Texto
elaborado y leído por su autor, el licenciado Carlos Guillermo
Maldonado, en la conmemoración de los 15 años de cautiverio injusto a
los Cinco Héroes cubanos, realizada en el Auditorium Aura Marina Vides,
de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Estuvieron presentes el Embajador de Cuba en Guatemala, Lic. Roberto
Blanco, la cónsul Yulieth Dávila, la diputada Kenia Serrano, Presidenta
del ICAP y miembros de las misiones cubanas en Guatemala, junto a
miembros de la Escuela de Historia y del Grupo de Solidaridad con Cuba y
los Pueblos del Mundo, al cual pertenece, así mismo, el autor.
Guatemala, 09 de octubre de 2013.
El presidio político en el imperio
Por Carlos Maldonado*
La
privación de libertad es la respuesta de un Estado hacia una o varias
personas como castigo por la comisión de delitos, con diversos grados de
rigor y tiempo. Una pena basada en la impartición de justicia con el
fin de mantener la paz y la armonía en una sociedad democrática moderna.
Por lo menos esa es la intención más intuida.
No
obstante, esta propuesta, generalmente aceptada por la comunidad
internacional, existen Estados que utilizan desde las estructuras
jurídicas hasta los procedimientos más anómalos y violatorios de los
derechos humanos, o un híbrido de ambos, para perseguir y someter a sus
oponentes.
Dichos
entes, que se creen investidos de suprema potestad para ejercer
autoridad sobre los demás, se encumbran como consejeros/jueces/ejemplos a
seguir para los otros. Sean estos, personas individuales e incluso,
naciones.
¿Será
muestra de arrogancia, destino manifiesto, miedo, debilidad, racismo,
al tratar de callar a quien es diferente, por tanto, inferior para
esconder su brillo? ¿Una manera de salirle al paso a las voces que
molestan y hacen peligrar el estatus de quien dirige ese Estado?
La
libertad, un concepto inacabado por siempre estar el ser humano en su
búsqueda constante y al no alcanzarla plenamente, lo lleva a su
persistente perfección, yo la considero una utopía. Por ello, en las
presentes circunstancias, todos tenemos ataduras y todos atamos,
consciente o inconscientemente. Sin embargo, hay algo que nos pone
zancadilla para saltear las barreras en esta empresa: el concepto
erróneo de propiedad.
Cada
uno, en su fuero interno tenemos la noción de que somos dueños de algo o
de alguien. De mis bienes, de mi pareja, de mis hijos, de mi mascota,
lo cual no es más que la distorsión que nos dicta la forma de producir y
el lugar que ocupamos en dicha producción. Si somos propietarios de
bienes de capital, o sea la relación desigual entre los que tienen y los
que no, la reproducimos al creernos dueños del trabajo de los demás. De
su vida, su tiempo, sus cuerpos que es lo que prevalece en nuestras
relaciones cotidianas tanto entre personas, instituciones, países. Si
somos obreros, o una variante de ellos, minimizados al punto de
sentirnos propiedad de alguien. Por tanto, en nosotros cuaja el discurso
de colaborador, de buen empleado, de intelectual bienpensante. El que
no molesta, el que aguanta, el que permite, el que acepta las cosas
porque así son y así serán por siempre. Esa esencialidad que la
religión, en general, pinta de excelente forma.
Con
esa premisa, los grupúsculos que poseen la propiedad de capital y los
Estados que los representan han arruinado, degradado, envilecido la vida
de millones de semejantes y del planeta también. Creyendo que tienen el
derecho por destino manifiesto de apropiarse de vidas, propiedades
individuales, recursos de otros países, van por el mundo despojando,
acumulando, derrochando, desperdiciando en detrimento de la vida. Pero a
su vez, en muchas ocasiones, sin encontrar resistencia ya que los
explotados consideran también que los invasores llegan a sojuzgarlos por
destino manifiesto. No por casualidad, la cruz y la espada son caras de
la misma moneda. Las ideas sublimes del dios cristiano, para poner
ejemplo, encontró eco en las profecías de los originarios de estas
tierras recién descubiertas. Aunque habría que tener cuidado con las
interpretaciones que estuvieron a cargo de los ideólogos del invasor,
porque queriendo y sin querer se ponen palabras en bocas ajenas.
Esa
ha sido la historia de la humanidad a través del tiempo. Sin embargo,
si en algo hemos avanzado en el trato a las personas y el respeto a sus
derechos, es por la lucha de los que no se han dejado deshumanizar,
vender cuentas de vidrio y aceptar las imperiosas razones del invasor.
Empero, hoy siguen existiendo cadenas de hierro y rejas de acero, a las
cuales las acompañan otras invisibles y sutiles como las que atan a
través de la necesidad, el hambre, el chantaje, la ignorancia y el
engaño. Las promesas en una vida supraterrenal donde el sufrimiento será
un olvido total se mezclan con las de la fluorescente propaganda del
consumismo de lo tangible e intangible del mercado.
Por
ello, el vocablo libertad en comunidad de patronos, suena vacua; es un
fantasma en sus discursos cuando de sus manos pende el látigo y las
cadenas. Cuando el humano se libere de propiedad privada y ésta sea
entendida como un medio más para desarrollarse plenamente, podrá cantar
manumisión. Entonces vendrán sus hermanas la igualdad, la fraternidad a
sentarse en el trono de la historia donde seremos dioses. Ya no
tendremos necesidad de poseer para ser, sino desenajenándonos de la
propiedad pondremos nuestro mayor esfuerzo en vivir, en conocernos para
encontrar que a pesar de nuestras diferencias somos iguales y que cada
uno posee esa chispa divina que nos permite crear y transformar.
Mientras
ese conocimiento no se interiorice en cada uno de nosotros, muchos en
distintos partes del mundo, seguirán sufriendo cárcel y prisión.
Muchos, se degradarán y deformarán en la vivencia de sistemas que priman
la desigualdad, como la esclavitud, la servidumbre, el mísero salario.
Optarán entonces como hasta el momento, por el crimen; otros, por la
resistencia. Pero ambos, a pesar de caer en gran mayoría y abonar las
tumbas y las mazmorras de los propietarios han y seguirán cambiado con
su sangre y sus lágrimas la historia.
La
idea de libertad, avanza entonces. Idea que no tiene nada en común con
la de los traidores que dicen ser de liberación cuando son de retroceso,
de deseos de sentir en sus cuellos la bota del amo y para los
considerados por ellos inferiores, el látigo del verdugo. Porque hay que
ser lúcidos y enfáticos: no todos los que pregonan libertad, igual que
los que gritan en los montes patria, son sinceros. Unos quieren libertad
para enseñorearse sobre otros, quieren patria para sí mismos. No, o la
libertad es para todos, incluyendo a los actuales amos y verdugos, o no
es acorde con humanidad. O se anhela patria, como se espera el sol y la
lluvia, o ese deseo no es genuino.
Hoy,
miles sufren prisión por sus ideas, vejámenes e incluso son asesinados
en la más completa soledad, espectros que deambulan en el anonimato de
las cárceles clandestinas, sucumben sin conocer justicia y redención.
Aberraciones de un sistema mundial que se pudre y no repite el eco de
los nobles principios de los que nació.
De
esa cuenta, en las bartolinas de los que ensucian con sus bocas los
vocablos libertad y patria, se mantienen secuestrados, en limbos
judiciales, a reos que han tenido la entereza de defender la vida y la
paz para sus pueblos. Otros muchos más, yacen en las fauces frías y
negras de los mausoleos o en yermos anónimos, por soñar con naciones
felices y prósperas para sus hijos.
Este
es el ejemplo de millones de seres desconocidos e ignorados alrededor
del globo, presos por la deformación que provoca el sistema opresor de
la mercancía o por resistirse a aclamarlo, a los cuales hoy representan
cuatro héroes cubanos que permanecen, desde hace 15 años, en las
cárceles del Imperio y, otro, René González Sehwerert quien fue
sentenciado a 15 años de prisión, y a pesar de que fue liberado a los
12, en octubre del 2011, afirma categóricamente que, mientras sus
hermanos sigan en esa situación de injusticia, seguirá junto a ellos,
preso. De ahí, que a estos se les conozca como Los Cinco Héroes, por
Antonio Guerrero Rodríguez, ingeniero en Construcción de aeródromos,
poeta, con dos hijos, sentenciado a 22 años de prisión; por Fernando
González Llort, casado, graduado del Instituto de Relaciones
Internacionales (ISRI), del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y
el Ministerio del Interior, sentenciado a 18 años de prisión; por
Gerardo Hernández Nordelo, casado, graduado del ISRI, caricaturista,
sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión y por Ramón
Labañino Salazar, casado, tres hijas, graduado de Licenciatura en
Economía en la Universidad de La Habana, sentenciado a 30 años de
prisión.
Quince
años de cautiverio y torturas, donde la injusticia ha prevalecido sobre
la razón de su inocencia, por parte de la nación que pretende ilustrar
al mundo sobre la democracia y respeto a los derechos fundamentales del
ser humano, nos obligan a reafirmar el llamado del Apóstol de Nuestra
América, José Julián Martí Pérez, en una de las estrofas de su “El
Presidio Político en Cuba”, escrito durante su confinamiento en la isla
por parte de los españoles en 1871 por atreverse a querer su patria
liberada: “Volved, volved por vuestra honra: arrancad los grillos a los
ancianos, a los idiotas, a los niños: arrancad el palo al miserable
apaleador: arrancad vuestra vergüenza al que se embriaga insensato en
brazos de la venganza y se olvida de Dios y de vosotros: borrad,
arrancad todo esto, y haréis olvidar algunos de sus días más amargos al
que ni al golpe del látigo, ni a la voz del insulto, ni al rumor de sus
cadenas ha aprendido aún a odiar”.
GRACIAS.
*Economista y Profesor en Historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala, Colectivo “La Gotera”