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Cinco Héroes Cubanos
Qué sabes sobre estos valientes hombres?

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Entradas por tag: injusticia
18 de Junio, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Por Deisy Francis Mexidor




La Habana, 17 jun (PL) Hemos sido víctimas de una gran injusticia, expresaron al pueblo de Estados Unidos un día como hoy, hace 13 años, cinco antiterroristas cubanos, pero aún el gobierno de ese país sigue sin escuchar esa denuncia.

 

El 17 de junio de 2001, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González destacaron en un mensaje a los estadounidenses su más profunda convicción de que con su actitud y acciones no transgredieron ni pusieron en peligro la seguridad de los ciudadanos de esa nación.

Por el contrario, "sí contribuimos en alguna medida a descubrir planes y acciones terroristas contra nuestro pueblo, evitando la muerte de ciudadanos inocentes cubanos y norteamericanos", plantearon entonces.

Se manifestaron así al reiterar su inocencia y aseverar cómo fueron guiados por "un fuerte sentimiento de solidaridad humana, amor a nuestra patria y desprecio por todo lo que no respete la dignidad del hombre".

La carta, que circuló pocos días después de haberse conocido el veredicto de culpabilidad (8 de junio) durante el juicio que se les realizó en la ciudad de Miami, puso al descubierto que en el tribunal donde los juzgaron se les imputaron numerosos cargos, e incluso delitos que por su incuestionable falsedad, no fueron ni podrán ser probados.

Los enjuiciaron, como argumentaron, "después de un largo y escandaloso proceso mediante procedimientos, métodos y objetivos de carácter absolutamente políticos y bajo un verdadero diluvio de propaganda malintencionada y fraudulenta".

Y lo que en ese momento señalaron se comprobó años más tarde, cuando se reveló que periodistas de Miami fueron pagados en secreto por la Casa Blanca para ofrecer una visión sesgada de los acusados y así ejercer una influencia negativa sobre el jurado.

El mensaje también advirtió que Cuba había sobrevivido a décadas de agresiones y amenazas a su seguridad, a planes de subversión, sabotajes y a la desestabilización interna, por lo que "tiene derecho a defenderse de sus enemigos, que utilizan el territorio norteamericano para planear, organizar y financiar actos terroristas violando las propias leyes internas que los prohíben".

Precisamente, el 26 de abril, como prueba de la vigencia de esa misiva, fueron capturados aquí los elementos José Ortega Amador, Obdulio Rodríguez González, Raibel Pacheco Santos y Félix Monzón Álvarez, ciudadanos cubanos residentes en Miami, quienes viajaron a la isla para ejecutar acciones terroristas.

De tal manera lo admitieron al confesar sus vínculos con individuos cuyo extenso aval anticubano es conocido.

Son esos "grupos terroristas de origen cubano y sus mentores económicos y políticos norteamericanos los que erosionan la credibilidad" de Estados Unidos, advirtieron Los Cinco desde 2001.

El mensaje al pueblo norteamericano subrayó además que por su cercanía geográfica los dos países "están en posibilidad de mantener relaciones de respeto e igualdad", lo mismo que pide en la actualidad una mayoría de ciudadanos estadounidenses y cubanoamericanos.

Una encuesta difundida este martes arrojó que 68 por ciento de cubanoamericanos en Miami Dade favorece el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la nación caribeña, con énfasis entre los jóvenes (90 por ciento) y entre los votantes no registrados (83 por ciento).

O sea, si en 1991 el 87 por ciento favorecía la política de aislamiento, a partir de 2008 esa tendencia disminuyó hasta el 45 por ciento.

Una reciente jornada de apoyo a la causa de Los Cinco, celebrada en Washington DC, debatió sobre el futuro de los nexos Estados Unidos-Cuba en medio del creciente clamor dentro y fuera de ese territorio por el cambio de política de la Casa Blanca hacia la ínsula.

Como premisa, los participantes en el evento se pronunciaron por que en esa nueva etapa que se pide debe quedar resuelto el caso de Los Cinco, lo cual significa que Hernández, Labañino y Guerrero, los tres antiterroristas que continúan en prisiones federales, regresen a su patria.

Los Cinco fueron arrestados el 12 de septiembre de 1998 y casi 16 años después solo Fernando González y René González recuperaron su libertad y se encuentran con sus familias en Cuba, pero antes cumplieron la totalidad de sus condenas.

publicado por rcbaez a las 19:37 · Sin comentarios  ·  Recomendar
28 de Mayo, 2014 · Cinco Prisioneros en USA


Basado en un guión radial de Marlen Caboverde Caballero, periodista de Radio Jaruco. Edición y Redacción, Rosa C. Báez

Personajes, un hombre y la presencia inmanente de la fachada que mostraba ser… sus captores y sus jueces… Locaciones, una cárcel, una celda, la sala de un Tribunal:

De malos modos, el captor pregunta: ¡¿Cuál es su nombre?!, mientras el prisionero, la mirada firme, la frente en alto, responde -"Manuel Viramóntez"- y comprende que ha llegado el momento y, dispuesto a que su voz no tiemble, continúa el intercambio de preguntas y respuestas con el militar:

- ¡¿Dónde y cuándo nació usted?!

- Soy ciudadano norteamericano. Nací en Cameron, Texas el día 26 de enero de 1967. En 1970 mis padres regresaron a Puerto Rico, donde habían nacido.

- ¡¿Cuál es su dirección en Puerto Rico?!

Sin titubear, el prisionero responde: Edificio Darlington, avenida Muñoz Rivera Borinqueña, apartamento 6-C, Río Piedras.

- ¡¿Dónde trabaja usted aquí en Estados Unidos?!

- En una empresa….

Otro hombre, la misma arrogancia, el mismo despotismo: -"¡Mentiras! ¡Eres un espía cubano, di la verdad, eres un espía de Castro!".

El mismo prisionero, la misma determinación, igual coraje… -"Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico".

Una y otra vez, la insistente pregunta se proyecta sobre un muro de resolución y fuerza interior: -"¡¿Continúas insistiendo en lo mismo?! ¡Te vas a pudrir  en esta celda! ¡Mientes! ¡Eres un maldito espía cubano!" mientras el prisionero repite una y otra vez: "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico. Soy Manuel Viramóntez, Viramóntez, Viramóntez…

Y así, durante muchos meses, el prisionero sólo conversaba con sus captores y una y otra vez el diálogo machacaba hasta el cansancio… Hasta que un día, en la soledad de la pequeñísima celda a la que todos llamaban "el hueco", mientras descansaba en su camastro y pensaba en su lejana tierra, una voz infantil lo sacó de su letargo…

-"¡Oye, oye! Dibújame la pelota".

Dando un salto que acabó de despabilarlo, el prisionero exclamó: -"¡¿Eh?!-  Sin embargo, no lograba pensar otra cosa que era un sueño en el que soñaba que estaba despierto… Como un pequeño príncipe caído de su asteroide, el pequeño le rogaba: "Por favor, dibújame la pelota".

Gerardo, el prisionero, asombrado, le preguntó: "Dime quién eres de una vez".

Y entonces sí que dio un salto, totalmente fascinado, cuando escuchó al niño responder:

- "Creí que lo sabías. Soy Manuel Viramóntez", mientras volvía a rogarle "Dibújame la pelota".

 Totalmente pasmado, el hombre le respondió: -¿Manuel? No es posible. ¿De qué hablas?

Y el niño, dulcemente, le contestó: "Ya te dije. Dibújame la pelota, la que conservas hace tiempo, la de aquel día que recuerdas tanto. Es tan parecida a la mía…"

El pedido no dejaba de volver una y otra vez a la mente del prisionero, mientras se preguntaba el por qué de aquel sueño recurrente…

-¿La pelota? ¿Manuel?... ¡Otra vez ese sueño tan raro! Y los recuerdos volvían a su mente… recordaba su Patria, su deporte favorito, un año lejano en el tiempo: 1986… El prisionero se incorporó en la cama; recorrió la celda con los ojos empañados. Palpó las paredes y observó el techo: una luz tenue se filtraba por la alta ventanita de vidrio blindado. Amanecía. De pronto, una brisa acarició su cara, haciéndolo estremecer...  muy bajo, susurró: -"¿Manuel, Manuel eres tú?". Entonces, inexplicablemente, como en las ocasiones anteriores, el frío comienzó a desaparecer de su cuerpo, poco a poco…

Pasaron los días, interminables, desde aquel sábado 12 de septiembre… una y otra vez, la presencia infantil se iba haciendo cotidiana… visible solamente para el hombre solo, en su celda silenciosa…

- "A los interrogatorios otra vez", ordenaba aquél individuo parecido a un robot de video juegos…  De nuevo la rutina: agachado, de espaldas a la puerta, saca las manos por la hendidura. Desde afuera el guardia se las aprisiona en una caja negra. La puerta se abría. Las cadenas repitían  aquella música, ahora menos terrible, al compás de sus pasos, mientras con la mirada se comunicaba con el niño, que camina a su lado sin que los guardias lo presintieran:

-"En la prisión no cuenta lo que dices sino, lo que es más hondo en ti; la vida es como un juego de pelota. Si sales al terreno es para darlo todo. Nadie puede adivinar el desenlace en un partido. Eso lo aprenderás, Manuel, con el tiempo, con el tiempo. Puedes cometer errores, pero no vale darse por vencido, y mucho menos cambiar de equipo. Nadie es una isla en la batalla. Tenlo en cuenta, Manuel, recuérdalo siempre, siempre".

Y todo vuelve a comenzar: las preguntas, las mismas respuestas, la consigna:

- "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"; "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"; "Mi nombre es Manuel Viramóntez. Soy de Puerto Rico"….

La tarde muere en la ciudad. El hombre, en la celda, dibuja con un lápiz diminuto en un pedazo de papel. Al terminar lo dobla y lo sitúa sobre la mesita de concreto soldada a la pared. Se tumba en la cama. Un cansancio agradable mina su cuerpo. Entonces, se sorprende pensando otra vez en Manuel Viramóntez. En Manuel, el Manuel verdadero, que murió a los tres años de edad de una insuficiencia respiratoria y, suspirando, el hombre se dice: -"Pobrecito, ahora hubiera tenido casi mi misma edad".  Y recuerda como se preparó durante meses para asumir la identidad de aquel niño, aprender cada detalle relacionado con su familia, las escuelas donde supuestamente hubiese estudiado, los amigos, las maestras, la vida que imaginariamente hubiese vivido. Sonríe. Desde que Manuel se le aparece, su infancia se hace cada vez más vívida y recuerda, recuerda:

- "Los chiquillos en la escuela nunca querían jugar a la pelota conmigo porque si pasaba la maestra cargada de libros, allá iba a ayudarle y ahí mismo se acababa el juego o ponían a otro en mi lugar"- y se ríe en voz alta- "La serie estaba por comenzar en Cuba. ¿Qué equipo ganaría la corona esa vez? En cuestiones de beisbol, cualquier cosa puede suceder", era lo que pensaba entonces. Y viendo cómo desaparecía el último hilo de luz del atardecer, el prisionero se durmió profundamente, como un niño.

El hombre abre los ojos lentamente y se incorpora. El niño mira el dibujo complacido. Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer:

- "Dibujaste la pelota. Es tan parecida a la mía… Pronto me iré. Solo vine por el dibujo, para acordarme…

- "¿Te irás? ¿En serio? Pero si te marchas así, solo llevarás un garabato en un trozo de papel. Quédate un poco, te contaré la historia de esa pelota, luego me hablarás de la tuya", casi suplicó el prisionero.

- "Tengo prisa. En unas horas estaré en casa, otra vez. Dibújame la historia, la llevaré también"

- "Eso sería complicado. Puedo contártela".

Sonó la risa cristalina del niño, mientras una mirada pícara se reflejaba en sus ojos:

-"Sé lo que ocultas, lo que callas. Sé que no son engaños, ni mentiras. Más bien parecen ilusiones, fantasías buscando una verdad. Conozco todas tus historias, ésa en especial".

- ¿La conoces?

- Sí: la has soñado demasiado desde que empezaste a repetir mi nombre sin parar.

El prisionero bajó los ojos, apenado:

"-Lo siento… Pero igual me gustaría ahora decirla por primera vez, en silencio, para ti, para los dos".

Y entonces el niño se sentó en el banquito de hierro frente al hombre de uniforme naranja, y los dos callaron y cerraron los ojos, que es la mejor manera de evocar y sentir una historia verdadera. Y sin musitar palabra, el hombre le contó:

- "Fue el domingo 19 de enero de 1986. Cuando llegué al Estadio Latinoamericano, que es el estadio donde jugaba mi equipo favorito, el de mi ciudad, La Habana. El juego había empezado pero afuera había una multitud haciendo fila para entrar. En el bolsillo llevaba una pelota como esa que te dibujé. Ya debes saberlo, mi equipo son los azules, los Industriales. Era la final del campeonato (nosotros le decimos "la serie") número 25, y sus rivales eran los Vegueros, de una provincia llamada Pinar de Río. ¡No me podía perder el juego por nada del mundo! En aquella época, hacía dibujos y caricaturas para un espacio llamado Aspirina, sí, como la tableta, no te rías; a los integrantes nos habían dado un carnet que decía: "Prensa", así que al llegar al estadio, con el carnet (y con el rostro, sí, chico, haciéndome el periodista importante), pude abrirme paso por las gradas hasta llegar a la parte de arriba del banco de Industriales. Estaba finalizando el segundo inning. En esos años había un pitcher del equipo que era de mi barrio (en realidad del barrio de enfrente al mío, de El Rosario), el derecho Leonardo Tamayo.  Cuando logré llegar allí le grité a uno de los peloteros que me llamara a Tamayo, quien salió del banco y se asomó a las gradas. Se extrañó de verme allí, y le di el papel con la pelota dibujada y un bolígrafo para que lo pasara y los peloteros la firmaran. En ese momento mi equipo perdía, pero en el papel yo había escrito: "Industriales Campeón-1986", algo que todos leyeron al firmarla mientras todavía el equipo perdía. Así que ya tú sabes... luego a todo el mundo le decía que mi pelota le había levantado el espíritu al equipo! (RÍE) El caso fue que la firmaron todos, o casi todos, y Tamayo me la devolvió allí mismo. Todavía se puede distinguir la firma de algunos de ellos como el tercer bate, Javier Méndez y el receptor, Pedro Medina".

"¡Y luego fue cuando se armó la locura! En el quinto inning, Vegueros perdía tres carreras por cuatro frente a los Azules y el zurdo Giraldo Iglesias empató el juego, pero la revancha de Industriales no se hizo esperar. El receptor Pedro Medina, bateó por el centro una conexión larga que trajo la igualada (vaya, el empate, jajaja es argot beisbolero) en las piernas de Padilla, y segundos después, Vargas regaló la ventaja. El Latino estallaba, Industriales, por la diferencia mínima, estaba a tres outs de llevarse la victoria. Pero, ya te lo dije, en un juego de pelota nada puede asegurarse hasta el final. Anochecía cuando empezó el noveno capítulo. Entonces el zurdo Giraldo Iglesias igualó las acciones a cinco carreras. Tendrían que ir a extra inning. La verdad,  no puedo recordar en detalles lo que ocurrió después, pero jamás olvidaré el momento cumbre de la entrada número doce. Imagínate, dos y dos la cuenta para Agustín Marquetti, un veterano a punto de retirarse del deporte activo, el inning parecía terminar con ponche. Yo no miraba el reloj, pero no sé cómo, siempre supe que …

Y a coro, hombre y niño dijeron: -"…eran las nueve y veinte de la noche cuando Marquetti dio aquel tremendo home run ¡¡Y ganamos!! ".

- "Por supuesto, fui uno de los tantos que se tiró para el terreno. Pude llegar hasta el mismísimo Marquetti, y en el periódico Juventud Rebelde del día siguiente salgo en la foto, muy cerca de él, claro, quizá no me reconocerías porque tengo pelo en aquella época!"-, dice riendo el prisionero- "como había llovido, el terreno estaba mojado, y tuve que coger los dos ómnibus  de regreso para la casa lleno de fango, pero ¡contento!, por mi pelota, y porque Industriales había ganado el campeonato de una manera tan espectacular, aunque en ese momento ni me imaginaba que ese juego sería tan recordado en la historia del beisbol cubano".

El prisionero es el primero en abrir los ojos y sorprende una risa grandísima pintada en la boca del niño:

- "Creo que tu pelota está en buenas manos. Ahora, debes dibujarme un libro para guardar tu historia. Esa la única forma de liberarla… cuando me haya marchado".

Entonces, el hombre sacó un papel del bolsillo y dibujó un libro cerrado para no matar el misterio.

- "Exactamente como pensé", dijo el niño

- "Ahora es tu turno. ¿La historia de tu pelota?"

- "Mi pelota luce como nueva. Está bien guardada, tanto como la tuya; mi hermana dará a luz en pocas horas. El niño se llamará Manuel. Es mi única oportunidad de regresar a casa".

- "¿Regresar?" Y la palabra despertó un eco de nostalgias en el hombre…

- "Sí. A mi lugar. No pertenezco aquí.  Debes cuidarte. Aquí puede morir o naufragar lo mejor de uno… Tú también regresarás… algún día. Escríbelo. Así como hiciste con tu pelota: Industriales Campeón".

- "Industriales Campeón. ¿Campeón?"

- "Te conozco. No sabes rendirte", dijo el niño.

- "Espera. No te vayas todavía. Antes quiero pedirte perdón", dijo el hombre, deteniéndolo.

- ¿Perdón? ¿Por qué?

- "Por llevar tu nombre. Te lo devuelvo".

El niño sonríe y responde: -" No fue un engaño, ni una mentira. Eran ilusiones, fantasías necesarias para hallar tu verdad".

Entonces el pequeño Manuel Viramóntez se alzó hasta la alta ventana de vidrio donde aplastó la nariz, mientras desaparecía con las primeras luces del amanecer…

La sala del Tribunal se muestra tan fría como su celda: allí, otros hombres repiten la misma pregunta

- "¿Cómo se llama?

En el estrado un hombre, gigante en su dimensión, con la voz trémula de orgullo y decisión, responde:

- Mi nombre es Gerardo Hernández Nordelo. Nací en La Habana el cuatro de junio de 1965. Soy cubano…

Basado en el guión de la edición especial del programa Alas de libertad sobre testimonio inédito que concedió el Héroe de la República de Cuba Gerardo Hernández Nordelo a la periodista Marlene Caboverde Caballero.

publicado por rcbaez a las 19:03 · Sin comentarios  ·  Recomendar
27 de Mayo, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Por Ricardo Alarcón de Quesada

La reunión en Londres de la Comisión Investigadora del caso de los Cinco examinó a fondo la situación específica de Gerardo Hernández Nordelo y la acusación infame (el Cargo 3 “conspiración para cometer asesinato”) presentada sólo contra él y que fundamenta su condena a morir dos veces en prisión. Se le atribuye, calumniosamente, haber participado en el derribo el 24 de febrero de 1996 de dos aeronaves del grupo terrorista autotitulado “Hermanos al Rescate”.

Desde el punto de vista legal para que un Tribunal de Estados Unidos pudiera actuar, el hecho en cuestión tenía que haber sucedido en el espacio aéreo internacional, fuera de la jurisdicción cubana. Caso contrario ninguna Corte norteamericana habría podido abordarlo.

Por eso en el juicio de Miami se discutió bastante la cuestión de la ubicación exacta del incidente, repitiendo lo que antes pasó en el Consejo de Seguridad de la ONU y en la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI). En esas discusiones surgieron siempre las contradicciones entre los radares cubanos y los de Estados Unidos. Sobre los datos norteamericanos, por cierto, habría mucho que escribir, por ejemplo, la demora en entregarlos, varios meses, que obligó a dilatar el trabajo de la OACI y la sospechosa destrucción de algunos registros, todo lo cual consta en el informe de la OACI.

Para tratar de resolver la discrepancia en lo que mostraban los radares, la OACI pidió a Estados Unidos que entregase las imágenes tomadas por sus satélites espaciales, petición que fue rechazada en 1996. Tampoco Washington permitió que las viera el Tribunal de Miami y lleva mucho tiempo oponiéndose a las repetidas solicitudes del Centro para el Derecho Constitucional y los Derechos Humanos de California y litiga ante las Cortes de ese Estado en su afán de mantener ocultas las imágenes. Pronto se cumplirán veinte años de obstinada censura.

Sólo Estados Unidos ha podido examinar lo que filmaron sus satélites, pero no permite que lo haga nadie más. Ni el Consejo de Seguridad de la ONU, ni la OACI, ni los tribunales norteamericanos. ¿Por qué?

Sólo puede haber una respuesta. Washington sabe que el incidente ocurrió dentro del mar territorial cubano, muy cerca del litoral habanero y en consecuencia, jurídicamente, nunca tuvo jurisdicción alguna sobre él. Porque las imágenes satelitales son prueba irrefutable de la mentira yanqui nadie más que las autoridades estadounidenses podrá verlas nunca.

Pero no se trata de que las imágenes exculpen a Gerardo. No eran necesarias porque para condenarlo la Fiscalía tenía que demostrar que él, personalmente, había participado en el incidente, algo totalmente absurdo, imposible de sostener, independientemente del lugar donde hubiera ocurrido el derribo de las aeronaves invasoras. El problema era y es para Washington.

Porque las imágenes prueban que Estados Unidos, sus autoridades y sus tribunales no tenían derecho alguno para juzgar un acontecimiento ocurrido más allá de su jurisdicción territorial. Debe destacarse que, según los radares norteamericanos, los aviones volaban, siempre juntos, rumbo sur y uno de ellos, al menos, conforme a su propia versión, había penetrado el territorio cubano. Incluso, si se aceptase la teoría estadounidense sobre la ubicación de los aviones, estos se hallaban en las inmediaciones de la capital cubana, muy cerca de su parte central y más poblada y en pocos minutos la habrían sobrevolado y hubieran podido atravesar la isla hasta la costa meridional.

No fue algo acontecido en la cercanía del espacio norteamericano, sino mucho más abajo del paralelo 24 que marca la separación entre las zonas de supervisión aérea de ambos países. Fue ahí, dentro del área bajo control cubano, que transcurrió buena parte del vuelo, siempre rumbo sur, hacia La Habana y desoyendo las indicaciones y advertencias emitidas por el centro de control de tráfico aéreo de nuestro país.

Pero, en todo caso, Gerardo no tuvo absolutamente nada que ver con el hecho, en cualquier lugar en que este ocurriese. Y eso lo sabían perfectamente las autoridades norteamericanas.

Según el Acta Acusatoria de septiembre de 1998, el FBI había identificado a Gerardo, conocía la misión que desempeñaba y revisaba sus comunicaciones con Cuba desde 1994, más de dos años antes de aquel suceso que agravó sensiblemente la situación entre ambos países. Las turbas de la mafia batistiano-terrorista llamaban entonces a la guerra en las calles de Miami, mientras, según escribió el Presidente Clinton en sus Memorias, en la Casa Blanca discutían un posible bombardeo a Cuba y él optó por promulgar la Ley Helms-Burton acompañada de amenazas belicosas. ¿Puede alguien imaginar que no habrían hecho nada contra Gerardo si él hubiese sido culpable? Nada hicieron, precisamente, porque les constaba su inocencia.

Por eso tampoco lo inculparon cuando fue detenido, junto a sus compañeros en septiembre de 1998. En la acusación inicial no se dice una palabra sobre lo ocurrido el 24 de febrero del 96, ni se habla de derribo de aeronaves o algo parecido. No lo hicieron porque el FBI, que poseía y había leído los mensajes entre Gerardo y La Habana, sabía que era inocente.

El Cargo 3 (“conspiración para cometer asesinato”) fue formulado, sólo contra Gerardo, más de siete meses después del arresto de los Cinco cuando ellos permanecían en confinamiento solitario –el infame “Hueco”- aislados del mundo, imposibilitados de defenderse. Para hacerlo la Fiscalía presentó una Segunda Acta Acusatoria que, y así lo registró la prensa de Miami, fue elaborada en reuniones que abiertamente celebraron el FBI, la Fiscalía y jefes de grupos terroristas.

Era una acusación arbitraria, fabricada de pies a cabeza, con el único propósito de complacer a los criminales, inflamar el odio contra Gerardo y sus compañeros y garantizar de antemano las peores, ilegales y más irracionales condenas. El Cargo 3 fue el centro de la desaforada y vulgar campaña mediática promovida y financiada por el Gobierno Federal, con su presupuesto, que cayó como un tsunami de mentiras, sobre una comunidad inerme y paralizada por el terror –cinco artículos por día en los periódicos impresos, incesantes comentarios, día y noche, en la radio y la televisión locales –conformando lo que justamente el panel de jueces de la Corte de Apelaciones, en 2005, calificó como una “tormenta perfecta” de odio, prejuicios y hostilidad.

Gran parte del juicio giró alrededor del Cargo 3. Dentro y fuera de la sala del tribunal, individuos vinculados a “Hermanos al Rescate” alborotaban y hacían declaraciones estridentes que amplificaban los medios locales. Ellos y los “periodistas” pagados por el Gobierno perseguían y asediaban a los miembros del jurado quienes se quejaron a la jueza y ella, por su parte, varias veces también se quejó al Gobierno, por supuesto, sin resultado alguno.

En la sala del Tribunal, pese a todo, el infundio de la Fiscalía fue derrotado. Los acusadores, tan eficaces insuflando odio y prejuicios contra él, no pudieron presentar una sola prueba para vincular a Gerardo con los sucesos del 24 de febrero. Nada.

Tan contundente y obvia fue la derrota que el Gobierno hizo algo totalmente inusitado. Al final de las discusiones, cuando la jueza iba a dictar las instrucciones para guiar al jurado a la hora de emitir su veredicto, los fiscales se opusieron sorpresivamente al texto que, ajustado palabra por palabra al Acta Acusatoria, ella había preparado. Propusieron cambiarlo radicalmente. La Magistrada, con buenas razones, no aceptó la petición alegando que habían empleado siete meses discutiendo esa acusación fiscal y era ya demasiado tarde para modificarla. Ese mismo día la Fiscalía se precipitó a hacer algo aun más insólito: en una acción que reconoció “carecía de precedentes” recurrió ante la Corte de Apelaciones con una “moción de emergencia” buscando paralizar la decisión del tribunal inferior e incluso la posposición del proceso.

En el extraño documento la Fiscalía sostuvo que “a la luz de las evidencias presentadas en el juicio las instrucciones presentadas por la jueza constituyen un obstáculo insuperable para esta Fiscalía y pueden conducir al fracaso de la acusación en este Cargo”.

Debe subrayarse que, según un principio universal de Derecho, toda persona es inocente salvo que se demuestre lo contrario y que es obligación del acusador presentar las pruebas o evidencias necesarias para demostrar la culpabilidad del acusado. La Fiscalía encaraba ciertamente “un obstáculo insuperable” por la sencilla razón de que no podía mostrar prueba alguna contra Gerardo, simplemente porque estas no existen, ni pueden existir. Carecían de cualquier prueba contra él y peor aún, sabían, pues poseían todos sus intercambios con La Habana desde hacía varios años –incluso años antes del incidente de las avionetas-, que él no había tenido relación alguna con ese hecho. En otras palabras, cuando presentó su Segunda Acta Acusatoria la Fiscalía conocía cabalmente que estaba acusando a un inocente y en consecuencia, prevaricaba imperdonable y groseramente.

El Cargo 3 fue una grave violación a la Constitución y las leyes y también a la obligación legal y hasta profesional de los fiscales. Actuaron, mano a mano con el FBI de Miami, como agentes y cómplices de una mafia terrorista que ellos debían combatir y en realidad la sirvieron con docilidad escandalosa.

La Corte de Apelaciones tampoco aceptó la tardía solicitud fiscal y a partir de ahí se produjeron acontecimientos que serían sorprendentes si no se tratase de un caso que, de principio a fin, ha sido y es un escarnio mayúsculo a la justicia.

Rápidamente, sin expresar duda alguna, sin hacer preguntas, en unas pocas horas, el Jurado declaró culpables a los Cinco de todos y cada uno de los Cargos formulados contra ellos, incluyendo el Cargo 3, sin importarle a nadie que respecto al mismo la Fiscalía había admitido su fracaso y se había empeñado por retirarlo.

Al concluir el juicio, en la primera semana de junio de 2001, la jueza anunció que dictaría las sentencias a mediados de septiembre. El abominable acto terrorista del día 11 de ese mismo mes y año al parecer la hizo cambiar de opinión. Ni ella ni el Gobierno se sentirían cómodos penalizando brutalmente a unos héroes antiterroristas mientras W. Bush se lanzaba, gozoso y con gran fanfarria, a hacerle la “guerra al terrorismo” a todo lo largo y ancho del planeta. Esperaron tres meses más.

 Finalmente, el 14 de diciembre de 2001, Gerardo fue sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años.

Todos, en la sala del Tribunal, sabían que castigaban a un inocente.

publicado por rcbaez a las 23:54 · Sin comentarios  ·  Recomendar
03 de Febrero, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Por Karina Marrón González

De tanto decirles héroes a veces olvidamos que son o fueron seres humanos de carne y hueso, quizás porque no contamos los actos heroicos como se cuentan las novelas o las películas.

 Y en ese camino vamos sembrando una distancia, un encumbramiento que en ocasiones nos hace creer que nunca podríamos ser como ellos. Entonces, repetimos las historias en esa encartonada forma que un día hace que los héroes ya no sean verdaderamente personas, sino leyendas a años luz de los sentimientos como el miedo, la duda o el amor.

 Recientemente a un buen amigo su hija le preguntaba qué le gustaba a Martí, y eso lo puso ante la difícil tarea de rebuscar en libros y anécdotas esa otra parte del Apóstol que se nos ha perdido: la de saber si prefería los espaguetis, los mangos o las guayabas, la de descubrir sus más pequeños y secretos placeres, aun cuando mucho dijo de sí mismo en versos y prosa.

 A mí nunca me fueron más cercanos los jóvenes de la Generación del Centenario que en esos pequeños recuerdos que atesoran sus familiares y amigos, y que de vez en vez algún medio o persona acuciosa, como mi profe María Julia, logra sacar a la luz.

 Del mismo modo me ha sucedido con los Cinco. Muchos años llevamos hablando de la injusticia que se ha cometido en su caso y, como cubana, entiendo la grandeza de su sacrificio para proteger a nuestro país de tantos retorcidos planes que se han tejido con los hilos del odio. Sin embargo, nunca entendí bien la dureza de la prueba, la renuncia de estos hombres y sus familias, hasta que vi a Irma, la hija mayor de René, embarazada, y me pregunté cómo me sentiría yo misma si estuviera en su lugar y no pudiera compartir esa alegría con mi padre.

 Gerardo se me tornó inmenso en el pensamiento el día en que junto a unos amigos visité a María Orquídea Artiles Ruiz, en Cienfuegos. Esta sencilla mujer ha dedicado su casa a la causa de los luchadores antiterroristas cubanos y siempre que alguien va a verla, recuerda con especial cariño el día en el que escuchó la voz de Gerardo en el teléfono.

 A pesar del reducido tiempo que le dan para comunicarse con su familia y abogados, él dedicó unos minutos para preocuparse por ella y brindarle consuelo ante la pérdida de su madre. Como si en lugar de cumplir una condena de dos cadenas perpetuas más 15 años, se tratara del amigo que está a la vuelta de unos pocos kilómetros, en una provincia vecina.

 Sé, porque he tenido el privilegio de escuchar las anécdotas durante la realización del Coloquio por la liberación de los Cinco en Holguín, que Ramón, Tony y Fernando también han compartido ese tiempo, y que junto a sus hermanos se han convertido incluso en consejeros o han aliviado las tensiones entre padres e hijos.

 Cada vez que escucho estas historias se me renuevan las energías para hacer algo, aunque parezca muy poco, para luchar por su regreso. Porque 15 años es demasiado para ellos y sus familias que esperan, y porque la humanidad necesita que los hombres buenos compartan su corazón, multipliquen su ejemplo.

 Y no es que no sea suficiente para admirarlos el saber las razones por las cuales estaban en Estados Unidos, la dignidad con la que decidieron enfrentar la prisión antes que aceptar cualquier trato engañoso que tergiversara el hecho de que no pretendían otra cosa que proteger a su país de las agresiones provenientes de grupos terroristas, radicados en esas tierras del Norte. Pero tanto hemos andado en este camino por su libertad, que temo a veces que un día despierte sin que me duela su encierro, sin las ansias de buscar qué más hacer para que vuelvan pronto.

 Es por eso que ayer cuando escuchaba a alguien decir que en el pueblo hay muchas historias que revelan la esencia de estos, nuestros héroes modernos, no pude sino tener ganas de conocerlas todas. Se me antojó recopilarlas, para que no anden dispersas entre tanta gente de Cuba y el mundo, y luego compartirlas, porque quizás en ellas se encuentre la fuerza que sea capaz de abrir las rejas que los mantienen lejos de casa.

 Si se animan a colaborar pueden contactarme en la redacción del periódico Granma o escribirme a mi correo personal: karina@granma.cu.

 Estaré esperando.

publicado por rcbaez a las 01:48 · Sin comentarios  ·  Recomendar
18 de Enero, 2014 · Cinco Prisioneros en USA

Mural Fin a la injusticia dedicado a los antiterroristas
cubanos.

Por Lucía Sanz Araujo para Radio Rebelde


Una estilizada palma real, símbolo de cubanía, con filosas y puntiagudas hojas, y cinco estrellas sobresalen en el multicolor mural que engalana la Secundaria Básica José Martí, del municipio Florida, en la oriental provincia de Camagüey, no es la misma de meses atrás.

La obra se titula Fin a la injusticia y fue creada por estudiantes de ese centro docente que pertenecen al 
taller de creación desarrollado por el instructor de arte, Iván Carbonell Guerra (Machuty), y que funciona en ese centro en el horario extradocente.

Llena de colorido, en ella predominan colores como el azul, rojo, verde y amarillo, armonizados con tonalidades violetas, naranjas y verde azules. Realizada con crayola y tempera, ambos materiales brindan sugerentes texturas y ponen de manifiesto el dominio de las técnicas aprendidas por los discípulos de Machuty, joven creador que ya ha puesto de manifiesto su talento en disímiles piezas.

Precisa el artista que seleccionaron íconos como la palma real, árbol 
nacional de Cuba, y las estrellas en franca alusión a los luchadores antiterroristas presos en Estados Unidos, pues se trata de un mural dedicado a ellos, y al deseo de todos retornen a la patria lo antes posible.

Los estudiantes que tomaron parte en la confección fueron José Carlos Porta Valladares, Saúl Sioni Monzón, José Javier Guerrero y Tomás Yosbel Fernández Semaná.

“Los muchachos aportaron criterios, soluciones, trabajamos de conjunto y el resultado está ahí, ojalá puedan hacerse obras de este tipo en nuestras escuelas, piezas llenas de amor a la patria”.

 

Recibido por correo electrónico, de  CincoHéroes, Lista CUJAE


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16 de Enero, 2014 · Cinco Prisioneros en USA
Por Wilkie Delgado Correa

 

 

Después de la liberación de René, uno de los Cinco, los otros cuatro Héroes, Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando, han visto desfilar durante dieciséis años los últimos y primeros días de ellos, así como todos los de quince, en cárceles de los Estados Unidos. El día 12 de septiembre de 1998 en que fueron sorpresivamente detenidos ha ido quedando atrás, y con cada día que pasa sin que la justicia asome su rostro indulgente y reparador, aumenta el lacerante castigo que han infligido a sus vidas.

   Muchas preguntas pudieran hacerse en torno a este asunto que contiene en sí aspectos esenciales de política, justicia, derechos humanos y penales, principios fundamentales de ética y moral, y valores relacionados con el bien y el mal.

   ¿Por qué?, y ¿por qué?, y muchos porqués interminables pueden lanzarse a los cuatro vientos para que penetren las conciencias más recalcitrantes? ¿Por qué fueron detenidos y condenados tan atroz y arbitrariamente? ¿Por qué la Corte Suprema desestimó la solicitud de revisión de esta causa? ¿Por qué la clemencia presidencial reclamada desde todos los confines no se ha ejercido como demanda un acto honorable de justicia y humanidad?

  ¿Qué hicieron esos hombres en territorio estadounidense sino demostrar que el amor en todas sus dimensiones humanas puede cultivarse aún en un medio hostil en que el servilismo y las riquezas corroen lo mejor del alma y conciencia del ser humano? ¿Qué hicieron, sino estar dispuestos a resistir todas las amenzas, los rigores y el aniquilamiento por el compromiso de vivir abrazados a la verdad?

    En la primera sentencia del tribunal de Miami los cinco fueron sentenciados en total a 4 cadenas perpetuas más 77 años. A partir de la resentencia,  la condena final total de los Cinco se redujo a 2 cadenas perpetuas más 98 años y 9 meses. ¿Por qué tanta cárcel para todos?

    Después que René hubo de cumplir la condena de 15 años de prisión y parte del periodo de libertad supervisada en los Estados Unidos, se le autorizó a viajar a Cuba bajo la condición de renuncia de su ciudadanía norteamericana. Antonio, Fernando y Ramón fueron resentenciados respectivamente a condenas injustas y desproporcionadas de 21 años más 5 años de libertad supervisada,  a 17 años y 9 meses y a 30 años de prisión. La condena de Gerardo de 2 cadenas perpetuas más 15 años permaneció inalterable. ¿Por qué tanta cárcel para cada uno de ellos?

  Las razones que les guiaron en sus actos, las circunstancias de su presencia en territorio de EE.UU., la saña y maltratos a que fueron sometidos, la violación de sus derechos, la misión noble de defensa de la patria y la lucha contra el terrorismo, la evitación de daños y muerte de personas inocentes, la prevención de posibles conflictos entre Cuba y EE.UU., la responsabilidad del gobierno estadounidense en asuntos de la causa, y muchas otras facetas, fueron expuestas por los Cinco en sus alegatos. Hay tal carga de verdades en los mismos que, en estos tiempos signados por la lucha contra el terrorismo, valdría la pena que todos los hombres del mundo pudieran recibirlos como el más valioso legado de carácter espiritual, moral e ideológico.

 En este nuevo año 2014 hay muchas razones para seguir pidiendo y exigiendo la liberación de estos hombres nobles y excepcionales. En febrero tendremos la alegría de recibir a Fernando después de extinguir su pena. Este hecho debe ser el estímulo para reafirmar la lucha por la libertad de los otros tres, que siguen siendo cinco indefectiblemente.

 Ha pasado mucho tiempo de un encierro injusto rudo y horrible. Y a veces, usando las palabras de Antonio en su alegato, “me he preguntado, ¿qué es el tiempo? Y como San Agustín me he respondido: "Si me lo preguntan no lo sé. Pero si no me lo preguntan, yo sí lo sé." Horas de soledad y de esperanzas; de reflexión ante lo injusto y ruin; eternos minutos donde arden los recuerdos”. Por eso, siempre será una ocasión propicia para preguntar, ¿por qué pusieron en sus vidas tanta cárcel?   

 

 

publicado por rcbaez a las 05:56 · Sin comentarios  ·  Recomendar
23 de Mayo, 2013 · Cinco Prisioneros en USA

Por primera vez luego de 14 injustos años de cárcel Fernando González pudo estar junto a su madre y hermanas. Entrevista: a Magaly Llort

 Magali Llort, madre de Fernando González, uno de Los Cinco, declaró que ”el orgullo de saber que fue capaz de sacrificar su juventud y su tiempo con el objetivo de evitar más muertes en nuestro país, me ha dado fuerzas para seguir adelante”.

 Por Yaniris Hurtado y Yizenia Nuñez, estudiantes de la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana

 

Magaly Llort, contra el tiempo y la distancia

Amablemente, Magaly Llort nos recibió temprano en la mañana en su apartamento. Como madre, no puede evitar el dolor al hablar de Fernando. Las lágrimas acompañaron por momentos sus respuestas, pero lo más presente mientras conversamos fueron su esperanza y su orgullo, motores impulsores de la lucha por la liberación de su hijo y de sus compañeros (Ramón Labañino, Gerardo Hernández y Antonio Guerrero) encarcelados injustamente en Estados Unidos, por luchar contra el terrorismo.

“El orgullo de saber que fue capaz de sacrificar su juventud y su tiempo con el objetivo de evitar más muertes en nuestro país, me ha dado fuerzas para seguir adelante”, afirma con voz entrecortada.

¿Qué es lo que más extraña de Fernando?

Fernando es para mí esa persona que necesito a diario. De él, lo extraño todo. Mi hijo es un hombre serio y responsable, pero en el ámbito familiar y de sus amistades, siempre ha sido alegre, noble y muy cariñoso.

Una de las cosas que más me falta es su compañía. Él siempre fue muy maduro y ante cualquier dificultad conversábamos mucho, pues con su capacidad de análisis y reflexión encontraba soluciones que yo no lograba ver.

¿Cómo imagina el momento de su regreso a Cuba?

Contando el proceso de deportación al que será sometido, falta poco más de un año para su regreso y aun cuando hemos pasado 15 años de lejanía, para mí será una larga espera.

La felicidad más grande sería que regresen los cinco al unísono y no tener que esperar a que cumplan sus condenas. El caso que más me duele y preocupa es el de Gerardo, que legalmente estaría destinado a no regresar nunca.

No imagino ese momento, solo puedo decir que ansío su llegada con vehemencia porque con los años comienza el temor a no poder disfrutar ese regreso tan esperado.

¿Pensó alguna vez que Fernando incursionaría en la pintura?

La primera vez que vi algo dibujado a lápiz por mi hijo me sorprendió tremendamente, pues nunca mostró ninguna inclinación por la pintura. Lo suyo siempre fue la lectura. Fernando no era bueno con las manualidades, tanto es así que, por si acaso, yo no lo dejaba poner ni un bombillo. Pienso que para él ha sido como una vía de escape ante la poca comunicación que puede tener con nosotros.

Los bocetos que ha hecho son muy poquitos y aunque no son perfectos, considero que para una persona que jamás se había adentrado en el mundo de la pintura, no están nada mal.

Fernando tiene prohibido enviar correos electrónicos. ¿Cómo afecta eso la comunicación entre ustedes?

Él es el único de los Cinco que tiene puesto en su expediente que no puede acceder a tecnologías. Cuando lo supimos nos sorprendió grandemente, porque no conocemos las razones de esa medida cautelar.

Debido a eso, únicamente podemos comunicarnos por teléfono y a veces solo es posible una vez por semana, o utilizando el correo postal, que demora mucho, ya que después de escribir la carta, Fernando la envía a la Sección de Intereses de Cuba en Washington y ellos para La Habana. Actualmente, comparte celda con otros nueve prisioneros, por lo cual dispone de poco espacio y las posibilidades de escribirnos son menos.

¿Cuál es el recuerdo más amargo de estos años?

Honestamente, el momento más amargo de mi vida fue el día que me comunicaron que mi hijo estaba preso en Estados Unidos. Sentí un dolor tremendo. Fue totalmente inesperado, porque no conocía que mi hijo estuviese realizando ese trabajo. Para mí se encontraba en un viaje de investigación de mercado, viendo posibilidades de negocio con Cuba. Me preocupaba grandemente la situación que tanto él como sus compañeros podían estar enfrentando.

Los primeros 17 meses incomunicados fueron tremendos. Llegué a pensar que no podría sobrevivir a esa terrible experiencia. Únicamente el orgullo de saber que él había sido capaz de sacrificar su juventud y su tiempo con el objetivo de evitar más muertes en nuestro país, me daba fuerzas para seguir adelante y mantener esta lucha que aún perdura y seguirá hasta que regrese el último de ellos.

¿Qué representó la visita más reciente a Fernando?

Fue muy alentadora, porque sé que le falta menos tiempo y afortunadamente no tendremos que realizar muchas más visitas a la prisión. Pronto el encuentro será en su país y en familia. Después de 14 años de encarcelamiento fue la primera vez que nos pudimos reunir los cuatro miembros de mi pequeña familia, es decir, mis dos hijas y yo con Fernando. Fue extremadamente emocionante sentarme frente a mis tres hijos y ver cómo conversaban, cómo disfrutaban unos de  otros, tal como solían hacer cuando eran más jóvenes.

Ese reencuentro, sumado al pensamiento de que tal vez después de una o dos visitas más lo tendremos en casa, fueron estimulantes y me dieron fuerzas para seguir luchando.

CUBAHORA /13-05-2013

http://www.cubahora.cu/politica/magaly-llort-contra-el-tiempo-y-la-distancia

publicado por rcbaez a las 18:28 · Sin comentarios  ·  Recomendar
05 de Febrero, 2013 · Cinco Prisioneros en USA

Por Lázaro Fariñas*

 Pasan los días, las semanas, los meses,  los años, y cuatro cubanos siguen tras las rejas, en distintas cárceles norteamericanas, y un quinto se encuentra medio libre, con toda una serie de controles por parte de las autoridades de este país. Es muy fácil escribir un artículo sobre ellos estando en libertad, en la calle. Pero, por otra parte, es muy difícil entender el por qué estos jóvenes cubanos han tenido que pasar por el calvario que durante largos años han y aún están pasando. Los cinco han demostrado una tremenda valentía y patriotismo. Si en vez de la gallardía que demostraron en el juicio llevado a cabo en Miami, hubieran tenido una posición menos patriótica, su suerte hubiera sido muy diferente. Lo más probable es que las sentencias hubiesen sido otras más benévolas y hace rato ya hubieran estado libres en sus casas.

El problema es que eso no ocurrió y estos jóvenes se portaron valientemente en el juicio y se han seguido portando de igual forma a través de los años en que han estado injustamente encerrados. Cuando tomaron la palabra  en el juicio, lo hicieron con firmeza y en ningún momento se acobardaron, aceptando abiertamente que ellos habían venido a Miami a infiltrarse en los grupos terroristas de los anti cubanos de la Florida, buscando informaciones sobre posibles actos terroristas en contra de Cuba y que ellos, en ningún momento, espiaron en contra de los Estados Unidos. Estos jóvenes no dudaron en aceptar su papel de antiterroristas infiltrados en organizaciones terroristas. Demostraron hasta la saciedad que esa era su verdadera misión en esta ciudad de Miami. Militares norteamericanos desmintieron, una y otra vez, que los cubanos los hubieran espiado a ellos, sin embargo, no le hicieron caso a sus declaraciones. El destino de los antiterroristas ya estaba trazado por un gobierno que quería ser implacable con ellos y un poder judicial complaciente que no tuvo escrúpulos en condenarlos a largas penas de prisión para bochorno de este país.

Una larga listas de terroristas comparecieron como testigos en el juicio. Los que debían estar siendo juzgados estaban siendo acusadores. Numerosos periodistas locales recibieron dinero para que escribieran artículos en los periódicos o para que hablaran en los programas de radio o de televisión para que influyeran sobre los jurados y estos hallaran culpables a los acusados. Se sabía que en la ciudad de Miami era imposible realizar un juicio justo y sin embargo, se desestimó ese argumento y aquí se celebró.

Las palabras finales de los jóvenes cubanos fueron excelentes documentos llenos de patriotismo y firmeza revolucionaria. La defensa de los abogados fue excelente. Pero nada de eso tenía valor, ya que lo que se estaba llevando a cabo era un juicio político y como tal, ya se sabía cuál iba a ser su resultado final. Los cubanos antiterroristas estaban condenados de antemano, ya que su principal problema era que eran cubanos que defendían a Cuba contra las agresiones que salían libremente desde Miami.

Los terroristas anticubanos estaban protegidos por la política agresiva que han mantenido los diferentes gobiernos de este país contra la República de Cuba desde el mismo día en que allí se implantó un gobierno revolucionario que levantó la bandera olvidada de la independencia y la soberanía de aquella nación.

Esa fue la razón para que estos cubanos hayan sido condenados a tan largas penas de prisión. Su única culpa ha sido la de tratar de defender a su país de las agresiones del exterior, agresiones que han sido realizadas por otros cubanos que han vendido su alma al diablo y que en vez de buscar una solución entre cubanos, lo que han hecho es convertirse en marionetas de gobiernos agresivos, enemigos de su antigua patria.

Con solo una firma, el Presidente Barack Obama puede liberar, no solo a esos cubanos  que siguen padeciendo en las cárceles de este país, sino también a este país de la tan inmensa infamia de mantener presos a cinco valientes cubanos, a sabiendas de que son inocentes. Aunque sea por rescatar un tanto el honor del país que gobierna, ¿firmará esa orden el Presidente? ¿Estará dispuesto Obama a reparar la injustificable injusticia de mantener a esos hombres en las cárceles de este país? Voy a pecar de optimista, creo que más temprano que tarde, la firmará.

*Lázaro Fariñas periodista cubano residente en EE.UU.

 Fuente http://martianos.ning.com/profiles/blogs/una-injustificable-injusticia-por-l-zaro-fari-as

Imagen agregada RCBáez

 

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