otorga, de manera exclusiva y sin limitación de ningún tipo al Presidente de los EE.UU. Para Barack Obama no debería ser difícil si se basa en lo que en esta materia ha heredado su Administración.

 Contra los Cinco se formularon dos Cargos importantes: el Cargo Dos (conspiración para cometer espionaje) y el Cargo Tres (conspiración para cometer asesinato). Los fundamentos de ambos habían sido demolidos por un tribunal superior o por la propia Fiscalía antes que Obama fuera electo Presidente.

 La Corte de Apelaciones ya determinó por unanimidad que las sentencias relacionadas con el supuesto espionaje eran ilegales y las anuló.

 La Fiscalía de George W. Bush admitió su fracaso respecto al Cargo Tres y pidió retirarlo en una acción excepcional (Emergency Petition for Writ of Prohibition).

 Sin embargo, el arbitrario castigo discurre ya por su décimoquinto año. Mientras ellos cumplían su injusto encierro, otros individuos fueron sancionados en EE.UU. por espionaje real o incluso por la comisión de actos terroristas y salieron en libertad porque les fueron impuestas sentencias incomparablemente menores. Desde luego, ninguna de esas personas eran patriotas cubanos juzgados en Miami.

 La cruel injusticia contra Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René es, por encima de todo, un mensaje muy claro para todo el pueblo de Cuba. Ellos fueron condenados por combatir el terrorismo que ha sido promovido por sucesivas administraciones norteamericanas y que ha causado muerte y dolor a varias generaciones cubanas a lo largo de más de  medio siglo. La perpetuación del castigo contra ellos significa que esa política criminal sigue vigente y continúa como una grave amenaza sobre los cubanos y las cubanas de hoy y de mañana. No es razonable imaginar una mejor relación entre ambos países mientras esta situación persista. Obama sabe que mejorar las relaciones con Cuba es un factor importante para una vinculación constructiva y respetuosa con los países de América Latina y el Caribe, algo que él ha declarado como uno de los objetivos de su gobierno.

 Para convencer al Presidente es necesario que el caso de los Cinco sea verdaderamente una causa que interese y motive a millones de norteamericanos que desgraciadamente, hay que reconocerlo, poco o nada conocen al respecto, porque se les ha prohibido acceder a ella. Es grande la tarea para quienes se empeñan en liberarlos.

 El líder histórico de la Revolución cubana, el compañero Fidel Castro, en discurso memorable proclamó: “Solo les digo una cosa: Volverán”. Pero no se trata de esperar a que vuelvan. Se trata de hacerlos volver, usando los instrumentos al alcance de cada cual, desde las acciones solidarias en las calles, hasta el rezo, la poesía y la canción. Que cada cual se plantee con toda sinceridad la pregunta que se hacen los niños de La Colmenita en la hermosa obra Abracadabra: “¿Y ahora qué más podemos hacer?”

 Es un desafío que reclama voluntad de acero y requiere también creatividad en el uso de todas las vías alternativas que ofrecen las nuevas tecnologías de la comunicación para derribar el muro de silencio que levantan los monopolios mediáticos.

Solo así podrá constituirse ese jurado de millones. Es una pelea difícil pero que puede culminar con la victoria. “Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas” (San Lucas 12, 2.3).    

 

Bibliografía
  • U.S. District Court for the Southern District of Florida. United States vs. Gerardo Hernández et al.
  • Transcript of Trial before the Honorable Joan A. Lenard.
  • Transcript of Sentencing Hearings before the Honorable Joan A. Lenard.
  • U.S. Government Emergency Petition for Writ of Prohibition before the U.S. Court of Appeals for the Eleventh Circuit, May 30, 2001
  • United States Court of Appeals for the Eleventh Circuit No. 01-17176, 0311087, August 9, 2005
  • Martin Garbus: Declaración Jurada, 17 de agosto de 2012.
  • Martin Garbus: Memorándum de Respuesta a nombre de Gerardo  Hernández solicitando que se anulen su condena y sentencia o, en su defecto, se haga cumplir la acción exhibitoria y se le conceda una audiencia oral, 31 de agosto de 2012.
Estos dos últimos documentos, suscritos por Garbus y sus anexos con copiosa información son parte de la petición de Habeas Corpus y están registrados ante la Corte del Distrito Sur de la Florida (Case No. 1. 10-CV-21957- JAL Criminal Case No. 98-721- Cr. Lenard)
El Gobierno de EE.UU. ha solicitado eliminarlos, hacerlos desaparecer (Motion to Strike).
 
1. En la fecha de publicación de este trabajo (mayo de 2013) ya rené González se encuentra de regreso de manera permanente en Cuba, luego de cumplir con el trámite de renunciar a la ciudadanía estadounidense. (N.E)
Ensayo presentado al concurso internacional Pensar a Contracorriente, y que recibió Mención del Jurado, durante la 22 Feria Internacional del Libro de La Habana.
 
Tomado de La Jiribilla, con imagen del Periódico Trabajadores
 
publicado por rcbaez a las 20:24 · Sin comentarios  ·  Recomendar
30 de Abril, 2013 · Cinco Prisioneros en USA

Washington, 29 abr.- El Comité Internacional por la Libertad de los Cinco Cubanos denunció que la empresa estadounidense PayPal bloqueó fondos destinados a un evento de solidaridad con los luchadores antiterroristas de la isla antillana.

Un día después que el Comité Internacional hiciera un llamado pidiendo contribuciones, PayPal congeló la cuenta del grupo y rechazó las donaciones, subrayó en una comunicación pública la organización no gubernamental.

El foro había hecho el llamado para recaudar los fondos necesarios destinados a la Segunda Jornada "Cinco Días por los Cinco Cubanos en Washington D.C.", prevista del 30 de mayo al 5 de junio próximo.

Los contribuyentes recibieron el siguiente mensaje de PayPal

"Desafortunadamente no podemos finalizar esta transacción. Le pedimos disculpas por cualquier inconveniente causado. Para más información lea las Políticas y Regulaciones del Gobierno".

El administrador de la cuenta del comité hizo un llamado a PayPal y le notificó que "todavía no sabemos ni entendemos la razón de la suspensión, salvo que PayPal tuvo la sospecha de alguna actividad que posiblemente podría estar en violación con las regulaciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC)".

Espero sepa entender que nos preocupa cualquier acusación sobre las violaciones de la OFAC, y si cualquier individuo u entidad está detrás de dicha acusación para causarnos problemas, queremos tomar las medidas adecuadas, remarcó el administrador de la cuenta.

Las organizaciones e individuos en solidaridad con Cuba en Estados Unidos están acostumbrados a este tipo de táctica intimidatoria que no es otra cosa que una extensión del bloqueo cruel y sin sentido de Washington hacia Cuba, enfatiza la nota.

Esta acción nos da más fuerzas para continuar trabajando con vista a garantizar el éxito de la Segunda Jornada por los Cubanos en Washington D.C, subraya el Comité Internacional por la Libertad de los Cinco.

La OFAC es una institución adscrita al Departamento del Tesoro que regularmente dicta y ratifica sanciones contra Cuba bajo los argumentos del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington hace más de medio siglo.

Los Cinco Cubanos, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González fueron apresados en 1998 y, en un juicio amañado en la ciudad de Miami, Florida, sentenciados a largas penas de cárcel.

Conocidos internacionalmente como los Cinco, los luchadores cubanos fueron injustamente condenados y encarcelados en Estados Unidos por impedir la realización de actos de terrorismo en contra del pueblo cubano, recuerda el Comité.

Personalidades internacionales, asociaciones civiles y representantes gubernamentales los han defendido y recuerdan que solo controlaban la actividad de grupos extremistas tratando de anticiparse a sus acciones y reuniendo pruebas sobre posibles ataques contra Cuba.

PayPal es una empresa estadounidense perteneciente al sector del comercio electrónico por Internet que permite la transferencia de dinero entre usuarios que tengan correo electrónico. (PL)

Tomado de Web ICAP

publicado por rcbaez a las 14:02 · Sin comentarios  ·  Recomendar
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