Por Argelio Santiesteban Pupo
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René probó que es un finísimo propagandista, rompiendo lanzas a favor de sus cuatro hermanos martirizados (Foto: Roberto Chile / Cubadebate) |
“Se
nos acusó de haber conspirado para cometer espionaje y dañar la
seguridad nacional de los Estados Unidos. Se nos ha puesto al mismo
nivel de los peores espías que se hayan conocido sin que para ello
exista una sola prueba contundente y sin haber causado daño alguno, sólo
sobre la base de suposiciones. La nuestra quizás sea una de las
acusaciones de espionaje más ridículas en la historia de este país”.
Ya
sabemos que René —no hace falta el apellido— fue un increíble agentazo
capaz de insomnemente velar, durante años, el sueño de mi mamá, de mis
amigos y el mío propio.
Ah, pero aunque uno sea un viejecillo
convencido de que ya no puede creer en nada —como decía el poeta
Machado—, la vida te da sorpresas, según la conocida pieza popular.
Sí,
porque René probó que es un finísimo propagandista, rompiendo lanzas a
favor de sus cuatro hermanos martirizados. Y lo ha hecho mostrando una
capacidad esplendorosa, digna de envidia de casi todos mis colegas.
(¿Por qué no piensa en él la Asociación Cubana de Comunicadores
Sociales, a la hora de adjudicar su premio anual?).
René
desempolvó una canción —hit durante 1973—titulada Tie a Yellow Ribbon
Round the Old Oak Tree, o sea, “Ata una cinta amarilla en el viejo
roble”, que fue escrita por Irwin Levine y L. Russell Brown.
La
pieza estuvo en el lugar cimero de aceptación popular en los Estados
Unidos, Gran Bretaña y Australia. Y se convertiría en la canción
acariciada por mujeres suspirantes que añoraban el regreso del amado,
estuviese en menesteres militares o en la prisión.
En el mercado
estadounidense, se vendieron tres millones de grabaciones en sólo tres
semanas. La pieza ha tenido versiones lo mismo de un iraní que de un
chino. Fue himno de batalla entre los filipinos seguidores del asesinado
Benigno Aquino.
Y entonces uno, horrible traductor, se permite
brindar, a quien lea, una mala versión de algunos de los versos, siempre
en honor a René, y juntando manos por el regreso de sus esperados
compañeros:
Regreso al hogar.
He cumplido mi condena.
Ahora sabré qué es mío, y qué no lo es.
Si recibes mi carta diciéndote que pronto estaré libre,
entonces debes saber qué hacer.
Si todavía me deseas,
oh, ata cien cintas amarillas en torno al viejo roble.
Pero una sola cinta amarilla
Es lo que necesito para saberme libre.