Hoy 27 de noviembre se cumplen 14 años del comienzo del juicio. Como
se informó previamente, se irá haciendo la crónica de lo que sucedió en
aquellos meses. Simultáneamente se irán situando en el blog las
transcripciones oficiales de la corte.
Todo comenzó el 12 de septiembre de 1998, cuando en la madrugada de
aquel sábado fuimos detenidos por el FBI diez personas. Tras el asalto
que constituye un arresto USA y los interrogatorios en el cuartel del
cuerpo en Miami, fuimos llevaros al FDC (Centro Federal de Detención)
de Miami y puestos en confinamiento solitario en el piso 13, que a la
sazón estaba vacío.
El circo dio inicio el próximo lunes, cuando sin habernos podido
siquiera asear o pasarnos un peine por el cabello nos bajaron
directamente de las celdas a la corte con los ya conocidos overoles
anaranjados que se usan en muchas prisiones norteamericanas. La voz se
había corrido en la ciudad y el espectáculo ofrecía una multitud entre
curiosa y delirante. Era la primera vez que “espías castristas” eran
exhibidos como trofeo ante el público miamense. La tónica de revancha y
desquite que aquella escena representaba determinaría el espíritu de la
actuación de la fiscalía y el funcionamiento de las ruedas de la
justicia federal desde entonces hasta nuestros días.
Desde los primeros días se evidenció que de los diez detenidos sólo
cinco habíamos decidido enfrentar la presión y el chantaje de los
fiscales. El resto se decantó aceptando cooperar con la fiscalía a
cambio de sentencias drásticamente benignas. Así comenzó para nosotros
el tortuoso camino de enfrentar un aparato legal que de antemano estaba
afinado para que se nos encontrara culpables. Poco a poco se fue
acumulando la copiosa documentación que en estos casos enmascara la
esencia del funcionamiento del sistema.
Aunque el acta de acusación constaba de 26 cargos, en concreto los
Cinco enfrentábamos tres cargos sustantivos: Tres cargos de conspiración
para cometer espionaje pesaban sobre Manuel Viramontes, Luis Medina y
Antonio Guerrero. Sobre los Cinco –incluyendo ahora a Rubén Campa y a
René González- pesaba un cargo per cápita de actuar como agente
extranjero no registrado ante el procurador general. También sobre los
Cinco otro cargo algo raro por cabeza: Conspirar para lo mismo de lo que
habíamos sido acusados en el segundo cargo. En otras palabras, ya por
un mismo delito teníamos dos cargos: Un cargo por cometer el delito y
otro cargo por conspirar para cometerlo.
El día 29 de septiembre, al regresar de una audiencia de fianza, el
elevador se detuvo en el piso 12 del FDC. Se oficializaba así nuestra
permanencia definitiva en celdas de castigo, o lo que se conoce como
Special Housing Unit (SHU) o el Hueco. A partir de ahí el trato a los
Cinco tuvo un carácter especial que se prolongaría por 17 meses.
Entre tanto, el engranaje legal comenzaba a girar en sentido
contrario a la suerte de los acusados. Mientras éramos confinados en el
hueco otro hueco, a muy buena distancia, se habilitaba para ingresar en
él la evidencia. Todo ello aplicando indiscriminadamente el cuño de
“SECRETO” a cuanto documento había sido hallado en nuestra posesión. La
movida nos permitiría sólo el acceso a una pequeña porción de los
documentos que supuestamente incriminaban a los acusados.
El 7 de mayo de 1999 aparece una segunda acta acusatoria enmendada,
en la que se acusa a Manuel Viramontez -ahora bajo su nombre real de
Gerardo Hernández- de conspiración para cometer asesinato en relación al
derribo, el 24 de febrero de 1996, de dos aviones de la organización
Hermanos al Rescate, con el resultado de cuatro personas muertas. Sin
que haya aparecido evidencia nueva, o algún testimonio, la fiscalía ha
sumado este cargo tras una campaña de prensa dirigida a exigir el
encausamiento de Fidel Castro a propósito del derribo, y tras repetidas
reuniones tanto con políticos cubanoamericanos como con familiares de
los pilotos muertos. Se sella así la politización irreversible del
juicio, que ahora girará sobre la acusación de conspiración para
asesinar y enreda el caso en la madeja de resentimientos y deseos de
revancha contra Fidel de los grupos contrarrevolucionarios de Miami.
En agosto de 1999 comienza la puja cuesta arriba de la defensa por
lograr que el juicio se celebre fuera del ambiente viciado de Miami. El
abogado William Norris, representando a Luis Medina, pide fondos para
realizar una encuesta sobre las opiniones predominantes en la ciudad
relativas al juicio de los Cinco. Varias mociones solicitando el cambio
de sede se suceden. El precedente en que descansan es el caso Pamplin vs
Mason, que justifica relocalizar la venia del juicio si los prejuicios
de la comunidad son tan fuertes que impiden un juicio justo a los
acusados. La fiscalía aduce que la ciudad de Miami es muy grande y
heterogénea y que los prejuicios de la comunidad cubana no tienen
suficiente impacto como para determinar que el juicio no sea justo.
No pasará mucho tiempo antes de que en otro caso, en que el gobierno
hacía de defendido, los fiscales den un giro de 180 grados y apelen a
Pamplin vs Mason para aducir que el sentimiento anticubano en Miami no
les permitiría un juicio justo. En ambos casos los jueces darán la razón
al gobierno: En el nuestro para negarnos el cambio de sede. En el otro
-Ramírez vs Ashcroft- para acceder a la petición de la fiscalía y mover
el juicio hacia Tampa.
Entretanto, los Cinco luchamos porque se nos saque de las condiciones
de castigo con que se ha impedido que nos preparemos para una adecuada
defensa. Tras una primera audiencia ante un magistrado, en que se nos
niega la solicitud, comenzamos un proceso administrativo en la propia
prisión. Nuestros formularios “se pierden” uno tras otro. El personal se
ríe abiertamente de nuestras solicitudes. Con paciencia, vamos
registrando cada petición que “se perdió”, cada solicitud de cuidado
médico ignorada, cada visita de mis hijas “que no se pudo dar” o cada
formulario sin respuesta. Con la lista en mano regresamos a la corte. El
magistrado aconseja a los fiscales: “Este caso de perfil alto. Mejor
consideran quitar a los defendidos de las celdas de castigo o la cosa se
puede complicar”. Da una semana a las partes para ponerse de acuerdo.
Momentáneamente tenemos una posición de “fuerza” y exigimos que se
nos ponga en una misma unidad: “Ustedes llevan año y medio argumentando
que nos tienen que mantener en el ala de castigo por nuestra protección”
-refutamos- “Ahora nos tienen que poner juntos porque es más seguro
para nosotros”. El atrevimiento da frutos. Advertidos por el magistrado
del mal efecto de la publicidad los carceleros ceden y en febrero de
2000 nos ubican a los Cinco en la sección 7E. Una pequeña victoria que
celebrar.
El asunto del cambio de sede está en el aire hasta que se celebra una
audiencia. Nuestros abogados van armados de la encuesta realizada por
el profesor Gary Morán, cuyo presupuesto y tamaño de muestra han sido
aprobados previamente por la jueza. Llevan también un fajo de artículos
de prensa -luego, se descubriría, pagada subrepticiamente por el
gobierno- en que se vilifica a los Cinco desde el primer día del
arresto. El profesor Morán misteriosamente ausente. Los fiscales van con
las manos vacías, pero no necesitan llenarlas para respaldar sus
argumentos:
“El tamaño de la muestra no es suficiente como para conocer los
sentimientos de la comunidad. El profesor Morán siempre llega a las
mismas conclusiones. Pamplin vs Mason no califica porque la ciudad es
grande y los cubanos son sólo un grupito ahí que no tiene importancia.
Los artículos de prensa en que se dice que “los espías fueron entrenados
con alucinógenos” o que “atacaron el mismo corazón de la seguridad
nacional” son inocuos, sanos, imparciales, balanceados, inmateriales.”
Uno tras otro van cayendo la muestra previamente aprobada por la
jueza, el precedente de Pamplin vs Mason, los artículos de periódico con
que se ha atiborrado la ciudad por casi dos años, la conocida historia
de Miami y los prejuicios sembrados en ella. Caso por caso la jueza va
sustituyendo la evidencia presentada por la defensa con los argumentos
sin respaldo de la fiscalía. En cuanto al experto Morán luego sabríamos
que la jueza retuvo su pago y en represalia este no se presentó a
defender su encuesta.
Poco después sabríamos más: El señor Morán y la honorable Joan Lenard
habían tenido problemas en un caso previo. La Jueza nunca informó a las
partes del conflicto de intereses. Otra flagrante violación de las
leyes.
El 27 de julio de 2000, cuando la Jueza negó sumariamente todos los
argumentos para mover el juicio fuera de Miami, la suerte de los Cinco
quedó echada.
A principios de agosto los fiscales nos proponen declararnos
culpables de los cargos a cambio de unas sentencias absurdas. De todos
modos no vamos a aceptar a esas alturas declararnos culpables de alguno
de los cargos falsos que construyó la fiscalía. No nos vamos a poner a
mentir por ellos en el estrado para que usen nuestras mentiras como
pretexto para acusar a Cuba.
La propuesta que me toca viene acompañada de una velada amenaza:
Recuerda que tu esposa no es ciudadana y la podemos someter a un proceso
de deportación. El domingo 13 de agosto, en mi cumpleaños, le digo en
la visita que se prepare para cualquier cosa. El día 16 se presenta
inmigración a su casa y es llevada a la cárcel para ser deportada.
Siempre quedan escaramuzas. El 23 de octubre la fiscalía saca la
garra de la preocupación por lo que puede revelar la evidencia y pone
una moción para que no se hable de ciertas cosillas. Tiene un título
raro. Moción para eliminar del juicio ciertos temitas ahí, vaya, que
tienen que ver con una “percepción” de Cuba sobre algunas actividades
digamos, así por decir como de terrorismo, que se estarían preparando en
la Florida. Lo que quiere decir en lenguaje vulgar es que mejor no se
toque el tema del terrorismo en el juicio. Que la evidencia sobre
terrorismo es inmaterial, sin importancia y no es pertinente. Que el
combatir el terrorismo es la motivación de los acusados, pero las
motivaciones no se deben de ventilar ante el jurado. La moción es tan
absurda que ni la propia Lenard la aprueba. Se le acaba de virar el
plato de frijoles del terrorismo a la fiscalía sobre la mesa.
Todo listo para comenzar el juicio y cinco días antes, el 22 de
noviembre, se materializa la deportación de mi esposa. El 27 nos
presentamos en la sala y se comienza a transcribir el documento oficial
que irá apareciendo en este blog. Como cumplimiento de una promesa a mi
esposa, escribo las primeras palabras del diario del juicio, del que
irán apareciendo algunos fragmentos de entre los que inspiran esta
Crónica de una Parodia Anunciada.
Muchas veces me he imaginado
conversando con ellos, y no como entrevistadora, frente a un micrófono o
una grabadora de esas que llevamos siempre encima los periodistas, sino
en plena conversación informal, riendo, escuchando las anécdotas, los
momentos malos y buenos que quedaron atrás.
Otras veces me parece estar viviendo aquel juicio de
diciembre de 2001 en que sus voces se levantaron para dar al mundo sus
verdades, esas que nadie como ellos podían enaltecer, defender y
mostrar; porque dejaban la constancia de lo que realmente significaba el
sacrificio, la entrega sin límites, el amor a su ideal, lo que los
había forjado.
Yo era aún muy joven para vivir de cerca aquel
proceso, pero he vuelto a sus palabras una y otra vez, al releerlas,
reinterpretarlas, hacerlas mías —nuestras— para saber lo que aquellos
alegatos significarían después, como voces que decían al mundo que la
lucha apenas comenzaba, que sería dura y compleja, dolorosa y larga,
pero la afrontarían con la dignidad de quienes se sabían conscientes y
orgullosos del deber cumplido.
Alguien me dijo con razón que han sido ellos mismos
los que más han luchado por su liberación —que es la nuestra—, incluso,
antes de aquellos duros días en que pronunciaron sus alegatos. Vuelvo
entonces a ellos una y otra vez para encontrar ideas y argumentos, esos
que los días 5 de cada mes me incitan a reencontrar los por qué de una
injusticia que tiene más de 15 años y que lacera cada día la vida de
cinco familias cubanas incompletas, sufridas, luchadoras, llenas de
esperanza.
Si tuviera que escribir un gran alegato por ellos, no habría palabras mejores que las de Fernando, recordando al Jurado los crímenes cometidos en Cuba durante la dictadura de Batista y asegurando que “el
fanatismo, el odio y la irracionalidad contra Cuba se generan y
estimulan solo por un segmento minoritario de la comunidad
cubanoamericana residente” en Miami, los mismos que controlan lo que se
dice sobre la isla y “se encargan de silenciar cualquier otra opinión
más racional”.
Después retomaría a René, quien puso a prueba a sus oyentes y los invitó a recordar los hechos del 11 de septiembre,
como si no hubieran existido o fuesen “puro truco cinematográfico”,
“pura paranoia o propaganda”, sobre lo cual se tragasen la lengua,
porque así habían actuado los fiscales de su causa respecto a lo que
ellos realmente habían defendido para Cuba.
En mi alegato recordaría —como lo hizo Ramón— la larga lista de atentados y acciones terroristas que había sufrido Cuba
por muchos años, que justificaban más que nada la necesidad de enviar
hombres a territorio norteamericano a monitorear los hechos que se
gestaban desde allí contra la vida de cubanos, e incluso, del propio
pueblo estadounidense
Al igual que Tony, preguntaría por
qué tanto odio hacia Cuba, por qué las agresiones no cesan y qué se ha
hecho por parte de las autoridades norteamericanas para evitarlas, si
aún transitan libremente por las calles de su país terroristas confesos,
convertidos en personajes célebres. ¿Para qué entonces “estaciones de
radio y otros medios publican y promueven nuevos hechos de agresión
contra el pueblo cubano”?
Como Gerardo, señalaría las razones que hicieron del caso de Los Cinco
un proceso eminentemente político, para el cual se necesitaron solo
unas horas para alcanzar un veredicto, y nunca tuvieron la más mínima
oportunidad, porque influyeron más los prejuicios y las engañosas
palabras de los señores fiscales que los argumentos que se escucharon
durante medio año.
En mi alegato reiteraría —como lo hicieron ellos— que no eran espías, sino luchadores infiltrados en organizaciones, grupos y medioambientes terroristas
en Miami, que el mismo año de su detención habían ofrecido grabaciones,
fotos, filmaciones y datos diversos, puestos en conocimiento del
gobierno de Estados Unidos. Recordaría que sus acciones evitaron también
posibles incidentes que sirvieran como pretexto para una agresión
armada a Cuba, lo que demuestra su contribución a la paz entre nuestros
dos pueblos.
Denunciaría además que estos hombres fueron sometidos a condiciones inhumanas,
de aislamiento durante meses sin justificación alguna; que fueron
juzgados una y otra vez en Miami, el ambiente más hostil que pudieran
tener en su contra, y con la más feroz campaña de difamación,
manipulación y propaganda, pagada incluso por el propio gobierno
norteamericano, para influir en la opinión pública.
Recordaría también que el gobierno de Estados Unidos
se comprometió en varias ocasiones a analizar las informaciones
ofrecidas por ellos sobre los planes terroristas gestados en su
territorio y reciprocar el gesto, a lo cual solo han respondido con la
aplicación del más severo régimen carcelario, la prohibición o
restricción de visitas de sus familiares, la falta de atención médica
adecuada, entre otras acciones inhumanas.
En medio de tales argumentos preguntaría, como lo hizo Fernando: “¿Qué
puede hacer Cuba ante tales realidades para defenderse y estar
prevenida de los planes terroristas? ¿Se puede confiar en las
autoridades del FBI del sur de la Florida cuando se trata de asuntos que
tienen que ver con la seguridad de Cuba? ¿Se puede registrar ante el
gobierno norteamericano alguien que esté aquí para conocer sobre las
actividades de grupos terroristas y prevenir las mismas para evitar la
muerte de inocentes?”.
Y sumaría entonces las interrogantes de Tony: “¿Por
qué tanto odio hacia el pueblo de Cuba? ¿Porque Cuba escogió un camino
distinto? ¿Porque su pueblo quiere el socialismo? ¿Porque eliminó el
latifundio y erradicó el analfabetismo? ¿Porque le dio educación y
atención médica gratuitas a su pueblo? ¿Porque le da un libre amanecer a
sus niños?”.
Y es que los alegatos de Los Cinco,
en aquel diciembre de 2001, parecen tener vida propia, ser una clase de
historia, el más claro y bello mensaje sobre lo que el propio Tony
calificó como “el compromiso de ser útil al mundo, de servir a una causa
valedera llamada humanidad y también Patria”, pues “no hubo otra
intención que no fuera la de evitar la insensatez y el crimen y salvar
la flor viva de la muerte fortuita, brusca, vana y prematura”.
Si escribiera mi alegato, en nombre de mi pueblo, lo
haría con el mismo honor y orgullo con que Ramón dijo —y lo cumplió— que
llevaría su “uniforme de recluso”, tal como un soldado “lleva sus más
preciadas insignias”. Diría al mundo que Los Cinco sí han sido
prisioneros políticos e intentaría contar, con palabras sencillas, toda
la “historia de chantajes, abusos de poder y el más absoluto desprecio a
tan ponderado sistema de justicia, para pulirla y darle un brillo que
nunca tuvo”, tal como lo haría René.
Terminaría —como Fernando— deseando que algún día
Cuba no tenga la necesidad de que personas como Los Cinco,
voluntariamente y por amor a su país y a su pueblo, vayan a Estados
Unidos a luchar contra el terrorismo; o como Gerardo, que “la razón y la
justicia prevalezcan por encima de los prejuicios políticos y los
deseos de venganza”, porque ellos no hicieron ningún daño a ese país y
mucho menos algo que merezca tales condenas.
De Los Cinco y sus alegatos aprendimos lo que vale la
dignidad de los hombres, que son parte de este pueblo y de nuestra
historia, y que debemos seguir “apelando a esos valores y a la vocación
del pueblo norteamericano con toda la paciencia, la fe y el coraje que
nos puede infundir el crimen de ser dignos”, tal como nos dijo René.
Uniría entonces todos los alegatos de los hombres y
mujeres del mundo que se han sumado a esta causa, en la cual no habrá ni
puede haber descanso hasta que todos estén en casa, junto a su familia y
su pueblo. Mientras, seguiremos mostrando la evidencia y escribiendo la
historia, que al decir de Ramón, “será quien nos haga la verdadera
justicia”.
Y si aún no fuera suficiente, apelaría —como Gerardo—
a uno de los más grandes patriotas norteamericanos, Nathan Hale, para
expresar el sentir de muchos hijos de este pueblo, quienes lamentamos
como él: “...no tener más que una vida para entregar por mi Patria”.
Fueron escritos con estilos diferentes, en un tono acorde con las
personalidades diversas que los distinguen. Su uniformidad estriba en la
solidez de los ideales que defienden, en su franqueza absoluta y la
estirpe heroica de su sacrificio. En su sola palabra está la verdad, y
aquí pueden encontrarla
El Comité Internacional por la libertad de Los Cinco llama a desatar
un mar de mensajes que empujen al presidente de Estados Unidos a hacer
que estos hombres vuelvan a su país y sus familias. Aquí las direcciones
y enlaces distribuidos por el Comité Internacional.
DIFERENTES FORMAS DE COMUNICARSE CON LA CASA BLANCA
Por teléfono: 202-456-1111 (Si no le responden, deje un mensaje en el contestador)
Si llama desde fuera de los EEUU, marque el Código Internacional del respectivo país + 1 (Código de EEUU) 202.456.1111
Tras la liberación de René González, uno de los abogados de la causa cubana, Richard Klugh, anunció a teleSUR que realizarán apelaciones para poner en evidencia las violaciones del proceso al que han sido sometidos por la justicia norteamericana Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González.
"Estamos ahora en unos procedimientos que se pueden llamar de apelaciones. Estamos estableciendo violaciones grandes en el proceso e inclusive violaciones del derecho de tener un juicio", aseveró tras adelantar que tienen pruebas del pago de periodistas para perjudicar a los acusados. El abogado aseveró que tienen nuevos elementos para demostrar la inocencia de Gerardo Hernández, sobre quien pesan dos cadenas perpetuas más 15 años de cárcel.
"En el caso de Gerardo Hernández tenemos argumentos de la inocencia de Los Cinco, pero para Gerardo tenemos nuevas evidencias para establecer su inocencia", destacó el abogado.
En su trabajo “Un reto al periodismo” (I parte), Ricardo Alarcón de Quesada planteaba:
“El
gobierno de Estados Unidos incurrió en flagrante violación de la
Constitución y las leyes para asegurar las injustas condenas a los Cinco
patriotas cubanos que pronto cumplirán 14 años de castigo arbitrario e
ilegal. No fue un hecho aislado sino un empeño sistemático que abarcó
todo el tiempo del proceso contra los Cinco y en el que invirtió muchos
millones de dinero público”. […] Como quiera que esa conducta obligaría
a las autoridades —tanto a los tribunales como al Ejecutivo— a disponer
la inmediata liberación de nuestros compañeros, Washington ha
conspirado también para ocultar lo que hizo, incurriendo en un delito
adicional, el del encubrimiento”.
Estos
son los principales aspectos que se expresan en la Declaración Jurada
que el Abogado de Gerardo Hernández Nordelo, Martin Garbus, presentó
recientemente a la Jueza Lenard, y en el que solicita la anulación de la
condena de Gerardo o, como alternativa, el descubrimiento de todas las
pruebas que el gobierno esconde y le conceda una audiencia oral.
Esta
es la misma Jueza que se ha ensañado implacablemente en las condenas de
nuestros hermanos: es por ello que sólo la presión internacional, la
solidaridad internacional, algún día, los hará libres…
Compartimos la traducción de la mencionada Declaración Jurada para su lectura y difusión: