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Por Deisy Francis Mexidor
La
Habana, 17 jun (PL) Hemos sido víctimas de una gran injusticia,
expresaron al pueblo de Estados Unidos un día como hoy, hace 13 años,
cinco antiterroristas cubanos, pero aún el gobierno de ese país sigue
sin escuchar esa denuncia. El
17 de junio de 2001, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio
Guerrero, Fernando González y René González destacaron en un mensaje a
los estadounidenses su más profunda convicción de que con su actitud y
acciones no transgredieron ni pusieron en peligro la seguridad de los
ciudadanos de esa nación.
Por el contrario, "sí contribuimos en alguna medida a descubrir planes y
acciones terroristas contra nuestro pueblo, evitando la muerte de
ciudadanos inocentes cubanos y norteamericanos", plantearon entonces.
Se manifestaron así al reiterar su inocencia y aseverar cómo fueron
guiados por "un fuerte sentimiento de solidaridad humana, amor a nuestra
patria y desprecio por todo lo que no respete la dignidad del hombre".
La carta, que circuló pocos días después de haberse conocido el
veredicto de culpabilidad (8 de junio) durante el juicio que se les
realizó en la ciudad de Miami, puso al descubierto que en el tribunal
donde los juzgaron se les imputaron numerosos cargos, e incluso delitos
que por su incuestionable falsedad, no fueron ni podrán ser probados.
Los enjuiciaron, como argumentaron, "después de un largo y escandaloso
proceso mediante procedimientos, métodos y objetivos de carácter
absolutamente políticos y bajo un verdadero diluvio de propaganda
malintencionada y fraudulenta".
Y lo que en ese momento señalaron se comprobó años más tarde, cuando se
reveló que periodistas de Miami fueron pagados en secreto por la Casa
Blanca para ofrecer una visión sesgada de los acusados y así ejercer una
influencia negativa sobre el jurado.
El mensaje también advirtió que Cuba había sobrevivido a décadas de
agresiones y amenazas a su seguridad, a planes de subversión, sabotajes y
a la desestabilización interna, por lo que "tiene derecho a defenderse
de sus enemigos, que utilizan el territorio norteamericano para planear,
organizar y financiar actos terroristas violando las propias leyes
internas que los prohíben".
Precisamente, el 26 de abril, como prueba de la vigencia de esa misiva,
fueron capturados aquí los elementos José Ortega Amador, Obdulio
Rodríguez González, Raibel Pacheco Santos y Félix Monzón Álvarez,
ciudadanos cubanos residentes en Miami, quienes viajaron a la isla para
ejecutar acciones terroristas.
De tal manera lo admitieron al confesar sus vínculos con individuos cuyo extenso aval anticubano es conocido.
Son esos "grupos terroristas de origen cubano y sus mentores económicos
y políticos norteamericanos los que erosionan la credibilidad" de
Estados Unidos, advirtieron Los Cinco desde 2001.
El mensaje al pueblo norteamericano subrayó además que por su cercanía
geográfica los dos países "están en posibilidad de mantener relaciones
de respeto e igualdad", lo mismo que pide en la actualidad una mayoría
de ciudadanos estadounidenses y cubanoamericanos.
Una encuesta difundida este martes arrojó que 68 por ciento de
cubanoamericanos en Miami Dade favorece el restablecimiento de
relaciones diplomáticas con la nación caribeña, con énfasis entre los
jóvenes (90 por ciento) y entre los votantes no registrados (83 por
ciento).
O sea, si en 1991 el 87 por ciento favorecía la política de
aislamiento, a partir de 2008 esa tendencia disminuyó hasta el 45 por
ciento.
Una reciente jornada de apoyo a la causa de Los Cinco, celebrada en
Washington DC, debatió sobre el futuro de los nexos Estados Unidos-Cuba
en medio del creciente clamor dentro y fuera de ese territorio por el
cambio de política de la Casa Blanca hacia la ínsula.
Como premisa, los participantes en el evento se pronunciaron por que en
esa nueva etapa que se pide debe quedar resuelto el caso de Los Cinco,
lo cual significa que Hernández, Labañino y Guerrero, los tres
antiterroristas que continúan en prisiones federales, regresen a su
patria.
Los Cinco fueron arrestados el 12 de septiembre de 1998 y casi 16 años
después solo Fernando González y René González recuperaron su libertad y
se encuentran con sus familias en Cuba, pero antes cumplieron la
totalidad de sus condenas.
Basado en un guión radial de Marlen Caboverde Caballero, periodista de Radio Jaruco. Edición y Redacción, Rosa C. Báez
Personajes,
un hombre y la presencia inmanente de la fachada que mostraba ser… sus
captores y sus jueces… Locaciones, una cárcel, una celda, la sala de un
Tribunal: De
malos modos, el captor pregunta: ¡¿Cuál es su nombre?!, mientras el
prisionero, la mirada firme, la frente en alto, responde -"Manuel
Viramóntez"- y comprende que ha llegado el momento y, dispuesto a que su
voz no tiemble, continúa el intercambio de preguntas y respuestas con
el militar: - ¡¿Dónde y cuándo nació usted?! -
Soy ciudadano norteamericano. Nací en Cameron, Texas el día 26 de enero
de 1967. En 1970 mis padres regresaron a Puerto Rico, donde habían
nacido. - ¡¿Cuál es su dirección en Puerto Rico?! Sin titubear, el prisionero responde: Edificio Darlington, avenida Muñoz Rivera Borinqueña, apartamento 6-C, Río Piedras. - ¡¿Dónde trabaja usted aquí en Estados Unidos?! - En una empresa…. Otro
hombre, la misma arrogancia, el mismo despotismo: -"¡Mentiras! ¡Eres un
espía cubano, di la verdad, eres un espía de Castro!". El mismo prisionero, la misma determinación, igual coraje… -"Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico". Una
y otra vez, la insistente pregunta se proyecta sobre un muro de
resolución y fuerza interior: -"¡¿Continúas insistiendo en lo mismo?!
¡Te vas a pudrir en esta celda! ¡Mientes! ¡Eres un maldito espía
cubano!" mientras el prisionero repite una y otra vez: "Mi nombre es
Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico. Soy Manuel Viramóntez,
Viramóntez, Viramóntez… Y
así, durante muchos meses, el prisionero sólo conversaba con sus
captores y una y otra vez el diálogo machacaba hasta el cansancio… Hasta
que un día, en la soledad de la pequeñísima celda a la que todos
llamaban "el hueco", mientras descansaba en su camastro y pensaba en su
lejana tierra, una voz infantil lo sacó de su letargo… -"¡Oye, oye! Dibújame la pelota". Dando
un salto que acabó de despabilarlo, el prisionero exclamó: -"¡¿Eh?!-
Sin embargo, no lograba pensar otra cosa que era un sueño en el que
soñaba que estaba despierto… Como un pequeño príncipe caído de su
asteroide, el pequeño le rogaba: "Por favor, dibújame la pelota". Gerardo, el prisionero, asombrado, le preguntó: "Dime quién eres de una vez". Y entonces sí que dio un salto, totalmente fascinado, cuando escuchó al niño responder: - "Creí que lo sabías. Soy Manuel Viramóntez", mientras volvía a rogarle "Dibújame la pelota". Totalmente pasmado, el hombre le respondió: -¿Manuel? No es posible. ¿De qué hablas? Y
el niño, dulcemente, le contestó: "Ya te dije. Dibújame la pelota, la
que conservas hace tiempo, la de aquel día que recuerdas tanto. Es tan
parecida a la mía…" El
pedido no dejaba de volver una y otra vez a la mente del prisionero,
mientras se preguntaba el por qué de aquel sueño recurrente… -¿La
pelota? ¿Manuel?... ¡Otra vez ese sueño tan raro! Y los recuerdos
volvían a su mente… recordaba su Patria, su deporte favorito, un año
lejano en el tiempo: 1986… El prisionero se incorporó en la cama;
recorrió la celda con los ojos empañados. Palpó las paredes y observó el
techo: una luz tenue se filtraba por la alta ventanita de vidrio
blindado. Amanecía. De pronto, una brisa acarició su cara, haciéndolo
estremecer... muy bajo, susurró: -"¿Manuel, Manuel eres tú?". Entonces,
inexplicablemente, como en las ocasiones anteriores, el frío comienzó a
desaparecer de su cuerpo, poco a poco… Pasaron
los días, interminables, desde aquel sábado 12 de septiembre… una y
otra vez, la presencia infantil se iba haciendo cotidiana… visible
solamente para el hombre solo, en su celda silenciosa… -
"A los interrogatorios otra vez", ordenaba aquél individuo parecido a
un robot de video juegos… De nuevo la rutina: agachado, de espaldas a
la puerta, saca las manos por la hendidura. Desde afuera el guardia se
las aprisiona en una caja negra. La puerta se abría. Las cadenas
repitían aquella música, ahora menos terrible, al compás de sus pasos,
mientras con la mirada se comunicaba con el niño, que camina a su lado
sin que los guardias lo presintieran: -"En
la prisión no cuenta lo que dices sino, lo que es más hondo en ti; la
vida es como un juego de pelota. Si sales al terreno es para darlo todo.
Nadie puede adivinar el desenlace en un partido. Eso lo aprenderás,
Manuel, con el tiempo, con el tiempo. Puedes cometer errores, pero no
vale darse por vencido, y mucho menos cambiar de equipo. Nadie es una
isla en la batalla. Tenlo en cuenta, Manuel, recuérdalo siempre,
siempre". Y todo vuelve a comenzar: las preguntas, las mismas respuestas, la consigna: -
"Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"; "Mi nombre es
Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"; "Mi nombre es Manuel Viramóntez.
Soy de Puerto Rico"…. La
tarde muere en la ciudad. El hombre, en la celda, dibuja con un lápiz
diminuto en un pedazo de papel. Al terminar lo dobla y lo sitúa sobre la
mesita de concreto soldada a la pared. Se tumba en la cama. Un
cansancio agradable mina su cuerpo. Entonces, se sorprende
pensando otra vez en Manuel Viramóntez. En Manuel, el Manuel verdadero,
que murió a los tres años de edad de una insuficiencia respiratoria y,
suspirando, el hombre se dice: -"Pobrecito, ahora hubiera tenido casi mi
misma edad". Y recuerda como se preparó durante meses para asumir la
identidad de aquel niño, aprender cada detalle relacionado con su
familia, las escuelas donde supuestamente hubiese estudiado, los amigos,
las maestras, la vida que imaginariamente hubiese vivido. Sonríe. Desde
que Manuel se le aparece, su infancia se hace cada vez más vívida y
recuerda, recuerda: -
"Los chiquillos en la escuela nunca querían jugar a la pelota conmigo
porque si pasaba la maestra cargada de libros, allá iba a ayudarle y ahí
mismo se acababa el juego o ponían a otro en mi lugar"- y se ríe en voz
alta- "La serie estaba por comenzar en Cuba. ¿Qué equipo ganaría la
corona esa vez? En cuestiones de beisbol, cualquier cosa puede suceder",
era lo que pensaba entonces. Y viendo cómo desaparecía el último hilo
de luz del atardecer, el prisionero se durmió profundamente, como un
niño. El
hombre abre los ojos lentamente y se incorpora. El niño mira el dibujo
complacido. Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible
desobedecer: - "Dibujaste la pelota. Es tan parecida a la mía… Pronto me iré. Solo vine por el dibujo, para acordarme… -
"¿Te irás? ¿En serio? Pero si te marchas así, solo llevarás un garabato
en un trozo de papel. Quédate un poco, te contaré la historia de esa
pelota, luego me hablarás de la tuya", casi suplicó el prisionero. - "Tengo prisa. En unas horas estaré en casa, otra vez. Dibújame la historia, la llevaré también" - "Eso sería complicado. Puedo contártela". Sonó la risa cristalina del niño, mientras una mirada pícara se reflejaba en sus ojos: -"Sé
lo que ocultas, lo que callas. Sé que no son engaños, ni mentiras. Más
bien parecen ilusiones, fantasías buscando una verdad. Conozco todas tus
historias, ésa en especial". - ¿La conoces? - Sí: la has soñado demasiado desde que empezaste a repetir mi nombre sin parar. El prisionero bajó los ojos, apenado: "-Lo siento… Pero igual me gustaría ahora decirla por primera vez, en silencio, para ti, para los dos". Y
entonces el niño se sentó en el banquito de hierro frente al hombre de
uniforme naranja, y los dos callaron y cerraron los ojos, que es la
mejor manera de evocar y sentir una historia verdadera. Y sin musitar
palabra, el hombre le contó: -
"Fue el domingo 19 de enero de 1986. Cuando llegué al Estadio
Latinoamericano, que es el estadio donde jugaba mi equipo favorito, el
de mi ciudad, La Habana. El juego había empezado pero afuera había una
multitud haciendo fila para entrar. En el bolsillo llevaba una pelota
como esa que te dibujé. Ya debes saberlo, mi equipo son los azules, los
Industriales. Era la final del campeonato (nosotros le decimos "la
serie") número 25, y sus rivales eran los Vegueros, de una provincia
llamada Pinar de Río. ¡No me podía perder el juego por nada del mundo!
En aquella época, hacía dibujos y caricaturas para un espacio llamado
Aspirina, sí, como la tableta, no te rías; a los integrantes nos habían
dado un carnet que decía: "Prensa", así que al llegar al estadio, con el
carnet (y con el rostro, sí, chico, haciéndome el periodista
importante), pude abrirme paso por las gradas hasta llegar a la parte de
arriba del banco de Industriales. Estaba finalizando el segundo inning.
En esos años había un pitcher del equipo que era de mi barrio (en
realidad del barrio de enfrente al mío, de El Rosario), el derecho
Leonardo Tamayo. Cuando logré llegar allí le grité a uno de los
peloteros que me llamara a Tamayo, quien salió del banco y se asomó a
las gradas. Se extrañó de verme allí, y le di el papel con la pelota
dibujada y un bolígrafo para que lo pasara y los peloteros la firmaran.
En ese momento mi equipo perdía, pero en el papel yo había escrito:
"Industriales Campeón-1986", algo que todos leyeron al firmarla mientras
todavía el equipo perdía. Así que ya tú sabes... luego a todo el mundo
le decía que mi pelota le había levantado el espíritu al equipo! (RÍE)
El caso fue que la firmaron todos, o casi todos, y Tamayo me la devolvió
allí mismo. Todavía se puede distinguir la firma de algunos de ellos
como el tercer bate, Javier Méndez y el receptor, Pedro Medina". "¡Y
luego fue cuando se armó la locura! En el quinto inning, Vegueros
perdía tres carreras por cuatro frente a los Azules y el zurdo Giraldo
Iglesias empató el juego, pero la revancha de Industriales no se hizo
esperar. El receptor Pedro Medina, bateó por el centro una conexión
larga que trajo la igualada (vaya, el empate, jajaja es argot
beisbolero) en las piernas de Padilla, y segundos después, Vargas regaló
la ventaja. El Latino estallaba, Industriales, por la diferencia
mínima, estaba a tres outs de llevarse la victoria. Pero, ya te lo dije,
en un juego de pelota nada puede asegurarse hasta el final. Anochecía
cuando empezó el noveno capítulo. Entonces el zurdo Giraldo Iglesias
igualó las acciones a cinco carreras. Tendrían que ir a extra inning. La
verdad, no puedo recordar en detalles lo que ocurrió después, pero
jamás olvidaré el momento cumbre de la entrada número doce. Imagínate,
dos y dos la cuenta para Agustín Marquetti, un veterano a punto de
retirarse del deporte activo, el inning parecía terminar con ponche. Yo
no miraba el reloj, pero no sé cómo, siempre supe que … Y
a coro, hombre y niño dijeron: -"…eran las nueve y veinte de la noche
cuando Marquetti dio aquel tremendo home run ¡¡Y ganamos!! ". -
"Por supuesto, fui uno de los tantos que se tiró para el terreno. Pude
llegar hasta el mismísimo Marquetti, y en el periódico Juventud Rebelde
del día siguiente salgo en la foto, muy cerca de él, claro, quizá no me
reconocerías porque tengo pelo en aquella época!"-, dice riendo el
prisionero- "como había llovido, el terreno estaba mojado, y tuve que
coger los dos ómnibus de regreso para la casa lleno de fango, pero
¡contento!, por mi pelota, y porque Industriales había ganado el
campeonato de una manera tan espectacular, aunque en ese momento ni me
imaginaba que ese juego sería tan recordado en la historia del beisbol
cubano". El prisionero es el primero en abrir los ojos y sorprende una risa grandísima pintada en la boca del niño: -
"Creo que tu pelota está en buenas manos. Ahora, debes dibujarme un
libro para guardar tu historia. Esa la única forma de liberarla… cuando
me haya marchado". Entonces, el hombre sacó un papel del bolsillo y dibujó un libro cerrado para no matar el misterio. - "Exactamente como pensé", dijo el niño - "Ahora es tu turno. ¿La historia de tu pelota?" -
"Mi pelota luce como nueva. Está bien guardada, tanto como la tuya; mi
hermana dará a luz en pocas horas. El niño se llamará Manuel. Es mi
única oportunidad de regresar a casa". - "¿Regresar?" Y la palabra despertó un eco de nostalgias en el hombre… -
"Sí. A mi lugar. No pertenezco aquí. Debes cuidarte. Aquí puede morir o
naufragar lo mejor de uno… Tú también regresarás… algún día. Escríbelo.
Así como hiciste con tu pelota: Industriales Campeón". - "Industriales Campeón. ¿Campeón?" - "Te conozco. No sabes rendirte", dijo el niño. - "Espera. No te vayas todavía. Antes quiero pedirte perdón", dijo el hombre, deteniéndolo. - ¿Perdón? ¿Por qué? - "Por llevar tu nombre. Te lo devuelvo". El niño sonríe y responde: -" No fue un engaño, ni una mentira. Eran ilusiones, fantasías necesarias para hallar tu verdad". Entonces
el pequeño Manuel Viramóntez se alzó hasta la alta ventana de vidrio
donde aplastó la nariz, mientras desaparecía con las primeras luces del
amanecer… La sala del Tribunal se muestra tan fría como su celda: allí, otros hombres repiten la misma pregunta - "¿Cómo se llama? En el estrado un hombre, gigante en su dimensión, con la voz trémula de orgullo y decisión, responde: - Mi nombre es Gerardo Hernández Nordelo. Nací en La Habana el cuatro de junio de 1965. Soy cubano… Basado
en el guión de la edición especial del programa Alas de libertad sobre
testimonio inédito que concedió el Héroe de la República de Cuba Gerardo
Hernández Nordelo a la periodista Marlene Caboverde Caballero.
Por Ricardo Alarcón de Quesada
La
reunión en Londres de la Comisión Investigadora del caso de los Cinco
examinó a fondo la situación específica de Gerardo Hernández Nordelo y
la acusación infame (el Cargo 3 “conspiración para cometer asesinato”)
presentada sólo contra él y que fundamenta su condena a morir dos veces
en prisión. Se le atribuye, calumniosamente, haber participado en el
derribo el 24 de febrero de 1996 de dos aeronaves del grupo terrorista
autotitulado “Hermanos al Rescate”. Desde
el punto de vista legal para que un Tribunal de Estados Unidos pudiera
actuar, el hecho en cuestión tenía que haber sucedido en el espacio
aéreo internacional, fuera de la jurisdicción cubana. Caso contrario
ninguna Corte norteamericana habría podido abordarlo. Por
eso en el juicio de Miami se discutió bastante la cuestión de la
ubicación exacta del incidente, repitiendo lo que antes pasó en el
Consejo de Seguridad de la ONU y en la Organización de la Aviación Civil
Internacional (OACI). En esas discusiones surgieron siempre las
contradicciones entre los radares cubanos y los de Estados Unidos. Sobre
los datos norteamericanos, por cierto, habría mucho que escribir, por
ejemplo, la demora en entregarlos, varios meses, que obligó a dilatar el
trabajo de la OACI y la sospechosa destrucción de algunos registros,
todo lo cual consta en el informe de la OACI. Para
tratar de resolver la discrepancia en lo que mostraban los radares, la
OACI pidió a Estados Unidos que entregase las imágenes tomadas por sus
satélites espaciales, petición que fue rechazada en 1996. Tampoco
Washington permitió que las viera el Tribunal de Miami y lleva mucho
tiempo oponiéndose a las repetidas solicitudes del Centro para el
Derecho Constitucional y los Derechos Humanos de California y litiga
ante las Cortes de ese Estado en su afán de mantener ocultas las
imágenes. Pronto se cumplirán veinte años de obstinada censura. Sólo
Estados Unidos ha podido examinar lo que filmaron sus satélites, pero
no permite que lo haga nadie más. Ni el Consejo de Seguridad de la ONU,
ni la OACI, ni los tribunales norteamericanos. ¿Por qué? Sólo
puede haber una respuesta. Washington sabe que el incidente ocurrió
dentro del mar territorial cubano, muy cerca del litoral habanero y en
consecuencia, jurídicamente, nunca tuvo jurisdicción alguna sobre él.
Porque las imágenes satelitales son prueba irrefutable de la mentira
yanqui nadie más que las autoridades estadounidenses podrá verlas nunca. Pero
no se trata de que las imágenes exculpen a Gerardo. No eran necesarias
porque para condenarlo la Fiscalía tenía que demostrar que él,
personalmente, había participado en el incidente, algo totalmente
absurdo, imposible de sostener, independientemente del lugar donde
hubiera ocurrido el derribo de las aeronaves invasoras. El problema era y
es para Washington. Porque
las imágenes prueban que Estados Unidos, sus autoridades y sus
tribunales no tenían derecho alguno para juzgar un acontecimiento
ocurrido más allá de su jurisdicción territorial. Debe destacarse que,
según los radares norteamericanos, los aviones volaban, siempre juntos,
rumbo sur y uno de ellos, al menos, conforme a su propia versión, había
penetrado el territorio cubano. Incluso, si se aceptase la teoría
estadounidense sobre la ubicación de los aviones, estos se hallaban en
las inmediaciones de la capital cubana, muy cerca de su parte central y
más poblada y en pocos minutos la habrían sobrevolado y hubieran podido
atravesar la isla hasta la costa meridional. No
fue algo acontecido en la cercanía del espacio norteamericano, sino
mucho más abajo del paralelo 24 que marca la separación entre las zonas
de supervisión aérea de ambos países. Fue ahí, dentro del área bajo
control cubano, que transcurrió buena parte del vuelo, siempre rumbo
sur, hacia La Habana y desoyendo las indicaciones y advertencias
emitidas por el centro de control de tráfico aéreo de nuestro país. Pero,
en todo caso, Gerardo no tuvo absolutamente nada que ver con el hecho,
en cualquier lugar en que este ocurriese. Y eso lo sabían perfectamente
las autoridades norteamericanas. Según
el Acta Acusatoria de septiembre de 1998, el FBI había identificado a
Gerardo, conocía la misión que desempeñaba y revisaba sus comunicaciones
con Cuba desde 1994, más de dos años antes de aquel suceso que agravó
sensiblemente la situación entre ambos países. Las turbas de la mafia
batistiano-terrorista llamaban entonces a la guerra en las calles de
Miami, mientras, según escribió el Presidente Clinton en sus Memorias,
en la Casa Blanca discutían un posible bombardeo a Cuba y él optó por
promulgar la Ley Helms-Burton acompañada de amenazas belicosas. ¿Puede
alguien imaginar que no habrían hecho nada contra Gerardo si él hubiese
sido culpable? Nada hicieron, precisamente, porque les constaba su
inocencia. Por
eso tampoco lo inculparon cuando fue detenido, junto a sus compañeros
en septiembre de 1998. En la acusación inicial no se dice una palabra
sobre lo ocurrido el 24 de febrero del 96, ni se habla de derribo de
aeronaves o algo parecido. No lo hicieron porque el FBI, que poseía y
había leído los mensajes entre Gerardo y La Habana, sabía que era
inocente. El Cargo 3 (“conspiración para cometer asesinato”)
fue formulado, sólo contra Gerardo, más de siete meses después del
arresto de los Cinco cuando ellos permanecían en confinamiento solitario
–el infame “Hueco”-
aislados del mundo, imposibilitados de defenderse. Para hacerlo la
Fiscalía presentó una Segunda Acta Acusatoria que, y así lo registró la
prensa de Miami, fue elaborada en reuniones que abiertamente celebraron
el FBI, la Fiscalía y jefes de grupos terroristas. Era
una acusación arbitraria, fabricada de pies a cabeza, con el único
propósito de complacer a los criminales, inflamar el odio contra Gerardo
y sus compañeros y garantizar de antemano las peores, ilegales y más
irracionales condenas. El Cargo 3 fue el centro de la desaforada y
vulgar campaña mediática promovida y financiada por el Gobierno Federal,
con su presupuesto, que cayó como un tsunami de mentiras, sobre una
comunidad inerme y paralizada por el terror –cinco artículos por día en
los periódicos impresos, incesantes comentarios, día y noche, en la
radio y la televisión locales –conformando lo que justamente el panel de
jueces de la Corte de Apelaciones, en 2005, calificó como una “tormenta perfecta” de odio, prejuicios y hostilidad. Gran parte del juicio giró alrededor del Cargo 3. Dentro y fuera de la sala del tribunal, individuos vinculados a “Hermanos al Rescate” alborotaban y hacían declaraciones estridentes que amplificaban los medios locales. Ellos y los “periodistas”
pagados por el Gobierno perseguían y asediaban a los miembros del
jurado quienes se quejaron a la jueza y ella, por su parte, varias veces
también se quejó al Gobierno, por supuesto, sin resultado alguno. En
la sala del Tribunal, pese a todo, el infundio de la Fiscalía fue
derrotado. Los acusadores, tan eficaces insuflando odio y prejuicios
contra él, no pudieron presentar una sola prueba para vincular a Gerardo
con los sucesos del 24 de febrero. Nada. Tan
contundente y obvia fue la derrota que el Gobierno hizo algo totalmente
inusitado. Al final de las discusiones, cuando la jueza iba a dictar
las instrucciones para guiar al jurado a la hora de emitir su veredicto,
los fiscales se opusieron sorpresivamente al texto que, ajustado
palabra por palabra al Acta Acusatoria, ella había preparado.
Propusieron cambiarlo radicalmente. La Magistrada, con buenas razones,
no aceptó la petición alegando que habían empleado siete meses
discutiendo esa acusación fiscal y era ya demasiado tarde para
modificarla. Ese mismo día la Fiscalía se precipitó a hacer algo aun más
insólito: en una acción que reconoció “carecía de precedentes” recurrió ante la Corte de Apelaciones con una “moción de emergencia” buscando paralizar la decisión del tribunal inferior e incluso la posposición del proceso. En el extraño documento la Fiscalía sostuvo que “a
la luz de las evidencias presentadas en el juicio las instrucciones
presentadas por la jueza constituyen un obstáculo insuperable para esta
Fiscalía y pueden conducir al fracaso de la acusación en este Cargo”. Debe
subrayarse que, según un principio universal de Derecho, toda persona
es inocente salvo que se demuestre lo contrario y que es obligación del
acusador presentar las pruebas o evidencias necesarias para demostrar la
culpabilidad del acusado. La Fiscalía encaraba ciertamente “un obstáculo insuperable”
por la sencilla razón de que no podía mostrar prueba alguna contra
Gerardo, simplemente porque estas no existen, ni pueden existir.
Carecían de cualquier prueba contra él y peor aún, sabían, pues poseían
todos sus intercambios con La Habana desde hacía varios años –incluso
años antes del incidente de las avionetas-, que él no había tenido
relación alguna con ese hecho. En otras palabras, cuando presentó su
Segunda Acta Acusatoria la Fiscalía conocía cabalmente que estaba
acusando a un inocente y en consecuencia, prevaricaba imperdonable y
groseramente. El
Cargo 3 fue una grave violación a la Constitución y las leyes y también
a la obligación legal y hasta profesional de los fiscales. Actuaron,
mano a mano con el FBI de Miami, como agentes y cómplices de una mafia
terrorista que ellos debían combatir y en realidad la sirvieron con
docilidad escandalosa. La
Corte de Apelaciones tampoco aceptó la tardía solicitud fiscal y a
partir de ahí se produjeron acontecimientos que serían sorprendentes si
no se tratase de un caso que, de principio a fin, ha sido y es un
escarnio mayúsculo a la justicia. Rápidamente,
sin expresar duda alguna, sin hacer preguntas, en unas pocas horas, el
Jurado declaró culpables a los Cinco de todos y cada uno de los Cargos
formulados contra ellos, incluyendo el Cargo 3, sin importarle a nadie
que respecto al mismo la Fiscalía había admitido su fracaso y se había
empeñado por retirarlo. Al
concluir el juicio, en la primera semana de junio de 2001, la jueza
anunció que dictaría las sentencias a mediados de septiembre. El
abominable acto terrorista del día 11 de ese mismo mes y año al parecer
la hizo cambiar de opinión. Ni ella ni el Gobierno se sentirían cómodos
penalizando brutalmente a unos héroes antiterroristas mientras W. Bush
se lanzaba, gozoso y con gran fanfarria, a hacerle la “guerra al terrorismo” a todo lo largo y ancho del planeta. Esperaron tres meses más. Finalmente, el 14 de diciembre de 2001, Gerardo fue sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años. Todos, en la sala del Tribunal, sabían que castigaban a un inocente.
Por Karina Marrón González De tanto decirles héroes a veces olvidamos que son o fueron seres
humanos de carne y hueso, quizás porque no contamos los actos heroicos
como se cuentan las novelas o las películas. Y
en ese camino vamos sembrando una distancia, un encumbramiento que en
ocasiones nos hace creer que nunca podríamos ser como ellos. Entonces,
repetimos las historias en esa encartonada forma que un día hace que los
héroes ya no sean verdaderamente personas, sino leyendas a años luz de
los sentimientos como el miedo, la duda o el amor. Recientemente
a un buen amigo su hija le preguntaba qué le gustaba a Martí, y eso lo
puso ante la difícil tarea de rebuscar en libros y anécdotas esa otra
parte del Apóstol que se nos ha perdido: la de saber si prefería los
espaguetis, los mangos o las guayabas, la de descubrir sus más pequeños y
secretos placeres, aun cuando mucho dijo de sí mismo en versos y prosa. A
mí nunca me fueron más cercanos los jóvenes de la Generación del
Centenario que en esos pequeños recuerdos que atesoran sus familiares y
amigos, y que de vez en vez algún medio o persona acuciosa, como mi
profe María Julia, logra sacar a la luz. Del
mismo modo me ha sucedido con los Cinco. Muchos años llevamos hablando
de la injusticia que se ha cometido en su caso y, como cubana, entiendo
la grandeza de su sacrificio para proteger a nuestro país de tantos
retorcidos planes que se han tejido con los hilos del odio. Sin embargo,
nunca entendí bien la dureza de la prueba, la renuncia de estos hombres
y sus familias, hasta que vi a Irma, la hija mayor de René, embarazada,
y me pregunté cómo me sentiría yo misma si estuviera en su lugar y no
pudiera compartir esa alegría con mi padre. Gerardo
se me tornó inmenso en el pensamiento el día en que junto a unos amigos
visité a María Orquídea Artiles Ruiz, en Cienfuegos. Esta sencilla
mujer ha dedicado su casa a la causa de los luchadores antiterroristas
cubanos y siempre que alguien va a verla, recuerda con especial cariño
el día en el que escuchó la voz de Gerardo en el teléfono. A
pesar del reducido tiempo que le dan para comunicarse con su familia y
abogados, él dedicó unos minutos para preocuparse por ella y brindarle
consuelo ante la pérdida de su madre. Como si en lugar de cumplir una
condena de dos cadenas perpetuas más 15 años, se tratara del amigo que
está a la vuelta de unos pocos kilómetros, en una provincia vecina. Sé,
porque he tenido el privilegio de escuchar las anécdotas durante la
realización del Coloquio por la liberación de los Cinco en Holguín, que
Ramón, Tony y Fernando también han compartido ese tiempo, y que junto a
sus hermanos se han convertido incluso en consejeros o han aliviado las
tensiones entre padres e hijos. Cada
vez que escucho estas historias se me renuevan las energías para hacer
algo, aunque parezca muy poco, para luchar por su regreso. Porque 15
años es demasiado para ellos y sus familias que esperan, y porque la
humanidad necesita que los hombres buenos compartan su corazón,
multipliquen su ejemplo. Y
no es que no sea suficiente para admirarlos el saber las razones por
las cuales estaban en Estados Unidos, la dignidad con la que decidieron
enfrentar la prisión antes que aceptar cualquier trato engañoso que
tergiversara el hecho de que no pretendían otra cosa que proteger a su
país de las agresiones provenientes de grupos terroristas, radicados en
esas tierras del Norte. Pero tanto hemos andado en este camino por su
libertad, que temo a veces que un día despierte sin que me duela su
encierro, sin las ansias de buscar qué más hacer para que vuelvan
pronto. Es
por eso que ayer cuando escuchaba a alguien decir que en el pueblo hay
muchas historias que revelan la esencia de estos, nuestros héroes
modernos, no pude sino tener ganas de conocerlas todas. Se me antojó
recopilarlas, para que no anden dispersas entre tanta gente de Cuba y el
mundo, y luego compartirlas, porque quizás en ellas se encuentre la
fuerza que sea capaz de abrir las rejas que los mantienen lejos de casa. Si
se animan a colaborar pueden contactarme en la redacción del periódico
Granma o escribirme a mi correo personal: karina@granma.cu. Estaré esperando.
Por Lucía Sanz Araujo para Radio Rebelde
Una estilizada palma real,
símbolo de cubanía, con filosas y puntiagudas hojas, y cinco
estrellas
sobresalen en el multicolor mural que engalana la Secundaria
Básica José Martí,
del municipio Florida, en la oriental provincia de Camagüey, no
es la misma de
meses atrás.
La obra se titula Fin a la injusticia y fue creada por
estudiantes de ese
centro docente que pertenecen al taller de creación desarrollado por el
instructor de
arte, Iván Carbonell Guerra (Machuty), y que
funciona en ese centro en el
horario
extradocente.
Llena de colorido, en ella predominan colores como el azul,
rojo, verde y
amarillo, armonizados con tonalidades violetas, naranjas y verde
azules.
Realizada con crayola y tempera, ambos materiales brindan
sugerentes texturas y
ponen de manifiesto el dominio de las técnicas aprendidas por
los discípulos de
Machuty, joven creador que ya ha puesto de manifiesto su talento
en disímiles
piezas.
Precisa el artista que seleccionaron íconos como la palma real,
árbol nacional de Cuba, y
las estrellas en franca alusión a los luchadores antiterroristas
presos en
Estados Unidos, pues se trata de un mural dedicado a ellos, y al
deseo de todos
retornen a la patria lo antes posible.
Los estudiantes que tomaron parte en la confección fueron José
Carlos Porta
Valladares, Saúl Sioni Monzón, José Javier Guerrero y Tomás
Yosbel Fernández
Semaná.
“Los muchachos aportaron criterios, soluciones, trabajamos de
conjunto y el
resultado está ahí, ojalá puedan hacerse obras de este tipo en
nuestras
escuelas, piezas llenas de amor a la patria”. Recibido por correo electrónico, de CincoHéroes, Lista CUJAE
Por Wilkie Delgado Correa
Después
de la liberación de René, uno de los Cinco, los otros cuatro Héroes,
Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando, han visto desfilar durante dieciséis
años los últimos y primeros días de ellos, así como todos los de
quince, en cárceles de los Estados Unidos. El día 12 de septiembre de
1998 en que fueron sorpresivamente detenidos ha ido quedando atrás, y
con cada día que pasa sin que la justicia asome su rostro indulgente y
reparador, aumenta el lacerante castigo que han infligido a sus vidas.
Muchas preguntas pudieran hacerse en torno a este asunto que contiene
en sí aspectos esenciales de política, justicia, derechos humanos y
penales, principios fundamentales de ética y moral, y valores
relacionados con el bien y el mal.
¿Por qué?, y ¿por qué?, y muchos porqués interminables pueden lanzarse a
los cuatro vientos para que penetren las conciencias más
recalcitrantes? ¿Por qué fueron detenidos y condenados tan atroz y
arbitrariamente? ¿Por qué la Corte Suprema desestimó la solicitud de
revisión de esta causa? ¿Por qué la clemencia presidencial reclamada
desde todos los confines no se ha ejercido como demanda un acto
honorable de justicia y humanidad?
¿Qué hicieron esos hombres en territorio estadounidense sino demostrar
que el amor en todas sus dimensiones humanas puede cultivarse aún en un
medio hostil en que el servilismo y las riquezas corroen lo mejor del
alma y conciencia del ser humano? ¿Qué hicieron, sino estar dispuestos a
resistir todas las amenzas, los rigores y el aniquilamiento por el
compromiso de vivir abrazados a la verdad?
En la primera sentencia del tribunal de Miami los cinco fueron
sentenciados en total a 4 cadenas perpetuas más 77 años. A partir de la
resentencia, la condena final total de los Cinco se redujo a 2 cadenas
perpetuas más 98 años y 9 meses. ¿Por qué tanta cárcel para todos?
Después que René hubo de cumplir la condena de 15 años de prisión y
parte del periodo de libertad supervisada en los Estados Unidos, se le
autorizó a viajar a Cuba bajo la condición de renuncia de su ciudadanía
norteamericana. Antonio, Fernando y Ramón fueron resentenciados
respectivamente a condenas injustas y desproporcionadas de 21 años más 5
años de libertad supervisada, a 17 años y 9 meses y a 30 años de
prisión. La condena de Gerardo de 2 cadenas perpetuas más 15 años
permaneció inalterable. ¿Por qué tanta cárcel para cada uno de ellos?
Las razones que les guiaron en sus actos, las circunstancias de su
presencia en territorio de EE.UU., la saña y maltratos a que fueron
sometidos, la violación de sus derechos, la misión noble de defensa de
la patria y la lucha contra el terrorismo, la evitación de daños y
muerte de personas inocentes, la prevención de posibles conflictos entre
Cuba y EE.UU., la responsabilidad del gobierno estadounidense en
asuntos de la causa, y muchas otras facetas, fueron expuestas por los
Cinco en sus alegatos. Hay tal carga de verdades en los mismos que, en
estos tiempos signados por la lucha contra el terrorismo, valdría la
pena que todos los hombres del mundo pudieran recibirlos como el más
valioso legado de carácter espiritual, moral e ideológico. En
este nuevo año 2014 hay muchas razones para seguir pidiendo y exigiendo
la liberación de estos hombres nobles y excepcionales. En febrero
tendremos la alegría de recibir a Fernando después de extinguir su pena.
Este hecho debe ser el estímulo para reafirmar la lucha por la libertad
de los otros tres, que siguen siendo cinco indefectiblemente. Ha
pasado mucho tiempo de un encierro injusto rudo y horrible. Y a veces,
usando las palabras de Antonio en su alegato, “me he preguntado, ¿qué es
el tiempo? Y como San Agustín me he respondido: "Si me lo preguntan no
lo sé. Pero si no me lo preguntan, yo sí lo sé." Horas de soledad y de
esperanzas; de reflexión ante lo injusto y ruin; eternos minutos donde
arden los recuerdos”. Por eso, siempre será una ocasión propicia para
preguntar, ¿por qué pusieron en sus vidas tanta cárcel?
Por primera vez luego de 14 injustos años de cárcel
Fernando González
pudo estar junto a su madre y hermanas. Entrevista: a Magaly
Llort
Magali
Llort, madre de Fernando
González, uno de Los Cinco, declaró que ”el orgullo de saber que fue capaz de
sacrificar su juventud y su tiempo
con el objetivo de evitar más muertes en nuestro país, me ha
dado fuerzas para
seguir adelante”.
Por Yaniris
Hurtado y Yizenia Nuñez, estudiantes de
la carrera de Periodismo en la Universidad de
La Habana
Magaly Llort,
contra el tiempo y la distancia
Amablemente,
Magaly Llort nos
recibió temprano en la mañana en su apartamento. Como madre,
no puede evitar el
dolor al hablar de Fernando. Las lágrimas acompañaron por
momentos sus
respuestas, pero lo más presente mientras conversamos fueron
su esperanza y su
orgullo, motores impulsores de la lucha por la liberación de
su hijo y de sus
compañeros (Ramón Labañino, Gerardo Hernández y Antonio
Guerrero) encarcelados
injustamente en Estados Unidos, por luchar contra el
terrorismo.
“El
orgullo de saber que fue
capaz de sacrificar su juventud y su tiempo con el objetivo
de evitar más
muertes en nuestro país, me ha dado fuerzas para seguir
adelante”, afirma con
voz entrecortada.
¿Qué es lo que más
extraña de Fernando?
Fernando es para mí
esa persona que necesito a
diario. De él, lo extraño todo. Mi hijo es un hombre serio y
responsable, pero
en el ámbito familiar y de sus amistades, siempre ha sido
alegre, noble y muy
cariñoso.
Una de las cosas que
más me falta es su compañía. Él
siempre fue muy maduro y ante cualquier dificultad
conversábamos mucho, pues
con su capacidad de análisis y reflexión encontraba soluciones
que yo no
lograba ver.
¿Cómo imagina el momento
de su regreso a Cuba?
Contando el proceso de deportación al que será
sometido, falta poco
más de un año para su regreso y aun cuando hemos pasado 15
años de lejanía,
para mí será una larga espera.
La felicidad más
grande sería que regresen los cinco
al unísono y no tener que esperar a que cumplan sus condenas.
El caso que más
me duele y preocupa es el de Gerardo, que legalmente estaría
destinado a no
regresar nunca.
No imagino ese
momento, solo puedo decir que ansío
su llegada con vehemencia porque con los años comienza el
temor a no poder
disfrutar ese regreso tan esperado.
¿Pensó alguna vez que
Fernando incursionaría en la pintura?
La primera vez que
vi algo dibujado a lápiz por mi
hijo me sorprendió tremendamente, pues nunca mostró ninguna
inclinación por la
pintura. Lo suyo siempre fue la lectura. Fernando no era bueno
con las
manualidades, tanto es así que, por si acaso, yo no lo dejaba
poner ni un
bombillo. Pienso que para él ha sido como una vía de escape
ante la poca
comunicación que puede tener con nosotros.
Los bocetos que ha
hecho son muy poquitos y aunque no
son perfectos, considero que para una persona que jamás se
había adentrado en
el mundo de la pintura, no están nada mal.
Fernando tiene prohibido
enviar correos electrónicos. ¿Cómo afecta eso la
comunicación entre ustedes?
Él es el único de
los Cinco que tiene puesto en su
expediente que no puede acceder a tecnologías. Cuando lo
supimos nos sorprendió
grandemente, porque no conocemos las razones de esa medida
cautelar.
Debido a eso,
únicamente podemos comunicarnos por
teléfono y a veces solo es posible una vez por semana, o
utilizando el correo
postal, que demora mucho, ya que después de escribir la carta,
Fernando la
envía a la
Sección
de Intereses de Cuba en Washington y ellos para La Habana.
Actualmente,
comparte celda con otros nueve prisioneros, por lo cual
dispone de poco espacio
y las posibilidades de escribirnos son menos.
¿Cuál es el recuerdo más
amargo de estos años?
Honestamente, el
momento más amargo de mi vida fue
el día que me comunicaron que mi hijo estaba preso en Estados
Unidos. Sentí un dolor
tremendo. Fue totalmente inesperado, porque no conocía que mi
hijo estuviese
realizando ese trabajo. Para mí se encontraba en un viaje de
investigación de
mercado, viendo posibilidades de negocio con Cuba. Me
preocupaba grandemente la
situación que tanto él como sus compañeros podían estar
enfrentando.
Los primeros 17
meses incomunicados fueron
tremendos. Llegué a pensar que no podría sobrevivir a esa
terrible experiencia.
Únicamente el orgullo de saber que él había sido capaz de
sacrificar su juventud
y su tiempo con el objetivo de evitar más muertes en nuestro
país, me daba
fuerzas para seguir adelante y mantener esta lucha que aún
perdura y seguirá
hasta que regrese el último de ellos.
¿Qué representó la
visita más reciente a Fernando?
Fue muy alentadora,
porque sé que le falta menos
tiempo y afortunadamente no tendremos que realizar muchas más
visitas a la
prisión. Pronto el encuentro será en su país y en familia.
Después de 14 años
de encarcelamiento fue la primera vez que nos pudimos reunir
los cuatro
miembros de mi pequeña familia, es decir, mis dos hijas y yo
con Fernando. Fue
extremadamente emocionante sentarme frente a mis tres hijos y
ver cómo
conversaban, cómo disfrutaban unos de
otros, tal como solían hacer cuando eran más jóvenes.
Ese reencuentro,
sumado al pensamiento de que tal
vez después de una o dos visitas más lo tendremos en casa,
fueron estimulantes
y me dieron fuerzas para seguir luchando.
CUBAHORA
/13-05-2013 http://www.cubahora.cu/politica/magaly-llort-contra-el-tiempo-y-la-distancia
Por Lázaro Fariñas*
Pasan
los días, las semanas, los meses, los años, y cuatro cubanos siguen
tras las rejas, en distintas cárceles norteamericanas, y un quinto se
encuentra medio libre, con toda una serie de controles por parte de las
autoridades de este país. Es muy fácil escribir un artículo sobre ellos
estando en libertad, en la calle. Pero, por otra parte, es muy difícil
entender el por qué estos jóvenes cubanos han tenido que pasar por el
calvario que durante largos años han y aún están pasando. Los cinco han
demostrado una tremenda valentía y patriotismo. Si en vez de la
gallardía que demostraron en el juicio llevado a cabo en Miami, hubieran
tenido una posición menos patriótica, su suerte hubiera sido muy
diferente. Lo más probable es que las sentencias hubiesen sido otras más
benévolas y hace rato ya hubieran estado libres en sus casas.
El
problema es que eso no ocurrió y estos jóvenes se portaron valientemente
en el juicio y se han seguido portando de igual forma a través de los
años en que han estado injustamente encerrados. Cuando tomaron la
palabra en el juicio, lo hicieron con firmeza y en ningún momento se
acobardaron, aceptando abiertamente que ellos habían venido a Miami a
infiltrarse en los grupos terroristas de los anti cubanos de la Florida,
buscando informaciones sobre posibles actos terroristas en contra de
Cuba y que ellos, en ningún momento, espiaron en contra de los Estados
Unidos. Estos jóvenes no dudaron en aceptar su papel de antiterroristas
infiltrados en organizaciones terroristas. Demostraron hasta la saciedad
que esa era su verdadera misión en esta ciudad de Miami. Militares
norteamericanos desmintieron, una y otra vez, que los cubanos los
hubieran espiado a ellos, sin embargo, no le hicieron caso a sus
declaraciones. El destino de los antiterroristas ya estaba trazado por
un gobierno que quería ser implacable con ellos y un poder judicial
complaciente que no tuvo escrúpulos en condenarlos a largas penas de
prisión para bochorno de este país.
Una larga listas de
terroristas comparecieron como testigos en el juicio. Los que debían
estar siendo juzgados estaban siendo acusadores. Numerosos periodistas
locales recibieron dinero para que escribieran artículos en los
periódicos o para que hablaran en los programas de radio o de televisión
para que influyeran sobre los jurados y estos hallaran culpables a los
acusados. Se sabía que en la ciudad de Miami era imposible realizar un
juicio justo y sin embargo, se desestimó ese argumento y aquí se
celebró.
Las palabras finales de los jóvenes cubanos fueron
excelentes documentos llenos de patriotismo y firmeza revolucionaria. La
defensa de los abogados fue excelente. Pero nada de eso tenía valor, ya
que lo que se estaba llevando a cabo era un juicio político y como tal,
ya se sabía cuál iba a ser su resultado final. Los cubanos
antiterroristas estaban condenados de antemano, ya que su principal
problema era que eran cubanos que defendían a Cuba contra las agresiones
que salían libremente desde Miami.
Los terroristas anticubanos
estaban protegidos por la política agresiva que han mantenido los
diferentes gobiernos de este país contra la República de Cuba desde el
mismo día en que allí se implantó un gobierno revolucionario que levantó
la bandera olvidada de la independencia y la soberanía de aquella
nación.
Esa fue la razón para que estos cubanos hayan sido
condenados a tan largas penas de prisión. Su única culpa ha sido la de
tratar de defender a su país de las agresiones del exterior, agresiones
que han sido realizadas por otros cubanos que han vendido su alma al
diablo y que en vez de buscar una solución entre cubanos, lo que han
hecho es convertirse en marionetas de gobiernos agresivos, enemigos de
su antigua patria.
Con solo una firma, el Presidente Barack Obama
puede liberar, no solo a esos cubanos que siguen padeciendo en las
cárceles de este país, sino también a este país de la tan inmensa
infamia de mantener presos a cinco valientes cubanos, a sabiendas de que
son inocentes. Aunque sea por rescatar un tanto el honor del país que
gobierna, ¿firmará esa orden el Presidente? ¿Estará dispuesto Obama a
reparar la injustificable injusticia de mantener a esos hombres en las
cárceles de este país? Voy a pecar de optimista, creo que más temprano
que tarde, la firmará.
*Lázaro Fariñas periodista cubano residente en EE.UU.
Fuente http://martianos.ning.com/profiles/blogs/una-injustificable-injusticia-por-l-zaro-fari-as
Imagen agregada RCBáez
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