Por Luis López González 
El
amor de los Cinco Héroes cubanos, su dedicación y esfuerzo es el idioma
universal con el cual es necesario combatir el odio por el que fueron
encarcelados...
Cuando
has protegido la vida de cientos de personas sin importar el lugar del
mundo, dudo mucho que a alguien le interese en primera instancia de
dónde eres, cuáles son tus afiliaciones políticas o si eres religioso o
ateo; en ese momento todo lo que emana de ti son tus cualidades de
sacrificio y humanidad. El agradecimiento sería la reacción lógica de
quienes te conocen o fueron beneficiados por tus acciones, lo
universalmente correcto éticamente…, a menos que seas cubano y todo se
haya desarrollado en los Estados Unidos. Esa, es otra historia.
Proteger
puede ser un instinto, reacción o acto pensado con serenidad y
objetivamente; puede ser por amor, o sentido del deber, pero siempre
conlleva entregar una parte de ti en favor de los demás. Esas personas
que arriesgan sus vidas por otras tienen la grandeza y el respeto de
todos aquellos que los conocieron; sin embargo, las leyes aplicadas
desde un punto de vista cegado por el odio del hombre pueden transformar
las más sublimes acciones en meros hechos criminales.
Los
Cinco Héroes cubanos dedicaron su amor y esfuerzos también al pueblo
norteamericano, ese, que tal vez confió en un juicio imparcial en el
“mejor país del mundo”, porque su verdad omite la historia de agresiones
contra Cuba y aún cree en los principios de los padres fundadores de su
nación.
Gerardo Hernández, en su alegato de defensa, mencionaba: “Quienes
desconocen cómo se ha comportado históricamente el sector más radical
de la comunidad cubana de Miami, quienes no ven la televisión en español
ni escuchan la llamada “Radio Cubana”, tal vez pudieran haber pensado
honestamente que nosotros podríamos tener un proceso imparcial y justo
en esta ciudad. Lamentablemente hay muchas realidades que el pueblo
norteamericano aún desconoce”. Todo asunto referente a Cuba será
manipulado mientras sigamos el camino que comenzamos en 1959. Los
ciudadanos norteamericanos, abrumados de información contradictoria, que
a flashazos se les cuela en sus hogares, despiertan poco a poco de la
bruma que cubre nuestro territorio y nuestras relaciones.
“Solo lamento no tener más que una vida para entregar por mi patria”.
Así declaró Gerardo, inspirado en la frase del héroe de Connecticut
Nathan Hale. Tal expresión cobró fuerza en el banquillo. No es una frase
de Martí ni de Maceo, es de un estadounidense; de uno de los héroes de
la guerra de independencia de las 13 colonias que la historia recuerda
por su valentía al infiltrarse en líneas enemigas. Entonces, ¿por qué
erigir monumentos y condenar a aquellos hombres que realizan las mismas
acciones años después? El sentimiento de patriotismo no puede estar al
servicio de la política y la mentira de cobardes.
“¡Si
por evitar la muerte de seres humanos inocentes, si por defender a
nuestros países del terrorismo, y evitar una invasión inútil a Cuba es
por lo que se me condena hoy, pues bienvenida sea!”. Palabras
exactas de Ramón ante una corte prejuiciada, que demuestran el interés
de proteger a los estadounidenses inocentes tanto como a los cubanos.
Esas acciones fueron silenciadas porque sería imposible condenar a
quienes protegen a sus acusadores, imposible enfrentar una mirada que se
sabe digna.
Eso nos lo recuerda René. “Es
realmente triste ser educado para odiar a algo que uno ni conoce
(Cuba). Y si se me permitiera la licencia, como descendiente de
norteamericanos laboriosos y trabajadores, con el privilegio de haber
nacido en este país y el privilegio de haber crecido en Cuba, le diría
al noble pueblo norteamericano que no mire tan al sur para ver el
peligro a los Estados Unidos”.
”Aférrense
a los valores reales y genuinos que motivaron las almas de los padres
fundadores de esta patria. Es la falta de esos valores pospuestos ante
otros, menos idealistas intereses, el peligro real para esa sociedad”.
Recordando
los cimientos de la misma nación que hoy los mantiene encarcelados, el
padre de René le envió una carta previa al juicio donde tenía la
esperanza de que se pudiera hallar un jurado donde afloraran los valores
de Washington, Jefferson y Lincoln. Pero cuando los mafiosos y
contrarrevolucionarios controlan el sistema de justicia es demasiado
difícil que la luz entre a la sala del tribunal, excepto la que traían
consigo nuestros compatriotas.
Mostrarles
la verdadera causa del encierro a los norteamericanos no basta
solamente. Recordarles la necesidad de su labor y la angustia de
millones por su regreso es lo que se impone. Lazos amarillos para
solidarizarnos por todo el mundo y pedir su regreso es un símbolo que se
aprecia en cada calle cubana desde que René convocara al pueblo en su
alocución, pero sobre todo debemos tener presente un idioma universal
para enviar este mensaje, uno que combata el odio por el que fueron
encarcelados: su amor por todos los que los rodean.
Tony no pudo ser más claro en su alegato sobre nuestros pueblos, cuando en un mensaje universal afirmó: “Yo
amo la isla donde crecí, me eduqué, y en la que viven mi madre, uno de
mis idolatrados hijos y muchos otros de mis seres queridos y amigos;
también amo a este país, donde en los últimos 10 años de mi vida he dado
y recibido verdaderas muestras de amor y solidaridad. Tengo la certeza
de que es inevitable, no solo un puente de amistad entre ambos pueblos,
sino entre todos los pueblos del mundo”.
Tomado de CubaAhora