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La Disciplina Mediática Chomsky: “ los medios de EE.UU. son muy disciplinados"
Al
cumplirse 16 años del encarcelamiento de los antiterroristas cubanos se
revela, otra vez, el verdadero papel de los grandes medios de
comunicación norteamericanos. Para ellos, el 12 de septiembre pasó inadvertido igual que los actos de protesta por la injusticia.Nada
publican tampoco sobre la demora del Tribunal de Miami en responder al
Habeas Corpus que Gerardo Hernández Nordelo presentó en junio de 2010,
hace más de cuatro años, ni a los que después presentaron Ramón Labañino
y Antonio Guerrero. Son tres recursos que, en gran medida, se basan,
precisamente, en la manipulación y el pago por el Gobierno, con dinero
público, a periodistas que promovieron la campaña de odio y
desinformación que el Panel de la Corte de Apelaciones de Atlanta, al
anular el juicio en 2005, describió como “una tormenta perfecta”.
Curiosamente, la revelación del operativo surgió en 2006 cuando The
Miami Herald se vio obligado a despedir a algunos empleados suyos
involucrados en el escándalo. Tal violación de la ética profesional fue
criticada, por instituciones de prestigio como la Escuela de Periodismo
de la Universidad de Columbia en Nueva York, entre otras, que, más allá
de la Florida, expresaron su alarma. La
Jueza tampoco responde la solicitud para que el Gobierno entregue los
datos que oculta todavía acerca de un episodio ofensivo a una profesión
que debería respetar. Ni a la petición de Gerardo para que conceda una
audiencia oral en la que él pueda refutar las mentiras que lo condenan a
morir en prisión. La jueza no responde, como si la vida de tres seres
humanos a quienes ella impuso las sentencias más exageradas no fuera
asunto de su incumbencia. Ante
esta situación la prensa calla, pero eso no debe causar sorpresa. Noam
Chomsky, especialista del lenguaje, definió los medios norteamericanos
con una palabra: DISCIPLINADOS. Irónicamente,
el silencio, en sí mismo, es noticia. Durante medio siglo Washington ha
desplegado contra Cuba una colosal y sistemática propaganda en la que
no ha faltado nada para inculpar de cualquier cosa a su Gobierno. Si los
Cinco hubieran provocado algún daño a Estados Unidos, si su labor
hubiera sido tan peligrosa, de ellos habrían hablado sin parar día y
noche. El obediente silencio de los medios es prueba elocuente de su inocencia y de la infamia de que son víctimas.
Tomado de La Nueva Réplica
Por Nyliam Vázquez García
Periodistas
asistentes al X Décimo Coloquio de solidaridad con los Cinco y contra
el terrorismo reflexionaron este viernes, en La Habana, sobre
estrategias para romper el silencio mediático sobre el caso
Sobre
la importancia de una visión estratégica de la comunicación, crear
nexos entre los mensajes, moverse en varias plataformas simultáneamente y
sacar el mayor rendimiento de cada acción comunicativa dedicada a
tratar el tema de los Cinco, dialogaron la mañana de este viernes, en La
Habana, los participantes en el X Coloquio de solidaridad con los Cinco y contra el terrorismo, junto a expertos y colegas cubanos. Como
durante 16 años, el caso que aún mantiene tras las rejas a Gerardo,
Ramón y Antonio, y obligó a René y Fernando a cumplir hasta el último
día de sus injustas sentencias, ha sido objeto de un cruel
silenciamiento; no es casualidad que el Coloquio programe esta actividad
para el segundo día de trabajo. El tema de los periodistas pagados con
fondos Federales para condenar a los patriotas cubanos fue tratado por
el periodista de la revista Areíto, Andrés Gómez, que comentó de los
trabajos de los solidarios para develar esta irregularidad, una de las
bases de las solicitudes de Habeas Corpus, aún sin responder por la Jueza, Joan Lenard. Mientras
Pedro García Espinosa, director de la Oficina de Nacional de Diseño
(ONDI), llamaba la atención sobre la necesidad de ser muy rápido a la
hora de montar nuestras campañas y de ser muy creativos con los
contenidos. «Hay que comunicar a través de nuevas técnicas», expresó el experto. En
la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), los delegados
expusieron su experiencias y tuvieron oportunidad actualizarse sobre
nuevas campañas lideradas por jóvenes. En ese sentido David Vázquez, al
frente de un grupo creativo conformado con el apoyo del Comité
Internacional, el ICAP y los familiares de los Cinco presentó la
http://www.discoverthefive.com/ , una Web en la que asumen la «visión
estratégica de comunicación» y donde ya han comenzado a colocar mensajes
que buscan llegar al público norteamericano. Verónica
Puchero, periodista peruana y miembro del Comité de solidaridad con los
Cinco en ese país, comentó de la campaña que llevan a delante en
Facebook identificada como Yo también soy los 5. Al tiempo que dos jóvenes de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) explicaron como se ha desarrollado el concurso Un selfie x los Cinco
por los Cinco, lanzado por el blog jóvenes por los Cinco. Hasta el
momento se han recibido más de 200 autorretratos y se supo que se
extenderá el plazo de envío hasta el próximo 5 de octubre. La periodista estadounidense, Mary-Alice Waters, de Pathfinder Press, llamó
a destacar el ejemplo de los Cinco y de vincular la lucha a la clase
trabajadora en su país. A su juicio las pinturas de Tony desde la
prisión muestran la naturaleza de estos hombres. Durante
la actividad fue presentada la revista La Nueva Réplica, una
publicación calificada como un puente entre los cubanos de aquí y de
allá, según Max Lesnix, dirigente de la Alianza Martiana. Lesnix
recordó como la revista anterior había sido objeto de atentados
terroristas en Miami por los mismos personajes que a los cinco vigilaban
para adelantase a sus planes y aseguró que con los nuevos bríos
mantendrían esa «tribuna de las causas justas». La
coordinadora del Comité Internacional por la Liberación de los Cinco,
Graciela Ramírez, comentó del trabajo impulsado por los jóvenes en
función del regreso de Gerardo, Ramón y Antonio y llamó a usar los
materiales colocado tanto en la nueva Web como en la del Comité
internacional. En
el encuentro estuvo presente Ricardo Alarcón de Quesada, experto en el
caso de los Cinco, y el prestigioso intelectual jamaicano-canadiense
Keith Ellis. Como colofón, el trovador Tony Ávila regaló un poco de su
buena música. En
reunión previa al Coloquio, el tema de los periodistas pagados con
fondos Federales para condenar a los patriotas cubanos fue tratado por
el periodista de la revista Areíto, Andrés Gómez, que comentó de los
trabajos de los solidarios para develar esta irregularidad.
Fotos Roberto Suárez
Tomado de Juventud Rebelde
Dada la irregularidad con que me he visto obligada a trabajar, retomo este artículo, para publicarlo de forma íntegra:
La inocencia de Gerardo (I)
Por Ricardo Alarcón de Quesada La
reunión en Londres de la Comisión Investigadora del caso de los Cinco
examinó a fondo la situación específica de Gerardo Hernández Nordelo y
la acusación infame (el Cargo 3 “conspiración para cometer asesinato”)
presentada sólo contra él y que fundamenta su condena a morir dos veces
en prisión. Se le atribuye, calumniosamente, haber participado en el
derribo el 24 de febrero de 1996 de dos aeronaves del grupo terrorista
autotitulado “Hermanos al Rescate”.
Desde
el punto de vista legal para que un Tribunal de Estados Unidos pudiera
actuar, el hecho en cuestión tenía que haber sucedido en el espacio
aéreo internacional, fuera de la jurisdicción cubana. Caso contrario
ninguna Corte norteamericana habría podido abordarlo. Por
eso en el juicio de Miami se discutió bastante la cuestión de la
ubicación exacta del incidente, repitiendo lo que antes pasó en el
Consejo de Seguridad de la ONU y en la Organización de la Aviación Civil
Internacional (OACI). En esas discusiones surgieron siempre las
contradicciones entre los radares cubanos y los de Estados Unidos. Sobre
los datos norteamericanos, por cierto, habría mucho que escribir, por
ejemplo, la demora en entregarlos, varios meses, que obligó a dilatar el
trabajo de la OACI y la sospechosa destrucción de algunos registros,
todo lo cual consta en el informe de la OACI. Para
tratar de resolver la discrepancia en lo que mostraban los radares, la
OACI pidió a Estados Unidos que entregase las imágenes tomadas por sus
satélites espaciales, petición que fue rechazada en 1996. Tampoco
Washington permitió que las viera el Tribunal de Miami y lleva mucho
tiempo oponiéndose a las repetidas solicitudes del Centro para el
Derecho Constitucional y los Derechos Humanos de California y litiga
ante las Cortes de ese Estado en su afán de mantener ocultas las
imágenes. Pronto se cumplirán veinte años de obstinada censura. Sólo
Estados Unidos ha podido examinar lo que filmaron sus satélites, pero
no permite que lo haga nadie más. Ni el Consejo de Seguridad de la ONU,
ni la OACI, ni los tribunales norteamericanos. ¿Por qué? Sólo
puede haber una respuesta. Washington sabe que el incidente ocurrió
dentro del mar territorial cubano, muy cerca del litoral habanero y en
consecuencia, jurídicamente, nunca tuvo jurisdicción alguna sobre él.
Porque las imágenes satelitales son prueba irrefutable de la mentira
yanqui nadie más que las autoridades estadounidenses podrá verlas nunca. Pero
no se trata de que las imágenes exculpen a Gerardo. No eran necesarias
porque para condenarlo la Fiscalía tenía que demostrar que él,
personalmente, había participado en el incidente, algo totalmente
absurdo, imposible de sostener, independientemente del lugar donde
hubiera ocurrido el derribo de las aeronaves invasoras. El problema era y
es para Washington. Porque
las imágenes prueban que Estados Unidos, sus autoridades y sus
tribunales no tenían derecho alguno para juzgar un acontecimiento
ocurrido más allá de su jurisdicción territorial. Debe destacarse que,
según los radares norteamericanos, los aviones volaban, siempre juntos,
rumbo sur y uno de ellos, al menos, conforme a su propia versión, había
penetrado el territorio cubano. Incluso, si se aceptase la teoría
estadounidense sobre la ubicación de los aviones, estos se hallaban en
las inmediaciones de la capital cubana, muy cerca de su parte central y
más poblada y en pocos minutos la habrían sobrevolado y hubieran podido
atravesar la isla hasta la costa meridional. No
fue algo acontecido en la cercanía del espacio norteamericano, sino
mucho más abajo del paralelo 24 que marca la separación entre las zonas
de supervisión aérea de ambos países. Fue ahí, dentro del área bajo
control cubano, que transcurrió buena parte del vuelo, siempre rumbo
sur, hacia La Habana y desoyendo las indicaciones y advertencias
emitidas por el centro de control de tráfico aéreo de nuestro país. Pero,
en todo caso, Gerardo no tuvo absolutamente nada que ver con el hecho,
en cualquier lugar en que este ocurriese. Y eso lo sabían perfectamente
las autoridades norteamericanas. Según
el Acta Acusatoria de septiembre de 1998, el FBI había identificado a
Gerardo, conocía la misión que desempeñaba y revisaba sus comunicaciones
con Cuba desde 1994, más de dos años antes de aquel suceso que agravó
sensiblemente la situación entre ambos países. Las turbas de la mafia
batistiano-terrorista llamaban entonces a la guerra en las calles de
Miami, mientras, según escribió el Presidente Clinton en sus Memorias,
en la Casa Blanca discutían un posible bombardeo a Cuba y él optó por
promulgar la Ley Helms-Burton acompañada de amenazas belicosas. ¿Puede
alguien imaginar que no habrían hecho nada contra Gerardo si él hubiese
sido culpable? Nada hicieron, precisamente, porque les constaba su
inocencia. Por
eso tampoco lo inculparon cuando fue detenido, junto a sus compañeros
en septiembre de 1998. En la acusación inicial no se dice una palabra
sobre lo ocurrido el 24 de febrero del 96, ni se habla de derribo de
aeronaves o algo parecido. No lo hicieron porque el FBI, que poseía y
había leído los mensajes entre Gerardo y La Habana, sabía que era
inocente. El
Cargo 3 (“conspiración para cometer asesinato”) fue formulado, sólo
contra Gerardo, más de siete meses después del arresto de los Cinco
cuando ellos permanecían en confinamiento solitario –el infame “Hueco”-
aislados del mundo, imposibilitados de defenderse. Para hacerlo la
Fiscalía presentó una Segunda Acta Acusatoria que, y así lo registró la
prensa de Miami, fue elaborada en reuniones que abiertamente celebraron
el FBI, la Fiscalía y jefes de grupos terroristas. Era
una acusación arbitraria, fabricada de pies a cabeza, con el único
propósito de complacer a los criminales, inflamar el odio contra Gerardo
y sus compañeros y garantizar de antemano las peores, ilegales y más
irracionales condenas. El Cargo 3 fue el centro de la desaforada y
vulgar campaña mediática promovida y financiada por el Gobierno Federal,
con su presupuesto, que cayó como un tsunami de mentiras, sobre una
comunidad inerme y paralizada por el terror –cinco artículos por día en
los periódicos impresos, incesantes comentarios, día y noche, en la
radio y la televisión locales –conformando lo que justamente el panel de
jueces de la Corte de Apelaciones, en 2005, calificó como una “tormenta
perfecta” de odio, prejuicios y hostilidad. Gran
parte del juicio giró alrededor del Cargo 3. Dentro y fuera de la sala
del tribunal, individuos vinculados a “Hermanos al Rescate” alborotaban y
hacían declaraciones estridentes que amplificaban los medios locales.
Ellos y los “periodistas” pagados por el Gobierno perseguían y asediaban
a los miembros del jurado quienes se quejaron a la jueza y ella, por su
parte, varias veces también se quejó al Gobierno, por supuesto, sin
resultado alguno. En
la sala del Tribunal, pese a todo, el infundio de la Fiscalía fue
derrotado. Los acusadores, tan eficaces insuflando odio y prejuicios
contra él, no pudieron presentar una sola prueba para vincular a Gerardo
con los sucesos del 24 de febrero. Nada. Tan
contundente y obvia fue la derrota que el Gobierno hizo algo totalmente
inusitado. Al final de las discusiones, cuando la jueza iba a dictar
las instrucciones para guiar al jurado a la hora de emitir su veredicto,
los fiscales se opusieron sorpresivamente al texto que, ajustado
palabra por palabra al Acta Acusatoria, ella había preparado.
Propusieron cambiarlo radicalmente. La Magistrada, con buenas razones,
no aceptó la petición alegando que habían empleado siete meses
discutiendo esa acusación fiscal y era ya demasiado tarde para
modificarla. Ese mismo día la Fiscalía se precipitó a hacer algo aun más
insólito: en una acción que reconoció “carecía de precedentes” recurrió
ante la Corte de Apelaciones con una “moción de emergencia” buscando
paralizar la decisión del tribunal inferior e incluso la posposición del
proceso. En
el extraño documento la Fiscalía sostuvo que “a la luz de las
evidencias presentadas en el juicio las instrucciones presentadas por la
jueza constituyen un obstáculo insuperable para esta Fiscalía y pueden
conducir al fracaso de la acusación en este Cargo”. Debe
subrayarse que, según un principio universal de Derecho, toda persona
es inocente salvo que se demuestre lo contrario y que es obligación del
acusador presentar las pruebas o evidencias necesarias para demostrar la
culpabilidad del acusado. La Fiscalía encaraba ciertamente “un
obstáculo insuperable” por la sencilla razón de que no podía mostrar
prueba alguna contra Gerardo, simplemente porque estas no existen, ni
pueden existir. Carecían de cualquier prueba contra él y peor aún,
sabían, pues poseían todos sus intercambios con La Habana desde hacía
varios años –incluso años antes del incidente de las avionetas-, que él
no había tenido relación alguna con ese hecho. En otras palabras, cuando
presentó su Segunda Acta Acusatoria la Fiscalía conocía cabalmente que
estaba acusando a un inocente y en consecuencia, prevaricaba
imperdonable y groseramente. El
Cargo 3 fue una grave violación a la Constitución y las leyes y también
a la obligación legal y hasta profesional de los fiscales. Actuaron,
mano a mano con el FBI de Miami, como agentes y cómplices de una mafia
terrorista que ellos debían combatir y en realidad la sirvieron con
docilidad escandalosa. La
Corte de Apelaciones tampoco aceptó la tardía solicitud fiscal y a
partir de ahí se produjeron acontecimientos que serían sorprendentes si
no se tratase de un caso que, de principio a fin, ha sido y es un
escarnio mayúsculo a la justicia. Rápidamente,
sin expresar duda alguna, sin hacer preguntas, en unas pocas horas, el
Jurado declaró culpables a los Cinco de todos y cada uno de los Cargos
formulados contra ellos, incluyendo el Cargo 3, sin importarle a nadie
que respecto al mismo la Fiscalía había admitido su fracaso y se había
empeñado por retirarlo. Al
concluir el juicio, en la primera semana de junio de 2001, la jueza
anunció que dictaría las sentencias a mediados de septiembre. El
abominable acto terrorista del día 11 de ese mismo mes y año al parecer
la hizo cambiar de opinión. Ni ella ni el Gobierno se sentirían cómodos
penalizando brutalmente a unos héroes antiterroristas mientras W. Bush
se lanzaba, gozoso y con gran fanfarria, a hacerle la “guerra al
terrorismo” a todo lo largo y ancho del planeta. Esperaron tres meses
más. Finalmente, el 14 de diciembre de 2001, Gerardo fue sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años. Todos, en la sala del Tribunal, sabían que castigaban a un inocente. La inocencia de Gerardo (II): La verdadera conspiración El
Cargo 3 (conspiración para cometer asesinato) no era parte de la
acusación inicial contra los Cinco. Fue agregado, sólo contra Gerardo
Hernández Nordelo, más de siete meses después, cuando él y sus
compañeros permanecían en prisión, en confinamiento solitario y no
podían defenderse. Durante
ese tiempo la prensa local de Miami dio cuenta de reuniones entre el
FBI, los fiscales y jefes de bandas terroristas en las que prepararon y
anunciaron esa calumnia antes de presentarla formalmente a la Corte. El
Cargo 3 se basaba en dos premisas absolutamente falsas. La primera era
un supuesto plan del gobierno de Cuba para derribar, en aguas
internacionales, unas aeronaves norteamericanas. La segunda, que Gerardo
Hernández Nordelo era parte de ese plan. Detengámonos
ahora en el primer punto. Tal acción, disparar contra aviones de
matrícula estadounidense en la alta mar (lo que la ley norteamericana
describe como la “jurisdicción especial de Estados Unidos”) hubiera sido
un acto de guerra. Alegar que las autoridades cubanas planeasen
realizarlo es lo mismo que afirmar que ellas decidieron, en febrero de
1996, agredir a su poderoso vecino y desencadenar un conflicto bélico de
proporciones incontrolables. Su resultado, cualquiera lo comprende,
habría sido la destrucción física de la isla y el fin del proceso
revolucionario. ¿Había
acaso antecedentes para semejante conducta? En la larga disputa de más
de medio siglo entre ambos países no hay precedente alguno de nada
parecido. En su colosal campaña de propaganda hostil Washington jamás ha
achacado a Cuba intentar atacar militarmente a Estados Unidos. Ni
una sola vez alguien procedente de la isla o armado por Cuba ha
desembarcado allá con ánimo belicoso. Jamás se ha producido alguna
incursión cubana a las costas norteamericanas ni contra la zona usurpada
a la isla en la Bahía de Guantánamo. Nunca, aviones o embarcaciones
nuestros penetraron ilegalmente el espacio aéreo o marítimo de Estados
Unidos, ni siquiera en persecución de los que, procedentes del norte,
han agredido a Cuba en numerosas ocasiones causando muertes y
destrucción. De
hechos de ese tipo Cuba ha sido siempre la víctima y Estados Unidos el
victimario o, al menos, cómplice. La historia de la diplomacia
revolucionaria está repleta de protestas cubanas, en incontables notas
oficiales entregadas al Departamento de Estado y en discursos y
declaraciones en la ONU, la OEA y otros foros internacionales,
divulgados por los medios de prensa. Nuestros archivos rebosan de tales
denuncias y también guardan las respuestas, algunas constructivas, de
Washington, incluyendo, por cierto, las relacionadas con las
provocaciones de los llamados Hermanos al Rescate durante el año 1995 y
las primeras semanas de 1996. Nunca hubo quejas estadounidenses porque a nadie se le ocurrió en ningún momento atacar a ese país. ¿Por
qué hacerlo en febrero de 1996? ¿Cómo explicar que entonces,
precisamente, fuéramos a provocar un enfrentamiento militar directo con
Estados Unidos, algo que a lo largo de los tiempos habíamos logrado
evitar? En
aquel momento Cuba atravesaba su peor crisis, vivía la más profunda
depresión económica, su PIB había caído de un golpe en más de un tercio
con la abrupta desaparición de la URSS y sus socios del CAME. No tenía
aliados en una América Latina toda ella administrada por gobiernos
neoliberales y dóciles a los dictados de Washington. Cuba no habría
tenido nada que ganar y lo habría perdido todo. Emprender una acción de
ese tipo habría sido más que un suicidio, una estupidez. Y hasta los
peores enemigos de la Revolución cubana reconocen que su política
internacional se ha caracterizado por lo contrario, por la sabiduría y
la coherencia. Afirmar que Cuba quería provocar la guerra con Estados Unidos era un insulto a la inteligencia humana. El
sábado 24 de febrero además, no era en La Habana, exactamente, un día
de aprestos bélicos. Soleada, fresca, la jornada de aquel tibio invierno
habanero parecía bien distante de cualquier idea de pelea y mucho menos
de conflicto armado. Por ningún lado se veían desplazamientos de tropas
ni equipos militares. No había movilización o preparación militar
alguna. Había,
eso sí, un gran gentío en las calles. Sobre todo hacia el norte y el
centro de la ciudad. Muchos se agolpaban en el Malecón, presenciando una
competencia náutica internacional a lo largo del litoral. Otros se
ocupaban en los preparativos de lo que sería más tarde el último paseo
del Carnaval. Muchos, en fin, iban hacia el Stadium de beisbol para
asistir a un juego decisivo entre el equipo insignia de la Capital y su
principal rival. En
la Universidad se había celebrado el Aniversario 40 de la fundación del
Directorio Revolucionario y los participantes, combatientes de antaño y
jóvenes estudiantes, compartían el almuerzo en el Malecón desde donde
veían el despliegue de personas, alegres y despreocupadas. Nadie, en aquella multitud, imaginaba que hacia ellos avanzaba la tragedia. Sólo
lo sabían en Washington. De ello hay constancia escrita en documentos
oficiales norteamericanos alertando a sus centros de vigilancia de
radares, varios días antes, que el 24 de febrero habría un incidente.
Como consta que el Departamento de Estado llamó al Aeropuerto de Miami
para confirmar la salida de los aviones, y que registraron su
trayectoria, desde que despegaron y atravesaron la jurisdicción
norteamericana y nada hicieron para detenerlos pese a que lo hacían
violando todo el tiempo su plan de vuelo. Todo fue reconocido en el
informe que Estados Unidos entregó a la Organización de Aviación Civil
Internacional e 1996 y en otros textos oficiales. Desde
el año anterior, además, los dos gobiernos intercambiaban notas
diplomáticas y mantenían contactos reservados acerca de las peligrosas
incursiones de Hermanos al Rescate y sobre el proceso que Washington
había iniciado contra el Jefe de ese grupo por sus violaciones
anteriores, que eran suficientes para no autorizarlo a volar ese día.
(Esa medida elemental la tomó finalmente Washington, pero sólo después
de la desgracia). Quien
nada sabía de lo que pasaba era Gerardo Hernández Nordelo. Él tampoco
podía hacer algo para evitar que los aviones volasen ni que entrasen en
el espacio cubano, ni para desviar o interrumpir su vuelo. No era él,
sino Washington quien podía impedir la tragedia, a lo cual se había
comprometido, formalmente, al más alto nivel. Gerardo
no conspiró para matar a nadie. Fueron otros, en Washington, los
verdaderos culpables. Ellos y el organizador de la provocación, andan
sueltos, libres. Pero Gerardo fue condenado a morir en prisión. Allá,
en Victorville, otros presos se refieren a él como “Cuba”. Tienen
razón. Gerardo es Cuba. A él lo castigan con aberrante saña porque
encarna a un pueblo que quisieran aniquilar. Tomados de Cubadebate I Parte http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/05/19/la-inocencia-de-gerardo/#.U4zKiCjwb_s
II Parte http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/05/30/la-inocencia-de-gerardo-ii-la-verdadera-conspiracion/#.U4zKOyjwb_s
Por Edmundo García*
Les voy a hablar hoy de un tema que tiene
varios aspectos. Esta semana se dio a conocer un caso de censura en
Miami. En La Tarde se Mueve del martes 17 y el miércoles 18 hablamos
también de la censura de la noticia sobre ese acto de censura.
Por
último, también me quiero referir a lo que la radio alternativa de
esta ciudad pudo hacer, y logró, para que todo eso empezara a
solventarse. Un resultado feliz en el duro empeño de todos los días.
Muchos
saben, porque ha repercutido en la prensa cubana e internacional, que
el pasado lunes 16 de este mes de septiembre el Comité Internacional
por la Libertad de Los 5, a través de Alicia Jrapko y Nancy Kohn, dio a
conocer que el profesor canadiense Stephen Kimber estaría realizando
una gira por varias ciudades de Estados Unidos para promover su libro
“Lo que hay del otro lado del Mar. La Verdadera Historia de los Cinco
Cubanos”.
Como su título indica, la publicación trata de mostrar
las verdaderas motivaciones de los antiterroristas y Héroes de la
República de Cuba, pero tiene también un interés académico porque el
autor realizó una investigación documental de más de 20 mil páginas de
registros judiciales del caso más largo en la historia de Estados
Unidos.
El profesor Kimber ha estado haciendo sus presentaciones sin
dificultad; si descontamos un incidente con la radio WLRN (Miami 91.3
FM) que le canceló una entrevista previamente acordada.
Sobre la suspensión un empleado de WLRN comunicó lo siguiente:
“Lamento
informarle que el productor ejecutivo y host del programa Topical
Current, Joseph Cooper, me ha pedido cancelar la entrevista con Stephen
Kimber. Después de leer parte del libro y el material que lo
acompañaba, [Cooper] siente que el tema es demasiado ‘incendiario’ y
teme una reacción negativa por parte ciertos segmentos de la
comunidad.”
Con “comunidad” el mensaje se refería realmente a los
grupos de extremistas radicados en el sur de la Florida; porque la WLRN
es un medio de comunicación basado aquí. Algunos de ustedes podrían
pensar que entonces la noticia no tiene nada de particular, pues la
radio de Miami está en poder de los anticubanos y está más que
confirmado que la prensa de esta ciudad es enemiga declarada de Los
Cinco.
Todo eso es cierto. Pero lo peculiar en este caso es que la
WLRN es una estación pública, uno de esos medios que hasta el momento
han dejado abierto al menos un resquicio, mínimo, de libertad de
expresión. Como dice el colega Eddie Levy, copresentador de La Tarde se
Mueve, la WLRN, afiliada a la National Public Radio, no se sostiene
por anunciantes sino por subvenciones y su rol está precisamente en
marcar la diferencia respecto a los medios vendidos al capital.
¿Es
que acaso instituciones públicas de Miami como Florida International
University, el Miami Dade College y ahora la WLRN también se van a
poner al servicio de la derecha extremista? Se entiende que lo haga
Radio Mambí, La Poderosa, el Canal 41, el Diario Las Américas y otros
por el estilo, pero, ¿los medios públicos también?
Una vez
producido el acto de censura sobre la entrevista del profesor Kimber,
vino entonces la censura informativa sobre ese mismo hecho. La prensa
servil de Miami tenía poderosas razones para tratar de esconder la
noticia y solapar la decisión de la WLRN. Eran varios sus motivos. En
primer lugar porque se trataba de un flagrante acto de censura sobre la
libertad de expresión en Miami, en la propia ciudad donde viven.
Pero
además porque la explicación dada por la WLRN acerca de que el tema de
Los Cinco era “incendiario”, y que “teme una reacción negativa por
parte ciertos segmentos de la comunidad”, confirmaba algo que
precisamente han estado diciendo Los Cinco, sus abogados, los familiares
y todos aquellos que miran al menos con objetividad el caso: que Miami
no era una sede adecuada para realizar el juicio.
Como mismo
dijo el profesor Kimber en su página web: “Ese correo electrónico dice
todo lo que se necesita saber - y más - sobre por qué era imposible
encontrar un jurado imparcial en Miami para el caso de los Cinco
cubanos. Y por qué es más importante aún hoy - 15 años más tarde, con
cuatro de los cinco aún en prisiones estadounidenses - para los
estadounidenses aprender los hechos de este caso.”
Lo primero que
hizo La Tarde se Mueve (la información del Comité Internacional por la
Libertad de Los Cinco salió en email el lunes 16 a las 6:55 p.m.) fue
informar a sus oyentes sobre el hecho y denunciarlo. Pero además
retamos a la prensa miamense, apelando a la reserva de profesionalismo y
vergüenza que debe quedarle, a que reportara sobre la suspensión de la
entrevista al profesor Kimber por la WLRN y se no limitara solo a
denostar sobre la libertad de expresión en otros países cuando esa
misma libertad se estaba violando ante sus narices.
Los emplazamos
a que asumieran la noticia y el problema local, que es lo que debe
caracterizar a la prensa social y comunitaria de nuestros días.
Déjenme
decirles que esta posición de resistencia desde nuestra hora radial
diaria empezó a darnos satisfacciones. Tanto el periódico en inglés The
Miami Herald el mismo martes 17, como El Nuevo Herald en español el
miércoles 18, publicaron la noticia; aunque con su parcialidad
habitual. Hay que reconocer que al menos esta vez sin traducciones
manipuladoras para el lector hispano, desde el título hasta el punto
final.
Pero La Tarde se Mueve fue más allá. Gracias a que el
colega y copresentador Eddie Levy es un oyente regular de la WLRN,
movilizó una corriente de opinión para que escribieran a la misma de
manera muy inteligente.
Primero, insistiendo la importancia de la
radio pública en el desarrollo de la comunidad del sur de la Florida;
segundo, recordando la historia y los logros de WLRN marcando la
diferencia ante la radio extremista miamense; tercero, especificando
que no se trata de la WLRN en general, como institución, sino
específicamente del programa “Topical Currents”, de Joseph Cooper, y
muy particularmente del productor Richard Ives.
Como informó
Eddie Levy ayer mismo en el Programa La Tarde se Mueve, los reclamos a
la WLRN por la censura al profesor Stephen Kimber han dado resultados
(ESCUCHAR aquí la intervención de Eddie en el programa de ayer
miércoles a partir del minuto 20: http://latardesemueve.com/grabaciones).
A
la radio alternativa de Miami le satisface comprobar que algunas cosas
se pueden logar a pesar de la modestia de recursos y las amenazas de
los extremistas.
Como habrán podido escuchar en la grabación
recomendada, Elena Freyre, Presidenta de la Fundación para la
Normalización de las Relaciones entre Cuba y los Estados Unidos,
reclamó a la WLRN por lo que consideró un atentado contra la libertad
de expresión y recibió una respuesta de John Labonia, General Manager
de WLRN, de la que edito un fragmento en versión al español: “Queremos
pedir disculpas a nuestros oyentes del sur de la Florida por la
decisión tomada esta semana por Joseph Cooper, presentador de ‘Topical
Currents’ de WLRN, de cancelar una entrevista con el autor de un libro
polémico sobre Cuba que el Sr. Cooper consideró demasiado ‘incendiario’
para que esta comunidad escuchara sobre él. La decisión del Sr. Cooper
se hizo sin nuestro conocimiento y de ninguna manera refleja -de
hecho, contradice abiertamente- lo que somos y lo que queremos hacer en
el sur de la Florida como una radio pública que informa y promueve el
debate. También contrasta con los recientes esfuerzos de WLRN para dar
una mayor cobertura de noticias sobre América Latina, lo que incluye
foros más abiertos sobre Cuba…Como resultado de esto, la división de
noticias de WLRN (a la que el Sr. Cooper no pertenece) entrevistará a
Stephen Kimber este viernes en el programa ‘Florida Roundup’.” (Al
mediodía: http://wlrn.org/programs/florida-roundup)
Para que
conste en record, y para que los lectores tengan completo acceso a la
información, reproduzco el intercambio en sus originales:
-Correo
de Elena Freyre, Presidenta de la Fundacion para la Normalizacion de
las Relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, a WLRN: “I am appalled
at the cancellation of this interview. If this is what we can expect
from our Public Radio Station, we are indeed lost in this community. Why
don't you, who should be setting the example on free speech and
exchange of ideas, allow this community to make up its own mind. I am
ashamed and sad that it has come to this. You owe this community an
apology.”
-Respuesta de John Labonia, General Manager de WLRN:
“WLRN has always prided itself on being South Florida’s communal
roundtable – a place where the news and issues that most concern us can
be discussed and debated in an intelligent and above all tolerant
forum. That’s especially true when it comes to the controversial issue
of Cuba. As a radio station we realize that it remains a highly
sensitive matter in Miami, especially within the Cuban-American
community. But we also realize that the local conversation about Cuba
has evolved and become more broad-minded over the past decade – and
that it can accommodate opinions today that might have been too
uncomfortable to engage a generation ago.
As a result, we want to
apologize to our South Florida listeners for the decision made this
week by Joseph Cooper, the host of WLRN’s “Topical Currents” show, to
cancel an interview with the author of a controversial new book on the
so-called Cuban Five, the Cuban spies who were convicted of espionage
charges here in 2001. The book argues that the Cubans are innocent, a
claim that Mr. Cooper deemed too “incendiary” for this community to
hear – a judgment that I and the rest of WLRN’s management strongly
disagree with. Mr. Cooper’s decision, in fact, was was made without our
knowledge, and it in no way reflects – in fact, it blatantly
contradicts – who we are and what we do as South Florida’s source for
public radio news and discussion.
It also belies the recent
launch of WLRN’s efforts to provide our listeners with more coverage of
Latin American news and issues, and that includes more open forums on
Cuba policy.
We want to do more than express a mea culpa,
however. We want to make this right. As a result, WLRN’s news division
(to which Mr. Cooper does not belong) will be interviewing Stephen
Kimber, the author of What Lies Across the Water: The Real Story of the
Cuban Five, this Friday on its weekly Florida Roundup show. We will
accord Mr. Kimber his say, but we will also ask him our own hard
questions about his claims. Just as important, joining the show will be
an expert to rebut those claims – and that person will also be asked
hard questions about the Cuban Five episode.
WLRN values the
trust of its listeners above all else, and we promise to work even
harder after this week’s controversy to deserve it.”
Vea además:
Exitosa conferencia de Chomsky y Kimber sobre Los Cinco en Instituto Tecnológico de Massachusetts
Por Ricardo Alarcón de Quesada
Tributo a Leonard Weinglass
“Por bondad de Dios tenemos en nuestro país estas tres cosas
indeciblemente preciosas: libertad de expresión, libertad de conciencia y
prudencia para no ejercer jamás ninguna de las dos.” Mark Twain
¡¡Descárgalo, imprímelo, difúndelo!!
La-disciplina-mediatica-y-el-caso-de-los-Cinco.pdf
En
la madrugada del sábado 12 de septiembre de 1998, con un aparatoso
despliegue de fuerzas, el Buró Federal de Investigaciones arrestó en Miami a Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort y René González
Sehwerert. Fueron llevados a un centro de detención federal y, de
inmediato, sometidos a confinamiento solitario, en celdas de castigo,
aislados del mundo, en lo que allá se conoce como “el hueco”. En tales
condiciones habrían de permanecer durante los 17 meses siguientes.
Los Cinco
no tenían antecedentes penales, no intentaron escapar o resistir a sus
captores, nunca habían violado ley alguna, ni alterado la tranquilidad
del vecindario. Pero se les negó la libertad provisional bajo fianza a
la espera de un juicio que no comenzaría hasta finales del año 2000 y en
el que serían representados por abogados de oficio designados por el
tribunal, quienes tuvieron que enfrentar numerosos obstáculos para
comunicarse con sus defendidos o para acceder a las evidencias,
clasificadas todas como “secretas”, las cuales todavía son reclamadas,
al día de hoy, por la defensa.
Ya
en la mañana de aquel sábado, la prensa reportaba que oficiales del FBI
se habían reunido, para darles cuenta del suceso, con Ileana Ros-Lehtinen
y Lincoln Díaz-Balart —“legisladores” de prosapia batistiana— y daba
inicio contra los Cinco el “tamboreo propagandístico” para usar una
expresión de Noam Chomsky. Los
jóvenes, a quienes nadie podía ver o escuchar, serían presentados desde
entonces como “peligrosos criminales” cuyo propósito era, nada más y
nada menos, “destruir a los EE.UU.”.
Un
complicado proceso judicial, el más prolongado de la historia, tras
recorrer una empinada senda hasta las puertas, que les fueron cerradas,
de la Corte Suprema, está ahora en su etapa final, el procedimiento
extraordinario que, en la jerga norteamericana, llaman Habeas Corpus y que debe ser resuelto, ante todo, por la misma Corte que los juzgó en primera instancia. En
junio de 2010, Gerardo presentó su recurso pidiendo la anulación de su
condena o que se le permita comparecer ante el tribunal para refutar las
falsas acusaciones formuladas en su contra. La Fiscalía se opuso a la
solicitud y el tribunal aún no ha respondido. A
mediados del pasado año, su nuevo representante legal, Martin Garbus,
introdujo una iniciativa que busca, además, forzar al Gobierno a exhibir
evidencias claves hasta ahora ocultas. Desde que presentó su moción a favor del Habeas Corpus
de Gerardo, Garbus espera que la gran prensa norteamericana se de por
enterada. Es un jurista eminente involucrado en varios casos que han
tenido alto relieve en los medios, ha escrito libros acogidos muy
favorablemente por la crítica especializada, y sus artículos y ensayos
han encontrado espacio en publicaciones de amplia circulación. Se le
considera como uno de los principales expertos en el sistema judicial de
EE.UU.,
especialmente en cuestiones relacionadas con la Primera Enmienda de la
Constitución. Su solicitud trata que el gobierno sea obligado a revelar
la información relativa a la conjura con un grupo de “periodistas” que
recibieron pagos de agencias oficiales mientras atendían el caso en que
su representado era el principal acusado. Él
insiste en que la batalla legal en que ahora está enfrascado tiene un
carácter excepcional, sin precedentes, en la trayectoria de ese país.
Sin embargo, apenas atrae la atención del público. Algo aún más
sorprendente ya que en el centro de su demanda están, precisamente, los
medios y el papel de la prensa. Ya en agosto de 2005, el panel de la Corte de Apelaciones había decidido por unanimidad anular el juicio que tuvo lugar en Miami
contra Gerardo y sus cuatro compañeros condenados allí por luchar
contra los grupos terroristas anticubanos que operan desde esa ciudad.
El argumento principal de los jueces fue que aquel proceso había sido,
en realidad, una crasa violación a los principios constitucionales. Más
que un juicio, fue, según los magistrados, “una tormenta perfecta de
prejuicios y hostilidad”. Al
año siguiente se filtró, en un artículo que dejó sin empleo a su
redactor, que esa “tormenta perfecta”, desatada en la prensa local,
había sido financiada por el Gobierno, con recursos extraídos del
presupuesto federal. Desde entonces, septiembre de 2006, varias
organizaciones de la sociedad civil norteamericana han hecho incansables
gestiones para que el gobierno muestre lo que esconde acerca de esa
operación: ¿cuántas personas participaron, cuánto les pagaron, quién la
dirigió y cómo se realizó? Pese
a que el gobierno se ha resistido a los esfuerzos realizados al amparo
de la denominada Ley de Libertad de Información ha sido posible reunir
algunos datos que prueban que se trató de una operación multimillonaria
cuyas dimensiones, aún desconocidas en su totalidad, carecen de punto de
comparación en el pasado estadounidense. Garbus
ha acompañado su petición con una declaración jurada en la que,
poniendo en juego su autoridad moral y su prestigio profesional,
denuncia frontalmente la conducta ilegal del Gobierno y la entraña
corrupta de la conspiración. En su declaración aporta nuevos datos,
fruto de una investigación acuciosa y difícil, sobre los “periodistas”
pagados por el gobierno: todos, sin excepción, están vinculados con o
pertenecen a conocidos grupos terroristas, algunos fueron condenados
como tales por tribunales norteamericanos y aún promueven abiertamente
el culto a la violencia. Esos “periodistas” inundaron los medios locales
con miles de artículos e informaciones —más de cinco por día durante el
desarrollo del proceso— que se repetían día y noche en las emisoras
locales de radio y televisión, una campaña de la que nadie podía
escapar, en ninguna parte de la comunidad miamense. Ese
ambiente se produjo, incluso, antes del comienzo del juicio durante la
etapa de selección de las personas que integrarían el Jurado, la mayoría
de las cuales expresaron temores por las consecuencias que para ellas y
sus familias tendría un fallo absolutorio, y recordaron los violentos
disturbios asociados al secuestro del niño Elián González cuya
liberación, mediante una acción sorpresiva de fuerzas especiales
enviadas desde Washington, acababa de ocurrir. La
labor de los “periodistas” no se limitó a las actividades normales de
quienes desempeñan ese oficio. Desde la instalación del tribunal, junto
con la intensificación de la campaña mediática, se repitieron incidentes
con los miembros del Jurado y también con abogados defensores y
testigos que se quejaron a la Jueza Lenard por la persecución y el
hostigamiento a que eran sometidos por los “periodistas”. La Jueza, por
su parte, no solo reconoció que existía miedo entre los jurados causado
por las acciones de los “periodistas” sino que pidió a la Fiscalía que
la ayudase a poner fin a esa situación. Como consta en las actas del
tribunal, la señora Lenard lo hizo desde los días iniciales hasta el
final de un juicio que duró siete meses. Obviamente, sus ruegos no
fueron escuchados. Era imposible que el Gobierno la ayudase porque era
precisamente el Gobierno el que organizaba, pagaba y dirigía a los
provocadores, algo que la jueza, como el resto del mundo, desconocía. Además
de utilizar a los “periodistas” incluidos secretamente en su nómina el
Gobierno ejerció su influencia para que los medios locales contratasen
para desempeñar similar función a individuos que nunca habían ejercido
la profesión, algunos incapaces de redactar un par de cuartillas, que
eran veteranos agentes de la CIA o habían sido miembros de la brigada
mercenaria derrotada en Playa Girón, o habían cumplido condenas por acciones terroristas en Cuba o en EE.UU.
Toda la operación fue también un imperdonable agravio al periodismo,
una profesión cuyos principios y valores fueron groseramente pisoteados
por el gobierno, hecho absolutamente sin precedentes, que no había
ocurrido antes y que, al menos hasta ahora, no se ha repetido en EE.UU. La conspiración mediática tuvo un doble carácter. Por una parte los medios locales de Miami
fueron empleados como instrumentos para imponer un ambiente de odio
irracional, de verdadera histeria colectiva que condenaba de antemano a
los acusados y, como si esto fuera poco, para asegurar el veredicto
anticipado, impusieron el terror sobre los miembros del jurado. Por la
otra parte, fuera de Miami, han decretado la más férrea censura silenciando completamente el caso de los Cinco. El
juicio más largo en la historia de Norteamérica; en el que participaron
como testigos almirantes, generales y altos oficiales, incluyendo un
asesor principal del Presidente de EE.UU.;
en el que rindieron testimonio, sin mostrar remordimiento, varios jefes
terroristas, algunos vistiendo sus atuendos guerreros; un juicio que
involucró las relaciones internacionales y cuestiones de seguridad
nacional y terrorismo, temas que la prensa norteamericana seguía con
obsesión, en pleno auge de la guerra de Bush contra el terrorismo. Ese juicio, sin embargo, no tuvo la más mínima cobertura en los medios de comunicación de EE.UU.
Ni una palabra apareció nunca en los grandes diarios o revistas, ni en
las cadenas de televisión o de radio, ni siquiera en los canales
televisivos que, dedicados a reseñar, exclusivamente los pleitos de
tribunales, trasmiten veinticuatro horas todos los días. Ni una palabra. Curiosamente, los corresponsales de esos medios nacionales en Miami
reportaban el juicio cotidianamente pero solo para sus audiencias
locales y algunos participaban también gozosamente en el asedio
constante a los atemorizados miembros del Jurado. El
silencio mediático sigue acosando a los Cinco héroes cubanos a lo
largo de un prolongado proceso apelativo que aún continúa.
Sistemáticamente han ocultado momentos importantes de la contienda legal
que habrían sido noticia si no hubiera existido la orden de no
divulgarlos. Prácticamente nada se ha publicado sobre: la decisión de
Agosto de 2005 del panel de la Corte de Apelaciones anulando lo sucedido
en Miami
y disponiendo se celebrase un nuevo juicio en otra sede; la decisión de
esa misma Corte, en 2009, revocando las sentencias impuestas respecto
al Cargo 2 (Conspiración para cometer espionaje) porque, unánimemente,
los 14 jueces determinaron que en este caso no había nada que afectase
la seguridad nacional de EE.UU.
ni prueba alguna de espionaje; el recurso presentado por la propia
Fiscalía en mayo de 2001 y su solicitud de retirar la acusación
formulada contra Gerardo (Cargo 3, Conspiración para cometer asesinato)
reconociendo que no podía sustentarla. Estos son tres ejemplos de
acontecimientos que merecieron titulares de primera página pero fueron
deliberadamente sepultados. La
lista de omisiones es larga. Solo agregaré las numerosas ocasiones en
las que el Gobierno y el propio tribunal admitieron que la verdadera
acusación contra los Cinco era la de haber luchado en Miami
contra los grupos terroristas y que proteger a estos era el objetivo
del juicio. El propósito de respaldar a los terroristas fue más allá del
injusto y desmesurado castigo carcelario a los Cinco. A las sentencias
impuestas a todos —incluso a Gerardo, condenado a morir dos veces en
prisión— les fue agregada, a petición del gobierno, la llamada cláusula
de “incapacitación”, o sea, la prohibición específica, una vez fuera de
prisión, de intentar cualquier daño a los terroristas. Por extraño que
parezca esa delirante restricción allá mantiene plena vigencia. A René González, quien está ahora retenido contra su voluntad en territorio norteamericano1.
se lo recordó la Jueza al salir de la prisión: “Como una condición
especial adicional de la libertad supervisada se le prohíbe al acusado
acercarse o visitar lugares específicos donde se sabe que están o
frecuentan individuos o grupos tales como terroristas”. Todo lo anterior
puede encontrarse visitando el sitio oficial del Tribunal del Sur de la
Florida y leyendo el caso EE.UU. versus Gerardo Hernández et al. Ahí está la verdad de este caso, disponible para quien se atreva a divulgarla. Tampoco
han dado cuenta los grandes medios norteamericanos de los incontables
reclamos a favor de los Cinco del Grupo de Trabajo sobre Detención
Arbitraria de la ONU o de Amnistía Internacional, o de varios
parlamentos nacionales, o el número excepcionalmente elevado de Amicus
(documentos de apoyo) dirigidos a la Corte Suprema de EE.UU.,
suscritos, entre otros, por diez Premios Nobel y por centenares de
organizaciones y personalidades, incluyendo juristas, parlamentarios y
religiosos de todo el planeta. Hasta ahora han hecho caso omiso al Habeas Corpus,
la Declaración Jurada y otros documentos presentados por Martin Garbus.
Entre tanto, el gobierno no solo se opuso a esta petición, también le
ha pedido a la Corte que la elimine, que no quede siquiera en la
historia legal del caso y la haga desaparecer por completo. Esta
insólita acción de la Fiscalía, por supuesto, tampoco ha sido noticia. El
gobierno quiere evitar cualquier examen de su operación secreta con un
grupo de “periodistas” para lograr la más severa condena de cinco
personas inocentes. Trata de impedir a toda costa que el asunto sea
discutido y que trascienda a la opinión pública porque sabe que se trata
de una clara violación a la Constitución y un acto de prevaricación sin
precedentes que lo obligaría a poner en libertad inmediatamente a
Gerardo y sus compañeros. Nunca antes se conoció de semejante
transgresión a las normas del debido proceso. La jurisprudencia
norteamericana está repleta de casos en que por faltas incomparablemente
menores, incluso por errores procesales o técnicos, los juicios han
sido anulados y los acusados devueltos a la libertad. El
eje de la campaña mediática —sobre la que Washington no quiere que se
hable— fue la acusación contra Gerardo, su supuesta participación, que
el propio gobierno reconoció le fue imposible probar, en el incidente
del 24 de febrero de 1996 provocado por la intromisión ilegal en
territorio cubano de tres aeronaves de un grupo terrorista asentado en Miami y el derribo de dos de ellas por la defensa antiaérea cubana. Este
cargo completamente inventado no formaba parte de la acusación inicial y
fue incorporado medio año después del arresto de los compañeros
mientras ellos estaban encerrados en “el hueco”, imposibilitados de
replicar. Lo agregaron tras un intenso despliegue noticioso sobre los
reclamos de los grupos terroristas y de reuniones entre ellos y los
fiscales que culminaron en la presentación de una imputación
completamente falsa que envenenó aún más el ambiente y habría de ocupar
más tarde la mayor parte del juicio. La
falsedad absoluta de ese cargo está perfectamente documentada. Según el
Acta acusatoria el FBI había descubierto quién era Gerardo y lo que
hacía en Miami,
por lo menos desde 1994, dos años antes del suceso, pero no lo
arrestaron ni lo acusaron entonces cuando la ciudad era dominada por la
histeria anticubana con manifestaciones llamando a la guerra y mientras
en la Casa Blanca, según registra Clinton en sus Memorias, se
le proponía al Presidente bombardear a Cuba. ¿Quién puede creer que no
habrían actuado contra el “culpable” del incidente si lo hubieran tenido
allí mismo en Miami
controlado por el FBI? Tampoco lo acusaron cuando lo detuvieron casi
tres años más tarde, el 12 de septiembre de 1998. La calumnia surgió
solo después, en mayo de 1999, luego de lanzarla en los medios y
convertirla en el tema predilecto de la Fiscalía y sus “periodistas”.
Tan falaz y endeble era la imputación contra Gerardo que así lo
reconoció la misma Fiscalía, como ya se dijo, en mayo de 2001, poco
antes del veredicto. A esas alturas era ya demasiado tarde, pues el
Jurado, víctima del terror, solo emitiría un fallo de culpabilidad.
Gerardo fue condenado a morir en prisión por un supuesto delito que ya
no era sostenido por los acusadores. Pero,
para colmo, lo castigaron por un “crimen” que no existió, algo que
sabían desde el primer día las autoridades norteamericanas quienes han
mentido y mienten procazmente sobre el acontecimiento y sus
consecuencias. Para respaldar esta afirmación es preciso dar mi
testimonio personal. Manhattan fue testigo Poco
después de haber llegado a New York, en el verano de 1996, encontré a
un amigo que era el conductor del principal noticiero de una de las
cadenas nacionales de televisión. En aquellos días, era escasa la
actividad diplomática en Naciones Unidas y a él le sorprendió
encontrarme allí cuando la modorra estival parecía esquivar cualquier
novedad. Le conté que venía de Montreal donde el Consejo de la Organización de Aviación
Civil Internacional acababa de aprobar su informe sobre lo ocurrido el
24 de febrero de ese año. En los próximos días, el Consejo de Seguridad
de la ONU lo discutiría en una reunión en la que me correspondería
representar a Cuba. Mi
sorpresa fue mayor que la suya cuando le escuché decir que no
reportaría esa reunión como tampoco lo harían las otras cadenas
nacionales. “No diremos absolutamente nada”, me dijo, “aunque te pares
en medio de la reunión y le arrojes un vaso de agua a la cabeza de
Madeleine Albright”, refiriéndose a la dama que entonces era la
embajadora norteamericana ante la ONU y que después sería Secretaria de
Estado. De
todos modos me pidió organizar un encuentro al que invitaría a unos
pocos especialistas de su empresa para examinar el tema, obviamente “off the record”
puesto que para ellos era un terreno vedado. Lo hicimos en su oficina,
desde cuyos ventanales podía verse el animado desplazamiento de personas
y vehículos en la cercana Avenida Broadway. Llevé
el documento elaborado por los investigadores de la OACI y se los
expliqué párrafo a párrafo. Las peripecias de la comisión encargada de
esclarecer lo sucedido, su infructuosa búsqueda en EE.UU.
de testigos y datos elementales que había forzado a postergar varias
veces la discusión en el Consejo de la OACI hasta el último día, justo
para concluir su sesión anual. Las dudas, objeciones y protestas de
varios miembros del Consejo. La
naturaleza de las aeronaves empleadas en la provocación a las que los
medios norteamericanos bautizaron para siempre como “avionetas civiles
desarmadas” pese a que, en los manuales oficiales norteamericanos que
les mostré, se precisa su uso como el avión O-2 en tareas paramilitares
como las que desempeñó en la guerra de Vietnam. En el caso específico de
las involucradas en el incidente habían participado en la guerra recién
concluida en El Salvador y el Informe incluía fotos que mostraban todavía en algunos fuselajes la inscripción USAF (Fuerzas Aéreas de EE.UU.).
Referí la larga lista de provocaciones anteriores, nuestras protestas
oficiales y el intercambio de notas diplomáticas incluyendo aquellas en
las que el Departamento de Estado pedía datos sobre las violaciones
cometidas, agradecía su entrega y nos comunicaba que habían iniciado el
proceso para retirarle su licencia de vuelo a José Basulto, el jefe del
grupo y responsable de ataques con bombas contra Cuba desde los años 60. Comenté
también que habíamos hecho gestiones discretas a altos niveles de las
que resultó la promesa de poner fin a las provocaciones. La
investigación de la OACI registraba el testimonio de funcionarios
norteamericanos que señalaron estar advertidos de antemano de que algo
iba a ocurrir y habían tomado medidas previamente para documentar el
suceso. En paradoja incomprensible, sin embargo, solo entregaron a
última hora las informaciones contradictorias de algunos de sus radares y
comunicaron que otras habían sido destruidas sin explicación. Se
negaron a la solicitud que entonces les hiciera la OACI para acceder a
las imágenes que del incidente habían tomado los satélites
norteamericanos. Hacer imposible que nadie más pueda ver esas imágenes
ha sido y es la terca posición de Washington todavía 16 años después del
incidente.
Los
únicos objetos de las avionetas destruidas fueron encontrados por Cuba
dentro de su mar territorial a cuyas aguas solicitaron permiso para
entrar los navíos norteamericanos después de su infructuosa búsqueda
fuera de nuestros mares. A pesar de que, como lo sabe cualquiera, las
corrientes marinas en esa zona los habrían alejado de nuestro espacio e
impulsado hacia el norte. El único testimonio “imparcial” que hallaron los investigadores fue el de un marino de origen noruego, pero radicado en Miami, capitán del crucero Majesty of the Seas
que tiene su sede y opera desde esa ciudad y quien les fue presentado
por las autoridades norteamericanas. Según este señor, había visto
ocurrir el derribo en un punto de las aguas internacionales aunque muy
próximo a Cuba. Alegó haber hecho algunas anotaciones en un pedazo de
papel y solo las inscribió en su bitácora después de ser visitado por
oficiales del Buró Federal de Investigaciones. Ningún otro tripulante,
nadie más de quienes iban a bordo del crucero fue entrevistado. Datos
curiosos: la empresa que opera ese barco es uno de los principales
contribuyentes de la Fundación Nacional Cubano-Americana y el capitán es
un notorio militante “anticastrista”. Estos reveladores detalles no
aparecen en el Informe de la OACI aunque sus redactores sí dejaron
constancia de que no habían podido comprobar independientemente dónde
estaba el Majesty of the Seas cuando ocurrió el incidente. Fue
un intercambio animado y respetuoso. Mis interlocutores, pese a ser
periodistas especializados en cuestiones internacionales, manifestaron
total desconocimiento del asunto, de su contexto y antecedentes y
expresaron sincero interés por aprender, sin dejar de manifestar
frecuentemente su asombro.
La
conversación derivó hacia la Ley Helms-Burton que el Presidente Clinton
había promulgado pocos meses antes. Todos los interlocutores lamentaron
el agravamiento de las relaciones con Cuba y repitieron al unísono que
lo más deplorable del asunto era que el incidente había puesto fin a los
esfuerzos del inquilino de la Casa Blanca por mejorar la situación y lo
había forzado a aceptar un texto al que él y sus principales asesores
se oponían. El coro se interrumpió cuando les dije simplemente: “You are dead wrong” y les mostré otro documento al tiempo que les conté cómo llegó a mis manos. Ocurrió
también en Manhattan casi un año antes, en 1995. Estaba reunido, en
absoluta privacidad, con una persona que ocupaba entonces un alto cargo
en el Departamento de Estado y sigue perteneciendo hoy a ese organismo.
Para la fecha ya el proyecto de Ley había recibido la aprobación de la
Cámara de Representantes y se especulaba, entre los entendidos, si
recibiría también el voto del Senado que dependería de la actitud que
frente al texto tuviese la Casa Blanca, y la persona con quien charlaba a
solas cerca del siempre apacible East River me preguntó cómo yo
apreciaba la situación. Me embarqué en un análisis basado en la
información a mi alcance hasta que me interrumpió: “You are dead wrong”
y me entregó el documento que ahora les mostraba a periodistas
especializados en problemas internacionales de una red de televisión que
abarca toda Norteamérica y va más allá.
Se
trata del texto de la Ley Helms-Burton y el intercambio electrónico
entre la dirección del Departamento de Estado y los principales jefes
del Consejo de Seguridad Nacional en el que estos últimos, de modo muy
explícito, daban luz verde al engendro legislativo. No
fue esa la única vez que coloqué ante los ojos de algún periodista
norteamericano un documento que prueba irrefutablemente que la
Administración Clinton había aceptado la Ley Helms-Burton desde 1995,
mucho antes del incidente de 1996, el cual sería utilizado después como
falaz justificación para lo que ya había sido pactado con anticipación.
Me he cansado de enseñarlo a quienes se supone tienen el oficio de
informar. Ninguno lo convirtió en noticia. Nadie ha dicho nada jamás
sobre su existencia. Tampoco lo hicieron los que participaron en aquel
encuentro en el corazón de Manhattan. Se pasaron el documento, mano a
mano, lo revisaron uno tras otro, mientras yo los miraba a la espera,
inútilmente, de alguna reacción. El silencio fue total. Solo lo
interrumpía el bullicio que llegaba del exterior. Para
concluir la reunión, el siempre recordado amigo dijo más o menos estas
palabras: “¿Comprenden ahora por qué no podemos publicar nada sobre este
tema?”. Cuando me retiré, ya los letreros publicitarios de la gran avenida reemplazaban la claridad disipada del atardecer. Un
par de días después se celebró la reunión del Consejo de Seguridad, de
la que salió la señora Albright seca y sin un solo rasguño. Ningún medio
norteamericano publicó nada sobre esta discusión en la ONU. Años
más tarde, alejada ya ella de responsabilidades gubernamentales, en una
entrevista televisiva la vi confesar que aquella reunión del Consejo de
Seguridad había sido su experiencia diplomática más difícil. Como había
sido totalmente silenciada por los grandes medios me temo que nadie
entendió sus palabras. El
derribo de las avionetas fue utilizado como burda excusa para enrarecer
aún más las relaciones entre los dos países. Resonaron entonces los
tambores de la guerra y como alternativa se intensificó el bloqueo
económico que fue, además, codificado con la Ley Helms-Burton,
vergonzoso adefesio que el Presidente Clinton firmó en grotesca
ceremonia en la que abdicó prerrogativas presidenciales, gesto sin
memoria en las crónicas de la Casa Blanca. El
incidente, además, ilustra como pocos el papel no solo desinformativo
sino también embrutecedor de las grandes corporaciones mediáticas.
Gracias a una censura que es tan eficaz como insidiosa, pues se ejerce
sobre un pueblo al que se le hace creer, cínicamente, que está más
informado que nadie, multiplicando incesantemente la mentira y castrando
el espíritu crítico al reducir la capacidad de análisis con la
constante repetición de fórmulas y consignas a la usanza de la
publicidad comercial, esas corporaciones imponen una verdadera dictadura
de alcance global, pero que convierte al pueblo norteamericano en su
primera y principal víctima. Se
ha hecho pensar a muchos que el 24 de febrero de 1996 —cuando Cuba
atravesaba la peor crisis económica de todos los tiempos y no contaba
con el apoyo de ningún otro estado— el gobierno cubano había decidido
provocar la guerra con EE.UU.,
atacando aviones norteamericanos en aguas internacionales. La
irracionalidad de semejante teoría salta a la vista. Cuba no habría
tenido nada que ganar y sí muchísimo que perder con una conducta que
hubiera sido un absurdo suicidio colectivo. ¿Cómo explicar tal actitud en un país que nunca, en toda su historia, ha sido agresor de nadie?
Los
antecedentes están perfectamente documentados aunque totalmente
silenciados. Antes de febrero de 1996, el grupúsculo terrorista
autodenominado Hermanos al Rescate había realizado decenas de
incursiones al territorio nacional, todas y cada una de ellas
protestadas por Cuba ante el Departamento de Estado y denunciadas
públicamente. El suceso del 24 de febrero de 1996 fue precedido de reiteradas advertencias de La Habana
por canales diplomáticos y otras vías privadas, pero también
abiertamente ante los medios de comunicación social. El jefe del grupo
provocador había hecho también repetidas declaraciones públicas,
desafiando las leyes norteamericanas, anunciando la continuación de sus
vuelos y alardeando de que seguiría haciéndolo porque Cuba estaba
supuestamente en una situación tan crítica que no podía defenderse.
En
cualquier caso, la acusación contra Gerardo es también un insulto a la
inteligencia y al sentido común. Hace mucho tiempo que existen los
radares que son los instrumentos que todos los estados emplean para
detectar los movimientos de los aviones. Los datos sobre todos los
vuelos entre Miami y La Habana,
incluido el del 24 de febrero de 1996, los recibieron las autoridades
cubanas de los controladores de vuelo del país vecino desde que las
aeronaves despegaron. Para recibir esas informaciones, en tiempo real,
no se requería de los servicios de nadie más. Que ese día ocurriría un
vuelo lo había anunciado Basulto mucho antes en provocadoras y
estridentes declaraciones que disfrutaron amplia difusión. Toda
la discusión técnica acerca del lugar exacto donde ocurrió el
lamentable suceso debería resultar muy esclarecedora para cualquier
persona con capacidad de razonar. Estamos hablando de distancias aéreas
que se miden en segundos de diferencia. El gobierno de Washington
reconoció que la aeronave que conducía Basulto había penetrado el
territorio cubano y por eso le retiró la licencia de piloto. En cuanto a
las dos avionetas derribadas que siempre acompañaron e iban próximas a
la de Basulto, Washington alega que estaban fuera de nuestro territorio,
aunque muy cerca de él, cuando fueron interceptadas. Según el informe
de la OACI, sin embargo, desde que llegaron frente a la capital las tres
volaron juntas en línea recta rumbo sur hasta que se produjo la
interrupción del vuelo. Tómese en cuenta que, en cualquier caso, incluso
en la versión norteamericana, en unos pocos minutos habrían atravesado
la ciudad de La Habana y cruzado la Isla hasta la costa sur. Se
podrá discutir eternamente la ubicación precisa del lugar donde se
produjo el hecho, pero nadie cuestiona que ocurrió muy cerca de la Isla
de Cuba y de la zona de mayor concentración urbana, el centro de la
ciudad de La Habana.
La acción de los cazas cubanos tuvo un carácter eminentemente
defensivo, no se realizó dentro del mar territorial norteamericano, ni
cerca de él, ni siquiera dentro del ancho espacio internacional que
separa ambas fronteras marítimas. Toda la discusión técnica giró acerca
de la distancia del hecho y la línea fronteriza cubana, distancia que en
términos de velocidad aérea se mide en segundos, pero nadie cuestiona
que ocurrió en un punto muy próximo a lugares por los que, en ese
instante, un pueblo inerme se movía libre y confiado, ajeno por completo
al peligro.
Aquella
tarde de sábado frente al litoral habanero se realizaba una competencia
deportiva acuática y a lo largo del Malecón se hacían los preparativos
para el último desfile del carnaval, mientras miles de habaneros se
desplazaban hacia el estadio de béisbol para asistir a un juego decisivo
entre el equipo insignia de la capital y uno de sus principales
rivales, mientras que muchos otros, en la Universidad y junto al Malecón
celebrábamos el cuadragésimo aniversario de la fundación del Directorio Revolucionario. ¿Cuál
habría sido la respuesta norteamericana si una provocación parecida se
hubiera producido cerca de la desembocadura del río Hudson frente a la
isla de Manhattan? En
cuanto a la patraña sobre el carácter “civil” de las avionetas, pese a
que así las bautice con machacona insistencia la propaganda yanqui, lo
que define su carácter no es la supuesta naturaleza intrínseca de las
aeronaves sino su uso, tal como prescriben los protocolos de la OACI.
Los aviones empleados en las acciones terroristas del 11 de septiembre
de 2001 eran aparatos comerciales que transportaban pasajeros pero a
nadie se le ocurriría decir que su vuelo tenía un carácter civil. Chomsky
empleó el calificativo de “disciplinados” para describir a los grandes
medios de comunicación norteamericanos. Su relación con las autoridades y
con los dueños de los principales resortes de la economía —los grandes
propietarios que según los redactores de la Constitución debían ser
quienes gobernasen el país y así lo han hecho desde la independencia de
las Trece Colonias— es muy específica y peculiar. No opera con los
resortes comunes a las dictaduras tradicionales como las que sufrieron
en muchas ocasiones los países latinoamericanos. Allá no instalan
censores en las salas de redacción para dictaminar sobre lo que puede o
no publicarse. El sistema es más sutil y resulta más eficaz. Se
basa en un dato fundamental de la realidad contemporánea. Los diarios y
revistas principales, al igual que la radio y la televisión, no son,
como antaño, vehículos independientes para la diseminación de
informaciones y opiniones. Quienes los poseen integran poderosos
conglomerados que controlan otras actividades de la llamada industria
cultural y del entretenimiento, y están estrechamente asociados, a su
vez, con otras ramas de la economía. Los dueños de los medios de
información, en otras palabras, son inseparables de los grupos
monopólicos que en EE.UU.
ejercen el verdadero poder. Nadie tiene que obligarles a mentir o a
ocultar la verdad si eso es lo que conviene a intereses que también son
suyos. Lo saben los directores de esos medios y los periodistas bien
informados. Basta una llamada telefónica para recibir la “guía
informativa” que allá todos conocen lo que significa. Ese es, en el fondo, el obstáculo principal que encaran los Cinco luchadores antiterroristas cubanos presos en EE.UU. Gerardo lo dijo hace ya bastante tiempo. Solo “un jurado de millones” les hará justicia.
¿Cómo
formar ese jurado? ¿Qué hacer para que la verdad llegue a millones de
personas que no la conocen porque dependen de los grandes medios para
saber qué pasa en el mundo que los rodea? ¿Cómo hacerlo si esos medios
se empeñan precisamente en ocultarla? Para
ello se requiere multiplicar los esfuerzos que se llevan a cabo en todo
el mundo, para que alcancen niveles superiores, en amplitud y eficacia,
hasta transformarse en una fuerza social real capaz por sí misma, sin
contar con los dueños de la información, de movilizar a la opinión
pública en los EE.UU.
y obligar a su Presidente a hacer lo que debe y puede hacer: poner en
libertad inmediatamente y de modo incondicional a los Cinco, a todos y
cada uno de ellos, sin excepción alguna. Esa es una facultad que la Constitución otorga, de manera exclusiva y sin limitación de ningún tipo al Presidente de los EE.UU. Para Barack Obama no debería ser difícil si se basa en lo que en esta materia ha heredado su Administración. Contra
los Cinco se formularon dos Cargos importantes: el Cargo Dos
(conspiración para cometer espionaje) y el Cargo Tres (conspiración para
cometer asesinato). Los fundamentos de ambos habían sido demolidos por
un tribunal superior o por la propia Fiscalía antes que Obama fuera
electo Presidente. La
Corte de Apelaciones ya determinó por unanimidad que las sentencias
relacionadas con el supuesto espionaje eran ilegales y las anuló. La Fiscalía de George W. Bush admitió su fracaso respecto al Cargo Tres y pidió retirarlo en una acción excepcional (Emergency Petition for Writ of Prohibition). Sin
embargo, el arbitrario castigo discurre ya por su décimoquinto año.
Mientras ellos cumplían su injusto encierro, otros individuos fueron
sancionados en EE.UU.
por espionaje real o incluso por la comisión de actos terroristas y
salieron en libertad porque les fueron impuestas sentencias
incomparablemente menores. Desde luego, ninguna de esas personas eran
patriotas cubanos juzgados en Miami. La
cruel injusticia contra Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René es,
por encima de todo, un mensaje muy claro para todo el pueblo de Cuba.
Ellos fueron condenados por combatir el terrorismo que ha sido promovido
por sucesivas administraciones norteamericanas y que ha causado muerte y
dolor a varias generaciones cubanas a lo largo de más de medio siglo.
La perpetuación del castigo contra ellos significa que esa política
criminal sigue vigente y continúa como una grave amenaza sobre los
cubanos y las cubanas de hoy y de mañana. No es razonable imaginar una
mejor relación entre ambos países mientras esta situación persista.
Obama sabe que mejorar las relaciones con Cuba es un factor importante
para una vinculación constructiva y respetuosa con los países de América Latina y el Caribe, algo que él ha declarado como uno de los objetivos de su gobierno. Para
convencer al Presidente es necesario que el caso de los Cinco sea
verdaderamente una causa que interese y motive a millones de
norteamericanos que desgraciadamente, hay que reconocerlo, poco o nada
conocen al respecto, porque se les ha prohibido acceder a ella. Es
grande la tarea para quienes se empeñan en liberarlos. El líder histórico de la Revolución cubana, el compañero Fidel Castro,
en discurso memorable proclamó: “Solo les digo una cosa: Volverán”.
Pero no se trata de esperar a que vuelvan. Se trata de hacerlos volver,
usando los instrumentos al alcance de cada cual, desde las acciones
solidarias en las calles, hasta el rezo, la poesía y la canción. Que
cada cual se plantee con toda sinceridad la pregunta que se hacen los
niños de La Colmenita en la hermosa obra Abracadabra: “¿Y ahora qué más podemos hacer?” Es
un desafío que reclama voluntad de acero y requiere también creatividad
en el uso de todas las vías alternativas que ofrecen las nuevas
tecnologías de la comunicación para derribar el muro de silencio que
levantan los monopolios mediáticos.
Solo
así podrá constituirse ese jurado de millones. Es una pelea difícil
pero que puede culminar con la victoria. “Porque nada hay encubierto,
que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por
tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que
habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas”
(San Lucas 12, 2.3).
Bibliografía
-
U.S. District Court for the Southern District of Florida. United States vs. Gerardo Hernández et al.
-
Transcript of Trial before the Honorable Joan A. Lenard.
-
Transcript of Sentencing Hearings before the Honorable Joan A. Lenard.
-
U.S.
Government Emergency Petition for Writ of Prohibition before the U.S.
Court of Appeals for the Eleventh Circuit, May 30, 2001
-
United States Court of Appeals for the Eleventh Circuit No. 01-17176, 0311087, August 9, 2005
-
Martin Garbus: Declaración Jurada, 17 de agosto de 2012.
-
Martin
Garbus: Memorándum de Respuesta a nombre de Gerardo Hernández
solicitando que se anulen su condena y sentencia o, en su defecto, se
haga cumplir la acción exhibitoria y se le conceda una audiencia oral,
31 de agosto de 2012.
Estos
dos últimos documentos, suscritos por Garbus y sus anexos con copiosa
información son parte de la petición de Habeas Corpus y están
registrados ante la Corte del Distrito Sur de la Florida (Case No. 1. 10-CV-21957- JAL Criminal Case No. 98-721- Cr. Lenard)
El Gobierno de EE.UU. ha solicitado eliminarlos, hacerlos desaparecer (Motion to Strike).
1.
En la fecha de publicación de este trabajo (mayo de 2013) ya rené
González se encuentra de regreso de manera permanente en Cuba, luego de
cumplir con el trámite de renunciar a la ciudadanía estadounidense.
(N.E)
Ensayo presentado al concurso internacional Pensar a Contracorriente, y que recibió Mención del Jurado, durante la 22 Feria Internacional del Libro de La Habana.
Tomado de La Jiribilla, con imagen del Periódico Trabajadores
A los artistas cubanos de visita en Miami: Si el llamado “pacto apolítico” les impide hablar de la libertad de Los Cinco, La Tarde se Mueve invita Por Edmundo García
El pasado lunes 10 de diciembre, con motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, se dieron cita en la sede de la UNEAC en La Habana importantes personalidades del arte y la cultura para redoblar la batalla por el regreso de Los Cinco luchadores antiterroristas cubanos y concretamente para exigirle al Presidente Barack Obama que use sus facultades y los ponga en libertad.
En esa reunión Adriana Pérez, esposa de Gerardo Hernández, pronunció unas emotivas palabras y agradeció a los artistas presentes su solidaridad. Adriana dijo que el mundo debe saber que cada día de separación los familiares de Los Cinco lloran en Cuba, como ellos en la distancia, pero que esas lágrimas, como dijera un día el Historiador de La Habana Eusebio Leal, son lágrimas de resistencia y valor. También habló el Presidente de la Asamblea Nacional Ricardo Alarcón, quien dijo que el Presidente Obama tiene la oportunidad en su segundo mandato de poner fin a una injusticia que se ha prolongado por casi 15 años. El Presidente de la UNEAC Miguel Barnet, como anfitrión del foro, recordó que los Derechos Humanos deben respetarse en todo el mundo ya que son universales; y que el regreso de Los Cinco a la patria cubana es un justo derecho que se debe respetar.
El apoyo de los representantes del arte y la cultura se mostró tanto en el afecto de las palabras como en la propuesta de acciones concretas que su condición de creadores con renombre público les permite asumir. El escritor Daniel Chavarría, Premio Nacional de Literatura 2010, se ofreció para investigar y escribir las biografías de Los Cinco héroes cubanos; la bailarina Aurora Bosh planteó una vía para hacerle llegar el caso de Los Cinco a la Primera Dama Michelle Obama; la publicista Mirta Muñiz y la periodista Arleén Rodríguez hablaron de formas para lograr una campaña más efectiva; en resumen, toda una gama de iniciativas encaminadas a lograr la libertad que ellos se merecen.
Pero entre todas hubo una propuesta que me llamó mucho la atención, que tiene que ver con la comunidad cubana de Miami, y fue hecha por el músico y fundador de la conocida orquesta los Van Van Juan Formell. Formell es un artista tan conocedor de lo cubano, con tal intuición para captar el meollo de las cosas, que siempre da en el clavo. Vamos a pensar en una cosa. La batalla por Los Cinco hay que darla en el mundo entero, pero principalmente en los Estados Unidos, que es el país donde se encuentran prisioneros y cuya opinión pública puede influir en aquellas personas con autoridad para liberarlos o promover acciones y gestos con vistas a esa liberación. Dentro de Estados Unidos es importante dar la batalla por Los Cinco en la ciudad de New York, por el peso que tiene y por ser la sede de las Naciones Unidas. Y es también importante que se dé la batalla por Los Cinco en Washington DC, porque es la capital federal donde está situado el gobierno, la legislatura y el mundo diplomático. Pero yo pregunto: ¿Dónde es que radican los grupos extremistas de la derecha cubanoamericana que Los Cinco se vieron precisados a monitorear y por cuya razón hoy guardan prisión? ¿Dónde fueron detenidos y juzgados Los Cinco? ¿Dónde se hizo la campaña mediática manipuladora que propició la imposición de sus injustas condenas? ¿Dónde radican los Congresistas y políticos de origen cubanoamericano que presionaron y siguen presionando contra la libertad de Los Cinco? Ustedes conocen la repuesta: En Miami. Como dije en el programa La Tarde se Mueve de ayer miércoles 12 (Ver en Radio Progreso y La Noche se Mueve) y les repito ahora, Juan Formell tuvo la certera iniciativa de pedir a los artistas y agrupaciones musicales que con tanta frecuencia viajan ahora a esta ciudad de Miami, y que son entrevistados por la televisión, la radio y otros medios, que tengan la conciencia de pedir la Libertad de Los Cinco cuando se les dé la oportunidad. En Miami se dio la batalla por el regreso de Elián, en Miami se protestó contra el intento del Congresista Mario Díaz-Balart de pasar una enmienda para restringir los viajes y las ayudas a la familia cubana como en la época de Bush, en Miami las fuerzas progresistas han mantenido viva la causa de Los Cinco y es en Miami donde esa batalla también se puede ganar.
Tiene razón Formell cuando cree que los músicos cubanos pueden ser privilegiados portavoces del mensaje sobre Los Cinco al Presidente Barack Obama. Claro, tampoco se puede olvidar que estos artistas son entrevistados mayormente en canales de televisión, radio y prensa en español; y ya sabemos en poder de quienes están esos medios en el sur de la Florida, donde generalmente se concentran los viajes de los artistas cubanos cuando vienen a los Estados Unidos. No obstante, a pesar del dominio mediático de la derecha cubanoamericana, muchos de los artistas cubanos han sabido mantener su cubanía y su patriotismo sin importarles las consecuencias. En general, ante la prensa internacional y la prensa norteamericana, reconozco actitudes valientes de artistas como el propio Formell, Silvio Rodríguez, Luis Carbonell, Vicente Feliú, Miguel Barnet, Graziella Pogolotti y otros.
Pero miremos las cosas con pragmatismo. ¿Por dónde viene la mayoría de los artistas e intelectuales cubanos, por qué ciudad entran o permanecen cuando llegan a los Estados Unidos? Por Miami. ¿Dónde es donde más importancia y atención se les presta? En Miami. ¿Dónde es donde más los entrevistan? En Miami. ¿Dónde es a donde más programas de televisión y radio los invitan? En Miami. ¿Dónde es donde más piquetes en contra y a favor de ellos suscitan? En Miami. Sigamos preguntando, aunque ya no me refiero a todos sino a algunos: ¿Qué tipo de programas de radio y televisión son los que escogen para dar declaraciones’? Voy a responder con una crítica: Los peores programas de radio y televisión de Miami; los más parcializados, los menos objetivos, los más anticubanos.
Lo que pasa con esto todos lo sabemos: la politiquería y el poder de la extrema derecha se ha impuesto; y se ha impuesto de una forma seria, agresiva. Hay que ser muy valiente para resistirse a las manipulaciones. Pero algo ha pasado; algo ha sucedido cuando en el mismo canal de televisión, en el programa de Carlos Otero donde una vez se humilló a Cándido Fabré con una encerrona política, ahora se le da vaselina a Antolín el Pichón, que claramente no quería quedarse en Miami, para que no haga ningún tipo de elogio a Cuba a cambio de que los presentadores tampoco le toquen algo que tenga que ver con la política. Parece que hay una especie de pacto no escrito para no politizar. Esto es relativamente reciente. Carlos Otero no toca el tema político, no le saca lascas a críticas o difamaciones contra la revolución, pero tampoco permite decir alguna idea a favor de Cuba o, en este caso, de la libertad de Los Cinco. Caen como en un jueguito, que es bochornoso porque todo Miami se da cuenta de lo que están haciendo.
Una de las soluciones para este tipo de hipocresía podría ser, aunque genere polémicas, aunque algunos se disgusten y se den grandes discusiones y confrontaciones, asistir a los medios alternativos; creo que la vía para generar opiniones favorables a Los Cinco en Miami y que se rompa ese “pacto apolítico” son los medios no supeditados a la extrema derecha. Que los artistas de visita en Miami vengan a espacios como La Tarde se Mueve, yo los invito; a todos los que estén dispuestos, porque hay algunos que no lo están y yo no obligo a nadie. Hay algunos que de buenas a primeras se vuelven muy elevados y dicen “A mí no me hables de política, yo soy apolítico”: cuando ser apolítico es una forma de ser político. Lo apolítico no existe y menos en Miami. Hay quien te dice “No me preguntes en contra ni a favor porque me meto en problemas en un lado o en el otro”; porque los hay que vienen porque solo les interesa lo que ustedes se imaginan. Les repito: Vengan a La Tarde se Mueve. Muchos saben que este programa existe, yo invito a los que vienen a Miami a que hablen de todo. Y si después van a otro medio de Miami y se crea la polémica por lo que dijeron en La Tarde se Mueve, pues muy bien, porque desde el año 1978, o desde antes, la polémica es lo que ha dado un poco de pluralismo en esta ciudad de Miami. Hay que ir llenándose de valor. Yo he invitado a muchos de los que vienen de visita y una parte no acepta asistir a este programa, aunque piensen parecido, aunque compartan lo principal, no conceden entrevistas a este programa.
Yo recuerdo, sin rencor ni reproches, los nombres de los que lo han evitado, de los que no han aceptado, de los que no se niegan pero al final no participan y sin embargo participan en los canales anticubanos y les dan entrevistas a medios anticubanos. Pero a la Tarde se Mueve no. Por eso yo siento un gran respeto en este plano, por recordar un nombre, por Ulises Toirac. Ulises Toirac tuvo el valor de venir a este programa, decir lo que le daba la gana y después ir a otros programas y decir lo que le daba la gana también. Y no pasó nada. Hace unos años en Cayo Hueso el ahora ex cantante de los Van Van Mayito Rivera dijo ante mi propia cámara de reportero, por entonces en Univisión, “Viva Fidel”, y no pasó nada. Cándido Fabré celebró el cumpleaños de Fidel en el teatro Carlos Marx cantando “El bárbaro sigue en pie”, después vino a Miami, y no pasó nada. No hay que temer ni hacer concesiones porque es inútil, porque la mente de los derechistas y fanáticos carece de lógica; aquí en Miami bandas como la Charanga Habanera y Van Van llenan de público sin problema clubes amplios como Aché y The Place, y luego a una conocida actriz cubana se le cancela un monólogo en el club Hoy como Ayer porque por alguna oculta razón a la derecha extremista se le ocurrió protestarla.
Por supuesto no ha tenido ningún tipo de reservas para comparecer en La Tarde se Mueve un enorme grupo de personalidades que por su dimensión artística o relevancia profesional son sencillamente imposibles de presionar, sus entrevistas ustedes las pueden localizar en la página de La Noche se Mueve. Me refiero a nombres como los de los músicos Adalberto Alvarez y José Luis Cortés (El Tosco), el cantante Pedrito Calvo, los artistas de la plástica cubana Zaida del Río, Roberto Fabelo, Pedro Pablo Oliva, José Fúster, Nelson Domínguez, el dramaturgo Abelardo Estorino, el escritor Antón Arrufat y otros (algunos más centrados en la vida política y académica) que aparecen en la dirección recomendada.
Invito a los artistas y músicos cubanos a que hagan como ellos, que vengan a La Tarde se Mueve a conversar libremente, sin censura, de todos los temas que traigan. El de la libertad de Los Cinco será siempre uno de los temas míos.
Tomado de La Noche se mueve
Imagen agregada RCBáez sobre caricatura de Rolando González y foto tomada de entrevista en La Joven Cuba
por cubaenresumen

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Gerardo está sirviendo una sentencia injusta de doble cadena perpetua. |
En octubre, Michael Isikoff de NBC visitó a Gerardo Hernández en
la prisión federal EEUU de Victorville; hizo una larga entrevista con
él. Gerardo está sirviendo una sentencia injusta de doble cadena
perpetua. Aunque la prisión no permitió a Isikoff traer una cámara
digital ni de video, ni grabadora de audio, él hizo otra entrevista por
teléfono con Gerardo para añadir a la visita. El segmento de NBC está
solamente en inglés. Esta mañana en el ampliamente-visto
programa de NBC “TODAY SHOW”, Isikoff introdujo a Gerardo y los Cinco al
público estadounidense. Él también reporta en este segmento sobre
el caso de Alan Gross, un contratista para los EEUU, quien fue condenado
a 15 años en Cuba por violar la integridad territorial de Cuba. Isikoff está actualmente en Cuba, donde
entrevistó a Adriana Pérez, la esposa de Gerardo, y a Ricardo Alarcón,
presidente de la Asamblea Nacional de Cuba. Ellos también aparecen en el
segmento de TODAY, que dura 2 minutos, 37 segundos. ¡Continuemos con más y más cobertura en
la prensa, con acciones de apoyo y la publicidad de la lucha para la
liberación de los Cinco! Pueden
escuchar el programa especial “Proyecto Censurado” sobre Cuba y los
Cinco, que se emitió el 25 de octubre en la emisora KPFA de la cadena
Pacífica. La entrevista fue conducida por Mickey Huff y Peter Phillips,
con Ricardo Alarcón; el abogado de los Cinco Martin Garbus; y Gloria La
Riva, coordinadora del Comité Nacional.
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.Sobre mí |
Rosa C. Báez
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